El turismo y su nueva realidad.

“La historia se repite primero como tragedia y luego como comedia” K. Marx.

Alfredo César Dachary.

 

En el complicado año 2017 para el turismo, se escuchó una vez más el análisis de un ejecutivo de una importante empresa global de servicios turísticos, respecto de los temas del viaje. Se trata de Scott Jones, vicepresidente de Expedia, en la Expedia Partner Conference, en Las Vegas

“El viaje para el turista es una tormenta perfecta de incertidumbre”, según ha afirmado Scott Jones, vicepresidente de Diseño y Experiencia de Usuario de Expedia. En su presentación ha analizado las causas de esta incertidumbre, los remedios utilizados para paliarla y cómo las empresas turísticas pueden dar una respuesta adecuada a esa situación.

El ejecutivo planteaba que “…para la mayoría, el viaje implica nuevas experiencias, pero viajar es caro en tiempo y dinero, lo que ejerce una enorme presión en el proceso de decisión porque normalmente los usuarios han estado ahorrando todo el año para disfrutar de ese período de vacaciones y quieren que salga bien. También porque el viaje no es un producto que se pueda devolver, de manera que no saben si han elegido bien o no hasta que ya es demasiado tarde”.

El artículo en el cual sale publicado un comentario de esta exposición es interesante porque además de plantear los problemas, ofrece soluciones que deben tomar las grandes y medianas empresas como él lo sostiene.

Los que viajamos bastante y, más cuando lo hacemos por trabajo, somos más sensibles a las grandes pérdidas de tiempo en terminales, tiempos muertos por demoras, colas en migración y demás elementos que hacen que el viaje sea cada vez más complicado y más aún para las personas de movilidad disminuida, ya que los aeropuertos son muy grandes y se requiere mucha y efectiva capacidad de movilidad.

No es casual que empresas de corte mundial, por la extensión de sus redes operativas, empiecen a ver los grandes impactos que genera el turismo desde la transportación al alojamiento y la movilidad interna en destinos, y la masificación como una de las formas de perder calidad de viaje y, mucho más, calidad de vida de los habitantes de la sociedad de acogida.

El año 2017 ha marcado un parteaguas al emerger los graves problemas que presenta hoy el turismo a consecuencia de su “éxito”, definido en que se amplía la posibilidad de realizar viajes a más personas gracias a las ofertas y al amplio crédito, y por motivos diferentes además del viaje tradicional de ocio, antes vacaciones, hoy abundan los viajes de los estudiantes, las estadías de los universitarios, los intercambios de clubes, escuelas, profesiones, grupos diversos y más, además de los segmentos especializados como turismo médico y turismo de bodas, entre muchos otros.

Ayer la tragedia, hoy la comedia

En la primera mitad del siglo XX, con la consolidación de Estados Unidos como potencia hegemónica, se inicia un proceso mundial de expansión del consumo y, por ende, del comercio internacional. Este salto hacia una expansión “sin límites” termina a comienzo de los 70´con tres hechos históricos: el dólar entra en cesación de pagos y retira el patrón oro para transformarse en una moneda financieramente sin respaldo; la crisis del petróleo y la emergencia de la OPEP y el nacimiento del ecologismo, que para los 80´ya dominaba la agenda mundial con el desarrollo sustentable.

Por primera vez, desde la revolución industrial, el capitalismo debe reconocer como válidas las reglas de la termodinámica, más la segunda, que nada desaparece y todo se transforma.

Éste era el fin del fordismo, el ocaso de la revolución industrial y el comienzo del fin del trabajo material como principal fuente de riqueza del mundo, esto anticipa, lo que pronto llegará, la 3a y 4a revolución industrial, el fin de las grandes máquinas y la nanotecnología y una nueva biología dispuesta cambiar todo el germoplasma del planeta para hacerlo de un valor e integrarlo al mercado.

Al final de una nueva generación, el trabajo inmaterial y los productos inmateriales como las emociones, los anhelos y las esperanzas que disfrazan los productos consumibles comienzan a sufrir la misma crisis que la de los 70´, la crisis de saturación y más la del uso por límites materiales del mundo real.

Así viene un nuevo ecologismo que se aplica al turismo, como la turismofobia, planteada por una sociedad hastiada de que su espacio sea negociado por las empresas del ocio como propio. Se repite la resistencia a la mal llamada “economía colaborativa”, nadie puede dar usos diferentes a viviendas, a calles y galpones a su arbitrio en detrimento de sus vecinos.

