“Vivir consiste en construir futuros recuerdos” Ernesto Sábato.
A comienzos de la última década del siglo XX concluye una de las etapas más difíciles de ese siglo de grandes conflictos armados: la guerra fría, lo cual se dio ante la caída de la URSS y con ello la desintegración de la denominada Europa del Este, unión económica y militar de la antigua Rusia, un imperio de varios siglos con un grupo de países vecinos.
En ese mismo tiempo, en 1992, sale a la luz el libro del politólogo de origen japonés Francis Fukuyama, titulado “El fin de la historia y el último hombre”, donde planteaba la tesis de que la Historia, como lucha de ideologías, había terminado, en un mundo final basado en una democracia liberal que se ha impuesto tras el fin de la Guerra Fría.
Este libro tenía como antecedentes un ensayo anterior de 1989, “¿El fin de la Historia?” el cual se había publicado en la revista de The National Interest y donde éste explicaba el triunfo de las democracias liberales como efecto de la caída de la URSS, así el fin de la historia se interpreta como el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas.
Para Fukuyama había dos impulsos que servían de motor a la historia, el primero era la razón científica, que conduce de forma inexorable al capitalismo y, por ende, al individualismo; y el segundo era la voluntad de ser reconocido por los otros. El cumplimiento de ambos tendría como consecuencia el triunfo de la democracia liberal, que se impondría sobre todas las demás ideologías en una hegemonía que determinará el fin de los grandes acontecimientos humanos, y éste era el fin de la historia.
Para el politólogo, el libre mercado es el sistema dotado de la flexibilidad y con la iniciativa personal y la competencia necesarias para permitir la innovación de la ciencia que mejorara la calidad de vida de los individuos, por lo que esta aspiración solo puede ser satisfecha por la democracia liberal.
Hoy la realidad se ha encargado de sacarle el barniz democrático a esa idea de pensamiento único y lineal para dejar en evidencia a un sistema profundamente asimétrico que abarca todo el planeta.
Para la ONG Mans Unides, el escalofriante dato de que 1,300 millones de personas viven aproximadamente con menos de 1 dólar al día nos lo dice muy claro: el mundo no está bien repartido y es necesario hacer algo para cambiarlo. Esto es ampliado y ratificado por el informe 2018 de Oxfam donde afirma que, en el 2017, el 1% más rico de la población mundial acaparó el 82% de la riqueza generada el año pasado, mientras que la mitad más pobre no se benefició en absoluto.
Esto no es la democracia donde hay igualdad de oportunidades, sino lo opuesto, el control planetario de una minoría que aumenta geométricamente su poder y riqueza generando una nueva clase: los precaristas, los marginales, que remplazan a los obreros de la era industrial.
Si a esto le sumamos el documento “La Tormenta perfecta” elaborado por el encuentro de economistas de Davos, en enero del 2016, donde afirman que el empleo del mundo caería en un 45% aproximadamente en el 2025, a consecuencia de la robotización y el incremento de la inteligencia artificial, el círculo sobre un futuro incierto y hasta terrorífico se transforma en un futuro cierto.
Primera conclusión, si hoy 2018, cerca de un 35% de la población es superviviente en grados diferentes, y resto está trabajando, se deduce que entre el 2025 y el 2030 un 40 % de la población planetaria tendría trabajo y el resto sería sobrevivientes, que significa empleos mal pagados por jornadas largas, por tiempos cortos o temporada, incluida diferentes formas de esclavitud, por lo que pregunta que emerge es ¿sobre esta asimetría puede existir una democracia?
Pero hay algo más oscuro aún en la actualidad, de los que piensan hoy ya muy alejados de la visión idílica de Fukuyama, aunque siguiendo su planteamiento los que han dejado de pensar en el hombre como eje de la sociedad, el cual será remplazado por una reducida alianza de grupos de poder y nuevas tecnologías operadas por inteligencia artificial, orientadas a planificar una sociedad “sin los errores de los hombres o mujeres”, algo que hoy pueden ya operar en muchos casos de estas nuevas tecnologías.
Antes se hablaba de un gobierno de robots como algo de ciencia ficción, tenemos que aclarar que éstos tienen dueños, quienes los diseñan y quienes los fabricaron, no para hacerlos una nueva clase social sino para ser auxiliados en el control total de la sociedad que se resistirá a este nuevo modelo de dictadura tecnológica.
El grupo de este nuevo poder emergente tiene en sus metas el pretender cambiar radicalmente el sistema incluyendo algo similar a una religión, y además están convencidos de poder vencer la muerte, algo que los hará diferentes de la gran mayoría, y al que podrán acceder los elegidos, las mentes más brillantes, audaces o de principios flexibles, bajo el poder de las nuevas tecnologías.
