Supremacía blanca contra mexicanos y demás “hispanos”

“Cuando México envía su gente, no envía lo mejor, … están enviando gente con un montón de problemas, traen drogas, crimen, son violadores…” Donald Trump (2015).

La masacre de El Paso, Texas, ejecutada por el supremacista blanco Patrick Crusius, en un crimen de odio que desgraciadamente ya se está transformando en una constante en Estados Unidos, y esta vez tuvo como antecedente un manifiesto, que como justificación sacó el criminal en un canal de los supremacistas en la plataforma 8chan antes de comenzar la matanza.

En el texto o “manifiesto”, el fascista asegura que probablemente moriría ese mismo día y el motivo de su accionar era el de detener la invasión de latinos, algo que diariamente lo repite el presidente Trump y se ha hecho “conciencia” en el mundo blanco desempleado, o sea, los restos vivos del American Way Life, lo que hace un joven emisario de un pasado que ya murió.

Detenido por la policía a la cual se entregó, el genocida comentó a la televisora ABC, que su objetivo era «matar tantos mexicanos como le fuera posible”, algo que se desprende del documento que las autoridades de El Paso también le atribuyeron.

Éste y otros cientos de eventos trágicos nos llevan a pensar que no se trata de “loquitos”, que quieren un día de gloria y luego morir, sino de gente que está siendo adoctrinada de muchas maneras por expertos que plantean las bases del supremacismo y el justificativo para elegir al enemigo y, sobre ello, vamos a realizar una aproximación.

George Friedman, nacido en Hungría, de origen judío, sus padres eran sobrevivientes del holocausto que al terminar la guerra emigraron a Estados Unidos, donde estudió y se formó en New York, pero se doctoró en la prestigiada Universidad de Cornell. Fue uno de los iniciadores en el diseño de juegos de guerra computarizado, lo cual se ajustaba a su perfil de geopolítico, clave en esa época de la guerra fría y fundamental para un extranjero.

  En 1996 fundó Stratford, la principal compañía privada de predicción geoestratégica desde donde asesoraba regularmente a los comandantes superiores de los servicios armados, así como también a la Oficina de Evaluaciones Netas, SHAPE Centro Técnico, el Estados Unidos Army War College, National Defense University y la RAND Corporation, en cuestiones de seguridad y defensa nacional.

Friedman persiguió a filosofía política con su trabajo inicial enfocándose al  examen de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia desde una perspectiva militar. Es autor y coautor de varios libros como, The Political Philosophy of the Framkfurt School, The Coming War with Japan y The Future of War, entre otros.

Si hoy quisiéramos saber cuál sería un escenario de futuro para los supremacistas, que incluye a la cúpula militar, el trabajo de Friedman “Los próximos cien años, pronósticos de los acontecimientos que alterarán el mundo en este siglo”, (2010) es una interesante fuente, ya que claramente plantea cual sería la contradicción existente en las próximas décadas entre México y Estados Unidos.

En el último capítulo de su trabajo prospectivo sobre el siglo XXI, que titula “2080: Estados Unidos, México y la lucha por el centro global”, es donde aparecen las ideas que hoy ya corren sobre la peligrosidad de la migración mexicana y sus consecuencias.

El autor parte de la hipótesis central de que América es el centro de gravedad del sistema internacional, no confundir es América del Norte y específicamente Estados Unidos, y todo ello lo fundamenta en el poder que tiene militarmente, algo que hoy está en tela de juicio ante el rearme ruso y el crecimiento militar de China.

El autor parte de la base que Estados Unidos está consolidado a mitad del siglo XXI como hegemónico, una previsión más del corazón que de la razón, sin embargo, según este geopolítico, el eslabón más débil de Estados Unidos es su relación de fronteras y de migración con México. Desde el Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, Estados Unidos controlan América del norte primero y luego toda América.

En el 2020 comienza el desafío mexicano y en las décadas siguientes, la visión triunfalista logra, aunque sea en sueños, eliminar a China y Rusia como competidores a nivel global, contra todo lo que sostienen los centros del poder del capitalismo, desde el Banco Mundial al FMI, que ya han asumido la existencia de una hegemonía compartida: Estados Unidos – Rusia – China.

En la década de los cuarenta, el mundo es dibujado con mucha imaginación, y haciendo de las potencias emergentes Japón, en alianza con Turquía, entra en guerra con los Estados Unidos, y todo empieza con un ataque desde bases lunares japonesas a satélites estadounidenses, y esa Tercera Guerra Mundial escenificada con materiales de la Guerra de las Galaxias la ganarían, obviamente, los estadounidenses.

Los vencedores imponen un tratado de paz que impide la existencia de fuertes poderes regionales. Se produce un gran crecimiento económico, como el que tuvo lugar tras la Segunda Guerra Mundial, y un gran desarrollo tecnológico derivado de la necesidad de desarrollar las aplicaciones necesarias para mantener la supremacía en el espacio exterior. Es una época dorada para Estados Unidos.

Pero el crecimiento en Estados Unidos, esta subvertido por las minorías no integradas, y la potencia que se disputa el mundo con Estados Unidos es México y no Brasil, ni India; Rusia y China ya han desaparecido de la primera división.

