Del matrimonio por amor al ocaso.

“El matrimonio debe combatir sin tregua un monstruo que todo lo devora: la costumbre”. Honoré de Balzac (1799-1850).

Alfredo César Dachary.

 

Vivimos en una época de muchas turbulencias, en realidad para evitar caer en el error histórico, las turbulencias no son nuevas, quizás sea el marco natural donde se realiza lo que denominamos la historia de la humanidad.

Así pensar en la familia del pasado (¿de qué pasado?) como el refugio seguro ante la gran tormenta que vivimos, peca de ingenuidad en el mejor de los casos, ignorancia en otros y de fe en muchos.

Buscar entender el tema es muy peligroso, se termina enfrentado a la gran “verdad” desde la historia de los tiempos, la desigualdad y, por eso, el sometimiento del hombre sobre la mujer, un tema que marca de un extremo a otro lo que se llama “civilización”.

 

Del matrimonio por amor a su crisis

A finales del siglo pasado, en la década de los 90´, la socióloga Amy Kaler realiza una serie de entrevistas en Sudáfrica sobre el divorcio, situación que tenía su historia en ese país, pero se sorprende cuando las entrevistadas, decían que las riñas y la inestabilidad en el matrimonio en la gran mayoría de los casos eran atribuibles a problemas de esa época.

Como el resultado no la logró convencer plenamente, ella comenzó a comparar estas entrevistas con unas historias orales levantadas medio siglo antes a los abuelos o bisabuelos en esa misma región y se llevó la sorpresa que éstos, de principios del siglo XX, tenían ideas semejantes.

De esto derivó que cuando hablamos de un pasado mejor matrimonial en relación al presente, lo que expresamos es un descontento por la vida contemporánea y sus complejos problemas.

Si bien el matrimonio evoluciona mucho en estas últimas centurias, no era el “mundo feliz” y como ejemplo tenemos al imperio austro húngaro que en la segunda mitad del siglo XIX el 80% de los nacimientos era de “hijos ilegítimos”, algo que se repite en Francia, donde el libertinaje no tenía límites y había más mujeres en la prostitución que en la educación, acosadas por el hambre y la falta de esperanzas.

La vida privada no es una realidad natural que nos venga dada desde el origen de los tiempos, sino más bien una realidad históricamente construida de manera diferente por los grupos dominantes de estas sociedades.

Así en París durante la Belle Époque, los poderosos levantaban un muro sobre lo privado, la familia, que les permitía tenerlas aisladas mientras el señor visitaba su amante o disfrutaba de un show y diversión en la noche parisina.

Las reglas que dirigirán este matrimonio patriarcal eran estrictas, ya que la gente educada jamás entablaba conversación con extraños y los hijos no podían hablar asuntos íntimos con los padres. El aislamiento o confinamiento llevaba a que dominara la idea de que cuando menos se frecuente a las personas que nos rodean, tanto más nos haremos merecedoras de su estima y su respeto.

Esta nueva familia era la síntesis de la evolución de los últimos 150 años 1800-1950, pero habían llegado con los avances que se habían gestado en el siglo XVIII, ya que al final del siglo comienzan a ver como posible el matrimonio por amor, que vendría a sustituir por el matrimonio acordado entre los padres. Este modelo superado en el siglo XIX partió de la base que el matrimonio era un gran negocio, quizás el mayor de la familia y, por ello, era algo muy serio ya que estaba en juego mucho dinero y poder.

La revolución del matrimonio se da en Europa y Norteamérica durante la Ilustración, que generó el “siglo de las luces”, movimiento que nace en Gran Bretaña, pero se asentó definitivamente en Francia, dado que había un mayor ambiente cultural y además estaba Voltaire y sus principales representantes del pensamiento de la ilustración: Montesquieu, Diderot, Rousseau y otros más.

Desde el mismo momento de la concepción de este nuevo sistema matrimonial por amor, éste dio señales de inestabilidad que habrían de hacerlo colapsar a fines del siglo XX, era un avance pero seguía imponiéndose la familia patriarcal y, con ello, la mujer quedaba relegada a un puesto secundario.

Así la historia de este matrimonio, basado en el amor, avanza y retrocede  acorde a los intereses, los conflictos y las contradicciones de éste, que van reflejando los nuevos avances de la sociedad; por ejemplo, en la primera guerra mundial las mujeres tomaron todos los puestos en la producción y los servicios y allí se diluyó la diferencia de sexos, definida “como natural” por el patriarcado y sus guardianes de la fe, hecho que se da más fuerte durante la segunda guerra mundial, principalmente en Estados Unidos.

El nuevo matrimonio por amor busca consolidar una familia ampliada que juntos sean una mayor fuerza laboral y así poder criar los hijos. Ese grupo más amplio convierte a extraños en parientes, con una mayor cooperación como grupo, más cuando se trataba de hijos de la burguesía, juntaban fortunas y más poder.

En el siglo XIX, se aceptó mayoritariamente al marido como proveedor de bienes para la familia, pero a mediados del siglo XX este modelo entra en crisis.

