De la fotografía a las selfies.

“La fotografía es, antes que nada, una manera de mirar. No es la mirada misma.” Susan Sontag.

Alfredo César Dachary.

 

Se podría decir que los pintores y más los famosos retratistas de la aristocracia comienzan a sentar las bases de lo que, tres siglos después, se conoce como la cultura visual, o podemos irnos más atrás, y siempre tendremos referentes hasta llegar a las pinturas rupestres.

Algo de verdad hay en esta afirmación, pero sin embargo es la fotografía la que jugó un papel fundamental en esta transformación cultural en que la imagen fue ganando terreno a la palabra impresa.

Los motivos son muchos, pero de éstos destaca el hecho de que la identidad ilusoria que crea la fotografía entre el objeto y su imagen y su gran capacidad para ser multiplicada la convirtieron en uno de los medios de representación gráfica con mayor penetración social, ya que ayudan a socializar paisajes y otras imágenes antes conocidas excepcionalmente en una pintura o un dibujo.

Ésta ayuda a transformar los discursos científicos, históricos y fantasiosos y un ejemplo de ello fue que en 1842 aparece la “Historia natural de Canarias”, con un gran apoyo litográfico, lo cual realzó el trabajo y lo hizo más accesible por la vía visual.

El éxito de esta nueva mirada incidió en la expansión de la industria fotográfica y se abrieron numerosos estudios fotográficos que cumplían una doble función, por un lado, hacían posible la fotografía de todos los grupos sociales, desde la burguesía local, los colonos, marineros y militares que estaban de paso a los viajeros y coleccionistas que quieren acumular imágenes de un viaje o un lugar “exótico”.

El desarrollo del colonialismo genera una gran movilidad de personas desde las metrópolis que viajan con diferentes funciones, desde las comerciales a las científicas y en todas emerge la fotografía como un testimonio necesario del haber estado en tierras remotas y ello lleva a la fotografía de diferentes plantas, paisajes y hasta distintos “tipos humanos”, como los muchos que se vieron en su época en los zoológicos humanos de París y Berlín, entre otras capitales.

La socialización inmediata y masiva de la imagen que genera la fotografía se basa en la gran circulación de éstas, lo cual terminó familiarizando a la burguesía y la clase científica con la imagen del “otro”, el diferente, el extranjero, el no europeo.

El antropólogo Thomas Henry Huxley sostenía que había muchas fotografías, y esto incidía en el proceso de “europeización” de los grupos colonizados, que terminan en el cambio de sus costumbres o en caso extremo llegó hasta el exterminio de éstos en el siglo XIX, durante el auge del nuevo colonialismo.

Así, las recreaciones de los pueblos que según los europeos eran inferiores, andaba entre la divulgación y el espectáculo, y la comunidad científica lo tomaba sin mucho analizar porque les evitaba los viajes, una mezcla entre la aventura del fin de siglo, los descubrimientos y la posibilidad de tener mayor reconocimiento.

En los 80´del siglo XIX se dio la gran revolución de la fotografía al hacerse más fácil, barata y de fácil transporte, con lo cual se amplió la base de sus consumidores. Este hecho coincide con una perspectiva de la antropología creada por gente con estudios, como Franz Boas que rompe la disociación entre el etnógrafo y el antropólogo, ya que para ellos el proceso de observación y el diálogo devienen fundamentales, con la creación de un método científico que se centra en el estudio de una cultura.

La institucionalización de la antropología visual como uno de los campos de investigación y formación antropológica se dio en paralelo a la fotografía en un período marcado por el incremento de su prestigio cultural y su revalorización económica.

Esta tendencia sirvió para que en los museos de antropología y otras instituciones empezaron a recuperar fondos fotográficos relacionados con la disciplina al extremo que en el siglo XX la antropología desarrollará una rama basada en los análisis de las fotografías.

A través de la fotografía se establece una relación directa entre la realidad reproducida y la expresión particular del operador y ello conlleva un componente distinto al de otras manifestaciones visuales, el carácter de veracidad y de credibilidad, ya que la fotografía aparentemente refleja la realidad más fielmente y tiene la particularidad de convencer más directamente que otras manifestaciones expresivas.

Para Susan Sontag “…aun cuando los fotógrafos se proponen sobre todo reflejar la realidad, siguen acechados por imperativos tácitos de gusto y conciencia, aunque en cierto sentido la cámara si captura la realidad y no sólo la interpreta, las fotografías son una interpretación del mundo tanto como las pinturas o dibujos…”

El auge y rápida expansión de la fotografía es una historia muy particular, ya que ésta era más lógica y esperada que la de la imprenta y cuando se descubrió, el Estado se apropió del invento ante la falta de dinero de sus inventores para patentarla y, por ello, con la propiedad del invento, el Estado la hizo de uso público.

