El turismo interior y la conciencia de los pueblos rurales

“Todo viaje es una búsqueda y una fascinación para el universo de los sentidos” (Anónimo).

                                                        

Los principales países receptores, que generalmente también son grandes emisores, saben que el turismo interior es más que una reserva, es una garantía para que el país y la región real continúen vivos, a través de las tradiciones, fiestas y otros eventos que permiten que en unos pocos días el pueblo recupere el brío que ha perdido debido a la inmigración por trabajo, estudio, nuevas opciones o cualquier otro motivo.

Un ejemplo de esa combinación de tradiciones, fiestas y turismo interior nos la da uno de los tres países más importante en el turismo global: España, que ha logrado reacondicionar y promover sus fiestas pueblerinas, religiosas o de otro tipo para que sean aprovechadas por los turistas y la población en general de ese país turístico.

Un ejemplo del peso de estas fiestas locales y su atractivo lo dan las fiestas en Galicia, donde se ha calculado cuántas tienen verbena que desvela a vecindades enteras por su bien y disfrute, y la sorpresa es que exactamente hay 2,837, según el recuento realizado en el 2010 en un trabajo titulado “Del palco al escenario”, un estudio de la Universidad de Santiago de Compostela

El estudio publicado y, por ende, avalado por dicha universidad debió de ser lo suficientemente serio como para que la Agencia Tributaria lo usara como hoja de ruta para calcular el fraude fiscal del sector que engloba a estas verbenas. Esto terminó en que la Oficina de Hacienda logró condenar al principal empresario del ramo, a doce años de prisión y 36 millones de multa por declarar únicamente el 10% de sus ingresos en un par de años.

Las fiestas son de todos los tipos y por todos los motivos posibles, desde las que honran al santo patrón o a la virgen patrona, a otras de origen muy diferente como son la exaltación y degustación de un vegetal o animal concreto, de un destilado o de una preparación culinaria.

Las hay también de rememoración histórica, sea del asalto de los vikingos, del pasado judío, romano o celta, o de la rebelión contra los señores feudales en las que se ha sustituido el ajusticiamiento por los participantes en la revuelta por una gran comilona de hermandad; las hay temáticas, como el homenaje al emigrante, al veraneante o a la tercera edad y, de corte más moderno, el macro festival musical y las fiestas urbanas que invaden la ciudad con todo lo que se le ocurre al municipio elegido.

Por ello se dice que las fiestas en Galicia son como los libros de la biblioteca de Babel de Borges, donde no importa que se salte una porque seguramente hay otra similar por celebrar.

Si trasladamos esta experiencia, de una autonomía a México país, tenemos un panorama muy amplio de fiestas en los 2,458 municipios que hay según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). El mundo definido como rural, las poblaciones de menos de 2,500 habitantes, suman 28,775 lo que da una media de 11,5 localidades en cada municipio.

Cuando se realizó a mediados de los 90, las Cuentas Satélites se descubrió que aproximadamente el 80% del PIB turístico, no lo generaba el turismo internacional, sino lo que se conoce como turismo interior, turismo nacional, algo muy similar a los países más desarrollados, incluido España o el propio Estados Unidos.

El turismo interior es un desconocido en los estudios del turismo, salvo las excepciones del turismo religioso, un desconocimiento que viene de la época en que se lo consideraba una exportación que se consumía en el lugar donde estaba, pero se compraba en el exterior y así ingresaría inicialmente a las cuentas nacionales.

Si dividimos el número de semanas por solamente el del patrono o la virgen patrona del municipio tendríamos un promedio de 50 fiestas patronales municipales por semana y si se toma en consideración a los pueblos se elevaría a 553 fiestas locales por semana.

Esto es fácil de identificar en las fiestas religiosas, ya que muchas superan los límites municipales y son regionales o nacionales como la Guadalupana o el Santo Niño de Atocha, entre otras.

El turismo interior es un verdadero redistribuidor de beneficios en la comunidad con mucho mayor impacto que el turismo internacional, aunque en mucho menor medida, ya que aquí el clúster está definido y en el turismo interior es el pueblo y algunas empresas regionales que traen entretenimiento, pequeñas ferias o números artísticos, que varían de acuerdo a la importancia del pueblo o ciudad.

A ello hay que sumar que, en los pueblos, verdaderos centros de inmigración hacia Estados Unidos, existe la tradición que los que se fueron regresan a las fiestas del pueblo o las tradicionales de Navidad y Año Nuevo, lo cual engrosa la derrama hacia el interior de éstos.

