“Internet es una economía basada en la atención donde la moneda de cambio es el tiempo del usuario” Jakob Nielsen.
Alfredo César Dachary.
No se trata de jóvenes predestinados, de un experimento realizado en un garaje de una casa de un genio perdido, no es la casualidad, sino la única forma de poder mantener la hegemonía en momentos en el mundo de la era industrial llegaba a su ocaso.
Uno de los ejemplos que respalda esta idea es el caso del proyecto de investigación “The Next Generation: a Strategic Investigation”, iniciado por la empresa New Paradigm, fundada por uno de sus principales investigadores en este proyecto Don Tapscott en 1997.
10,000 personas fueron entrevistadas y se produjeron más de 40 informes, y que a su vez fue base del libro “La era digital”, la generación que hoy está madura y con un gran peso demográfico en muchos países, lo cual incide en el desarrollo de éstos.
Muchos son los temas que se tocaron pero fue muy constante, se trata de que la juventud ha logrado un espacio propio porque fue la que más rápidamente obtuvo el conocimiento para manejar los nuevos recursos e instrumentos que generó la era digital.
Los jóvenes descubrieron en estos instrumentos, especialmente en la Internet, la libertad de comunicarse con quienes quisieran, averiguar cosas que se les antojaba, aunque los resultados no siempre son los mejores, sin tener la interferencia de los adultos o sus propios maestros, era un nuevo ´68 que luchaba por una libertad amplia; esto tiene grandes ventajas y también nuevos problemas.
En medio de la consolidación de esta nueva generación, el capitalismo de los “adultos” consolida el neoliberalismo que es la mayor de las revoluciones silenciosas, que trae como consecuencia una fuerte profundización de las asimetrías, derivadas de una lucha dentro del mercado. La generación net no solo hereda el individualismo sino que se transforma a sí misma como la más narcisista de la historia, al pensar que son los más poderosos e importantes, más de lo que realmente son.
Esta generación domina hoy el Silicon Valley y se considera la “elegida” para transformar la sociedad hacia un nuevo modelo, que en realidad es el mismo pero profundizado y dominado por las nuevas tecnologías.
Este complejo tema nos lleva entre otras preguntas a realizarnos la que ya se hizo Steve Jobs sobre las nuevas redes creativas, que es el saber si éstas van a profundizar nuestro individualismo a uno más radical o por oposición nos llevarían a compartir en vez de competir, esto último es lo ideal pero irá en contra el eje ideológico del sistema hegemónico, por ello la respuesta es una nueva pregunta, ¿será posible?
La posibilidad que la generación net, que inicia esta nueva era posindustrial realice una profunda transformación cuyo eje sería Internet, es similar a pesar que cuando se descubrió la imprenta, los libros transformaron la realidad, o fue la modernidad y el gran cambio de paradigma el eje de estos profundos cambios.
Hoy en día se recurre con frecuencia a Internet para frenar el pensamiento crítico y excluir del debate a los legos en la materia, por ello el destino de casi todas las historias es tener alguna vinculación con Internet, y la tarea de nuestros apóstoles de la red es convertir a esas pequeñas anécdotas en cuentos de hadas sobre la marcha del proceso de Internet apenas un capítulo diminuto de su teoría “Ciberwhig” de la historia. Así Internet es una idea que llena sin esfuerzo las mentes, los bolsillos, las arcas e incluso los vacíos narrativos más flagrantes.
Nicholas Carr, autor de un clásico en el tema, “Superficies que está haciendo Internet con nuestras mentes”, nos dice que el ordenador que nos conecta a la red es un amplificador neuronal de un gran alcance porque extiende las capacidades de procesamiento de nuestro sistema nervioso central y durante ese proceso también lo altera. Los efectos no son tan beneficiosos como nos quieren hacer creer, ya que la capacidad de aprender queda seriamente comprometida cuando nuestro cerebro se ve desbordado por diversos estímulos on line.
En 1950, Martin Heidegger señaló: “… la marea de la revolución tecnológica, podrá cautivar, hechizar, deslumbrar y seducir al hombre hasta tal punto que el pensamiento calculador algún día pueda llegar a aceptarse y practicarse como la única manera de pensar…”; coincide con la profecía de Kubrick: “… al confiar en los ordenadores para intermediar en nuestra comprensión del mundo, nuestra propia inteligencia se aplana y convierte en inteligencia artificial…”.
Por ello, hoy los escépticos y los optimistas de Internet tienen algo en común, ambos parten de hay una noción estática de Internet, o sea, está, pero si eliminamos la noción estática, nos enfrentamos a cuestiones empíricas complejas como son el indagar los aspectos políticos del algoritmo, lidiar con la historia de las tecnologías de reconocimiento facial o comprender el verdadero funcionamiento de las técnicas como la “inspección profunda de paquetes”, entre otras.
