La sociedad cambiante: nuevas alianzas, nuevos enemigos

“La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural» Federico Fellini.

 

Todos nosotros creemos que los cambios no nos afectan, que las transformaciones no nos llegan y con eso pensamos que estamos vacunados contra la obsolescencia, algo que ya vislumbró Isaac Asimov cuando decía que la primaria se cursa dos veces en la vida, cuando niños y en la madurez, a fin de entender el presente.

En la actualidad pensamos que la vida está diseñada para un caso particular, sin entender que somos el fruto de una masificación que nos homogeniza, aunque parezcamos diferentes y muy especiales, porque gozamos de la “libertad para consumir”, sin entender que el mercado nos guía por un nuevo modelo: “la economía de la vida”.

 

Las utopías y la lucha anti-sistémica.

El corto siglo XX, como lo definía Eric Hobsbawm, de apenas siete décadas, desde el fin de la Primera guerra mundial al colapso de la URSS en los 90´, fue un período de enfrentamientos entre dos grandes ideologías y dos modelos, el capitalismo y el socialismo, y esto en el marco de la descolonización, la nueva hegemonía de Estados Unidos y las grandes luchas sociales, en medio de una guerra fría.

Era una sociedad totalmente diferente a la actual, por muchos motivos que concatenados nos hacen ver el pasado reciente como algo muy lejano. Reinaba una sociedad muy poco flexible con clases estables, donde ascender a otro nivel no era fácil hasta los 70´ por muchos motivos, desde los sociales a los económicos y los culturales en medio de una sociedad muy conservadora.

La comunicación era compleja y aún formal, la heredara del siglo XIX, libros, revistas con avances del XX, radio y televisión, al extremo que la lentitud de las comunicaciones – relaciones nos recuerda a las nuevas piezas del museo de la historia: el correo, el telégrafo, la radio, los grandes periódicos y muchas cosas más.

Los pobres eran y son la gran mayoría, pero de los de antes de los 80´a hoy las diferencias son muy fuertes y aparentemente serían lo mismo, pero en la realidad cotidiana ya no. La sociedad dejó de ser estructurada y poco flexible cuando el neoliberalismo barrió con la estabilidad laboral, redujo las pensiones y jubilaciones, la sindicalización, en síntesis, la flexibilidad laboral en nombre de uno de los nuevos dioses de la religión del mercado, la competitividad y la productividad, que en realidad es incremento de la explotación, pero a diferencia del pasado, éstos frente a la auto-explotación, para aumentar el consumo y generar una mejor imagen de uno mismo.

El mundo privado ha muerto y la placa en el panteón se denomina selfie y con ella toda nuestra ropa interior, incluido sentimientos se tienden en una nueva zona de nuestra vida, Facebook, y si la enfermedad es muy grave y requerimos reforzar la identidad diariamente recurrimos a publicarnos en poses diversas en Instagram, si necesitamos que nos escuchen están las redes sociales y en grupos cerrados, el Whats App.

La hiper-conexión es una manera de explicar lo soledad del individuo, porque está en tiempo real, pero a la distancia, es un diálogo tras los espejos, donde cada sujeto asume un papel de acuerdo al día y la circunstancia, hoy todos debemos estar en la red, en el mundo digital, ya que los antiguos modelos periodísticos, y demás utilerías del protocolo social hoy han sido derivadas al museo de la cotidianidad pasada.

Los cambios son tan fuertes que la amenaza del remplazo del empleo por los robots son realmente fuegos artificiales, ya que habíamos quedado sin derechos en los 80´, sin estabilidad y presa de un ritual diario de consumo, como del ciudadano medio, que atraviesa transversalmente los diferentes niveles sociales.

Con la globalización nuevamente cometemos un error de visión y creemos que el consumo es mundial pero apenas llega a la mitad de la población del planeta, hoy solamente unida por los celulares. Los pobres han sido “reemplazados” en su infierno terrenal un nuevo título, el de supervivientes y la gran zona donde están estas grandes mayorías son definidas de manera cínica por área de consumidores de bajo perfil, y los países donde está esta gran mayoría como países emergentes, aunque llevan casi un siglo desde la deslocalización.

