“Cuando hago el bien, me siento bien; cuando hago el mal, me siento mal, y esa es mi religión.” Abraham Lincoln.
Alfredo César Dachary.
Cuando los grupos opuestos a Trump, desde su triunfo y posterior ascenso, consideraban a éste vencido y como en el boxeo “en las cuerdas”, comienza a mover una estrategia de ampliar su base social tradicional, blancos empobrecidos y resentidos y grupos fascistoides, con otros aliados que le permitieron ganar la elección sin hacer mucho ruido, las iglesias evangelistas y parte de la iglesia católica, una de las poderosas económicamente a nivel global.
Todo esto se da en un país donde según los últimos estudios, un 71% de la población se opone a que las iglesias apoyen u opongan a candidatos políticos, aunque en la última elección de presidente, se estima que un alto porcentaje de sacerdotes, pastores o predicadores hablaron en favor de uno u otro político, según la encuesta del Fact Tank, Pew Research Center.
Cuando el presidente Trump firma la orden de “libertad religiosa”, el 4 de mayo del 2017, coincidiendo con el día nacional de la oración, se encontraba presente, en los jardines de la Casa Blanca, Samuel Rodríguez, Presidente de la National Hispanic Christian Leadership Conference (NHCLC), la cual reúne unas 40,000 agrupaciones.
Éste no es tema nuevo, los fascistas ya han dominado este tema, como fue el caso del genocida General Ríos Mont, juzgado en Guatemala, condenado por genocidio a 80 años de cárcel y luego liberado por el mal llamado Tribunal Constitucional. Cuando asumió la investidura presidencial, Ríos Montt era ya un seguidor convencido y muy activo del grupo evangélico Verbo, al que había sido invitado a fines de la década de 1970 por Luis Chang, quien a su vez había servido en el Ejército a las órdenes de Montt y fue en 1974 el jefe de seguridad de su campaña presidencial.
La Iglesia del Verbo, también denominada Iglesia Gospel Outreach, con sede en Eureka, al Norte de California, había llegado a Guatemala en 1976 con motivo del devastador terremoto del 4 de febrero de ese año. Previamente había establecido contacto con una acaudalada dama de la sociedad guatemalteca.
El 23 de marzo de 1982, cuando Ríos Montt perpetró su golpe militar, ya estaban prevenidos los dignatarios de la Iglesia del Verbo, que en Estados Unidos esa iglesia se había alineado con la derecha religiosa. El día del golpe, Ríos Montt abandonó sus labores dentro de su iglesia para dirigirse al Palacio Nacional a encabezar el nuevo gobierno.
Además de ser “cristiano renacido”, Ríos Montt había hecho una larga carrera en el Ejército, se había entrenado en Estados Unidos en la lucha antiguerrillera y se le acusaba de haber cometido atrocidades en operaciones militares en la década de 1970.
En toda Centroamérica y el Caribe, las iglesias evangélicas avanzan como una “alternativa” a la gran pobreza que vive la sociedad, pero con ello llega también el fanatismo conservador, desfasado de este tiempo, que termina limitando el crecimiento de los pueblos, la gran mayoría de los pastores son formados en Estados Unidos, ¿coincidencia o casualidad?
Trump sabe que éste es un juego a dos puntas, por un lado Estados Unidos y por el otro el control de ese país en Latinoamérica, su “zona de influencia”, por ello el pastor Samuel Rodríguez, hispano y ferviente apoyo de Trump, sostenía que era fundamental asegurar las fronteras, pero también tener puentes, ya que el 9% de los inmigrantes que están en Estados Unidos son evangélicos y, en el caso particular de la Asamblea de Dios, lo son el 20% según las cifras que da el estudio del Pew Research Center.
Esto ha tenido una gran influencia en las elecciones y en el discurso cada vez más conservador y fanático de Trump, ya que ha valorado en el caso de los evangelistas organizados en el NHCLC, organización fundada por Samuel Rodríguez en el 2001 y que ellos la definen como la mayor organización cristiana del mundo, ya que sostiene tiene más de 100 millones de evangélicos a nivel mundial.
Según el estudio antes citado, los hispanos afines a los republicanos son mayoritariamente evangélicos, siendo mucho más que los católicos y otros grupos sin religión definida, que están entre el 21% y 16%, los que son afines al Partido Republicano.
