El post-trabajo y el fin del progreso

“El fin de un trabajo es el principio de otro” Seneca.

                                                        

El progreso fue una idea, no es una teoría, sino una idea que se fue potencializando a partir de la modernidad en el siglo XVII cuando surge la imagen del hombre sin límites en su progreso y creador de su historia, donde la Providencia es reemplazada por diversas fuerzas inmanentes en la historia del hombre.

En el siglo XVIII se da la primera versión plenamente articulada de la idea del progreso por Jacques Turgot en La Sorbona, donde una historia conjunta y progresiva de la humanidad se diferencia esencialmente de la historia meramente repetitiva de la naturaleza, debido a que el hombre acumula porque recuerda y por ello mismo avanza; la naturaleza no hace sino repetirse.

En el siglo XIX, los grandes pensadores de Kant a Hegel y de éste a Marx, usaron esta idea para expresar de diferentes formas y motivos el progreso como algo inevitable. Esto llegó muy profundo a la sociedad y a sus clases emergentes, las cuales se agrupaban en clubes que denominaban “El Progreso”. 

Las teorías económicas como históricas estaban marcadas por el progreso, incluso las sociales, como un determinante en la vida del mundo occidental, pero algo ocurrió en el siglo XX, que la sociedad no tomó en cuenta y hoy debe asumir los costos de su silencio.

El American Way Life y el estado del bienestar llegaron a gatas hacia los 80´, luego de la década de crisis, los 70´, donde se cerró el ciclo de los “años de oro” de Estados Unidos, una construcción planificada, que los dejó lejos de la guerra, pero ganador en primera fila de su fin, ya que se transformó en el gran prestamista para reconstruir la economía de sus deudores.

Fue la década donde el petróleo llevó a una crisis al mundo y a una serie de pactos que aún Estados Unidos, como líder, no pudo manejar; fue la década de la primera gran derrota militar del ejército de ese país.

De esta década sale un nuevo modelo que cerrará definitivamente el que inicia en los años 20´del siglo pasado, la construcción de un capitalismo que iba mejorando las condiciones de los trabajadores; primero de las industrias, luego los de cuello blanco, ese nuevo modelo es el neoliberalismo, el cual se orientaba a recuperar la iniciativa de desarrollo dinámico del sistema, frenado en los 70´y con difíciles perspectivas si se mantenían las condiciones de un Estado protector y árbitro y una sociedad con derechos como la salud, la educación, la estabilidad en el empleo, las jubilaciones; todo esto está considerado un costo negativo para recuperar el desarrollo del capitalismo.

Pero había mucho más, se había terminado un modelo fordista y el desarrollo industrial como se conocía se enfrentaba a nuevas limitaciones: los problemas ambientales, la reducción del recurso y el aumento de la población mundial, por ello el neoliberalismo no es un modelo de la segunda revolución industrial, sino el punto de partida de la tercera y hoy la cuarta revolución industrial.

Por ello, comienza por la base la ruptura del modelo del empleo estable y los derechos que esto implicaba, a fin de adecuarse a lo que venía y que en cierta medida era aceptado por una sociedad alienada en el modelo del individualismo más absoluto.

Así el Estado se debía reducir porque los actores buscarían la forma de encontrar solución a sus necesidades, incluido el trabajo, dando lugar a un precarismo que domina los servicios, todo esto está en la base un nuevo modelo que emerge dentro del neoliberalismo: la economía colaborativa, que se articula con la ruptura de la estabilidad salarial y abre las puertas a una búsqueda de otras maneras de promover los nuevos modelos de trabajo.

Algunos de éstos son: el trabajo a distancia o desde el hogar. Esta opción puede variar entre trabajar varios días a la semana desde la casa hasta trabajar por un período extendido de meses, tiempos flexibles, ya que hoy en día se evalúa al personal por los entregables y la calidad de los mismos, llevando a un segundo nivel los horarios y la rigidez en las horas de llegada. Un ejemplo, viernes de verano, con el objetivo de aprovechar las horas extras que ofrecen los meses del verano, muchas empresas dan la posibilidad de terminar las labores del viernes hasta el mediodía.