Ellos usan los mismos instrumentos que el resto de la sociedad, celulares, televisión de plasma, autos, muebles y van de viaje, aunque deban toda la vida. Ahora algunos prefieren vivir el momento sin pensar en el futuro, que cada vez es más complejo en el mundo ante un sistema jubilatorio en decadencia y un empleo que pasó de estable a precario, aunque respaldado por una tarjeta de crédito que sirve a su vez como llave maestra para el mundo mágico del consumo.

La religión también tuvo un cambio, en occidente y más en América, donde el catolicismo abrumado por sus escándalos y anclado al pasado perpetuo por las tradiciones de un poder patriarcal, se van reduciendo en feligreses activos quedando muchos dentro del modelo clientelar, fiestas del pueblo o de un santo milagroso.

La post-modernidad ubica a la religión como un formalismo social para determinados hechos, cada vez menos usados, como casamiento, bautizo, confirmación, etc. y esto se hace fuerte en los grupos sociales más altos y con mayor nivel cultural, aunque en los jóvenes millenarios esto es casi una regla de vida.

Sin embargo, queda un gran vacío entre la sociedad de menores ingresos, la gran mayoría, y allí aparece o rejuvenece un nuevo tipo de iglesia, ya existente, los evangelistas y otros cristianos, que llegaron para ocupar el papel que antes desempeñaba la iglesia católica, en el consejo de las familias, la lucha contra el alcoholismo y las drogas, la violencia familiar y demás problemas fruto de una sociedad asimétrica y competitiva a la vez.

Los pobres habían sido clientes de los ricos en la época de los caudillos y jefes políticos que manejaban a la gente a su antojo, luego fueron en parte integrados a las luchas sociales y con los populismos se sintieron protegidos y lo apoyaron, pero los cambios ya estaban gestándose en toda la sociedad.

Al caer los gobiernos progresistas y empezar a perder oportunidades y espacios de consumo, este gran grupo social es manipulado por los medios que culpan de esta caída a los gobiernos anteriores a causa de la gran corrupción, así las medias verdades o falsas verdades se transforman en un mecanismo de cambio de la postura de los más pobres, a defender su tradición, y los mecanismos que la llevaron a perpetuarse en la pobreza: el patriarcado capitalista.

 

Una nueva sociedad y cambio de valores y alianzas

Con el fin de las ideologías tradicionales a fines del siglo XX, el fin de las ideas sociales y su remplazo por modelos de vida armados desde el marketing para una sociedad de consumo total, las clases sociales cambian, los sectores medios se unen al progresismo en derecho que consideraron básicos: los derechos humanos, la ecología, la igualdad de género, matrimonio igualitario, respeto a la diversidad de géneros, además de la tradicional defensa a la democracia.

Esta nueva estructura también tenía entre la población de bajos recursos sus grupos con ideales, heredados del catolicismo, pero acelerados por el conservadurismo de los nuevos líderes sociales, destacando los evangelistas que se han erigido en “defensores” de las mayorías más necesitadas y de algunos sectores medios en decadencia o necesidad de salir del mundo individualista sin solidaridades en la que está auto-condenado el ciudadano.

En la primera década del siglo XXI, el “progresismo” llegó al poder y duró una década y media para caer estrepitosamente en la mayoría de los casos derivados de sus propios errores, políticas y corrupción. Allí comienza a gestarse una nueva revolución conservadora armando una nueva “mayoría”: su clientela tradicional, los decepcionados del populismo y los grupos evangelistas y otros más que negocian el apoyo para mantener la política central del capitalismo: el patriarcado como base social y la sumisión de las mujeres como consecuencia, además de prohibir el aborto, persecución a homosexuales y lesbianas, no al matrimonio igualitario, en general, todas las consignas que se habían hecho leyes durante los gobiernos progresistas.

¡Qué giro tiene la historia política en la periferia!, los pobres en defensa de sus ideales más atrasados, pero donde tienen fuerte su identidad y pertenencia: la religión, enfrentados a los grupos urbanos progresistas, que para ellos son los que rompen el orden social y, por ende, sus enemigos.

Puede ser casual o no, pienso que es planificado, pero esta estrategia es un elemento fundamental en el regreso del neoliberalismo, y ésta es una expresión del dominio histórico que generó el motor del colonialismo, la religión católica y sus otros credos alternativos, un salto al vacío de los pobres ante un mundo que cada vez los necesita menos en la nueva construcción emergente de un mundo post-humano.

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