“El teléfono celular llegó a nuestros bolsos y cinturones como la versión ultramoderna de la navaja suiza. Ofrece tal cantidad de posibilidades que muchas de ellas sólo se utilizan porque están instaladas” Juan Villoro.
Alfredo César Dachary.
Hoy no existe espacio social o personal donde la persona o personas que lo ocupan no estén viendo el celular. En la mesa de café, antes el justificativo para el encuentro y la charla, hoy las personas son dos desconocidos que no se ven a la cara ni se hablan mirando la boca, solo se mandan mensajitos.
El celular es la continuación de una serie de transformaciones de la vida social comenzando con el automóvil, luego, la televisión, el internet y ahora el celular con mucha memoria como para poder reemplazar a la secretaria.
En realidad, el celular no aparece por “casualidad” sino que es la continuación de un proceso de aceleración de la circulación del capital, a partir de una mayor competitividad, derivada de una reducción drástica de las distancias y por encima de los tiempos formales: día, noche, feriado y laboral.
El celular no tiene fronteras, llega a donde está el sujeto buscado, lo captura y lo introduce en la dinámica que el jefe pretende desarrollar, no hay excusas, solo apagarlo, una manera de “descalificarse a sí mismo”, como un sujeto “irresponsable” o poco comprometido con su empresa.
Esta “nueva esclavitud” que trajo aparejado el celular, barrió con los límites formales de la sociedad, las horas de no molestar, los días sin actividad laboral, la vivienda y la familia, todo está expuesta al celular, ya que éste no tiene límites físicos por delante y llega a cualquier lugar.
El empleado está conectado todo el día y tiene una especie de brazalete de seguridad (como los presos en su domicilio), que garantiza que esté disponible todo el tiempo. Pero hay buenas noticias, en Francia se promulgó una ley que restringe el “seguimiento del empleado o subordinado”, más allá de las horas de trabajo y fuera del lugar de trabajo, salvo caso extremo; la sociedad empieza a entender que la esclavitud lleva dos siglos que fue abolida, aunque aún hay muchos esclavos en este planeta, asimétrico al extremo.
El celular se asocia a la competitividad, en realidad esta palabra oculta algo más profundo, la “explotación”, algo que hoy es una realidad asumida en un mundo en retroceso, ya que el siglo XX fue de las luchas por las 8 horas de trabajo, hoy esto ha retrocedido a 10 y 12 horas en muchos casos, sin que existan horas extras o premios; es el nuevo precio para poder mantener un empleo.
Por ello, el celular no es algo fuera de su tiempo, sino que llegó luego de la computadora para poder extender el tiempo laboral a la casa, al aeropuerto, a un café, siempre con la notebook y el celular, más posibilidad de control para un nuevo tiempo laboral extremo.
El celular es también una expresión social de nivel y posicionamiento, es de los nuevos instrumentos de control del hombre, que éste pelea por tenerlo aunque con ello va parte de su libertad de movimiento, “si no tienes celular, no existes”, hoy el uso se ha ampliado mucho más ya que allí se contestan los correos, se entra a las redes sociales como Facebook y además se lleva en el bolsillo la enciclopedia universal, Google, la magia de hacerte sentir que sabes todo o al menos crees que esto es posible, un título que no esperabas en esta época de tantos papeles.
El celular es un aparato socialista, ya que lo tienen todos, pese a las grandes diferencias económicas y sociales hoy todos tiene acceso a este instrumento de comunicación – control, y tenerlo ha dejado de ser una utopía para transformarse en una necesidad, ya que hoy el trabajo se mueve por esta red de comunicación.
Pero el aspecto laboral es apenas una parte del mundo del celular, lo más importante es la otra, la que le denominan el narcisismo digital, la otra cara que ha desarrollado otro instrumento de “amansa humanos” como es Facebook, la fotografía y la autografía, o sea, la selfi.
En nuestro mundo social no es extraño y, lo que es más, es normal ver a personas que se toman fotos cada cinco minutos, en todas las poses y circunstancias posibles, para postearlas en las redes sociales y cambiar su perfil a diario, como una forma de rehacernos diariamente a fin de que los que ven se sigan sorprendiendo por “lo feliz que digo que soy”, una forma de auto elogiarse en las redes para hacerse un espacio en medio de una típica vida anónima, como son la gran mayoría de estos nuevos actores sociales.
En Instagram hay 36 millones de fotos «tagueadas» o etiquetadas con la palabra «selfi e», 96 millones con «yo» y no sabemos cuántas más del estilo, que no tienen ninguna etiqueta.