Esto justifica hoy la actitud de Trump y los supremacistas, se trata de una narrativa para poder seguir controlando los territorios más ricos que están bajo una tutela neocolonial como hoy lo es en toda Latinoamérica.

México está hoy sumido en la guerra contra el narcotráfico, y Friedman señala, como hacen muchos otros comentaristas, que las poblaciones de los principales países centrales se están estabilizando, un crecimiento negativo de la población anglo, que es la que se considera heredera del poder.

 En consecuencia, el autor sostiene que sus gobiernos explorarán más, nuevas fórmulas para la inmigración en el futuro, y en el caso de los Estados Unidos, actual los argumentos sobre la inmigración serán superados por la creciente necesidad de mano de obra.

Friedman también señala el riesgo potencial de perseguir a la  inmigración mexicana sin restricciones, y como Samuel Huntington lo plantea antes, afirma que la naturaleza de la inmigración mexicana es cualitativamente diferente debido a la geografía del país de origen, proximidad de México, que mantiene la simpatía por la madre patria es que esto es agravado por el resentimiento latente sobre la hostilidad que sienten los mexicanos  sobre la expropiación por la fuerza de vastos territorios a mediados del siglo XIX. 

Friedman prevé un crecimiento de una mexifobia como la base para continuar con lealtades divididas de mexicanos que viven en Norteamérica y un potencial gran choque entre un México ascendente y Estados Unidos.

  En Estados Unidos, las minorías de otros países nunca han sido reticentes a la integración, pero en el caso de los mexicanos, el autor considera que para el 2030, los mexicanos y sus descendientes se comportarán de manera diferente, ya que si bien se pueden dispersar a lo largo y ancho del país y así lograr una mejor integración, ésta no sería fácil.

Para Friedman, los mexicanos no están separados de su patria de nacimiento por mares u océanos, sino por una línea terrestre de más de 3,300 km al sur de Estados Unidos, lo cual les permite mantener vínculos sociales, culturales y económicos con su tierra natal.

Plantea que, a diferencia de otros grupos, la gente se mueve hacia la gran zona fronteriza con México, donde las culturas se entremezclan aunque las fronteras sean estables, algo que el autor a partir del censo del 2000 ve como tendencia para la denominada población latina, la cual incluye a mexicanos y otras nacionalidades de Centro y Sudamérica. De allí que la frontera cultural de México se desplaza hacia el norte de Estados Unidos, aunque la frontera política permanezca invariable.

Para el 2060 pronostica que, luego de treinta años de políticas de fomento a la inmigración, estas zonas fronterizas se volverán casi completamente mexicanas y crecerán al doble de lo que había treinta años antes. La conclusión de Friedman es que, “México habría resuelto su fase final de crecimiento demográfico, extendiendo sus fronteras no políticas hacia la zona antes mexicana, con el apoyo de Estados Unidos”.

El despliegue de tecnología para remplazar la mano de obra se inicia masivamente en el 2040 y se consolidaría a partir del 2060, mandando a grandes masas de trabajadores a la base de la pirámide, lo cual genera una situación compleja, ya que aumentará el desempleo, existirá un verdadero excedente de población en la región sur.

Así a finales del siglo XXI será dominante pero México estará en auge, lo cual implica un enfrentamiento aunque tome la forma de conflictos internos, lo cual lleva al autor a la siguiente y última reflexión: “Cuando el siglo XXI esté concluyendo, Norteamérica será el centro de gravedad del sistema internacional, pero, ¿Quién controlará a Norteamérica?

Este aparente desafío suena a descabellado cuando alguien lo vivió en el siglo XX cuando Estados Unidos asume la hegemonía mundial, por lo que el escenario planteado, ¿será una justificación general para frenar los procesos migratorios de la gran periferia emergente del mundo hacia los países centrales?

El trabajo no pretende más que mostrar un pensamiento de un geopolítico con prestigio en el poder blanco en el Partido Republicano, algo que nos lleve a entender estas contradicciones de largo plazo en situaciones generadas por hechos del pasado, pero que nunca dejan de ser vigentes.

Posdata

El Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense (PNAC ) fue un  think tank neoconservador con sede en Washington, fundado en 1997 y disuelto en 2006. Fue creado como una organización sin ánimo de lucro con el objetivo de promocionar «el liderazgo mundial de Estados Unidos«. La mayoría de sus elementos eran importantes miembros del Partido Republicano y la Administración del presidenteGeorge W. Bush. Sus críticos afirman que el PNAC pretendía la hegemonía suprema, militar y económica de la Tierra, el espacio y el ciberespacio, por parte de Estados Unidos[, así como el establecimiento de la intervención en los problemas mundiales . El nombre de la PNAC procede de la expresión «el nuevo siglo estadounidense», basándose en la idea de que el siglo XX ha sido «el siglo estadounidense», y que esta situación debe prolongarse durante el siglo XXI; en este punto muchos afirman que este tipo de organizaciones son un intento desesperado cuya finalidad es prolongar la hegemonía estadounidense.

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