“Los conflictos existen siempre; no tratéis de evitarlos sino de entenderlos”. Lin Yutang.
Alfredo César Dachary.
Los “demócratas” de Estados Unidos encabezan en el siglo XXI un modelo de intromisión en los países cuyas autoridades no le son adictas a sus dictados, o sea, se resisten a ser colonias, disfrazadas de democracia. Hillary Clinton, además de profundizar la guerra en Oriente Medio apoyando a los grupos extremistas, se encargó personalmente de destruir un país: Libia, hoy un centro de delincuencia internacional y extremistas.
Sin embargo, en América Latina, Hillary fue la operadora desde el Departamento de Estado del golpe blando en Honduras, inaugurando un nuevo modelo que luego va a replicar la administración Obama en Paraguay, Brasil y tiene en camino a Venezuela.
Los golpes blandos implican movilizaciones populares azuzadas por los medios y promovidas desde las redes sociales, o sea, sin el apoyo del ejército, que era el autor tradicional de los denominados golpes duros o golpes de Estado. En el caso de Venezuela, la situación es grave porque no cuentan con el ejército y ello ha frenado en parte este golpe cuya resolución podría ser muy sangrienta.
Hoy en Estados Unidos se forma lo que ellos han creado como gráfica de una situación extrema, a través de Hollywood, y que denominan la tormenta perfecta, cuando coinciden situaciones graves en un país o lugar y ello desata fuerzas que normalmente no se moverían en dirección de choque; esto genera un golpe blando en términos políticos.
Pero en el caso de Estados Unidos esto es muy grave, porque este país se ha auto denominado y auto designado como el “guardián de la democracia”, y no se permite que ningún país deje de respetar los resultados electorales salgan como salgan, porque es la voluntad popular.
Hoy por primera vez, quizás la anterior, pero sin ser una situación de “tormenta perfecta”, fue el caso del fraude de los Bush en Florida lo que le dio un triunfo en el colegio electoral, un modelo fuera de tiempo, frente a Al Gore, ex vicepresidente de Bill Clinton.
La situación hoy es diferente, el ocaso de la hegemonía económica de Estados Unidos es inevitable, y ya se lo demostró China, Rusia y Arabia Saudita, cuando hace unos días inundaron el mercado con bonos del Tesoro de Estados Unidos, contra un acuerdo de tenerlos y cobrar sus intereses.
La hegemonía militar sigue siendo fuerte, aunque las armas de destrucción masivas están muy divididas y si se usara una mínima parte desaparecería la vida en el planeta, solo un loco podría llevar a esta situación, algo interesante porque la prensa de Estados Unidos y de occidente han promovido la imagen de un demente en recién elegido presidente: Donad Trump. ¿Coincidencia o “causalidad”?
Internamente, las grandes crisis y la aplicación sin límites del neoliberalismo han generado una situación tradicional del sistema en la mayoría de los países, una sociedad asimétrica con muchos millones de pobres, más de 45 millones y otros más que han perdido jubilaciones, fondos de pensiones, casas, empleo y carecen de servicios básicos.
Todo esto es grave, pero mucho más en Estados Unidos, porque la gran mayoría de la sociedad conoció una etapa donde había un estado que permitía fácil ascenso social, era una sociedad con esperanzas, y esto ha desaparecido, remplazado por un país rico en manos de pocos con muchos pobres como escenario trágico, que se repite en todo el globo.
Así las condiciones externas como las internas son graves, a lo que hay que sumar un sistema político obsoleto, corrompido y controlado por el dinero, como opción para ejercer la “democracia”, un sistema que no pudo reconocer el peso de Bernie Sanders, que sacó el peso que Hillary, pese a la guerra que le hicieron las autoridades del partido demócrata, anquilosadas y controladas desde Wall Street.
Los imperios colapsan desde dentro, nadie los derrota, y en este caso la situación no es diferente, un 11-S ya puesto en duda sobre autoría y motivos, un país que por el Acta Patriótica ha cercenado las libertades básicas, incluido la desaparición del Habeas Corpus, para gente detenida por presunciones, como sería el caso de los tomados infraganti; una sociedad armada que diariamente deja su saldo de sangre, los militares que regresan destruidos se los deja sin apoyos y mucho más.
