Fútbol o marketing político

“No me digas lo bien que lo haces; dime lo bueno que me hace cuando lo utilizo” Leo Burnett.

 

Hace varios siglos, aún antes de la emergencia de la “modernidad”, Maquiavelo, uno de los grandes pensadores de su época, vigente hasta hoy, sostenía algo que para nosotros es la cotidianidad al decir que “la política es el arte engañar”, del color que uno quiera tomar, la premisa es imposible de evadir, salvo por otro engaño, lo que hoy se conoce como “Fake News”.

En el mundo de la creación de fantasías hay dos temas globales que compiten para estar en primer lugar; por un lado, el turismo consumidor nato de los millones de imaginarios que viven en la mente de diferentes sujetos y que buscan su realización como un pase por corto tiempo al “paraíso”, para luego volver a la realidad.

La otra es el deporte, esa mega industria que integra desde grandes fondos de inversión alojados en clubes o infraestructura a los multimedios que controlan la voluntad del sujeto actual alienado en el mar del consumo y unido al mundo del turismo, como hemos podido ver en este mundial de fútbol de Rusia 2018.

La gran fiesta del deporte logra ocultar la gran tragedia de Europa, los inmigrantes que huyen de sus países por la violencia existen o la miseria insalvable y esto no es una casualidad, los pobres intentan volver a los grandes causantes de su desgracia, los colonizadores que destrozaron pueblos y culturas, ecosistemas y solidaridades y hoy se sienten agredidos por la inmigración.

Putin cambia de escenarios en pocas horas, de la premiación del nuevo rey del fútbol y la fiesta de cierre del Mundial a la Reunión de Helsinski donde se juega el destino de millones de personas en este pérfido ajedrez del poder. Dejar los gritos de los hinchas para seguir con los de Trump, que pese a las bravatas va asumiendo cual es el problema real de la pérdida de hegemonía global y sus consecuencias.

Pero este es el telón de la gran obra que se construye día a día, de ella hemos tomado solo algunos capítulos que muestran lo que realmente se juega en el Mundial de fútbol, que es más que una copa, es un escenario, es un palco para hablar o gesticular y ser replicado planetariamente, puro marketing, que es un alimento deseado por una sociedad con apetencias de cosas consumibles como productos o para alimentar nuevos imaginarios.

En la narrativa del Mundial de fútbol, organizado como un gran parque temático, para mostrar los grandes cambios que en dos décadas logró Rusia luego de la caída de la URSS y el intento de humillarla y postrarla, lo que ha salido mal y hoy es uno de los ángulos del triángulo de poder global, destacan las pequeñas anécdotas que se volvieron historias de vida, páginas de gloria de sus actores y actrices.

Comenzamos por la Presidenta de Croacia, Kolinda Grabar, que orquestó como antesala de una futura elección una campaña mediática excepcional, que la arropó de gloria, aunque la realidad sea otra.

La propaganda comienza porque la Presidenta respeta los fondos públicos y costea con su dinero su estadía en el Mundial, algo difícil de creer, ya que los diarios de oposición en Croacia se preguntan si los siete guardaespaldas que llevó también se pagaron el pasaje y la estadía en Rusia.

Hábil política, antes estuvo envuelta en polémicas por sus políticas contra los refugiados y su amistad con un acusado de corrupción y según la agencia EFE, la primera Presidenta croata defendió en 2015 la construcción de vallas en las fronteras para evitar la entrada ilegal de refugiados. «Creo que en el futuro será necesaria alguna valla u obstáculo físico…» manifestó la mandataria conservadora que se opuso también a las cuotas de reparto de refugiados acordadas en la Unión Europea.

La mujer que lleva las riendas del país balcánico desde febrero de 2015, tras ganar las elecciones con el partido ultra derechista Unión Democrática Croata, también estuvo envuelta en escándalos ya que, en el 2010, cuando era embajadora de Croacia en Estados Unidos, salió a la luz que su esposo, Jakov Kitarovic usaba el vehículo oficial de la embajada para fines privados.

En el 2016, siendo presidenta, causó un escándalo en Croacia cuando se dejó fotografiar con la bandera de los ustachas, los fascistas croatas que se pusieron al servicio de los nazis contra judíos, gitanos, serbios y bosnios musulmanes, conocidos en Sudamérica por alistar junto a los sectores más fascistas en Argentina, Bolivia, Chile y Perú, entre otros.

