“La esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza que algo tiene sentido, independiente de como resulte” Václav Havel.
A finales de los ochenta del pasado siglo, comienza resquebrajarse la URSS y su modelo alternativo al capitalismo. En poco tiempo ésta colapsa y allí Estados Unidos tuvo su mejor oportunidad para consolidarse como el poder hegemónico, un error de soberbia que, un cuarto de siglo después, coloca nuevamente a Rusia en el centro del poder militar global y aliado de China.
En esos años de la caída de la URSS, las impotencias de las ideas llevaron más lejos a la soberbia que a la realidad y por ello emerge un científico de origen japonés, Francis Fukuyama, y su novedoso libro “El fin de la Historia y el último hombre”, publicado por Free Press en 1992, que ha sido traducido a más de 20 idiomas, aunque años después rectifica sus primeros planteamientos.
Fukuyama plantea su trabajo desde la coyuntura desarrollada a partir de 1989 en Occidente que ha estado signada por el inicio del desmoronamiento de los regímenes de Europa del Este y que lo considera la derrota del socialismo y el triunfo indiscutido del capitalismo y del liberalismo como sistema político.
No significa que hayan desaparecido alternativas viables al capitalismo como sistema económico, pero si emergen modelos que combinan elementos básicos de ambos sistemas, como en China, el neocapitalismo y su inclusión en la economía de mercado, pero bajo control del poderoso Partido Comunista.
Pero para Fukuyama, el planteamiento era más amplio, ya que él consideraba que se trata del triunfo de la idea occidental y, específicamente, la idea dominante hasta la actualidad de una sociedad de consumo como única meta, a eso lo denominaba el triunfo de la cultura occidental.
Él explica esto al mejor estilo norteamericano al decir que «podríamos resumir el contenido del estado homogéneo universal como democracia liberal en la esfera política combinada con un fácil acceso a video caseteras y estéreos en lo económico».
Fukuyama utiliza a Kojéve, la existencia del liberalismo como estado homogéneo universal ya que éste es mejor conocido por su tesis sobre el «Fin de la Historia», donde planteó que la historia ideológica, en un sentido limitado, había terminado con la Revolución Francesa y con el régimen de Napoleón, y que ya no había necesidad para la lucha violenta de establecer «la supremacía racional del régimen de derechos e igualar el reconocimiento».
Como Alexandre Kojéve era un lector de Hegel, a través del lente de Marx, pudo combinar ideologías aparentemente opuestas y así advirtió, que el igualitarismo de los Estados Unidos de hoy representa el logro esencial de la sociedad sin clases, fue previsto por Marx.
En su nuevo libro, After the Neocons, en el 2007 Fukuyama señala que los principios neoconservadores fundamentales fueron sistemáticamente violados a la hora de esgrimir argumentos favorables a la guerra en Irak y, yendo más allá, que el intento más amplio de combatir el terrorismo se halla mal servido no sólo por la guerra, sino también por el proyecto neoconservador de reforma democrática en Oriente Medio. El fracaso de estos proyectos, defiende, es un fenómeno menos de Oriente Medio que de la desorientada modernidad de los musulmanes en Occidente, y especialmente en Europa occidental.
En esta misma línea de determinismo histórico, esta vez por las nuevas tecnologías, Yuval N. Harari plantea en su libro de mayor éxito “Homos Deus”, una versión tecnocrática similar a la histórica filosófica de Fukuyama. Coincidencia o no los dos grandes teóricos del futuro en la actualidad son extranjeros en Estados Unidos.
Para este antropólogo, los liberales valoran tanto la libertad individual porque creen que el humano tiene libre albedrío, lo que infunde sentido al universo y atribuir el libre albedrío a los humanos no es un juicio ético: ¿pretende ser una descripción fáctica del mundo?, pero la contradicción entre éste y la ciencia ya ha llegado.
En la segunda etapa de la modernidad en el siglo XVIII, el hombre comienza a abrir la caja negra, y por ello hace responsable al hombre de sus actos, pero desde el siglo XX en adelante estos criterios comienza a cambiar: se pone en duda el alma, el libre albedrío, el “yo”, solo hay genes, neuronas y hormonas, que obedecen a las mismas leyes físicas y químicas, y así se acaba el determinismo que el hombre actúa por libre albedrío.
El planteamiento de Harari es que se trata de procesos electroquímicos cerebrales que culminan en conductas diferenciadas, por ello es que hoy el conocimiento científico ha logrado con sus descubrimientos que el determinismo y la aleatoriedad se han repartido todo el pastel y no han dejado ni migajas a la libertad, así ésta al igual que alma se transforman en algo vacío, sin sentido.
