“La pobreza no es una condición natural de los seres humanos, es una imposición artificial” Muhammad Yunus.
Alfredo César Dachary.
En las Naciones Unidas, durante el primer año del siglo XXI, 189 países votaron para apoyar la adopción de la Declaración del Milenio en la denominada Cumbre del Milenio de Naciones Unidas en Nueva York.
Los ocho grandes puntos eran:
- Erradicar la pobreza y el hambre, al menos la mitad para el 2015.
- Lograr la enseñanza primaria universal.
- Promover la igualdad entre los sexos y el empoderamiento de la mujer.
- Reducir en tres cuartas partes la mortalidad de los menores de 5 años.
- Mejorar la salud materna.
- Combatir el VIH/SIDA, la malaria y otras enfermedades.
- Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
- Fomentar una alianza mundial para el desarrollo.
Como todo programa mundial la realidad es que gran parte de la misma no se logró, sino que se dieron regresiones principalmente en la lucha contra la pobreza, aunque en Sudamérica se han experimentado algunos cambios positivos en los últimos años y los niveles macroeconómicos sitúan a muchos países en situación emergente y de reactivación económica.
Pero a pesar de que la riqueza ha crecido, la desigualdad social ha aumentado y la región continúa siendo la más desigual del mundo. La situación empeora para muchos, más de 30 millones de personas en América Latina están en riesgo de volver a la pobreza, al darse la reversión de la ola progresista que dominó la primera década y media de este nuevo siglo.
Los problemas de las sociedades no son parciales sino deben ser analizados a partir del concepto de totalidad, donde conviven la desigualdad laboral, la étnica, la fiscal, la energética y climática, la violencia, el acceso a los puestos de gobierno y poder, dando como conclusión inequívoca en todas esas facetas que la desigualdad de género es mayor en todos los casos.
El problema global de la asimetría es que ésta es más fuerte en los grupos sociales menos protegidos: las mujeres, los niños y la gente de la tercera edad, además de la mayoría de los miembros de los pueblos originarios.
Las mujeres son quienes más sufren por la violencia, tienen menos oportunidades a acceder a trabajos dignos y son las más afectadas por la violencia de género, incluidos la violencia sexual y el feminicidio, tan prevalentes en la región, que hacen de América Latina una de las regiones más violentas del mundo.
De los cinco países más peligrosos para las mujeres, cuatro se encuentran en la región, siendo El Salvador el país con la mayor tasa de homicidios de mujeres en el planeta, 14 homicidios de mujeres por cada 100,000 habitantes. Latinoamérica tiene el 8% de la población mundial y el 33% de los homicidios en el mundo, mientras en Brasil, los homicidios de mujeres negras y mestizas son el 54% del total.
En Honduras, Guatemala y México son otras sociedades donde hay un gran número de feminicidios, como es el caso de las muertas de Ciudad Juárez, Chihuahua, que pasaron los 5,000 casos registrados.
En Guatemala, Honduras y el Salvador hay 566,700 desplazados por la violencia, mientras que Colombia ha sido designada como el país más peligroso del mundo para los defensores de los derechos humanos, y de las mujeres hay 9,7% sujeto a violencia sexual y un 36% de mujeres con problemas de violencia doméstica.
Otro tema de diferenciación es la identidad racial y étnica y da atención especial a la situación de los pueblos indígenas y las comunidades afro-descendientes, quienes son los más afectados por la exclusión social y el racismo.
En Guatemala, el 21,5% de las tierras son de los pueblos originarios, aunque sin garantías para mantenerlas, por ello éstos representan el 79% de los pobres del país. En Nicaragua solo el 57% de las mujeres indígenas están alfabetizadas y en República Dominicana, miles de haitianos, la mayoría migrantes por la violencia y la carencia de trabajo, viven en la pobreza y sin identificación, sujetos a todo tipo de tropelías.
Todos estos hechos tienden a profundizarse hoy con el regreso del neoliberalismo que promueve estas asimetrías basadas en criterios racistas, y a ello se les debe sumar un gran grupo de pobres que habían logrado salir de la pobreza y con las nuevas políticas están amenazados a regresar a esta situación.