Otro modelo es la “no asignación de escritorio”, que consiste en que las oficinas no asignan un lugar específico a la mayoría de los empleados, solo lo hace con altos ejecutivos. Cada día que se llega a la oficina se puede optar por aquel espacio que esté a tono a como está el humor de la persona en ese día. La empresa incentiva a que se trabaje desde el hogar y de esa forma ahorrar espacios.

Pero al final todos son modelos en los cuales el empresario y el Estado limitan su responsabilidad frente al trabajador o fueron el antecedente de lo que hoy ha tomado la forma de una gran amenaza: el desplazamiento de los trabajadores por robots.

Por ello, desde los 80´, con Reagan y Thatcher, se sientan las bases de un nuevo modelo que recién empieza a verse como una amenaza cuando se plantea la sustitución de los hombres y mujeres por robots.

Un informe del último año de la Presidencia de Barack Obama fue dedicado a los impactos de la inteligencia artificial en la economía y en la propia concepción del trabajoque va a camino a deshumanizarse.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Internacional del Trabajo han comenzado a hacer público algo que varios años atrás ya estaba planificado: la incertidumbre que rodea a muchos puestos de trabajo, hoy amenazados por la creciente automatización y digitalización de los procesos productivos, relaciones de intercambio y servicios de todo tipo.

Pero parece que la sociedad hacía caso omiso a estas amenazas enceguecida por el esplendor del consumo, los viajes, celulares, televisiones inteligentes y demás, que son los nuevos mecanismos para hacer del ciudadano un rehén del sistema financiero y, con ello, el Estado debe ver la forma de bajar la tensión ante el alto porcentaje de la cartera vencida, especialmente en las tarjetas de crédito.

Hoy estamos a las puertas de una total reconsideración del trabajo, tal como lo hemos entendido en los tres últimos siglos, pero para ello había que desmontar la sociedad del bienestar, para que el ciudadano se enfrente solo a estos cambios y se adecue a lo que esto significa en cuanto a pérdida de calidad de vida.

Paul Mason, ya lo había predicho, el neoliberalismo es un modelo contradictorio ya que se aparenta estar en una sociedad con grandes avances para el consumo, pero con ingreso cada vez más disminuido por la incapacidad de adecuarse a las nuevas circunstancias financieras.

El fin del Progreso 

Ésta es la primera generación que se debe enfrentar a nuevas ideas dominantes que se construyen desde los grandes centros del poder, siendo la más violenta, el fin de la idea de progreso, lo cual significa un futuro incierto, donde el hombre apropiado y ocultado tras su propio individualismo deberá enfrentar estos cambios, sin las solidaridades del pasado; al final, el cazador cayó en su propia trampa.

Pierre Teilhard de Chardin, el primer gran científico jesuita creador de una original versión de la evolución, acuñó el término “Noosfera”, el que Edgar Morin toma como base para designar al mundo de las ideas, de los espíritus, de los dioses producidos por los humanos en el seno de la cultura que, aunque producidos por los hombres, los dioses adquieren una vida propia y el poder de dominar a los espíritus.

Con esto Edgar Morin se adelanta varios años a nuestro presente, al concluir que así la barbarie humana engendra dioses crueles, que incitan a los humanos a la barbarie. Damos forma a dioses que nos dan forma luego. Al final cierra “…Como las ideas, las técnicas nacidas de los humanos se vuelven contra ellos”.

Esto coloca el tema en su verdadera dimensión de tragedia, ya que son los humanos los que han construido este nuevo mundo robotizado y regido por la inteligencia artificial, donde la técnica aporta su propia barbarie, que ignora las realidades afectivas propiamente humanas. La síntesis de esta reflexión de vanguardia y hoy olvidada de Morin es que el hombre coloca el interés económico por encima de todo, adoptando conductas egocéntricas que ignoran al otro y que por ello desarrollan su propia barbarie.

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