Pero el turismo interior es mucho más que esto, ya que es reconstructora de las tradiciones, un verdadero custodio de la historia de los pueblos y sus tradiciones y, a la vez, un elemento de contención para la inmigración ya que al darse en las últimas décadas un crecimiento exponencial de la conectividad, los hace disponibles a todos los que se interesan e incluso en muchos casos al turismo, como las grandes fiestas de algunos Estados desde la Guelaguetza en Oaxaca, los festivales charros en Jalisco, el carnaval en Veracruz y otros Estados, la Semana Santa especialmente en San Luis Potosí y en Iztapalapa en la ciudad de México y muchos más.

Con los cambios de las últimas dos décadas en los pueblos del interior del país, la conectividad ha crecido de manera exponencial, principalmente a través de la web, con páginas que escriben los del pueblo y responden los del otro lado de la frontera, y con esto se da una amplitud respecto de las perspectivas de las poblaciones jóvenes que acceden a la educación y esto genera nuevas opciones diferentes a la que anteriormente existía casi como única, la migración a Estados Unidos.

Pero hay más articulaciones, como la extensión del área de atracción de los grandes destinos turísticos respecto de su periferia, lo cual transforma el turismo interior por el tipo de turista mayoritariamente extranjero, que ve en estos “pueblos mágicos”, lo que se define como el México profundo.

El efecto de derrama de las regiones turísticas se da en algunos pueblos de la periferia de éstos, otros más alejados pueden sumarse a través de rutas e integrarse a la promoción en el destino para incrementar los atractivos regionales.

Hoy el turista se ha transformado en un buscador de experiencias, muchas de las cuales registra en su celular a través de la fotografía, ya que el viajero medio pasa más de 50 minutos al día en las redes sociales durante sus vacaciones, aunque un 21% admite dedicarle más de cuatro horas diarias.

Esto se agudiza cuando en estudios realizados sobre el comportamiento de los Millennials, el 63% de ellos que tiene entre 18 y 29 años reconoce que preferiría subir un selfie antes que una foto con sus seres queridos, de allí que un tercio de los viajeros se niega a reservar habitación en un hotel que no ofrezca wifi gratis.

Se confirma así la nueva tendencia millenial que consiste en presumir de viajes en las redes sociales para obtener el reconocimiento de amigos e incluso de simples conocidos, esto se potencializa en el turismo interior al encontrar el viajero casonas, callejuelas, paisaje y personas muy diferentes a las de los grandes destinos donde la globalización ya ha homogenizado a los grupos humanos, a través de la moda, actitudes y comportamientos.

El aumento de la industria del turismo y sus grandes impactos, desde la gentrificación a la turismofobia y el mal uso de la economía colaborativa, hacen insostenible el turismo como lo conocemos hoy en día. El turismo masivo es insostenible y además para qué viajar si no se buscara el encanto ancestral de las antiguas ciudades románticas o el encanto de la naturaleza, si el turista navega en un mar de gente.

La pregunta que sigue es saber si tiene sentido seguir viajando como lo venimos haciendo hasta ahora o las grandes amenazas y reacciones lograrán hacernos cambiar y tendremos que modificar el concepto de viajar en los próximos años, si pretendemos hacer un turismo sustentable y, por ende, responsable.

Las pruebas comienzan a emerger, ya que según un estudio publicado en la revista Nature Climate Change, la industria del ocio de vacaciones es responsable de un 8% de las emisiones globales, lo que significa hasta cuatro veces más de lo que se le atribuía hasta este momento. Este fue llevado a cabo por personal investigador de la Universidad de Sydney y ha tenido en cuenta no solo las emisiones producidas por los aviones, sino todas las cadenas de suministro de los productos asociados al turismo, desde la comida a los suvenires.

El incremento en la demanda de bienes y servicios y no el aumento en el número de vuelos, es el que está detrás de la mayor parte del incremento de las emisiones, que crecieron alrededor de un 15% entre 2009 y 2013, según los datos recogidos en el informe, el turismo aporta en torno a un 10,4% al PIB global. Será que tendremos que fomentar más un turismo no masivo como es el turismo interior o éste terminará siendo una nueva opción, como ya lo es en Europa para nuevos turistas con mayor conciencia sobre estos impactos.

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