Argentina: el costo de la ilusión

“Los aires acondicionados fueron parte de este cóctel explosivo y siniestro que inventó el Gobierno anterior» M. Macri, Presidente de Argentina.

                                                        

En Argentina, la crisis ya está tocando fondo. Las cifras son tan fuertes, que solo un milagro podría alejar al país del default. Más de 1,000 puntos en el riesgo país, el dólar tuvo una caída que implicó una devaluación del peso en 150%, la pobreza supera el 30%, la inflación estaba en el 49,3% en el 2018 e incrementándose en el 2019.

¿Qué ha pasado? El único país que se rebeló a los dictados del FMI y a los fondos buitres, pero es lo menos importante, lo grave fue armar con otros países un grupo que resistió a los dictados coloniales de Estados Unidos, que considera a Latinoamérica y el Caribe como su patio trasero, algo que en este momento sufre México, por pretender no transformarse en el gendarme de la frontera sur.

Desde el 2015 a hoy, Argentina pasó a ser el país más endeudado de América Latina, sin posibilidades a mediano plazo de salir mínimamente de esta situación, más en la actual coyuntura donde están cayendo los precios de los commodities, situación a la que se ha mandado al país luego de la caída sistemática del empleo industrial y el cierre masivo de fábricas.

Mauricio Macri es hijo de un humilde italiano, que asociado con los militares de la última dictadura realizó obra pública y también participó en el saqueo a empresarios a quienes los acusaban para sobornarlos y robarles sus capitales, de allí la necesidad de revindicar la dictadura militar y tratar de ocultar el genocidio realizado por el ejército, la marina y la fuerza aérea, acompañado de las fuerzas policiales y de gendarmería.

El proceso de desmantelamiento de la industria nacional no es nuevo, está en la base de los golpes de estado anteriores y sus ideólogos plantean como en el siglo XIX que el país debe ser el granero del mundo, lo cual beneficiaría a un reducido grupo de latifundistas, hoy en quiebra y asimilados por los llamados “pool de siembra”, o sea, el capital financiero en la producción agropecuaria.

El proceso de desmantelamiento de la industria enfrenta hoy a los industriales efectivos con los políticos que manejan la economía en la actualidad, todos miembros de grupos financieros, es decir, hoy el otro frente interno es la producción frente a la especulación.

La educación, en proceso de “ajuste”, porque es un “lujo innecesario”, para la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, quién lo planteó ante los socios del Rotary Club algo muy típico de fines del XIX: “…¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la Provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?…” (mayo de 2018).

La provincia de Buenos Aires, la entidad más rica del país y que aloja a cerca de la mitad de los argentinos, tiene 22 universidades nacionales públicas. De ese total, diez fueron creadas en los últimos 15 años y del total de las 22, 14 están ubicadas en el conurbano bonaerense.

Un informe de la Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE), en base a datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, sostiene que en 2015 había 315,000 personas que residían en el Gran Buenos Aires que asistían a universidades públicas, la mayoría a establecimientos ubicados en el conurbano.

De esas personas, casi el 12% pertenecían al quintil de menores ingresos, es decir, al 20% más pobre de la población del conurbano. En número absolutos, había casi 38,000 alumnos del quintil más pobre en universidades nacionales. En el quintil de mayores ingresos, es decir, el 20% más rico, el número llegaba a 83,000 alumnos, el 26% del total.

Esto incluye el desmantelamiento de la investigación nacional orientada a aplicarse al creciente desarrollo industrial, hoy totalmente frenado ante la situación crítica del país.

Según el diario católico El Esquiú, un total de 6,951 empresas tramitaron su baja en la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) en el período que va de octubre de 2017 al mismo mes de 2018. De éstas 1,328 son industrias. Se suman a las 822 que dejaron de operar durante el 2017 y las 721 que lo hicieron entre octubre de 2015 y el mismo mes de 2016. Desde que asumió el gobierno de Mauricio Macri, en diciembre de 2015, y hasta octubre de 2018 (últimos datos disponibles) cerraron sus puertas 2,871 fábricas.