Por ello la familia de los 50´no fue un fenómeno muy novedoso como nos quieren hacer creer. Tan pronto como se impuso el matrimonio por amor y de la intimidad para toda la vida, la gente comenzó a exigir el derecho a divorciarse, que llega a su cenit en la época dorada, o sea, la estabilidad de la segunda postguerra, así los 50´y 60´eran la antesala de la gran tormenta.

En la década de los 50´, en Europa y América del Norte, la mayoría de los matrimonios tenían a la esposa como ama de casa de tiempo completo apoyada por el dinero del marido, lo que llevó a que se casen jóvenes, para “disfrutar esta situación”. Al disminuir la edad del casamiento se incrementó la natalidad, en esta “época dorada”, al extremo que el aumento fue el mayor del último siglo, era el tiempo de los “Baby Boomers”.

Betty Naomi Goldstein nació en Estados Unidos en 1921, estudio psicología y se graduó con honores, era casada con un ejecutivo de una agencia de publicidad y tenía un hijo, pero pierde el trabajo al quedar nuevamente embarazada, y allí comienza a descubrir la insatisfacción de una situación mediocre donde ella era la culpable de todo lo malo del hogar.

Sin embargo, recibe un encargo de un trabajo por parte del Smith College, donde había estudiado y se reencuentra con sus compañeras de estudios, vaya casualidad, ya que éstas sentían lo mismo que ella, frustradas en la vida, en el mundo laboral y como mujeres. Sigue haciendo entrevistas, cuestionarios y todas terminan expresando el mismo tema la depresión, el malestar de ese estilo de vida “American Way Life”, que las tenía en una jaula de oro, pero frustradas.

Así escribe su primer artículo “I say: Women are People Too”, en el cual denuncia la pérdida colectiva de la identidad de sus compañeras de generación, el escrito fue rechazado para su publicación, pero ella siguió investigando y amplía sus bases al ver a expertos en diferentes disciplinas sobre el tema, que le van ampliando su perspectiva y empieza a ver las causas.

Las mujeres norteamericanas de la década de los 50´, no debían aspirar a seguir una carrera, a estudiar, a tener derechos políticos, todas las libertades y derechos por lo que habían luchado las sufragistas, debían ser manejadas por las revistas de moda para alcanzar la “felicidad”. Así la creciente clase media suburbana, cae manipulada por la publicidad, siendo éste el modelo a seguir por el ama de casa.

Para Friedman, el papel de la mujer en el hogar era parte de las nuevas condiciones generada por el fin de la guerra y el AWL, el hombre sería el verdadero ganador en detrimento de la mujer, con lo cual tenía razón Virginia Wolf que para que el hombre pudiera agrandarse la mujer debía empequeñecerse.

La mística femenina no es más que una maniobra de la sociedad para embaucar a las mujeres, vendiéndole una serie de bienes que las dejan vacías, padeciendo “el problema que no tiene nombre” (depresión), y buscando la solución en los tranquilizantes y el psicoanálisis. En síntesis, la mística de la feminidad fue una reacción patriarcal contra el sufragismo y la incorporación de las mujeres a la esfera pública, durante la segunda guerra mundial, con ello se cortan todas las vías de realización personal femenina y demonizaba de paso a todas aquellas mujeres que no eran “felices” viviendo al servicio de los demás.

Un testimonio que tomó Betty es muy revelador: ”…puedo hacerlo todo y me gusta. Pero no me queda tiempo para pensar en lo que soy realmente. Nunca he sentido el deseo de ejercer una carrera. Todo lo que deseaba era casarme y tener cuatro hijos. Quiero a mis hijos y a Bob y a mi hogar. Pero tengo un problema al que no puedo darle un nombre determinado, porque estoy desesperada, empiezo a sentir que no tengo personalidad…”.

De allí que Betty habla de la “represión de la identidad”, lo que generalmente se expresa en depresión, alcoholismo, drogas, ansiedad, angustia, una forma de manipulación que tiene la sociedad para todos los que piensan contra el modelo.

¿Cómo sobrevivían estas mujeres ese vacío de identidad?, el sistema tiene la respuesta, eran unas maravillosas clientes para el consumo de todo, algo descubierto por los vendedores, la vía de gratificación eran los grandes almacenes. Así descubre que las empresas estaban interviniendo en la vida de estas mujeres, para beneficio del capital, que hacían de los grandes almacenes como escuela de la vida y de la publicidad y los anuncios como libros de texto.

El mercado se dio cuenta de que el ama de casa era consumidora y la vez contable, era clienta y administradora del hogar, podían comprar a crédito, hacer reformas al hogar y, con la postguerra, la clase media crece y consume millones de revistas y detrás de éstas están los anuncios para el consumo, el soporte del gran capital. Los anuncios no solo sirven para promocionar un determinado producto sino para construir un prototipo, una imagen de la mujer, que evidentemente será la que resulte más provechosa al comercio, y así todas eran Doris Day.

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