Esta nueva crisis es igual a la anterior, pero más profunda, porque afecta al “ciudadano de a pie”, que tiene saturado el metro, los autobuses, las calles, las plazas, los museos y todo el resto, por una nueva migración temporal: “los turistas”.

Le ha sido fácil a los empresarios del ocio vender lo que no es de ellos, como que todo lo que no tiene una placa es de quién lo tome y la coloque, una simplificación que implica que el contrato social dejó de existir.

La tierra es un lugar finito, tiene límites; los recursos son finitos tienen límites; el espacio social es finito tiene límites y así sucesivamente se vuelve a repetir el viejo argumento limitado de los ecologistas, defendamos a la naturaleza, pero a la sociedad, olvido o un acuerdo previo con los que financiaron este “mejoralito” que ha durado un cuarto de siglo y se ha ido eclipsando como idea para transformarse en argumento para usar con el contrario.

Los aeropuertos están al límite, las carreteras en la alta temporada más, los trenes saturados, los espacios ocupados, la pregunta es ¿cuál es el límite físico del uso turístico y su ampliación sin fin?

En México han comenzado a emerger modelos alternativos, muy criticados por algunos, pero defendidos por otros, como es el caso de Vidanta, que es una verdadera “ciudad del ocio”. La crítica es que no genera derrama hacia afuera, excepto los más de 7,000 empleos generados en la región. Sin embargo, se abastece en la misma y con ello las críticas disminuyen.

En los 70´- 80´era la moda del turismo de burbuja, como el que dominó en Jamaica azotada por la violencia, hoy parece que tiende a repetirse por iguales causas más la de una sociedad al límite de su capacidad de aguante.

La turismofobia se da en los países desarrollados, los que expulsan fuerza de trabajo al resto del mundo, los que tratan de llevar turistas de sus países a otros, los que conviven en espacios reducidos y en ciudades históricas muy difíciles de transformar, sin alterar su esencia.

En Latinoamérica, la situación es inversa, lo mismo que en Asia y parte de África, hay necesidad de empleo y amplios espacios, y ya hay un importante número de ciudades turísticas, como los centros que ha impulsado Cuba, algunos de la República Dominicana, otros en Bahamas, en islas de Centroamérica y muchos espacios más.

La saturación está precedida o continuada por la gentrificación, que son los centros históricos, barrios con atractivos que están ocupados por población de bajos ingresos y que se adquieren a precios bajos frente a las otras opciones del mercado, y allí comienza el proceso de gentrificación o expulsión de los pobres en remplazo de departamentos turísticos, hoteles boutique o nuevos departamentos para grupos de mayores ingresos.

La turismofobia se acelera en espacios cerrados, como es el caso de Venecia o ciudades tradicionales sin grandes posibilidades de transformar los centros históricos como Barcelona o Amsterdan, pero el nombre de turismofobia no es el correcto, se trataría de gente que busca proteger su calidad de vida y respeto a sus costumbres en el barrio que viven.

Lo que tendrá que entender la gente es que el espacio social es limitado, la privacidad no ha muerto y nadie puede disponer de lo que no es suyo y menos venderlo como producto en detrimento de la población local.

Así el turismo se comienza a enfrentar, además de los problemas que hicieron emerger el ecologismo, aunque en realidad están íntimamente ligados, ya que el uso ilegal de los espacios privados o públicos, también los hacen los desarrolladores que se dedican a duplicar o triplicar los límites regulados de las construcciones pasando por alto todo, y luego de su venta, desaparecen, dejando como responsables, sin serlo, a los compradores o arrendadores y al municipio, aunque dentro de este último está la punta del problema, la corrupción, que se expresa en permisos dados en “lo oscurito” a precios más oscuritos aún.

Así en el siglo XXI, el turismo como antes fue la agricultura y ganadería, las industrias y las minas comienzan a tener límites territoriales, esta vez el límite está dado por la sociedad local, un derecho inalienable y, por ello, intocable.

El nuevo turismo tendrá que recurrir a ciudades turísticas, barrios turísticos o zonas delimitadas por ello o enfrentarse a la ira de los ciudadanos de la ciudad afectada.

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