La popularidad de la «selfi e» va más allá de lo frívolo, el nuevo común denominador de la soledad individualista, por ello la pregunta es soledad, inseguridad o vanidad, o todas juntas haciendo de la selfi el alter ego del que se las toma.
En un viaje que realizamos el año pasado conté en Venecia, Barcelona y París, más vendedores de los bastoncitos para poder tomarse mejor la selfi, que vendedores de flores u otro recuerdo tradicional. Esta práctica está tan asumida como un “buena práctica” que no hace falta estar fuera de las miradas, al contrario, lo hacen frente a todos, y en muchos casos se le pide al turista que pasa que les tome la tradicional foto de grupo.
Así, hoy el celular, junto al Facebook, han logrado despertar un gran narcisismo social, el cual es un desorden de la personalidad que involucra una preocupación por la propia imagen y por cómo se es percibido por los demás, por ello buscan la gratificación de la vanidad y la admiración de sus atributos físicos, aunque para ello tengan que llegar a retocar la imagen para hacerla “más atractiva”.
Así el celular es algo más que un teléfono, como se nos quiso inicialmente hacer creer, es más que un medio de comunicación, ya que hoy termina siendo a la vez un sistema de información donde no solo leemos diarios digitales sino buscamos artículos de diferentes temas, principalmente hacemos algo que se le llama “Googlear”.
El crecimiento del celular ha sido geométrico y ha superado todas las barreras que se consideraban infranqueables, como es el caso de África, el continente más atrasado y aislado que en los últimos cinco años ha tenido un crecimiento excepcional en la introducción de los celulares, prácticamente en todos los países.
En solo dos décadas, el número de celulares es similar al número de habitantes del planeta, lo cual es un dato alarmante, ya que se usa no solo para negocios y comunicación sino para la gran economía criminal que existe en el mundo, que se mueve por sus líneas digitales.
Hoy los celulares están íntimamente ligados a nuestras vidas, al extremo que su uso y abuso han crecido en paralelo, lo cual hoy se considera que los resultados de estos excesos afectan de diferentes maneras la salud, aunque los medios de comunicación mayoritariamente amarillistas, no exponen los verdaderos problemas que ha generado el abuso de este medio.
Los diferentes expertos que han estudiado los impactos del celular en las personas y la sociedad destacan algunos, en forma coincidente comenzando con las emociones, ya que éste viene a remplazar la forma de abordar los temas importantes que eran tratados cara a cara, y que ahora generalmente se encaran a kilómetros de distancia a través de mensajería instantánea, despersonalizando esa relación.
Es por ello que la mayoría coincide en que el celular puede interferir en las relaciones humanas y, en particular, cuando las personas discuten tópicos sentimentales, ya que la distancia diluye los elementos emocionales.
El hecho de que el celular esté en el centro de las actividades del hombre termina dominando a éstas y sometiendo su rutina a la que le generan un sinnúmero de llamadas o mensajes. De allí que el constante sonar, las vibraciones y las infinitas notificaciones pueden sacar al sujeto de quicio. Un estudio realizado en la Universidad de Gotemburgo (Suecia) indagó si existe un vínculo entre la salud mental de jóvenes adultos y el abuso de sus celulares. Los investigadores encontraron que, en las mujeres, el uso frecuente de celulares estaba asociado con estrés e insomnio. En hombres, el uso desmedido de los dispositivos se relacionó con estrés y depresión. El estudio nos lleva a pensar que, en jóvenes adultos, el uso frecuente de los celulares podría actuar como un factor de riesgo para la salud mental.
Los impactos en la salud son complejos desde los visuales a consecuencia que hoy la gente prefiere los celulares a las computadoras para ver sus correos y redes, leer periódicos y hasta textos, todos se suman en detrimento de la vista.
Otro problema es el ser un homofóbico, lo que indica que hay una intensa dependencia psicológica con los teléfonos celulares ya que, de alguna manera, el ser humano es un animal sociable y no le gusta ni un poco sentirse aislado.
Pero de todos los costos que nos pasa el celular, hay uno que puede ser grave y es que en el 2011, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) clasificó a la radiación emitida por los teléfonos celulares como «posiblemente cancerígena». Los teléfonos celulares emiten microondas que tienen la propiedad de penetrar nuestros cuerpos. Este hecho y su proximidad a nuestro cuerpo han logrado que los medios de comunicación vincularan directamente a los celulares con episodios de cáncer.
En dos décadas, los celulares invadieron y colonizaron al mundo, hoy sus costos comienzan a emerger, pero como éste es un elemento fundamental en la vida moderna, será muy difícil que lo puedan prohibir, quizás reemplazar por algo más amigable con el cuerpo humano.
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