“Cuidado con el hombre que habla de poner las cosas en orden. Poner las cosas en orden siempre significa, poner las cosas bajo su control” Denis Diderot.
Esta frase de un intelectual enciclopedista que vivió a lo largo del siglo XVIII, son verdades que no tienen fecha de caducidad y menos de ubicación, ya que no apuestan al tiempo sino al hombre con un gran potencial de transformación como de destrucción.
Ello no quita que nosotros creamos que nuestro tiempo es excepcional, siempre lo es por el privilegio de ser testigos o actores en él, pero todos los tiempos han tenido su excepcionalidad que generalmente se refiere a una comparación con lo vivido, conocido o estudiado.
Por ello, hoy nos sorprendemos de lo que estamos viendo o viviendo y volvemos a caer en el mito del excepcionalísimo, cuando en realidad éste comienza con el hombre y las etapas se logran por sus avances, siendo la principal diferencia de unas a otras, el tiempo transcurrido.
Del descubrimiento del uso, mantenimiento y luego creación del fuego a la revolución del neolítico pasaron miles de años, pero el neolítico expresa las bases de la sociedad moderna, el asentamiento humano, una economía basada en la explotación agrícola y ganadera y el nacimiento de las poblaciones alrededor de esta actividad.
En la antigüedad, el tiempo entre las grandes revoluciones es muy largo como cortos los espacios de movilidad de la población que generalmente no salía de su región ante la falta de caminos y medios de transporte, excepto el caballo y posteriormente los carros tirados por ellos.
La imprenta moderna supuso una revolución cultural ya que facilitó el acceso del pueblo a los libros y ocasionó transformaciones en el ámbito político, religioso y artístico, y por primera vez en Europa, era y fue posible, la difusión y el acceso al conocimiento. Los chinos tenían papel de arroz y algo similar desde el siglo XI, pero la revolución fue asumida por los europeos por la posibilidad de expandir este gran descubrimiento.
Desde el inicio de la modernidad – colonialidad, fechado a partir del “descubrimiento de América” en el siglo XV, un gran cambio revolucionario, el mundo liderado por la Europa atlántica dará varios cambios radicales o pequeñas revoluciones que van reposicionando a la sociedad hacia el cambio de era, con la consolidación del capitalismo a partir de la revolución industrial, que genera rápidamente una nueva revolución que fue la del transporte.
Hasta ese período, la población mundial había avanzado en la conexión gracias al transporte masivo como el ferrocarril o los barcos de vapor, viajes de lujo para pocos viajeros y la esperanza para los inmigrantes hacia América, todos se movían; los campesinos al empleo en la industria, los servicios, a las fuerzas armadas, a los oficios urbanos y el resto o sobrante hacia el único camino posible: la migración.
Habían avanzado en comunicación, primero con los diarios, los libros, las primeras revistas, luego vendrá la electricidad y la radio, el cine mudo, el telégrafo, el teléfono, en la medida en que se daba cada salto, el mundo se reducía en cuanto a noción de espacio – tiempo, y lo desconocido, antes el gran misterio, se va develando de a poco, pero en forma constante.
Nuevos saltos ampliaron el movimiento humano, primero el automóvil, la familia se puede movilizar, el campesino salir del campo, las vacaciones en familia, el milagro que realizó Ford a partir de su producción en serie, origen del Fordismo.
Viene un segundo gran salto, la televisión primero en blanco y negro, luego a color lo mismo que el cine, todo era posible de conocer gracias a la magia de las rotativas y su sistema masivo de impresión. Luego el avión que reduce al máximo las distancias haciendo posible que el turista salga de sus fronteras y el mundo sea posible recorrerlo alrededor del globo, como genialmente lo planteó Julio Verne.
Así se da la triple integración, más transporte o conectividad, más información o mejor comunicación con el resto del mundo incluido el conocimiento y, por último, detrás de ambos había mayor control, todos registrados, todos fotografiados, todos censados, todos controlados, comenzaba a emerger el “1984”.
Pero faltaba otro gran salto que se había ido construyendo desde la Segunda guerra mundial: la computadora, la informática y el mundo emergente de la web, donde la distancia comenzaba a morir y el espacio a ampliarse con una cuarta dimensión en la web, la nube primero y luego viene más.
