“El imperialismo es la base de la vida de todo pueblo que tiende a extenderse económica y espiritualmente.” Benito Mussolini.
En los años anteriores a la implosión de la Unión Soviética en 1991, se da la primera crisis opiácea de Estados Unidos, cuando los políticos y los aspirantes a políticos de ese país estaban tomando drogas callejeras como en K-Street (es una avenida de Washington en la que abundan los comités de expertos, los grupos de presión y los bufetes de abogados) teniendo notables visiones de un planeta para quien quisiera llevárselo y tenerlo para siempre.
En esos tiempos, Rusia era un destartalada y empobrecida caparazón de la antigua Unión Soviética y China aún estaba a remolque del Partido Comunista, algo que le retrasaba la entrada al mundo capitalista, en síntesis, Estados Unidos era una hegemonía sólida sin amenazas cercanas.
En ese clima de libertad total y euforia se estaban formando los actores que en enero de 2001 ocuparían los cargos más importantes de la administración del presidente George W. Bush. Como grupo, no podrían haber estado más capacitados para el momento triunfal de Estados Unidos.
Estos “iluminados” habían estado preparándose durante años; en su mayoría provenían del primer comité de expertos el que formuló el “Proyecto para un Nuevo Siglo Estadounidense” por ello estaban a favor de la “indiscutible supremacía” de este país mediante la conversión de unas ya sorprendentes fuerzas armadas en una fuerza sin precedentes, que les daría una “preeminencia geopolítica de Estados Unidos” como ninguna otra gran potencia la había tenido nunca.
Por ello es que la respuesta al 11 de septiembre de 2001, sería captada cinco horas después por el Secretario de Defensa, Ronald Rumsfeld, que ordenó “…ir en masa y borrarlos del mapa, estén relacionados o no…”.
Así se dio la invasión y ocupación de Afganistán, lo mismo que la invasión y ocupación de Iraq de Saddam Hussein, país sin absolutamente ninguna conexión con los ataques del 11-S, al igual que Irán. Por ello, hasta hoy hay un importante sector de analistas que afirman que el 11-S fue un auto ataque para motivar la gran operación del mega aparato militar en estos países, que a la larga no le dieron los resultados esperados.
Bush consideraba que las fuerzas armadas eran “…la mayor fuerza de liberación humana que el mundo había conocido…”, por lo que propugnaba un mundo en el que ninguna otra gran potencia o bloque de naciones se permitiese nunca jamás volver a poner en cuestión la supremacía de ese país. Dieciséis años después Putin lo ha planteado, generando una histeria anti-rusa superior al de la guerra fría, ahora la amenaza es en serio.
Pero el dispendio de dinero y tecnología en armas tiene su contracara y es que un informe de la ONU dado a conocer a fines de junio ubica a Estados Unidos como el país con mayor índice de pobreza en el mundo desarrollado, algo que ayuda explicar y no justificar, como se ha acrecentado el odio hacia los migrantes, haciéndolos responsables de la pobreza, principalmente los blancos.
El relator especial sobre pobreza extrema de la ONU, Philip Alston, presentó su informe sobre Estados Unidos ante el Consejo de Derechos Humanos, en Ginebra, donde documentó la existencia de 40 millones de pobres (18,5 millones de éstos en pobreza extrema) y que desde 1980 el ingreso promedio de la mitad más pobre de la población se había estancado, mientras el del 1 por ciento se había disparado a niveles récord.
El informe detalla manifestaciones de esta desigualdad, por ejemplo, que la tasa de mortalidad infantil es la más alta del mundo avanzado, las tasas de mortalidad entre afro-estadounidenses han llegado a casi el doble de los de Tailandia, 18% de los niños viven en la pobreza, o que un bebé nacido en China hoy tiene expectativa de vida más larga y saludable que sus pares en Estados Unidos.
Como resultado, abundan los contrastes entre la riqueza privada y la miseria pública y la persistencia de pobreza extrema es una decisión política tomada por aquellos en el poder. Acusa que el actual régimen provocará un deterioro de estas condiciones: las políticas promovidas durante el último año parecen ser diseñadas deliberadamente para remover protecciones básicas hacia los más pobres, castigar a los desempleados y hacer que los servicios de salud más básicos sean un privilegio que se tiene que ganar, en lugar de un derecho ciudadano.
