Argentina: la nueva realidad.

“La democracia se ha convertido en un instrumento de dominio del poder económico y no tiene ninguna capacidad de controlar los abusos de este poder” José Saramago.

Alfredo César Dachary.

El encuentro del Papa Francisco con Mauricio Macri, nuevo Presidente de Argentina, ha sido un reflejo internacional de dos posiciones opuestas. El Papa ha condenado sistemáticamente al neoliberalismo que solo ha logrado profundizar la pobreza y marginación social y los ejemplos van desde los países europeos al corazón del sistema, pasando por toda la periferia del sistema y justamente Macri es uno de los baluartes de esta corriente del capitalismo neoliberal global.

Pero ¿qué ha pasado? El lavado de cerebro que han generado los medios motorizados por dos grandes grupos, le han hecho creer al ciudadano medio que había una opción para poder pasar a un nivel mejor. Por ello es que hoy, los que se quejan y marchan son los que ayer veían con criticidad al “populismo peronista”, que aunque los beneficiaba, “era autoritario”, pero sin represión y ello se reflejaba uno de los grandes complejos de la sociedad argentina el sentirse todos parte de la clase media, un estamento que en realidad es más ideológico que económico, en la sociedad del consumo.

Por ello hoy deben enfrentar entre el asombro y la rabia a la nueva represión sistemática, que a su vez oculta el final de la libertad de expresión, lo que ha derivado en encarcelamientos selectivos, despidos masivos que ya llegan a varios miles de trabajadores y el aumento a los servicios básicos, que se suman a la inflación, y que son los resultados de los primeros dos meses de un gobierno que llegó promoviendo la democracia y gobierna por decreto.

En los 80´se concluyó la era industrial y con ello también la era del garrote inaugurada por Teddy Roosevelt a comienzos del siglo XX, es el fin de los uniformados y el ejercicio del poder, aunque aún hay muchos que lo ejercen, comienza así junto a las nuevas tecnologías, la era de los golpes blandos, y con ello la “democracia” una vez más queda de rehén de la lucha por controlar a los pueblos de la periferia, bajo el pretexto de zonas de seguridad o reservas estratégicas.

El caso de Argentina ha sido un ejemplo emblemático, ya que tenían tres grandes motivos para iniciar este tipo de guerra, que los mismos norteamericanos en los 50´definieron como “lavado de cerebro”, el primero no querer pagar los grandes intereses de una deuda de origen oscuro; el segundo formar parte de la alianza que en la primera década del siglo se opuso a Estados Unidos y tercero, diversificar mercados y con ello romper la vieja dependencia, en momentos que los norteamericanos están imponiendo una nueva geopolítica basada en un neocolonialismo económico-ideológico.

La devaluación, eliminación de las restricciones a la compra de divisas, supresión de las trabas para importar y exportar, baja de impuestos y retenciones, y eliminar los subsidios, junto al pago a los fondos buitres, son el ABC del neoliberalismo y la llave para lograr nuevo endeudamiento, mientras la sociedad se polariza en los ingresos, base para la concreción de un mercado de fuerza de trabajo “más libre” y, por ende, “con menor costo”.

Esta nueva situación puede llevar a “estabilizar” el precio del dólar, aunque ante el panorama actual ha comenzado a deslizarse y, por ello, la tasa de devaluación que supera a la tasa de inflación afecta doblemente a la sociedad del trabajo ya que una devaluación implica un efecto regresivo para los de ingresos fijos en pesos, es decir, trabajadores y jubilados, mientras que en el otro extremo la devaluación  bajar los costos internos en dólares como los salario fijo y darle mayores beneficios a los sectores del poder económico como los grandes exportadores, con lo cual la asimetría perfecciona su trazado en las grandes mayorías.

La lucha de la antigua oposición, hoy gobierno, por “democratizar” la gestión del Estado, también ha sufrido un serio desbarranco, ya que el autoritarismo es parte de la soberbia del poder, un vicio al que la democracia condena y a la vez solapa, por ello no sorprendió la designación de dos jueces de la Corte por decreto, ya que es parte de lograr una Corte Suprema “adicta”, lo cual ha sido rechazado por todos los sectores políticos, incluido aliados del gobierno actual.

A eso se sumaron otras tropelías a la pobre y maltratada democracia y fue la anulación por decreto de las partes centrales de la Ley de Medios, el verdadero poder que lo llevó al poder y que por ello debía “pagar” el favor sacando la ley que democratizaba la función de los medios, hoy concentrados en dos grandes grupos, encabezados por el grupo Clarín aliado de PRISA, el grupo europeo que tiene entre sus grupo de choque al diario El País, hoy más a la derecha que los diarios tradicionales del viejo franquismo como el ABC.