Este modelo de neoliberalismo salvaje ha generado un verdadero tsunami en la sociedad, entendido éste como uno de los elementos más destructivos de la naturaleza. En el segundo semestre de 2018, el 32% de la población urbana argentina quedó bajo el umbral de la pobreza, y fue un aumento de casi cinco puntos respecto al primer semestre y de más de seis puntos si se compara con el 25,7% de 2017.

Con la continua devaluación del peso convertida en obsesión nacional y con una inflación que no afloja, al presidente no le queda otra opción que insistir en que los sacrificios valen la pena, y así se establecen las bases para un futuro crecimiento sólido, de los grandes especuladores y la miseria de cerca del 50% de la población, clase media que está muy limitada en sus posibilidades.

El Instituto Nacional de Estadística y Censos, que mide la pobreza en 31 ciudades argentinas y tiene en cuenta factores esenciales como las carencias en alimentación, vivienda y salud, en el último informe se indica que:

– Cerca del 65% de los pobres son niños y adultos menores de 30 años.

– La indigencia afecta al 6,7% de la población urbana.

– En seis meses casi 2,7 millones de personas han caído en la pobreza.

– Todo lo progresado se ha desvanecido con la recesión iniciada a mediados del pasado año.

– El desempleo cerró 2018 en el 9% (casi cuatro millones de personas).

– En el último trimestre de 2018, el Producto Interior Bruto cayó un 3,5%, acompañado de una degradación de la seguridad ciudadana.

Otra consecuencia directa de esta grave situación es el de los suicidios de los adolescentes, informe que fue presentado el jueves por Unicef, en el que advierte que la tasa se ha triplicado desde los años noventa y reclama políticas públicas de prevención.

«Desde principios de la década de 1990 hasta la actualidad la mortalidad por suicidio en adolescentes se triplicó considerando el conjunto del país», revela el estudio. Entre 2015 y 2017, último año con cifras oficiales, 12,7 de cada 100,000 adolescentes entre los 15 y los 19 años se auto provocó la muerte en Argentina”.

Esta es la segunda causa de defunción en este grupo de edad, después de los accidentes de tránsito, en 2017, fallecieron 450, coincidentemente el fenómeno está casi ausente en los medios de comunicación. Entre 2016 y 2018, las principales cadenas televisivas argentinas solo informaron de dos suicidios adolescentes y además faltan recursos para la asistencia de jóvenes vulnerables, capacitación de profesionales y redes institucionales que puedan dar respuestas integradas a situaciones críticas atravesadas por los menores, asegura Unicef.

El periódico francés Le Monde publicó una columna donde explica, de manera categórica, cómo la Argentina llegó al «infierno» actual, pese al despegue que registraba a fines de siglo XIX, cuando se posicionaba como potencia emergente en el concierto de las naciones.

La República Argentina es «un caso único en el mundo» por su éxito inicial y posterior declive, ya que fue «la primera potencia agrícola» y polo «estrella» de los capitales e inmigrantes, convirtiéndose en la «novena economía más grande» del globo.

«Argentina tuvo el mismo nivel de vida que Francia entre 1900 y 1950», rememora la nota, y señala que su producto interno bruto (PIB) per cápita figuraba en el puesto 12 en el ranking mundial, justo por delante de la nación gala. Ese lugar contrasta con su posición actual, que se encuentra en el 62, en base a dólares corrientes, o 69, en términos de poder adquisitivo.

Para Jean-Pierre Petit, presidente de Les Cahiers Verts de l’Economie, que se dedica a la investigación en macroeconomía y estrategia de inversión, hay un responsable clave del declive. «El peronismo ha dado forma a la vida política y social del país y la mayoría de los gobiernos se han inspirado, directa o indirectamente, en el peronismo«, sostiene el economista, quien califica a esa matriz de pensamiento como la «ilusión de un modelo de desarrollo autónomo dirigido por el Estado», «libre de las restricciones de la competencia y la competitividad», que Perón denominó la Tercera posición. Esta vez la crisis y potencial default debería ser una lección final, pero en los pueblos eso es pura utopía, desde el neo-nazismo en Alemania al nacionalismo racista y colonialista francés, pasando por Hungría, Polonia, Austria, Holanda e Italia, todas volviendo a su oscuro pasado neo-fascista en diferentes fórmulas, pero por un solo motivo, la decadencia y necesidad de buscar un responsable: el otro, el diferente.

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