[testimonials design=»clean» backgroundcolor=»» textcolor=»» random=»no» class=»» id=»»][testimonial name=»Julio Verne» avatar=»none» image=»» image_border_radius=»» company=»» link=»» target=»_self»]“La civilización nunca retrocede, la ley de necesidad siempre fuerza a ir hacia adelante”[/testimonial][/testimonials]
Dr. Alfredo César Dachary
Julio Verne, famoso escritor francés, narrador de grandes viajes y aventuras fue, para H. G. Wells el padre de la ciencia ficción, el segundo gran narrador traducido a nivel mundial después de la clásica escritora de la novela policial, Agatha Christie.
Verne nació en Amiens, Francia, el 8 de febrero de 1828, pero vivió gran parte de su vida en la ciudad de París y allí escribió una serie de libros donde se describen máquinas y situaciones, que luego se van dando como realidades en las décadas siguientes.
Los libros de Julio Verne se caracterizan porque describen el futuro desde una perspectiva muy positiva, o sea, pensando en las nuevas tecnologías como grandes saltos hacia el desarrollo de la humanidad. Sin embargo, detrás de esas visiones había otra que fue madurando y la escribió en su novela inédita “París en el siglo XX”, que fue drásticamente rechaza por su editor Pierre Jules Hetzel y, por ello, durmió un siglo.
La trama de la novela se desarrolla en París, en 1960, y el protagonista es un joven intelectual, Michel Jérôme, que malvive en una sociedad mecanizada, que lo tacha de inútil por amar la lectura y las lenguas clásicas. «No quiero talento, quiero capacidades». Ese es el lema de los que triunfan y Michel no es uno de ellos. Cuando gana un premio por escribir un verso en latín, Michel es abucheado por los tipos descontentos con el amor hacia la poesía clásica de su compatriota. A través del resto de la novela, el joven Michel trata de hallar un lugar dentro de la industrializada e insensible sociedad parisiense de los años sesenta.
Un ejemplo de ésta era que el 13 de octubre de 1960, parte de la población de París se reunía en las numerosas estaciones del ferrocarril metropolitano y se dirigía por los distintos ramales hacia el antiguo emplazamiento del Campo de Marte. Era el día de la distribución de premios de la Sociedad General de Crédito Instrucciones, enorme establecimiento de educación pública. Su excelencia, el Ministro de Embellecimiento de París, debía presidir la ceremonia.
La Sociedad General de Crédito Instrucciones reflejaba de forma perfecta las tendencias industriales del siglo: lo que cien años antes se llamaba el «progreso», había conseguido un desarrollo inmenso. El monopolio, ese non plus ultra de la perfección, tenía en sus garras al país; se multiplicaban las sociedades, se fusionaban, se organizaban; estos escritos futuristas habrían asombrado a nuestros padres por sus inesperados resultados.
La educación estaba al servicio del dinero y las nuevas tecnologías y el conocimiento no estaba al servicio de la humanidad sino de las grandes corporaciones financieras; en síntesis, Verne veía un destino tal como es hoy bajo el control del capital financiero, principio y fin de estas corporaciones que alimentan a una sociedad cuya meta es el consumo, una falsa idea de la felicidad.
Hoy los que realizan prospección del futuro deben apurar sus estudios para que éstos no sean historia, ya que la velocidad de cambio está siempre en expansión y nuestra práctica diaria nos permite acostumbrarnos a la obsolescencia de máquinas y tecnologías, a veces más drástico de lo pensado.
Hoy las empresas saben que las tecnologías de la información se convierten en una parte necesaria de sus negocios, oportunidades para conseguir ventajas, ya que las innovaciones en tecnología, especialmente las de la información eran duplicadas fácilmente, y empezaban a parecer cada vez más otro mero bien de consumo. A medida que el gasto de las empresas en tecnologías de la información aumentaba, la inversión en tecnologías de la información, al menos en porcentaje, disminuía.
Nicholas Carr, sociólogo y periodista sobre temas económicos, se mostraba escéptico; en su opinión, hoy en día todo el esfuerzo necesario para conseguir innovaciones en el ámbito de las tecnologías de la información básicamente no merece la pena.
