1932 – 1949 – 2016.

“Comunidad, Identidad, Estabilidad” A. Huxley.

“El gran hermano te vigila” G. Orwell

Alfredo César Dachary.

 

Un edificio gris  de Londres de solo treinta y cuatro plantas y que sobre su entrada se podía leer la nueva divisa del Estado mundial, que era Comunidad, Identidad y Estabilidad, parecía ser un presagio de que en medio siglo después se denomina la globalización, una comunidad asimétrica que nos engloba a todos y con identidad común, que es la de los dominadores.

En 1932, apenas después del fin de esa gran carnicería humana que fue la primera guerra mundial y enfrentada a nuevos peligros mundiales, Aldous Huxley, pasa de la esperanza que nos daba Julio Verne, unas décadas antes, a una ironía mordiente que refleja la poca fe en un futuro mejor.

Dos décadas después, al finalizar la segunda gran guerra mundial con Hiroshima y Nagasaki como recuerdos del inicio de era atómica, en 1949, George Orwell, ratifica y amplia como sería el futuro de esta humanidad dominada y controlada, “por el gran hermano”, la nueva sociedad global, la democracia dibujada y la libertad controlada, en su obra maravillosa: “1984”.

En esta obra Orwell nos presenta un futuro en el que una dictadura totalitaria interfiere hasta tal punto en la vida privada de los ciudadanos que resulta imposible escapar de su control, algo que hoy está ocurriendo y no todos lo pueden percibir pero muchos ya lo saben y lo sienten como un costo nuevo frente al nuevo “demonio”: el terrorismo.

En el nuevo siglo, las profecías de estos dos grandes de la literatura y el pensamiento contemporáneo, se comienzan a hacer realidad, y es en el 2010 cuando estallan los ya famosos cablegate, que tiene en el centro a Julian Assange, y su organización WikiLeaks y en la cárcel al soldado Bradley Manning, y luego viene otra gran revelación, que es también de un analista de la inteligencia de Estados Unidos,  Edward Snowden.

Todos estos hechos y miles de documentos hechos públicos han permitido a la opinión pública mundial tener conocimiento de que la protección de la vida privada está siendo amenazada por la vigilancia de masas a la que nos someten los dispositivos tecnológicos cotidianos como smartphones, tabletas, computadoras de oficina y otros que nos venden bajo el lema que esto nos permitirá ampliar nuestro espacio de libertad, pero en realidad son instrumentos de control del “Gran Hermano”.

Sin embargo, aún no somos conscientes de qué grande es el control a través del espionaje en nuestros archivos personales o de trabajo, controlados para saber lo que pensamos para clasificarnos y también para el marketing electrónico que se abastece de esta información, la cual es vendida por las grandes mayoristas de Internet.

Esta práctica ilegal, transformada en un negocio boyante, genera grandes beneficios a las cinco megaempresas privadas que dominan la Red: Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft, que terminan comercializando nuestros datos personales, datos que transfieren continuamente a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés), la más secreta y poderosa de las agencias de información estadounidense.

En la actualidad ha salido un trabajo muy bien documentado de uno de los periodistas más prestigiados del Grupo Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, que describe la alianza sin precedentes entre el Estado, el aparato militar de seguridad y las grandes compañías de Internet que ha originado este valiente trabajo denominado “Imperio de la vigilancia”.

Nuestro accionar diario en la computadora, en las tarjetas de crédito y débito y en el celular, entre otros, nos va generando rastros que entregan nuestra identidad, dejan ver nuestras relaciones, reconstruyen nuestros desplazamientos, identifican nuestras ideas, develan nuestros gustos, nuestras elecciones y nuestras pasiones, eso que antes se denominaba vida privada.

En el mundo de hoy hay múltiples redes de control masivo, no paran de vigilarnos a través de nuevas cerraduras digitales, lo que se está potencializado a través del Internet de las cosas y la proliferación de aparatos conectados que multiplican la cantidad de información de todo tipo que nos cercan.

En Estados Unidos, por ejemplo, la empresa de electrónica Vizio, instalada en Irvine, California, principal fabricante de televisores inteligentes conectados a Internet, ha revelado recientemente que sus televisores espiaban a los usuarios por medio de tecnologías incorporadas en el aparato.