La revolución informática es el punto de partida, hoy estamos en la cuarta revolución industrial, la de la inteligencia artificial, los cambios han sido tan fuertes como los primeros, pero quizás haya algo diferente.
La comunicación se intensifica, todos estamos “armados” de un celular, para sentir que tenemos amigos, que nos hablan, nos recuerdan, tenemos historia de los antiguos compañeros y un sinnúmero de autopromoción que nos permite sobrevivir en una nueva sociedad, muy diferente a otras, donde todo es competencia y a la vez individualidad, la gran compañía de todos, pero manteniendo la individualidad, la soledad del individualismo.
El sujeto hoy tiene tres brazos, aunque solo dos manos, y este tercero es artificial, cuando nos falta pensamos que estamos amputados, dejamos de existir, de sentir, de promovernos, de contar y ser contado, ya que no promoverse es una forma de morir.
Hoy la sociedad exige la co-presencia, presiona a la comunicación masiva desde la web todo el día, son mensajes de consumo de noticias, cosas e ideas, ¿con qué fin?, para ser más débiles, para entender que el no sumarse al carro de la nueva tecnología es una especie de exilio, para salir del circuito de los amigos y huir al destierro de los bandidos.
Es esto y mucho más, la comunicación nos aliena al extremo de que creemos que sin ella podemos morir, pero en el fondo hay algo más, somos al final verdaderos sadomasoquistas porque sabemos que atrás de la web hay un grupo de titiriteros que nos hacen descubrir lo que queremos ver, nos hacen sentir lo que nos gusta, nos hacen percibir lo que tememos, nos manipulan, estamos en el “1984” y el Gran Hermano ya no es un país sino las cinco “grandes” (Google, Facebook, Amazon, Apple y Microsoft).
¿Por qué nos controlan y para qué? Siempre hubo control, primero a través de la religión que fue tan fuerte que incluso no admitía la ciencia y legitimaba a los reyes; luego es remplazada por el poder económico y la ciencia y hoy por los grandes medios de información, venta y consumo de todo lo que apetecemos que además de controlarnos son los más ricos del planeta, o sea, trabajan para mantener el poder.
Pero esta revolución tiene una en paralelo, la de la inteligencia artificial, que es inversamente proporcional a la del hombre, que mayoritariamente lo han controlado por el consumo, la codicia y la falta de valores, pero intelectualmente está perdiendo la batalla frente a la inteligencia artificial, una guerra planeada para lograr al fin dejar de depender del trabajo humano y controlar todo el trabajo robótico, que a su vez les da más poder.
La deshumanización del trabajo es una realidad que ya vivimos, desde nuestra relación telefónica con bancos, empresas y servicios, ya no hay personas hay robots, lo mismo que en la industria y en los servicios, en la medicina, en la música, en la minería, en el transporte, en todos los espacios y mucho más en la educación.
Por ello, ésta no es una revolución es la gran revolución, la que inició el hombre al comenzar a domar a la naturaleza y que la está terminando auto-remplazándose, jugar a ser dioses, para lograr el gran meollo de los poderosos la extensión de la vida humana o algo similar.
Hoy, la web nos educa en los juegos, en el ocio, en la búsqueda de nuevas diversiones, en información interesante, aunque a veces no necesaria, en síntesis, nos está formando en el entretenimiento, que vendría a una vida con mínimo trabajo, pero quién nos podrá garantizar que esto es lineal y que vendría una gran pandemia que reduzca drásticamente la población mundial y con ello la carga de habitantes y de la necesidad de alimentación y demás servicios.
Todo es posible en este siglo XXI, quizás más allá de lo que podemos pensar, pero los indicadores conviven con nosotros y ello nos permite acostumbrarnos a este clima extremo de violencia, ocio y pérdida laboral (estabilidad); estamos viviendo un nuevo tiempo: el de la competitividad, cuyos resultados ya los dio a luz el Informe 2018 de OXFAM, el 1% de la población mundial controla más de la mitad de la riqueza. ¿Es éste el primer paso a la gran transformación?
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