En la última década del siglo XX, una empresa podía obtener una ventaja competitiva a través de la innovación. Para Carr, por ello, los primeros bancos que ofrecían servicios online o adoptaron una banca informatizada lograron atraer nuevos clientes. “Ahora la banca online es simplemente otro bien de consumo más que todo el mundo tiene”. Otro ejemplo es el de la Agencia Reuters, que ofrece noticias e información financiera, y que fue la primera en adoptar una red informatizada de considerable tamaño. Ahora todos los periódicos locales están en Internet.
Lo que ha cambiado es que, en lugar de innovar por ellas mismas, las empresas ahora depositan su confianza en los vendedores ya sean empresas de software, hardware o consultores, para que las mantengan al día en tecnologías de la información. “Las empresas se han dado cuenta de que es necesario estar al día”.
Un caso particular es el de Walmart, que es la tercera mayor corporación pública del mundo, según Fortune Global 500 para el año 2012 y que a su vez ofrece la mayor oferta de empleo privado en el mundo, con más de dos millones de empleados y es la minorista más grande en el mundo.
Walmart dispone de los recursos y dirección corporativa necesarios para lograr una aún mayor ventaja que la que disfruta en la actualidad a través de la innovación ya que el 90% de las tecnologías de la información de Walmart se desarrolla en la propia empresa, cuando muchas empresas, grandes y pequeñas, cada vez más están recurriendo al out-sourcing o empleando consultores especializados en tecnologías de la información.
Walmart debido a su tamaño y expansión mundial impone reglas a sus clientes que se ven obligados a aceptar sus estándares en lugar de intentar imponer los propios. Pero también debido a su tamaño, de hecho puede conseguir que los vendedores realicen parte de sus tareas innovadoras, ya que si una empresa quiere vender a Walmart, posiblemente esté dispuesta a asumir una parte de su trabajo en tecnologías de la información para así conseguir las ventas.
Walmart impulsa una tecnología llamada Radio Frequency Identification (RFID), un sistema de seguimiento vía satélite que incorpora pequeños artilugios a través de los cuales un ordenador puede averiguar donde se encuentra determinado producto en todo momento. El plan consistiría en marcar prácticamente todos los productos de consumo con un RFID, desde la mantequilla de cacahuete hasta los calzoncillos o los automóviles. De este modo Walmart podría hacer un seguimiento de su inventario desde que salen del almacén hasta que llegan a los estantes de sus establecimientos, y así comprender mejor las preferencias de consumo de sus clientes.
El problema externo son los temas de privacidad que se podrían derivar del uso del RFID, ya que a través del RFID la empresa puede hacer un seguimiento de sus pedidos, pero no de los productos individuales.
El software es una herramienta, se puede configurar y al final todo consiste en cómo se emplea y cómo se cuantifica su valor. Hemos visto cómo se empleaba el mismo software en empresas del mismo sector. Algunas lo empleaban en su provecho. Otras lo desaprovechaban.
En realidad, el tema comienza como termina, según lo plantea en su novela futurista Julio Verne y luego lo ratifica al sostener como lo mostramos al comienzo una premisa que podríamos decir que es determinista: “La civilización nunca retrocede, la ley de necesidad siempre fuerza a ir hacia adelante”.
Pero el tema lo retoma en su novela al descubrir que la tecnología no lo es todo y termina controlando al hombre, deshumanizándolo, ya que pierde todos los elementos de su privacidad; sus gustos son observados por las grandes tiendas; son controlados por los bancos a través del uso de la tarjeta; son constatados por las cámaras en las calles, tiendas y estacionamientos; son ratificados por los celulares que son rastreados o por nuestra propia necesidad de reconocimiento que nos lleva a colocar en Facebook, fotos, opiniones o reflexiones sobre lo que tenemos o nos falta.
Al final, como lector histórico de Verne, me he reencontrado con el auténtico pensador que emerge en su novela “París en el siglo XX”, y es que no podía ser que un genio que pensó lo que se venía, y lo describió como si lo soñara, no vería la otra cara que vio el gran hermano en “1984” de George Orwell.
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