El otro Apocalipsis.

«Si las abejas desaparecieran de la faz de la Tierra, a los humanos sólo les quedarían cuatro años de vida» Albert Einstein.

Alfredo César Dachary.

 

Esta frase suena a profecía en un momento en que los productores mundiales de abejas ven reducido drásticamente sus colmenas, debido a varios factores que los apicultores tienen que tratar para que no se sigan perdiendo miles de colonias por año, especialmente por la amenaza actual a las abejas de la plaga del parásito llamado ácaro varroa.

En el 2013, el gobierno de Estados Unidos implementó un Plan de Investigación de Protección de Polinizadores, que establecía que todas las agencias gubernamentales debían revisar los métodos de protección de aves, murciélagos, mariposas y abejas y en base a esa información se diseñó el Plan de Protección de Polinizadores en 2016 que es un plan nuevo y ambicioso.

Pero la administración del actual presidente de Estados Unidos plantea reducir o eliminar la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y de revertir las regulaciones ambientales existentes, con lo que seguramente el Plan de Protección del Polinizador en 2016 puede dejar de ser una alternativa, ante la falta de fondos del Estado.

Las políticas de protección de abejas en todo el mundo son necesarias para cuidar la diversidad alimenticia de los humanos y un ejemplo son las almendras, los duraznos, las ciruelas, las manzanas y las cerezas, que dependen estrictamente de la polinización asistida por abejas, ya que los polinizadores son esenciales o ligeramente necesarios para 91 cultivos consumidos por los humanos.

En China, en el condado de Hanyuan hay personas polinizando a mano, probablemente en consecuencia de las reducciones masivas de población de abejas, pero esto naturalmente elevaría el precio de la fruta, dejándola fuera de alcance de las franjas más vulnerables de la sociedad.

Pero este caso es la punta del iceberg de la relación irracional que tiene el hombre, los grandes grupos económicos con los diferentes ecosistemas del planeta y sus habitantes desde insectos a grandes mamíferos, algo que se repite a nivel de los mares.

Hoy la situación planetaria es tan grave o ha llegado a tal nivel, que aproximadamente un tercio de las especies de animales tropicales se enfrentan a la extinción, como consecuencia de que los seres humanos no frenan el creciente apetito por carne de res, cerdo y otras.

Según los investigadores en el tema, transformar grandes franjas de los trópicos en tierras de cultivo podría hacer que casi un tercio de la vida silvestre se extinga, desde las selvas tropicales del Amazonas hasta las llanuras aluviales del Zambeze; la agricultura intensiva de monocultivos podría tener un impacto adverso severo en la vida silvestre en todo el mundo.

Como consecuencia de este uso irracional de los recursos naturales, la vida silvestre desaparecería más dramáticamente en los bosques y praderas restantes de América Latina y el África subsahariana, y la mayor pérdida de especies ocurriría en la cuenca del Amazonas peruano donde podrían desaparecer cerca de cuatrocientas especies como resultado del desarrollo agrícola.

Aquí están los resultados del crecimiento desigual y combinado entre humanos y naturaleza, ya que la población humana se ha duplicado desde 1970 y la cantidad de aves, mamíferos, reptiles y anfibios ha disminuido en más de la mitad, siendo esta destrucción ambiental generalizada el resultado de nuestro crecimiento como especie y el aumento del consumo de alimentos para sustentarnos.

Aunque muchos centran sus esfuerzos en el cambio climático que ensombrece los futuros esfuerzos de conservación, se ha dejado de ver que es la agricultura  la principal amenaza para la vida silvestre, ya que hemos alterado el 75% de las tierras libres de hielo en este planeta, y si continuamos a lo largo de nuestro curso actual, tendremos que duplicar nuestra producción de cultivos para alimentar a una población mundial en crecimiento.

Pero el problema es de diferentes ángulos cada vez más complejo porque todas las especies de animales y plantas están sujetas en diferentes intensidades a una reducción y, por ende, a alterar el equilibrio del ecosistema donde están.

Al entrevistar a un experto en estos temas biológicos y climáticos sobre cuál de los problemas ambientales es más acuciante en el mundo, la respuesta es que la crisis climática ocupa el tercer lugar, detrás de dos problemas que reciben solo una fracción de la atención, y éstos son la pesca y la eliminación de la vida no humana en el planeta.

