Dr. Alfredo A. César Dachary
Hablar de la “magia” de Dubái, de la ciudad de ensueño, es hacer una lectura muy superficial de un tema muy complejo que ha emergido en el mundo hace muy pocos años. Originalmente la economía de Dubái se centraba casi exclusivamente en el petróleo, pero en la actualidad éste sólo representa un 4% del PIB.
A primera vista lo más sorprendente es un gran volumen de inversiones en infraestructura desde carreteras a aeropuertos con zonas residenciales, hoteles y grandes atracciones, por lo que se estima que ésta es de casi 21 billones de dólares a lo largo de los últimos cinco años, según el Consejo de Cooperación del Golfo (GCC), gran parte del mismo en Dubái.
Pero antes de hablar del “milagro de Dubái” hay que ver sus verdaderas causas, como es el hecho de ser un sistema de paraíso fiscal, pero a diferencia de otros con fuerte respaldo económico.
Los Emiratos Árabes Unidos (EAU) son la 14ª economía del mundo y poseen la 5ª reserva de petróleo más grande a nivel mundial y, en lo particular,sólo las reservas del emirato de Abu Dhabi ascienden a más de un billón de dólares
En el sistema financiero de Dubái hay una confidencialidad absoluta para los titulares de cuentas y otros instrumentos en los bancos y ante las autoridades, sin acuerdos de intercambio de información con ningún otro país. Secreto bancario sólido, ya que los Emiratos no han firmado tratados de intercambio de información con ninguna nación, ni siquiera con la Unión Europea.
El Emirato también ha sido criticado por los activistas de derechos humanos, porque en Dubái se les niega a los trabajadores que están construyendo la ciudad los derechos básicos de organizarse y negociar colectivamente, señala Joe Stork, de Human Rights Watch, organización neoyorquina sin fines de lucro, y muchos, principalmente de la India, toman préstamos descabellados para poder llegar a Dubái en lo que es una forma de servidumbre por contrato.
Ambientalmente el problema es similar o más fuerte, ya que no hay leyes ni organizaciones que lo cuestionen, porque se consideran “necesarios para la consolidación del país”, y los organismos internacionales no han sido oídos ante las críticas al manejo indiscriminado de los ecosistema, principalmente el marino.
En la primera década de este siglo XXI se han rellenado con 100 millones de metros cúbicos de arena y roca, y a esto lo hacen el 20% de las grúas que operan en el mundo, una intervención en el territorio sin límites.
En 2001 comenzó la construcción de dos islas artificiales gemelas con un coste de 1,200 millones de euros, la primera llamada The Palm, Jumeirah y la otra The Palm, Jebel Ali, las cuales incrementan la franja costera de Dubái en unos 120.
Las islas se orientan al desarrollo del turismo con 60 hoteles de lujo, 5,000 villas residenciales, 5,000 apartamentos, marinas, parques temáticos acuáticos, restaurantes, supermercados, instalaciones deportivas y cines, entre otros.
The Palm, Jebel Ali fue diseñada para ser un área de prestigio residencial y de relajamiento y está construido en la forma de una palmera, una forma de abanico de 17 brazos en forma creciente y la parte posterior y a su alrededor le sirve de rompe olas. La corona está conectada a tierra firme por un puente de 300 metros y el Jumeirah fue construido con 80 millones de metros cúbicos de tierra dragados del puerto de Jebel Ali en los Emiratos, que ha aumentado el calado a 17 metros.
El proyecto The World, la creación de un archipiélago de 300 islas que están emergiendo de las aguas del Golfo Pérsico promovidos por Nakheel y Van Oord, una empresa holandesa experta en construir sobre el agua.
La reproducción del mundo no es fiel, ni mucho menos, sino que obedece sobre todo a razones de mercado. Por ello, algunos países han sido suprimidos del ‘mapa’. Es el caso de Israel y los Territorios Autónomos Palestinos, es que en ese mundo quimérico tampoco están Portugal, ni Bélgica, ni México.
La empresa promotora del archipiélago recomienda un uso para cada medida, así los islotes más pequeños, de 2.6 hectáreas, parecen idóneos para que una sola familia disfrute de “una playa donde sólo las huellas de los suyos hollarán la arena”, las urbanizaciones más exclusivas están recomendadas en islas de 3.5 hectáreas; y en las ínsulas de 4.1 hectáreas se pueden levantar hoteles con mayor capacidad.
Se han ideado los llamados ‘Dream Resorts’, donde se impone la tematización, desde recreaciones históricas de chateaux franceses a islas-restaurante, campos de golf o refugios ecológicos, por difícil que resulte imaginarse una selva amazónica construida sobre un rincón de arena extraída del fondo del mar.
Todo parece posible en un país donde se encuentra el único hotel de siete estrellas del mundo, el Burj-Al Arab, y se está levantando en Dubái proyectos como ‘Jumeirah Islands’, una especie de urbanización temática o ‘Gardens Shopping Mall’, un centro comercial con cinco zonas inspiradas en los viajes de Ibn Battuta de Tánger a China.