La política de acercamiento y cooptación requería un movimiento de piezas muy demostrativo, como fue el caso de la designación del Ministro de Salud, el congresista Tom Price, elemento indicativo del camino que transitará el nuevo gobierno en materia de salud y derechos reproductivos, en una sociedad en que los blancos retroceden en reproducción y los latinos, asiáticos y otros grupos crecen muy rápidamente.
El nuevo Ministro de Salud es un opositor acérrimo de la reforma de salud (Obama Care) y ha manifestado públicamente su desacuerdo con que la cobertura de los seguros de salud incluya cualquier servicio anticonceptivo porque, a su juicio, en Estados Unidos no hay mujer alguna que no los pueda cubrir de su propio bolsillo, desconoce de principio la existencia según el último censo de población de 40 millones de pobres o, simplemente, no les interesa por no ser blancos.
La otra cara de este nuevo neofascismo disfrazado de conservadurismo lo ha venido jugando el Tea Party, el cual sometió al Congreso un proyecto de ley que permitiría a los empleadores despedir a cualquier empleada que utilice anticonceptivos o se realice un aborto, si estas prácticas personales y privadas “ofenden” las convicciones religiosas del empleador.
Otro frente de lucha y presión por parte de la nueva derecha y sus aliados religiosos se orienta a que el Presidente Trump elimine los subsidios federales a la ONG Planned Parenhood, actualmente la principal proveedora de servicios de salud reproductiva para mujeres pobres en Estados Unidos (esta ONG se concentra en la provisión de métodos anticonceptivos, la atención de infecciones de transmisión sexual y la detección de cánceres ginecológicos).
En cualquier país con altos niveles de pobreza, los grupos de menores ingresos y menor educación son los más afectados por la impotencia que significa requerir servicios y no obtenerlos.
El otro frente que une a la derecha extrema y las iglesias evangelistas y católicas, algunos sectores quedan fuera de esta alianza, es el de la lucha contra las personas que se declaran homosexuales, lesbianas, transgénicos o bisexuales, que a nivel mundial han tenido un crecimiento como grupo y reconocimiento que ha incluido leyes de casamiento, seguros, adopciones y otros elementos que estos grupos han reclamado para poder ejercerlos.
Por ello, una de las metas será la de eliminar el matrimonio igualitario y las restricciones legales a cualquier forma de discriminación en nombre de la “libertad religiosa”, la derecha espera que, hasta donde le sea posible, y se revoquen todas las medidas promovidas que se han logrado en estos últimos años, a partir de luchas sociales a favor de ese sector.
Además de esto se plantean eliminar otras conquistas de la sociedad, fruto de los procesos de modernización de la misma, que el sistema que hoy defienden las ha incentivado, como son las normas federales que obligan a las escuelas públicas a permitir que los estudiantes transgénicos utilicen el baño que corresponde a su identidad de género y no a su sexo biológico.
La lucha contra los inmigrantes o la protección de éstos en las denominadas ciudades santuarios, es otro tema que va de la mano con los derechos de las mujeres, que los líderes religiosos confían en el retorno de la “Ley Mordaza”, aplicada por los gobiernos republicanos desde la época de Reagan. Esta medida prohíbe al gobierno federal prestar asistencia económica a cualquier entidad fuera del territorio de Estados Unidos que, en el contexto de los servicios de salud para las mujeres, siquiera mencione la palabra aborto, aún en aquellos países donde el procedimiento sea legal. Igualmente harán lo posible por revertir los avances logrados por los gobiernos de Obama en la promoción de servicios anticonceptivos, educación sexual escolar y otras medidas que ofendan la sensibilidad religiosa de la ultraderecha.
Los católicos como los evangélicos, en una síntesis de perversión-retroceso, se irán contra las normas internacionales de derechos humanos que protegen tanto los derechos de mujeres y niñas como de personas LGBT.
El frente interno se nutre de los mismos que el Estado desprecia, los inmigrantes latinos, pero que aceptan todo como parte de su disciplina hacia sus jefes religiosos, un proceso en el que está en juego el ocaso de los blancos (WASP) como mayoría dominante, ahora serán en el mediano plazo una minoría más unida a estos grupos que desprecian, pero les son útiles.
En el frente internacional, la expiación evangélica juega un papel fundamental ya que logra adormecer conciencias de los grandes problemas sociales y por ello han sido manipulados masivamente por gobiernos neoliberales.
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