De allí que el libre albedrío es un relato imaginario que los humanos hemos inventado y la teoría de la evolución termina de descubrir la verdad, ya que ésta no armoniza con almas ni tampoco con libre albedrío; los animales toman decisiones que se reflejan en el código genético, ¿pero si el hombre es libre debería haber sido diseñado por la evolución?
Así tenemos que la ciencia socava no solo la creencia liberal del libre albedrío sino al individualismo también, ya que los liberales creen que tenemos un yo único e indivisible, aunque según Harari se ha demostrado que ese relato liberal es pura mitología.
Así tenemos dos teorías muy similares entre sí, aunque con un justificativo diferente pero común, la hegemonía de Estados Unidos, hoy ya reconocido por los propios politólogos de ese país, ya está siendo compartida con China y Rusia, aunque los occidentales por la lealtad del colonizado quieran pensar lo contrario.
Ambos parten de la base que el capitalismo será eterno, una vuelta a la visión religiosa de la eternidad de la fe, contraria a la historia de la humanidad donde los imperios muy pocas veces pasaron de tener un siglo de dominación, pero ahora se plantea algo similar, pero por distintos motivos y las mismas causas.
Para Fukuyama, el capitalismo liberal que tiene a más de la mitad del planeta en condiciones neocoloniales desde su inicio en el siglo XV a la última farsa de descolonización, el sistema seguirá porque la gente lo considera el mejor y ello se expresa en la sociedad de consumo, la democracia y la libertad, esta última solo aceptada por los que se informan de las agencias transnacionales, para el resto se sobre entiende que es una farsa, como son las invasiones y exterminios de pueblos en favor de la “libertad”, desde Siria a Afganistán, desde Irak a Yemen, o desde Palestina a Libia.
Estas dos teorías se complementan porque tiene un fin común, justificar la hegemonía de un sistema y buscar una respuesta a las mayorías hoy excluidas no solo en la periferia sino también en el centro, el nuevo ejército de desempleados, marginales y precaristas que crece geométricamente en el mundo. Algunas dudas y quizás sean respuestas que tenemos son las siguientes:
¿Quiénes son los triunfadores de estos profundos cambios en la nueva sociedad global donde los robots están llamados a ser el nuevo centro del paradigma del trabajo? ¿Quiénes invierten en creación de tecnología y quiénes son los creadores de las mismas?
Los “patrones”, “empresarios”, “gerentes” son categorías del pasado, hoy el dinero agrupado en figuras como los fondos de inversión y movido de manera oscura a través de los grandes bancos que lavan dinero, los denominados paraísos fiscales, han generado una trama que oculta a los grandes dueños del poder real, que son muchos más que las figuras que tradicionalmente se publicitan, Bill Gates y otros.
¿Qué función tiene la nueva tecnología?, todas las tecnologías incrementan la producción y la competitividad, pero siempre desplazan mano de obra. Hoy el mundo está amenazado por el cambio climático global, contaminación de mares y océanos, se derriten los glaciales, disminución de biodiversidad, por exterminio entre otros, para un mundo que ya no es igual como en el pasado ya que ahora esta asimetría se ha reducido a triunfadores y supervivientes, unos siempre vivieron en la pobreza, otros son los nuevos pobres.
En un mundo cada vez más inseguro, más asimétrico y más violento, el poder de los que lo ejercen busca salidas diferentes como poblar islas muy alejadas como Nueva Zelandia, vivir en zonas de baja densidad de población, buscando sobrevivir a un potencial quiebre del equilibrio planetario con graves consecuencias.
Ahora ya está el justificativo para volver a actuar como se hizo a partir del siglo XV, los indígenas no eran seres humanos, porque no tenían alma y por ello exterminarlos no era una ofensa a Dios. Hoy el hombre equiparado a los animales con un común denominador, los algoritmos, solo tiene un ser superior, una máquina con mayores algoritmos y la vida eterna.
Estas teorías de naturaleza “negra” como la novela, representan la visión real de los que trabajan por un mundo tecnificado y robotizado, porque serían ellos en su razonamiento los que se salvarían de un apocalipsis planetario por tener reservas y tecnología para enfrentarlo.
Estas dos visiones son parte una sola perspectiva científica, la que se creó a partir del siglo XV por la Europa Atlántica, la que creó las Ciencias Sociales para justificarse y aceptó la teoría de la evolución para consolidarse, y hoy la del modelo final y el mundo artificial para salvarse.
Hay otras perspectivas que luego plantearemos y que son también respuestas a este futuro incierto y que enfrenta a la peor de las amenazas, la homogenización del idioma, la cultura y todo lo que hace a la vida del hombre, hoy encapsulado en un modelo consumista como única meta de la vida.
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