En el otro extremo de esta balanza de la injusticia, las poblaciones de los países más ricos consumen cada vez más, aunque cada vez son más los que se rebelan contra ese mecanismo que los lleva a vivir para comprar.
Por ello, las personas que viven en las ciudades del primer mundo reciben al día una media de 3,000 impactos publicitarios, a través de los medios de comunicación, carteles o marquesinas, podemos llegar a ver y oír un millón de anuncios al año.
En Francia, algunas ciudades como Grenoble se han declarado “libre de publicidad exterior”, mientras en otras, la ciudadanía se organiza; como es el caso de una nueva alianza que nace a nivel internacional para concientizar acerca de cómo afecta la publicidad a nuestras vidas.
La alianza “Subvertisers International” sostiene que la publicidad comercial invade nuestros espacios y los distintos tipos de medios de comunicación con el objetivo de influir en nuestro comportamiento y servir a los intereses de las grandes empresas.
En el 2015, se impulsó por primera vez en el Foro Social Mundial de Túnez, el Día Mundial de Lucha contra la Opresión Publicitaria para reconocer el derecho de la ciudadanía a la libre recepción de mensajes publicitarios, para lograr la reducción de publicidad comercial en el espacio público, privado y familiar y regular con firmeza los medios de influencia que las personas publicitarias utilizan a fin de proteger el libre arbitrio de la ciudadanía.
¡Qué contradicción! pueblos que luchan por sobrevivir y otros tienen tanto para consumir que se organizan para resistir a esta avalancha y poder tener la opción de saber elegir según necesidad y no incidencia publicitaria.
Según el último informe de Oxfam, ocho personas tienen la misma riqueza que 3,600 millones, que son cerca de la mitad de la población mundial, asimetría insultante para el mundo que mueve a 1,350 millones de personas en viajes internacionales, otra manera de medir un mundo dividido entre los que viven y los que sobreviven.
En la última década emerge un modelo paralelo y alternativo denominado la economía solidaria, el cual se ha consolidado como una alternativa sólida y estable, siendo en un crecido el número de empresas, la facturación y los puestos de trabajo y se ha irrumpido en nuevos sectores como la energía o las telecomunicaciones.
En España, país que ha tenido una larga y penosa crisis que ha generado un alto número de parados y empobrecido a una parte importante de la población, este modelo genera el 10% de PIB del Estado y da empleo a 2,2 millones de personas.
Este modelo que apuesta por proyectos que ponen a las personas y las relaciones de confianza por delante de los intereses meramente mercantiles ha conseguido crear 190,000 puestos de trabajo, con un 80% de contratos indefinidos.
La consolidación de un mercado social en auge y la fortaleza de un portal como el de economiasolidaria.org, que recibe más de 650,000 visitas al año y se ha consolidado como el portal temático más importante de economía solidaria del Estado español y de habla hispana, son claras manifestaciones de que la economía solidaria está fuerte, fresca y en auge.
Entre esos dos extremos, el primero limitado no solo por la pobreza sino por la discriminación social y el racismo y el segundo apuntalado por una sociedad con grandes necesidades, pero elevado nivel educativo, está una sociedad mundial que vive de estas contradicciones porque todos somos conscientes que el nivel de consumo del denominado primer mundo no sería posible de lograr con los recursos finitos que tenemos.
A la pobreza y el desempleo, el racismo y la injusticia le sigue una nueva plaga: la robotización del trabajo, que exige altos niveles de preparación para éste, algo imposible para grandes mayorías olvidadas en las condiciones actuales del mundo, especialmente de América Latina y el Caribe.
En síntesis, este mundo asimétrico se ha construido en más de cinco siglos en donde el racismo expresado en el egocentrismo relegó a gran parte de la población a la pobreza y esta situación acumulativa se ha ido transformando pero liberando a las grandes masas de la sociedad, especialmente de los pueblos originarios, y esta situación será el marco para la cuarta revolución industrial donde los menos capacitados tendrán que sumarse al mundo del desempleo, a la supervivencia, en otras palabras, a la marcha de la marginación social.
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