Esto no es para degradar el peligro que representa el calentamiento global; por el contrario, presenta una amenaza existencial. Es simplemente que me he dado cuenta de que otros dos problemas tienen impactos tan grandes e inmediatos que empujan incluso esta gran situación al tercer lugar.

Una de ellas es la pesca industrial, que en todo el planeta azul está causando el colapso ecológico sistémico. El otro es la eliminación de la vida no humana de la tierra mediante la agricultura.

A ello la FAO le suma otro problema que es la alta pérdida de suelos, impulsadas en gran medida por prácticas agrícolas deficientes, por lo que algunos en la FAO consideran que nos quedan solo 60 años de cosechas, esto antes del el informe Global Land Outlook, publicado en septiembre, donde se plantea que la productividad ya está disminuyendo en el 20% de las tierras de cultivo del mundo.

Un estudio publicado hace unas semanas en la revista Plos One revela que los insectos voladores evaluados en las reservas naturales en Alemania han disminuido en un 76% en 27 años. La causa de esto está en que la tierra que rodea esas reservas se ha vuelto hostil para ellos por el alto volumen de pesticidas y la destrucción del hábitat han convertido a las tierras agrícolas en un desierto para la vida silvestre.

Los insectos, por supuesto, son críticos para la supervivencia del resto del mundo viviente, y  por lo que ahora sabemos, no hay nada sorprendente acerca de la caída calamitosa de las aves que comen insectos.

Los insectos voladores, no solo las abejas y las moscas voladoras sino también las especies de muchas familias diferentes, son los polinizadores sin los cuales una vasta extensión del reino vegetal, tanto silvestre como cultivado, no puede sobrevivir. Las maravillas del planeta viviente están desapareciendo ante nuestros ojos.

Para aumentar la producción de alimentos debemos comenzar por entender lo que planteó el último informe de la ONU, donde se pone en duda la noción de que el uso de pesticidas es esencial para alimentar a una población en crecimiento por lo cual éste un mito.

En un estudio reciente en Nature Plants se revela que la mayoría de las granjas aumentarían la producción si redujeran el uso de pesticidas, y un estudio en la revista Arthropod-Plant Interactions muestra que cuanto más plaguicidas neonicotinoides se usaban para tratar cultivos de colza, más disminuye su rendimiento. Esto es debido a que los pesticidas dañan o matan a los polinizadores de los que depende el cultivo.

Una vez más se cae el telón del control de la producción por parte de las grandes corporaciones mundiales de semillas y pesticidas, ya que los agricultores y los gobiernos han sido ampliamente engañados por la industria mundial de plaguicidas.

Las grandes corporaciones agroquímicas transnacionales como Monsanto, Bayer, Syngenta, Pioneer y Dow Agroscience tratan de controlar la agricultura del mundo, y en particular al maíz, y a través de la promoción de variedades de semillas transgénicas.

El proyecto más audaz es el de Monsanto que plantea convertir la producción agrícola y alimentaria mundial en un gran experimento genético, totalmente dependiente de sus semillas patentadas, algo que en la actualidad le ha resultado muy beneficioso a Monsanto, ya que ha tenido grandes éxitos, pues ha demandado a innumerables agricultores que han sido contaminados con su semilla. Los planes de Monsanto se han detenido en el mundo gracias a los países que los han prohibido, sobre todo de la Unión Europea, donde está prohibida la siembra de algunas variedades de maíces transgénicos.  Las cosechas transgénicas de todo el mundo representan menos del 1 % de la superficie total cultivable, y el   85 % de los cultivos modificados genéticamente se concentran en solo tres países Estados Unidos, Argentina y Canadá, y hasta el momento solo se cultivan comercialmente cuatro productos: algodón, maíz, soya y canola.

Ya no se trata de un tema sino de todos, es el sistema el cual está colapsando por una política de descontrol del manejo de los recursos naturales y el incremento de la productividad por la vía de los agroquímicos. No es casual que los tres países con la mayor área sembrada por semillas modificadas sean los graneros del mundo y los gobiernos más neoliberales de América.

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