Los televisores graban todo lo que los espectadores consumen en materia de programas audiovisuales, tanto los programas de las cadenas por cable como DVD, paquetes de acceso a Internet o consolas de videojuegos. Por tanto, Vizio puede saber todo sobre las selecciones que sus clientes prefieren en materia de ocio audiovisual. Y, consecuentemente, puede vender esa información a empresas publicitarias que, gracias al análisis de los datos acopiados, conocerán con precisión los gustos de los usuarios y estarán en mejor situación para tenerlos en el punto de mira.

La denuncia interpuesta en agosto de 2015 por el diputado californiano Mike Gatto contra la empresa sudcoreana Samsung, que era acusada de equipar sus nuevos televisores con un micrófono oculto, capaz de grabar las conversaciones de los telespectadores sin que éstos lo supieran y transmitirlas a terceros; éstos son los casos que se han probado, pero hay muchos más que están operando y controlando a los ciudadanos como “El Gran Hermano”.

Jim Dempsey, director del centro Derecho y Tecnologías, de la Universidad de California en Berkeley, piensa que los televisores que espían van a proliferar y la tecnología permitirá analizar los comportamientos de la gente, algo que sólo interesará a los anunciantes.

Otro tema complicado por sus consecuencias es la de permitir la realización de evaluaciones sicológicas o culturales, las cuales interesarán a las compañías de seguros y las empresas de reclutamiento de recursos humanos y de trabajo temporal, que ya utilizan sistemas de análisis de voz para establecer un diagnóstico sicológico inmediato de las personas que les llaman por teléfono en busca de empleo.

Así tenemos que hoy hay repartidos un poco por todas partes, los detectores de nuestros actos y gestos abundan alrededor de nosotros, desde nuestro televisor a sensores que registran la velocidad de nuestros desplazamientos o itinerarios; tecnologías de reconocimiento facial que memorizan la impronta de nuestro rostro y crean, sin que lo sepamos, bases de datos biométricos de cada uno de nosotros. Por no hablar de los nuevos chips de identificación por radiofrecuencia que descubren automáticamente nuestro perfil de consumidor, como hacen ya las tarjetas de fidelidad que generosamente ofrecen la mayoría de los grandes supermercados.

Hoy son examinados y filtrados los mensajes electrónicos, las consultas en la red, los intercambios en las redes sociales, el uso del teléfono, cada utilización de la tarjeta de crédito y cada navegación en Internet suministra excelentes informaciones sobre cada uno de nosotros, que se apresura a analizar un imperio en la sombra al servicio de corporaciones comerciales, empresas publicitarias, entidades financieras, partidos políticos y autoridades gubernamentales.

Pero este control que ejerce el Gran Hermano no se limita solo a los ciudadanos, sino a las empresas, a los cuerpos colegiados y además a los gobiernos de determinados países aliados o no para saber cómo actúan y qué piensan sobre temas complejos de seguridad nacional.

Esto ha llevado a que existan guerras virtuales, que tienen efectos reales en las economías de los países y se llevan a cabo por los ciberataques, que van a ser más sofisticados y con más capacidad para hacer un daño mayor.

Un ejemplo se puede ver en el apagón eléctrico que sufrió Ucrania el pasado mes de diciembre por espacio de dos semanas y que realmente se dio porque un malware meses atrás comprometió las redes de la central eléctrica, por ello desde un ordenador se accedió directamente a los sistemas SCADA para desconectar la electricidad.

Lo más inquietante es que la responsable del Centro de Coordinación del NCIRC de la OTAN revela que hubo un informe del CERT (Equipo de Respuesta ante Emergencias Informáticas) de Estados Unidos en el que se decía que el 70% de las infraestructuras críticas del país habrían sido vulnerables a ese tipo de ataques.

El control de las redes, de los sistemas de protección y de respuesta rápida a los ciberataques forman parte del mundo real del control de la sociedad global en todos sus niveles, una realidad que nos permite aceptar que el Gran Hermano ya llegó, y su arribo ha sido para quedarse.

De los golpes blandos a través de los medios a la ciber-guerra a través de Internet y sistemas informativos, de los drones y los atentados a miles kilómetros o los ataques por sistemas “sin pilotos”, forman parte del nuevo ejército del gran poder, que no se limita a esto sino que llega más allá.

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