Luego vinieron las medidas de venganza social, son los instrumentos para imponer el miedo, los despidos en el sector público que se realizan bajo la consigna que eran todos trabajadores “ñoquis” o “aviadores”, o sea, que solo cobraban, un buen pretexto para poder zanjar las diferencias ideológicas.

Esta situación ha llevado a que varios periodistas describan en sus comienzos al nuevo régimen de manera muy dura como aquella que describe al Macrismo como “una revolución libertadora sin tanques” (la revolución militar de 1955 que derrocó a Perón), o como sostiene la escritora Beatriz Sarlo, enemiga acérrima del Kirchnerismo pero a su vez líder del partido “Yo no lo voté”, define el sentido del Macrismo como un “cristianismo invertido”.

Para otros, como el periodista especializado en temas económicos Roberto Navarro, desde la asunción del nuevo gobierno de Macri, el 10 de diciembre del 2015, hay un millón de nuevos pobres por el impacto de la devaluación y una serie de medidas que sólo favorecieron a los sectores más poderosos del país. Este economista, quien recientemente fue censurado por el gobierno, sostuvo que de continuar así el gobierno actual más de dos millones de personas más ingresarán al umbral de pobreza.

Pero esto es el comienzo de un largo proceso de “ajustes” y  una consultora local advirtió que la cantidad de despidos derivó en un significativo aumento de la conflictividad social y el Ministro del Interior, Rogelio Frigerio, afirmó que actualmente hay más de 70,000 contratos basura en proceso de revisión en la administración estatal.

Según el organismo de las Naciones Unidas, el PNUD para el de 2015, es decir, después de doce años de un gobierno como el Kirchnerismo, definido por la oposición como populista, Argentina es el país con el Índice de Desarrollo Humano (IDH) más alto de América Latina, 40° en el ranking mundial, por encima de Chile y Uruguay y las dos nuevas vedettes del neoliberalismo, Perú o Colombia que aparecen varias decenas de puestos por debajo. Éste es el punto de partida, veremos al pasar el 2016 que ocurre con Argentina.

Luego de dos meses, o sea, antes de que finalicen los denominados 100 días de gracia que tienen siempre los gobiernos entrantes, los lineamientos económicos del nuevo gobierno ya están sobre la mesa. En adelante podrá debatirse sobre la profundidad y eficacia de las principales medidas, pero por un mínimo de cuatro años y de no mediar catástrofes, imponderables por naturaleza, existirá un nuevo régimen económico, ya se habría terminado de instaurar el neoliberalismo en su mayor expresión.

De allí que sea importante conocer la naturaleza y los posibles efectos, de este modelo en la economía y en la propia sociedad, que es la que vive los mismos y sus consecuencias, ya que la economía brinda componentes numéricos más ponderables por definición que las elucubraciones políticas y estos números determinan también ganadores y perdedores.

Uno de los elementos o banderas que solapan el despido masivo y la persecución política hoy es el tema de la corrupción, un tema que para Sebastián Pereyra, viene de mucho tiempo atrás, especialmente luego de la llamada revolución libertadora, que logró destituir y expulsar a Perón.

La corrupción comparada con los otros problemas nacionales ha tenido una evolución muy particular, ya que entre 1995 y 2004, la corrupción representaba el principal problema sólo para el 10% de la población, pero aumentó  al 18% en 2002, y se mantuvo luego muy por debajo de otras preocupaciones, en particular respecto de la desocupación.

En el  2010, sólo el 2,6% de los encuestados consideraba que la corrupción era el principal problema del país, algo similar ocurre cuando consideramos no ya la percepción sobre el aumento de la corrupción, sino el contacto directo con los casos de corrupción: frente a ese tipo de preguntas, las respuestas son mayoritariamente negativas, y un 5% de los argentinos manifestaba que un funcionario público le había solicitado una coima en el último año.

Los datos de 2013 indican que mientras en Argentina entre un 2% y un 7% de los encuestados dependiendo de las áreas de gobierno reconocía haber pagado un soborno en los últimos doce meses, en Chile esa proporción se ubicaba entre el 3% y el 11%, y en Estados Unidos entre el 6% y el 15%.

Al entrar en el tercer mes de gobierno, y vencer los 100 días de plazo o gracia el nuevo Presidente se enfrenta a los gremios por los nuevos contratos, a los despedidos por nuevos trabajos y a la sociedad por el incremento del costo de la vida, el aumento de más de 70% en los servicios como la luz y otros, un verdadero reto, para enfrentar la conflictividad social. Por ello, hoy el cierre de radios, despido de periodistas y el endurecimiento de la represión policial son los únicos contendores a este “difícil despertar” de una nueva realidad: el neoliberalismo.

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