El éxito económico sumado al estético, no se interpone entre las obras que no toman en consideración los grandes impactos que genera la alteración de las costas, el vaciamiento de las arenas y la creación de islas artificiales, que se ampara en un lema de Nakheel, uno de los desarrolladores más importantes a nivel mundial, que ellos mismos lo promueven: “Ambición desmedida. Imaginación ilimitada”.
Sin embargo, el lema no significa el fin de los impactos ya que la vida marina ha desaparecido, las corrientes se han alterado y las playas están erosionadas y el fondo del mar circundante varias millas alrededor se ha convertido en un desierto sin vida cubierto con una capa gruesa de lodo. Los buceadores locales dicen que los arrecifes de coral y las ostras se han enterrado bajo millones de toneladas de arena y de rocas y las tortugas y el pescado ya son escasos.
Entre las mil y una noche y los caprichos de aquellos que sólo pueden mostrar la riqueza como símbolo de poder, está una larga serie de productos turísticos fuera de lugar, que siguiendo la tradición de lo falso de Las Vegas intentan impresionar al turista, como es el caso de la pista de hielo en el interior de Dubái Mall, ubicada en un lugar multiusos del centro comercial, utiliza refrigeración y tecnología de las plantas mediante el desarrollo de 1.5 pulgadas (38 mm) de la cama de hielo, 2 veces el espesor de la NHL pista de hielo para la atracción de tamaño olímpico, como una cancha de sky, que son un mensaje que el “dinero puede transformar todo”.
El centro comercial de Dubái contiene más de 1,200 tiendas, en un espacio del tamaño de 50 estadios de fútbol, y contiene todo tipo de cosas exóticas desde la tienda de dulces más gran del mundo a la pista de hielo en el corazón de un desierto.
Esto es una pequeña parte del gran escenario que ha desarrollado Dubái, con el objetivo de preparar su transición a la sociedad post-petrolera, y ubicarse en el mundo como nuevo ícono de la modernidad, alternativo a los que hoy existen en el mundo.
Dubái, a diferencia de otros países, ha usado el método faraónico de esclavitud disfrazada con oro del rey, una fórmula que muestra un país perfecto si uno no se sale de las líneas turísticas para entrar en la otra cara, la de la pobreza, discriminación y explotación, el nuevo apartheid de oriente.
Los resultados obtenidos del turismo, que ha servido principalmente a partir de dos funciones, la primera económica, genera ingresos y dinamiza la economía local y la segunda posiciona a un país casi “inexistente” para el mundo hace cinco décadas, como un nuevo ícono de la globalización, a partir del efecto demostración que genera en los visitantes que serán los promotores de las “maravillas del país”.
El turismo ha tenido un crecimiento importante desde el 2008 con 7.098,000 arribos al 2010 con 7.432,000 y sus ingresos pasaron de 7,162 millones de dólares en el 2008 a 8,577 millones dólares, según los datos de la Organización Mundial de Turismo.
La ciudad de Dubái, como capital y destino turístico, creció en número de establecimientos hoteleros de 341, en el 2008, con una tasa de ocupación del 80.4% a 382 establecimientos, en el 2010, con una tasa media de ocupación del 70.0%.
Pero a diferencia de otros destinos, la distribución en los establecimientos es muy desigual, para el 2009 los 1 estrella que eran 128, tuvieron una ocupación del 62.8% con 638,527 personas, frente a los 5 estrellas que son 57 hoteles, con una ocupación del 73.3% y un total de 2.490,995.
En ese mismo año, los proyectos inmobiliarios en Dubái concluidos eran 911 del ramo de industria y recreación y 1,691 eran tiendas comerciales diversas, y para operar estos nuevos centros y los actuales más la ciudad, Dubái desde 1988 provee de agua dulce mayoritariamente por desalinización de agua de mar que la evapora para quitarle las sales y ese vapor generado impulsa las turbinas que proporcionan electricidad a la ciudad.
Para el 2007, la producción de agua potable había sido de 78,604 millones de galones y para el 2009 ésta había subido a 91,020 millones de galones que se sumaban a los 4,406 millones de galones de agua dulce extraída de pozos subterráneos.
Dubái, al igual que Las Vegas, está amenazado por la falta de agua, para un consumo de dispendio que no tiene límites, la ciudad tiene su lado oscuro, la pobreza y las zonas marginales. La sociedad, al igual que Las Vegas está ciega frente a esa realidad y vive su fantasía sin pensar quienes la hacen y la mantienen; son ciudades de “ensueño”.
Dubái en el turismo, Qatar en el deporte y el resto en la educación y otras actividades, están cambiando la geografía de los polos de atracción, los nuevos íconos de la cultura-fantasía, sin lograr resolver la contradicción principal, la colonial. Dubái, ex colonia, hoy utiliza la misma estrategia que sus colonizadores para traer mano de obra barata e indefensa que atrapa en un sistema cerrado y lo esclaviza; esta otra cara también es parte de la realidad.
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