El día anterior, la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, descalificó el informe, indignada porque Naciones Unidas se había atrevido a evaluar a su país y acusó al relator de parcialidad y denunció que fue un ejercicio motivado políticamente. De allí que el gobierno de Trump ya había anunciado su retiro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el primer país en hacerlo desde que se estableció en 2006 y no estaba presente cuando Alston y otros abordaron el tema.
En la práctica, Estados Unidos está solo entre los países desarrollados en insistir que mientras los derechos humanos son de importancia fundamental, éstos no incluyen derechos para protegerse contra morirse de hambre, morir por la falta de acceso al cuidado de la salud o crecer en un contexto de privación total.
En años recientes, se ha documentado ampliamente la aceleración de la desigualdad económica en Estados Unidos y en los gobiernos de ambos partidos, llegando a niveles sin precedentes desde hace casi un siglo y sus consecuencias antidemocráticas como resultado de la implementación de las políticas neoliberales desde los tiempos de Ronald Reagan, cuando se comienza a construir la visión de un país invencible y de hegemonía absoluta por siglos, un disparate solo entendible a los soberbios y a los ignorantes de la historia mundial.
Un ejemplo muy práctico de esta asimetría nos lo da el agua, ya que numerosas comunidades del Valle Central en California, mayoritariamente campesinas y latinas, sufren los estragos del agua «potable» contaminada, un problema que se viene arrastrando por décadas y que afecta a más de un millón de californianos.
California ocupa el quinto lugar entre las economías más ricas del planeta y ha sido gobernada durante siete años por el Partido Demócrata, sin embargo, esta difícil situación del agua contaminada continúa sin resolverse porque, según los críticos, afecta principalmente a las minorías étnicas, las familias de bajos recursos que no pueden votar porque residen mayoritariamente en comunidades o pueblos que están afuera de los límites electorales de las ciudades.
Con un clima que cada año se torna más impredecible, la sequía californiana de finales de los setenta tiene una diferencia con la de hoy, ya que hay 20 millones de personas más, con lo que se ha duplicado la población a casi 40 millones.
El suministro de agua subterránea es limitado y, si baja el nivel, se incrementa la presencia de numerosos contaminantes naturales, a los que hay que sumarle los contaminantes de la industria agro-láctea, situación que da como resultado que más de 430 sistemas de distribución de agua potable no cumplen con los criterios de salubridad, por ello es que, en esta crisis, las cuencas hidrográficas cobran vital importancia.
“Hay más de un millón de californianos sin acceso al agua potable libre de contaminación por año, y éste es el sucio secreto de California y queremos cambiar eso…” señala la activista Susana de Anda, quien junto a la abogada Laurel Firestone, partiendo de la convicción de que el agua es un derecho y no privilegio, fundaron una de las organizaciones pro-agua limpia más reconocidas del país. En el 2006, en esta ciudad ubicada en el corazón del Valle de San Joaquín, el Centro Comunitario por el Agua (CCPA) comenzó sus actividades.
“Mis niños siempre estaban enfermos del estómago y yo estaba regando afuera; me dio sed y se me hizo fácil ver el agua fresca y tomar esa agua; estuve una semana enferma del estómago, con vómitos” comenta Sandra.
Hoy el país está dividido en dos mundos, pero Estados Unidos es un país próspero, donde durante más de dos siglos se realizaron esfuerzos por la educación y la integración, en un país que también fue llamado “el crisol” y donde la gente está convencida de que son la mejor democracia del mundo, sino la única.
Por ello Trump tiene un electorado fácil y cautivo, compuesto por firmes creyentes, algo común con los países pobres con el dominio de la religión en las grandes mayorías relegadas, por ello es difícil entender y menos aceptar esta denigrante situación de que el país más rico tiene un gran número de pobres.
No podremos entender por qué es así, a menos que repasemos la historia de la política estadounidense, que de hecho es paralela a la historia política de Europa. La generación que se creó en los 80-90 y luego accedió al poder se formó en el neoliberalismo y hoy, dos generaciones después, éstos son sus grandes resultados, y si esto ocurre en Estados Unidos ¿qué podemos esperar en los países latinoamericanos?
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