En 1829, el físico Arango, presentó un informe en defensa del daguerrotipo, antecesor de la cámara fotográfica, defendiéndolo y comparándolo con la pintura y los jeroglíficos, y cuando Daguerre logró fijar la imagen, se vieron rápidamente sus consecuencias y así el técnico despidió a los pintores, pero la gran víctima de la fotografía eran los que pintaban retratos en miniatura, que luego pasan a ser fotógrafos profesionales.

La fotografía llegó en el momento ideal para la emergente nueva burguesía, ya que estas capas de la burguesía media encontraron en la fotografía el nuevo medio de auto representarse, conforme a sus condiciones económicas e ideológicas que iban escalando.

Pero si la fotografía en un principio se vio adoptada por la clase social dominante, la que tenía en sus manos el poder verdadero: industriales, propietarios de fábricas y banqueros, hombres de estado, literatos y sabios y todo aquel que pertenecía a los medios intelectuales de París, ésta poco a poco fue descendiendo a las capas más profundas de la media y pequeña  burguesía, a medida que se incrementaba la importancia de estas formaciones sociales, y su necesidad de representarse, algo que hoy ocurre con la selfie.  Primero fue de los muy importantes, el caso histórico durante el funeral de Mandela de la selfie de la primera Ministro de Dinamarca, Obama y Cameron.

El camino de la fotografía fue muy largo, pero fue haciéndose imprescindible en la mayoría de los campos que tocaba. Así primero lo fue en las ciencias, luego en las guerras, en la edición libros, revistas y por últimos diarios, que de fácil acceso se hacían famosos por las fotografías, hasta llegar al fin del siglo XX en que la fotografía transformada y readecuada lidera una nueva revolución.

La cultura visual es hoy el estudio de cómo entender el cambio en un mundo demasiado grande para ser visto pero que resulta vital imaginar, al extremo de que la diferencia entre el concepto de cultura visual de 1990 está en que en este tiempo había espacios claramente identificados para ver: cines, museos y parques; hoy la sociedad red está dominada por la imagen.

Las redes han redistribuido y expandido el campo visual, aunque reduciendo con frecuencia el campo de la pantalla, hoy vemos todo desde nuestros móviles o celulares inteligentes, nuestro tercer brazo.

Pero no solo las redes nos dan acceso a imágenes, sino que la imagen se relaciona con nuestra vida en la red, ya estemos conectados o desconectados y con nuestras formas de pensar o experimentar estas relaciones.

De allí que los cambios en la última década son muy grandes y ellos han generado transformaciones que parten de las siguientes ideas: primero, que todos

los medios de comunicación son medios sociales, no solo los diarios o televisión, y eso es debido a que nosotros los usamos para representarnos antes los demás, nosotros los hacemos sociales.

Pero esto es más complejo, ya que la visión es en realidad un sistema de retroalimentación sensorial, que se vale de todo el cuerpo y no solo de los ojos, ya que somos y actuamos como una unidad.

La visualización, en cambio, emplea tecnología aerotransportada para representar el mundo como un espacio para todo, desde la vida a la guerra, y esto históricamente comenzó por la imaginación, luego por los globos, siguieron los aviones y la fotografía desde el aire, los satélites que sacaron la primera imagen de nuestra esfera azul y hoy por los drones que tanto se inmiscuyen en la vida privada, como afectan la vida misma al ser también portadores de la muerte.

Y es que hoy las transformaciones han sido de tal magnitud que nuestros cuerpos son actualmente extensiones de redes de datos, que hacen clics, enlaces y selfies. Por ello es que reproducimos lo que vemos y comprendemos en pantallas que nos acompañan a todas partes.

Pero esta compresión es el resultado de una mezcla de ver y aprender a no ver, ya que la cultura visual es algo en lo que nos involucramos, como una manera activa de provocar cambios, no solo una forma de ver lo que acontece.

Un ejemplo es lo que vivimos hoy en las grandes ciudades globales donde aprendemos a ver, lo que no nos interesa “no lo vemos” porque nos amenaza, por supervivencia, por salud mental.

En esta cultura visual hay transformaciones similares a la que generó la imprenta que nos sirvió para una revolución a partir de la lectura; hoy escuchamos y vemos mucho más que lo que leemos, y como muestra un ejemplo, los puestos de revistas en los grandes aeropuertos desaparecen o se reducen al mínimo y se transforman en vendedores de suvenires o comida chatarra.

Agregar comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked *