Dr. Alfredo César Dachary
Hay una clara relación entre los grandes cambios tecnológicos que hoy estamos viviendo como cotidianidad y las profundas transformaciones de la sociedad, pero esto no es una novedad, la revolución industrial fue también social y los cambios sociales se fueron adecuando por aceptación o imposición, pero siguieron.
Por ello no debemos pensar que hoy solamente enfrentamos cambios sociales y tecnológicos como pequeños avances, por oposición, estos cambios terminan generando una verdadera revolución, que le han dado en llamar la cuarta revolución industrial, tomando como punto de partida la primera revolución industrial a comienzos del siglo XIX.
Por ello aprovecharla o dejarla pasar, como otras veces en nuestra historia, nos podría llevar a quedar más atrás de donde nos ubicamos hoy en el contexto de las naciones, ya que todas compiten por reposicionarse en cada uno de estos saltos como es hoy el caso de China e India, Rusia y Brasil, todos estos países son miembros de los BRICS. De allí la importancia de asumir la existencia de estos profundos cambios como ventaja en esta compleja situación mundial.
Históricamente hubo tres revoluciones, las cuales fueron dinamizadas por el desarrollo de nuevas tecnologías aplicadas al desarrollo industrial, desde la primera con la máquina de vapor al motor de gasolina, el diésel, la electricidad en la segunda y la microelectrónica, informática y robótica en la base de la tercera revolución industrial.
Estas tres grandes revoluciones han partido de la redefinición de los procesos productivos lo cual incide en la organización de las empresas y esto se refleja en el proceso de concentración y de ello la consolidación de la globalización como la extensión del sistema a nivel planetario.
Además de estas profundas transformaciones, el impacto de las actividades humanas sobre el planeta ha sido profundo, y su origen y responsabilidad coinciden con la gran asimetría que hay en la tierra, ya que sólo el 18% de la población mundial es responsable de esta huella humana.
La detonación de la primera bomba atómica, en el desierto de Nuevo México el 16 de julio de 1945, marca el principio del Antropoceno y los elementos radiactivos depositados en los sedimentos a raíz de aquella y sucesivas explosiones (una cada 9.6 días hasta 1988) tienen un origen inequívocamente humano, como lo tienen los plásticos que se depositan en los fondos marinos.
“Es difícil sobreestimar la escala y la velocidad del cambio. En el transcurso de una vida, la humanidad se ha convertido en una fuerza geológica de escala planetaria”. El sistema económico, a través de la globalización, es ya el primer factor de cambio del sistema terrestre, que es la suma interactiva de los procesos físicos, químicos, biológicos y humanos.
Hablar hoy de la Cuarta Revolución Industrial es hablar de valor añadido futuro, creación de empleo, efecto tractor, innovación, pero tomando como base la gran limitación de recursos existentes en el planeta y la huella que va dejando el uso masivo e indiscriminado de éstos, no como una externalidad más, sino como una hipoteca al futuro.
De allí que hoy se plantee el desarrollo sustentable como el modelo ideal, algo que no se logra ni en lo mínimo, salvo en la seudo-experiencia de grupos y o que le sirven de furgón de cola a esta masa compleja de actividades que está poniendo en riesgo el futuro de la humanidad, sin lograr más que un efecto demostración social y no de control efectivo.
Mientras ocurre este proceso “por debajo”, pero a veces asumido por el “cambio climático” y otras figuras que realmente ocultan la gravedad no sólo de los hechos sino los verdaderos responsables, tenemos en el otro extremo un salto magistral al futuro y es que la característica distintiva de esta nueva reindustrialización, que hoy se plantea como alternativa, es la digitalización, un puente de dos direcciones que une esa sociedad y tecnología 4.0 y que conecta el mundo físico con el mundo virtual.
Y es que la digitalización afecta y transforma muchos sectores, comenzando por las llamadas smart factories, que están utilizando todas estas nuevas ventajas tecnológicas y por ello logran incorporar la personalización de las características de cada producto para un cliente en el diseño, la configuración, la producción, la operación e incluso en el reciclado de un producto.
Esto va más allá de la fabricación, ya que también está revolucionando la forma en la que entendemos los negocios por lo que hoy las empresas tecnológicas están cambiando diversas actividades. Dos ejemplos claros son la hotelería y la del taxi.
En ambos casos se ha evolucionado hacia lo que se denomina la economía colaborativa, en la que crean comunidades de usuarios y proveedores, cambiando completamente sus sectores, lo cual es muy complejo porque va con las leyes del mercado y, a su vez, contra las leyes del mismo, la libre competencia tiene un límite no esperado “las comunidades de usuarios”, eso no se imaginaba el capitalismo global, ya que se lo consideraría en el viejo modelo como una “competencia desleal” y además son modelos que evaden impuestos.