Todo eso se ha ido sumando, pero el tema es más complejo aún, porque la resistencia que comenzó al día siguiente del triunfo de Trump, que ganó en el colegio electoral y perdió en el voto popular, está orientado al choque interno, algo que ya había sido planteado semanas atrás por varios políticos y por los propios grupos de gentes armadas de la Asociación del Rifle, que veían venir enfrentamientos, una lucha interna en la sociedad norteamericana, lucha de clases o clases de lucha para fomentar un golpe blando y la instauración de nuevas leyes que sigan restringiendo los derechos civiles básicos.
Una de las respuestas más fuertes ha sido la de un grupo que pretende la independencia de California que es la 6° economía mundial y que tiene una gran mayoría de mexicanos o descendientes de éstos, algo que comienza a preocupar porque puede ser el inicio de un desmembramiento entre los diferentes mundos muy distintos que forman Estados Unidos.
Pero quizás la gravedad mayor es que esto puede ser interpretado como una secesión que significaría una “recuperación de tierras perdidas frente al naciente Estados Unidos”, por una sociedad donde los descendientes y mexicanos son un grupo muy importante, un ejemplo que podría llevar al caos, más por el hecho que en California está el mayor centro de tecnologías de punta del país en el Valle del Silicio.
El fracaso de las encuestas en esta elección, como de los estudios diversos, quizás sea derivado del enfoque con que se hacen y es que la población no vota sobre las exceptivas del escenario internacional, ya que mayoritariamente no es una ciudadanía bien informada, por ello lo único efectivo es el escenario interno, independientemente de las tergiversaciones que sobre ese plano puedan crear medios de comunicación y redes sociales.
De allí que los grandes conglomerados mediáticos del mundo, al igual que el sistema financiero internacional, habían apostado y por ello esperaban otro resultado, que sería el triunfo de Hillary Clinton y el recuperar el Senado como mínimo, algo que no se dio en ninguno de los dos temas.
¿Qué está ocurriendo que todo lo que se plantea como posible se transforma en lo opuesto en la realidad de las urnas? El caso más actual es el de Colombia, donde se esperaba un voto masivo en favor de la paz, pero el resentimiento de una larga guerra y una campaña eficiente de la ultraderecha logró el rechazo. En el caso de Gran Bretaña, con el plebiscito sobre el Brexit, se perdió por el voto de las grandes mayorías “olvidadas” o abandonadas, el mundo rural y el decadente mundo industrial del pasado.
Otra idea más “optimista” es que ha regresado la lucha de clases, ha vuelto al centro de la política norteamericana de la mano de un multimillonario que tiene como principal producto su imagen, hecha mercancía, el forastero en asuntos de política desplazó a la que era la elegida de todos los sectores del poder, una versión Norteamérica del político independiente de partidos o líneas a seguir.
Este político sin experiencia en las artes oscuras de la política, sí entendía del mercado y por ello vio así al electorado y lo interpretó, lo cual derivó en que terminó canalizando en la votación el profundo malestar que hay con el sistema dominante en Estados Unidos, algo que los otros políticos, exceptuando Bernie Sanders, no habían visto y palpado ante el seguimiento masivo de los jóvenes.
Hoy el desencanto de mucha gente de buena fe puede ser movilizado a un choque como está ocurriendo en estos primeros días post-triunfo de Trump, una lucha que puede comenzar como una incipiente rebelión y puede encender los ánimos de los sectores duros del racismo blanco y llegar a choques violentos que logren ser el justificativo de nuevos recortes en las libertades.
El 11-S se realizó en el país, pero se satanizó a países extranjeros; hoy la situación es diferente, por ello más compleja se trata de la sociedad del país dividida y enfrentada, decepcionada y alentada por un nuevo panorama que algunos ven con esperanza, pero otros con un gran temor. Un tema complejo que toca a México por los millones que viven en aquel país, pero también porque hoy el país está en un difícil equilibro acosado por una guerra sin final aparentemente rápido y posible, y una pobreza que sigue creciendo.
Conclusión que nos toca de cerca:
Hacer apología del poder del voto mexicano y sus incidencias en las elecciones de Estados Unidos, puede terminar en un bumerang que acabe sirviendo de justificante al racismo de los blancos, anclado en la conciencia oscura que refleja que una gran parte del territorio de Estados Unidos fue robado a México.
No justificar como una lucha por la democracia, algo que hoy hacen los medios, y que ocurre en otro país es un riesgo porque en el 2018 esto se puede repetir en México y con más fuerza, desde el desconocimiento de un triunfo al voto por voto.
En síntesis, lo ideal aconseja no echar leña al fuego porque éste pasa por el aire o bajo tierra porque no respeta fronteras.
Agregar comentario