¿Es esto ciencia ficción?, no porque hoy este paradigma está en plena construcción, desde el lugar donde emergió el Silicon Valley y ya tiene las bases sólidas en las grandes empresas líderes: Google, Facebook, Apple, Yahoo, Cisco y Amazon, esta última con sede en Seattle.
Para darle base a este nuevo paradigma, los científicos parten de la base que el libre albedrío es lo que infunde sentido al universo y atribuir éste a los humanos no es un juicio ético: ¿pretende ser una descripción fáctica del mundo, pero la contradicción entre éste y la ciencia ya ha llegado?
El yo narrador impone orden en ese caos mediante la elaboración de un relato que nunca termina, en el que las experiencias tienen su lugar y de ahí que tenga un sentido duradero, pero al final el relato es una ficción.
Las dudas sobre la existencia del libre albedrío, no son nuevas, vienen de pensadores de India, China y Grecia, que decían que, “el yo individual es una ilusión”, esto hace más de 2000 años.
El libre albedrío es un relato imaginario que los humanos hemos inventado y la teoría de la evolución, no armoniza con almas ni tampoco con libre albedrío. En esta teoría todos los animales toman decisiones que se reflejan en el código genético, ¿por qué si el hombre es libre se repiten los códigos propios en el ADN?
Si los organismos carecen de libre albedrío, significa que, podemos manipularlos y controlar sus deseos, mediante, drogas, ingeniería genética o estimulación directa al cerebro.
La ciencia socava no solo la creencia liberal del libre albedrío sino al individualismo también, ya que los liberales creen que tenemos un yo único e indivisible. Hoy hay grupos científicos que sostienen que la ciencia ha demostrado que ese relato liberal es pura mitología.
Entre los científicos que lideran esta concepción hoy que en el psicolingüista Steven Pinker, quién en el año 2013 recibió el Premio Richard Dawkins con el propósito de hacer un reconocimiento a aquellos intelectuales o artistas cuya obra haya repercutido en hacer conciencia sobre la naturaleza no divina de nuestra existencia. El otro científico que lo acompaña es el propio Richard Dawkins que es un etólogo zoólogo, biólogo evolutivo, que fue titular de la cátedra Charles Simonyi de Difusión de la Ciencia en la Universidad de Oxford hasta 2008.
Es autor de “El gen egoísta”, obra publicada en 1976, que popularizó la visión evolutiva enfocada en los genes, y que introdujo los términos meme y memética. En 1982, hizo una contribución original a la ciencia evolutiva con la teoría presentada en su libro “El fenotipo extendido”, que afirma que los efectos fenotípicos no están limitados al cuerpo de un organismo, sino que pueden extenderse en el ambiente.
Así las denominadas ciencias de la vida desafían los tres supuestos, el primero que los organismos son algoritmos y los humanos no son individuos sino “Dividuos”, o sea, los humanos son un conjunto de algoritmos diferentes que carecen de una voz interior, un yo único.
Segundo, de que los algoritmos que conforman el humano no son libres, están modelados por los genes y presiones ambientales y toman decisiones ya sea de manera determinista, ya sea al azar, pero libremente y tercero de que un algoritmo que supervise cada uno de los sistemas que conforman mi cuerpo y cerebro puede exactamente saber quién soy, que siento y que deseo.
El lifelogging es un movimiento para incorporar la tecnología en la adquisición de datos sobre aspectos de la vida cotidiana de una persona en términos de insumos, alimentos consumidos, calidad del aire circundante, y de estados de ánimo, excitación y el rendimiento, ya sea mental o físico.
Las nuevas tecnologías del siglo XXI podrán invertir la revolución humanista despojando a la mayoría de los humanos de su autoridad y confiriéndoles en cambio poderes algorítmicos no humanos, pero bajo control de un grupo de “notables”, por lo que el individualismo no será aplastado por el gran hermano, sino que se desintegrará desde dentro, según los constructores de este paradigma.
Este planteamiento, al igual que el de los 90 de Fukuyama, forman parte de la ideología del capitalismo expresada en el pensamiento único, una especie de determinismo histórico por lo cual el capitalismo se transforma camino a hacerse un modelo eterno, por ello este pensamiento ya planteado a mediados del siglo XX por Hitler, la raza pura aria, parte de no reconocer otras opciones, ideas o paradigmas; en síntesis, son la expresión del autoritarismo tecnológico, disfrazado de esperanza.
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