La Presidenta es también cuestionada por su amistad con Zdravko Mamic, que fue condenado a seis años y medio de prisión por corrupción en un caso de traspasos fraudulentos, aunque permanece en su residencia de Bosnia, desde donde no puede ser extraditado. La prensa local reveló que la mandataria habría recibido donaciones de este hombre durante la campaña presidencial y éste y otros sujetos hoy considerados como genocidas en el conflicto y holocausto balcánico.

En el partido que le dio el pase a cuartos de finales frente a Rusia en Sochi, dieron mucho que hablar un cántico de trasfondo fascista grabado en los vestuarios y un caso de corrupción que salpica nada menos que a su gran estrella, el centrocampista Luka Modric.

El jugador del Real Madrid lleva tiempo involucrado en una trama en la que empieza a mutar de figura secundaria en protagonista. Modric está acusado de falso testimonio en un juicio en su país y podría ser condenado hasta seis años de prisión en caso de ser declarado culpable. La acusación sostiene que Modric mintió en el juicio contra el ex directivo del Dínamo Zagreb, Zdravko Mamic, condenado por malversación de fondos. Citado como testigo, el futbolista declaró en su momento haber pactado una partición de la suma de su traspaso del Dínamo al Tottenham Hotspur, pero después negó esa versión.

Zdravko Mamic y su hermano Zoran ya están en tanto condenados, a seis años y medio y cuatro años y 11 meses de prisión, respectivamente, por cargos de que el grupo liderado por Zdravko malversó unos 17 millones de euros (casi 20 millones de dólares) en el traspaso de varios futbolistas.

En un corto video publicado por el central Dejan Lovren, muestra las celebraciones del equipo y en la grabación se ve a varios jugadores cantando Bojna Cavoglave, un tema de la banda Thompson, célebre por hacer apología del régimen fascista croata de la Ustacha durante la Segunda Guerra Mundial. La canción contiene la frase Za dom spremni (Por la patria, ¡listos!), eslogan de campaña y saludo habitual de la Ustacha, nacida en 1929 como una sociedad secreta y convertida después en un movimiento fascista.

En el otro extremo está el equipo que venció a Croacia y logró así el campeonato mundial del 2018, el equipo francés que llamó la atención de la gente por la presencia de tantos africanos en la selección francesa, siendo éste un país tradicionalmente racista, como lo muestra la negra historia de la colonización en América y África, donde fue mayor.

Para entender la gran inmigración reciente en territorio francés y que es mayoritariamente de personas originarias de países del continente africano, hay que partir de una razón fundamental, el país que menos procesos de descolonización realizó y los que se lograron fueron por guerras con millones de muertos (en Argelia se estima en un millón solamente).

Esto lleva a que, en África, el francés es muy importante y, por ello, la gente huye a la antigua metrópoli. Se habla francés en 32 de los 52 países del continente africano y la presencia militar ha sido constante en los diferentes conflictos de las ex colonias, dirigidas por una nueva generación de políticos de una clara tendencia francófona.

Esta nueva generación de inmigrantes, en medio de una política que pretende limitarlos, fue motivo de crítica por parte de Jean-Marie Le Pen, cara reconocida del Frente Nacional (Partido ultra derechista) y candidata a Presidente, acaparó la atención en un evento público y atacó la «falta de patriotismo» de los futbolistas: «No cantan el himno o no saben la letra. Me parece artificial reclutar jugadores del extranjero y llamarlos Selección de Francia».

En la Segunda Guerra Mundial, la supervivencia del ejército francés estuvo muy ligada a la presencia en sus filas de soldados procedentes de sus colonias, con cerca de 180,000 senegaleses que lucharon y dieron su vida por Francia, además de una multitud de árabes. Los “tirailleurs”, como se conocía a los soldados venidos de todo el África Negra, defendieron al país galo como si de su propia patria se tratase, pero el ejército francés no supo recompensar la labor de estos combatientes.

El 1 de diciembre de 1944, en la localidad senegalesa de Thiaroye, gendarmes franceses dispararon sobre un grupo de tirailleurs, quienes se manifestaban reclamando el pago al ejército galo por su labor en la contienda, y el resultado fue de 35 senegaleses muertos y 34 enviados a prisión.

Por ello, una cosa es el grupo africano en el fútbol y la otra las grandes mayorías de africanos pobres en Francia, que no recibirán el agradecimiento de sus hijos por el triunfo, como fue hace más de medio siglo en la masacre de los tirailleurs en Thiaroye.

Las luces ya se apagaron en los estadios, los turistas regresan, pero el mundo sigue con sus grandes problemas, que este corto carnaval no puede ocultar más; ésta es la otra cara del mundial.

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