Fútbol: algo más que un juego

«La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía» Eduardo Galeano.

El fútbol es hoy, en el siglo XXI, un deporte operado y practicado en todos los países del mundo, al igual que el capitalismo, y ¡qué coincidencia! que ambos nacieron de la misma madre, “la rubia Albión”, en la Inglaterra de la revolución industrial y ambos fueron esparcidos por el mundo como una manera de darles una actividad a los trabajadores industriales y, al pueblo en general, los días de descanso.

El deporte servía para canalizar las energías de los trabajadores que se acumulaban como las frustraciones en su vida mecánica en medio de un diálogo entre las máquinas, las obligaciones de la producción y la vigilancia de capataces o jefes que imponían un orden metódico, luego transformado en un modelo de explotación como fue el Taylorismo y luego el Fordismo.

¡Qué casualidad! que los centros de poder económico están en los países que nos colonizaron y hoy nos recolonizan y que los centros del poder del fútbol y todos los deportes también coincidan territorialmente con estos países que algunos les llaman centrales, en oposición a nosotros, los periféricos.

¡Qué casualidad! que las grandes trasnacionales del mundo y los grupos multimedios controlan las grandes operaciones y ganancias de este mundo del fútbol y que tengan por ello controlado a más de la mitad de la población mundial, y en algunas regiones la gran mayoría.

Hoy, en medio de crisis mundial que ha desatado los Estados Unidos en forma de guerra comercial que puede tener otros derivados, en medio de la profunda crisis de refugiados que huyen de las guerras en África, y de grandes crisis alimentarias por el flagelo de la pobreza, el fútbol mundial se impone como la receta del calmante más efectivo, logrando hipnotizar y hasta alterar a millones de aficionados que toman este mundial como un problema personal y de su identidad nacional.

El fútbol fue uno de los deportes impuesto por el nuevo colonialismo implantado por Inglaterra y apoyado por los demás imperios coloniales, al extremo que hoy es tan fuerte su atractivo como negocio y forma de idiotizar a las masas que Estados Unidos ha fomentado e invertido en este gran negocio global, cuyos primeros grandes resultados serán el campeonato mundial del 2026 que se hará en México, Estados Unidos y Canadá, estos últimos dos “novatos” en el fútbol y cuya única magia capaz de lograr imponerlo es operada por grandes inversiones y una constante promoción del mismo.

El fútbol y los demás deportes, incluido los olímpicos, han sido aprovechados por las dictaduras, como el caso del franquismo español, el fascismo criollo que a través del club de fútbol Real Madrid se transformó en un elemento de cohesión, de orgullo nacional y de diferencia política en esa sociedad dominada por la iglesia y el fascismo y la más cruel de las persecuciones, continuando el ejemplo alemán.

Antes la URSS también promovió el fútbol, la Alemania nazi lo hizo y también logró unos juegos olímpicos en pleno auge de la expansión militarista; la Italia de Mussolini también, ya que todos sabían del papel del fútbol como elemento nacional y como adormecedor de conciencias, aunque décadas después esta situación se transformó en el gran vandalismo que generaron los Hooligans ingleses, una mezcla explosiva de pobreza, frustración, alcohol, drogas y falta de esperanzas.

El fútbol es el más popular de los deportes masivos, lográndose ubicar hoy como otra gran imposición colonial junto a la religión y el otro gran instrumento poderoso como el lenguaje, hablamos del inglés, como lengua franca del capitalismo global y todas sus actividades, del comercio al turismo.

Hoy, el mercado mundial de jugadores ha generado una verdadera bolsa de valores donde lo que se vende son seres humanos, con determinadas aptitudes no solo para el juego sino también para la promoción de éste y de las empresas que lo adquieren. Así el nuevo futbolista profesional es el modelo del hombre actual, el modelo en su vestimenta y, con los grandes beneficios que logran, el modelo de vida más deseado, porque integra la fama con el lujo.