El término Industria 4.0 fue acuñado por el gobierno alemán para describir la fábrica inteligente, una visión de la fabricación informatizada con todos los procesos interconectados por Internet, es lo que conocemos como Internet industrial de las cosas. Se vaticina que este nuevo concepto de industria sea capaz de impulsar cambios fundamentales al mismo nivel de la primera revolución industrial a vapor, la producción en masa de la segunda y la electrónica y la proliferación de la tecnología de la información ha caracterizado la tercera.
La idea simplificada y realista de esta revolución la da Mark Watson, director asociado para la automatización industrial de IHS, que sostiene, “el desafío para la cuarta revolución industrial es el desarrollo de software y sistemas de análisis que convierten el diluvio de datos producidos por las fábricas inteligentes en información útil y valiosa”.
Pero el término Industria 4.0 conlleva muchos significados, aunque los primeros avances en este ámbito han implicado la incorporación de una mayor flexibilidad e individualización de los procesos de fabricación, y se espera que, junto con las empresas de electrónica y las industrias de alimentos y bebidas, serán pioneras en la adopción de procesos de fabricación flexibles e individualizados.
Sin embargo, el universo de expansión de esta revolución es muy grande y un área estratégica en la que es probable que encuentre una rápida aceptación de este enfoque será la industria automotriz, donde los fabricantes tienen que adaptar sus coches a las necesidades de los clientes individuales.
Este nuevo paradigma 4.0 está marcado por cuatro tendencias muy diferenciadas, como un nuevo estilo de IT, representado por el Big Data, la nube, que le da gran la movilidad y la seguridad; por el Internet de las cosas y de los servicios; por el mundo digital 3D; y por una tecnología que intenta ser sostenible y velar por la escasez de recursos.
La gran ventaja de esta tecnología-proceso es que el mundo virtual se funde con el real para la realización de productos, creando un sistema holístico en el que están integrados todos los procesos: los productos pueden localizarse e identificarse mediante sensores y chips, que permiten conocer su procedencia, su estado actual y su estado objetivo, y cuyo resultado es una red optimizada continuamente y sin fisuras.
Esta revolución tendrá consecuencias reales en nuestras vidas, ya que en primer lugar, afectará no sólo a cómo se hacen las cosas, sino también dónde se fabrican, lo cual llevaría a invertir el proceso de deslocalización, algo que dominó la revolución anterior, pero que ahora, este nuevo modelo obligará a localizar las fábricas cerca de los clientes para responder mejor y más rápido a sus necesidades.
Según un estudio de Boston Consulting Group, en áreas como el transporte, ordenadores y maquinaria industrial, entre el 10% y 30% de lo que Estados Unidos importa de China podría hacerlo en su país, lo que supondría un aumento de sus ingresos entre 20,000 y 55,000 millones de dólares al año.
La cuarta revolución industrial no sólo cambiará los procesos organizativos, las formas de producir, sino que incidirá en una redefinición de los territorios estratégicos a fin de hacer competitivo el proceso. De la desterritorialización a la relocalización, habrá una nueva geografía de la producción y del transporte, lo cual puede tener un impacto muy grande en la globalización.
El segundo gran tema es el empleo, por lo que las fábricas del futuro serán una prueba clara de que, lejos de prescindir de las personas, su importancia será cada vez mayor: en el ámbito creativo del desarrollo de productos, la inteligencia humana sigue siendo imprescindible.
La tercerización de la economía es evidente, como apuntan los datos del Fondo Monetario Internacional, que indican que la cifra de empleados de sectores industriales se ha reducido desde los 62 millones en 2000 a poco más de 45 millones en 2010 y alerta que de no poner freno a esta tendencia la cifra podría llegar a menos de 40 millones en 2030.
Los países que mejor han sobrevivido a esta crisis tienen un importante sector secundario, así de los 10 países más competitivos del mundo, en cinco de ellos el peso del PIB industrial supera el 20% y a nivel mundial, la industria representa el 16% del PIB, el 70% del comercio global y origina más de las tres cuartas partes de la investigación y desarrollo en el ámbito privado.
Ante esta nueva revolución hay expertos que sostienen que los países con planes de crecimiento más ambiciosos estén experimentando un “Renacimiento de la industria”, y el objetivo de todos ellos es conseguir una cuota industrial ligeramente por encima del 20% del PIB.
Muchas expectativas y grandes ilusiones nos plantea este nuevo gran salto, cuyos temas más graves no han sido tocados, cómo influirá esto en la búsqueda de una sociedad menos asimétrica y cómo se logrará frenar o disminuir el impacto sobre los recursos y los ecosistemas del planeta, dos temas que están en la base del éxito o fracaso de cualquier cambio mundial.
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