Para Lawrence Lessig, Internet llegó para quedarse, la red no va a desaparecer, y un ejemplo es que hoy no recordamos el mundo antes de Google, y ciertas partes de ese mundo han desaparecido, como la Enciclopedia Británica, eso nos lleva a una “incapacidad” de repensar Internet, porque se lo considera algo definitivo.
Para Evgeny Morozov, Internet posee una naturaleza inherente, una lógica, una teología y que esa naturaleza se despliega con velocidad ante nosotros, pero si lo observamos desde la distancia vemos que Internet cuida de sí mismo y de nosotros, y en el camino desaparece la privacidad porque así lo quieren los dioses de Internet.
Mientras, David Post sostiene que Internet supone una etapa única y sin precedentes en la historia de la humanidad y señala que ésta puede ser impulsada por leyes y reglas tan firmes como las de la naturaleza. Para Steve Jobs, Internet es un modelo intelectual que muestra cómo debe organizarse la sociedad, no es la solución al problema, sino una forma de enfrentarse al problema, y éste podría aplicarse para mejorar la gestión municipal o el sistema educativo.
El otro tema son los “valores de Internet”, ya que se toman como ejemplo para otras empresas o programas porque éste es abierto, público, colaborativo y gratis, y están los casos de Wikipedia, Wikinomics y Wikigovernment.
Los rasgos distintivos sobre el actual debate sobre Internet son dos, por un lado la amnesia tecnológica y, por el otro, la indiferencia absoluta hacia la historia y en particular la historia de la amnesia tecnológica. Esto nos lleva al epocalismo que es el creer que se está viviendo una época excepcional, y a esto lo viven los optimistas de Internet y los pesimistas.
Para Andrew Keen, autodefinido como el anticristo de Silicon Valley, no se ha tomado en consideración los daños de Internet y la cultura de compartirlo todo en redes sociales y afirma que el crecimiento de las redes sociales es la transformación cultural más devastadora desde la revolución industrial. La justificación que da es que no se trata solamente de las redes sociales o aplicaciones que aparecen cada día, que a su juicio están robando la vida interior de las personas, sino el uso que dan las personas a ellas.
El epocalismo valida intervenciones sociales radicales que de otro modo serían sospechas y críticas, y su influencia paralizadora induce a la pasividad, porque creemos que las tendencias son tan monumentales e inevitables que parecería inútil presentar resistencia.
La “colaboración masiva” como es el caso de Wikipedia, no es un descubrimiento de Internet ya que en 1714, para resolver el problema de la longitud el gobierno británico recurrió a la colaboración masiva y con ello elaborar una propuesta para mejorar la navegación marítima y en 1849, el Instituto Smithsoniano, recurrió a 700 observadores voluntarios en diferentes países del mundo para que realicen informes mensuales metrológicos, que se editan en 1861.
Otro enfoque interesante es el de Weinberger que sostiene que el conocimiento está adquiriendo la forma de red, es decir, Internet, por lo que ahora el conocimiento ya no vive solo en bibliotecas, museos y revistas académicas, ahora el conocimiento es propiedad de la red.
El pensamiento ahistórico en los debates sobre Internet, tiene dos grandes características, no se consultan los libros de historia, porque lo consideran inaplicable porque Internet implica una ruptura con el pasado. El otro es el concepto de ruptura es básico para entender el epocalismo, un ejemplo eran los debates en los 50´sobre la era nuclear y el fin del mundo.
Esos tiempos de ruptura se dan en 1852 cuando sale un libro sobre la revolución silenciosa o los futuros efectos del vapor y de la electricidad, en la condición humana, que prometía la armonía social de la humanidad. En esa misma época Patrick Geddes y Pedro Kropotkin, creían que la electricidad daría paso a una nueva era neotécnica y se reconciliaría la ciudad y el campo, el trabajo y el ocio, el cerebro y las manos.
Por ello es que para ser válida una nueva revolución tecnológica es necesario que la tendencia que lo considera única en verdad lo sea, debe tener en cuenta lo que ha sucedido y se ha dicho en el pasado, único referente real y además debe tener un dominio de la totalidad del panorama contemporáneo, y no elegir hechos que se adapten a su tesis.
El mayor peligro está en que emerja esta idea como verdad universal y permita hacer realidad el sueño del capitalismo como fue expresado por Francis Fukuyama de 1992, en su polémica tesis: La Historia, como lucha de ideologías, ha terminado, con un mundo final basado en una democracia liberal que se ha impuesto tras el fin de la Guerra Fría.
La historia no ha concluido, quizás antes pueda concluir la humanidad y con ello su historia, pero no estamos al final del camino, ésta es una etapa más, que debe decantarse con el tiempo y dejar los mejores aportes, aunque sus diseñadores piensen que es el acto final, por lo que se consideran dioses que en vez del Olimpo están en Silicon Valley.
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