Este tráfico de personas moderno, comienza con los niños en las escuelas de fútbol, donde se moldean y emergen los futuros jugadores estrellas de este deporte, que muy jóvenes pasan a integrar el mercado de futbolistas, conocido como el transfermarkt.

Hoy, siguiendo las nuevas tendencias mundiales respecto a la igualdad de género, ha llegado a este deporte hasta ahora dominado por los hombres y así se comienzan a integrar a las ligas femeninas que empiezan a imponerse en un amplio público.

Esto nos recuerda al tenis, que a comienzo de los 70´ del siglo pasado, generó una fuerte disputa por el valor de los premios a tenistas varones que era mucho más elevado que el de las mujeres, una batalla que se ha ido ganando en el largo plazo.

El mundo del fútbol no se limita a los partidos, sino que abarca una amplia  gama o clúster del fútbol, que incluye desde ropa a videos, desde marcas de zapatos deportivos a bolsas, camisetas, maletas y todo lo que podría ser factible de “fichar” en este negocio se transforman en una fuente inagotable de grandes ganancias controladas por grupos que manejan globalmente este deporte-negocio cuyo centro son los medios de comunicación, ya que ellos integran a los patrocinadores con los futbolistas y el público consumidor de todas estas fantasías.

Uno de los espacios más oscuros de este deporte-negocio global es el de las apuestas, generalmente operadas por grupos poco escrupulosos, que han generado grandes dividendos en el mundo del fútbol.

El fútbol, hoy mundial, logra el milagro de unificar a miles de personas en favor de uno u otro equipo, de enfrentar a otros por la misma causa y de ganar mucho a través de las apuestas a partir de negociar las tendencias creadas de potenciales triunfadores y perdedores, la historia de estos negocios fraudulentos es muy larga y destacan entre otros, los del fútbol italiano.

Esto no debe sorprender, desde la FIFA como organismo mundial a las federaciones nacionales las listas de fraudes, de presos y prófugos es muy grande y afecta a una élite de vivales que viven de este deporte popular, transformado en negocio global.

 

Deporte o competencia

El fútbol fue traído generalmente por las grandes compañías inglesas a América y luego al resto del mundo; como deporte fue un excelente integrador de grupos, los cuales alentaban a personas a promover clubes los cuales terminaban alojando al equipo que ellos apoyaban.

Pero esa etapa era incompatible con el capitalismo global y así el fútbol, como toda la sociedad, sufre profundas transformaciones, y los clubes de socios, de amigos y de “hinchas” comienzan a ser reemplazados por los clubes como empresa de accionistas y así todo un esfuerzo de varios generaciones termina en la propiedad de un empresario deportivo, un medio de comunicación, un grupo político o económico, todas formas que fortalecen al deporte como negocio y así desaparece el fútbol como entretenimiento de grandes grupos de amigos para ser remplazado por grupos de presión que “orientan” al aficionado a apoyar el nuevo club, las nuevas mafias cooperativas conocidas en algunos lugares como los “barras bravas”, los Hooligans, entre otros.

El deporte que jugaban los amigos, como los viajes que organizaban los compañeros fueron expresiones sociales de un mundo que pasó, hoy todo es un negocio desde el viaje o las vacaciones futbolistas para un mundial o el ir a ver a un equipo mundialmente famoso, comprar las camisetas, las bufandas, banderines, gorras y demás forman parte del “suvenir” del viaje deportivo, como son los del viaje del turista a cualquier destino, de allí que entre el deporte y el turismo hay grandes similitudes de emergencia, expansión y consolidación en el capitalismo como sistema mundial.

Las grandes cadenas de televisión, amparadas por jugosos contratos logran llegar a todos los hogares, se instalan en todos los bares y similares, y también se ubican en fábricas, centros de negocio y otros lugares donde hay un mercado cautivo de “fans”.

El deporte, como el turismo, como la propia droga logran adormecer todos los problemas por más graves que sean y transformarlos en verdaderos espacios del placer, corto como las visitas a un lugar de viaje, pero efectivo, porque logran hacer olvidar, construyen esa cuota de felicidad de corta vida que, a veces, hasta se disfraza de esperanza.

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