[testimonials design=»clean» backgroundcolor=»» textcolor=»» random=»no» class=»» id=»»][testimonial name=»Emma Watson» avatar=»none» image=»» image_border_radius=»» company=» He for She – ONU» link=»» target=»_self»]“Es momento de que veamos a los géneros como un espectro en lugar de dos ideales opuestos”[/testimonial][/testimonials]
Dr. Alfredo César Dachary
La sociedad actual, dominada por el consumo, aunque éste se limite a no más del cuarenta por ciento de la población global – el resto sólo supervivientes –, necesita reciclar sus ideales, modelos y figuras a fin de generar nuevos productos y mantener vigente la oferta de fantasía, sostén general del sistema y su modelo dominante.
Ello incluye transformar permanentemente el perfil de los consumidores, que se realiza por sexo, a veces por género, pero siempre orientado a que la “novedad” impulse nuevos consumos. Hace cuatro décadas los jóvenes estiraban su estado de “felicidad” hasta los treinta años; hoy pasan los cuarenta años, lo cual concuerda con el incremento de la esperanza de vida.
Nueva forma de dividir a la sociedad del consumo, nueva manera de “amansar” al ciudadano, para que cumpliendo con los ritos se mantengan en un espacio “propio” de su tiempo, sienta que está “deteniendo al tiempo” y así expande el universo de felicidad.
En el último cuarto de siglo, el hombre ha pasado a ser un objeto del “deseo” de las marcas, del mercado y, por ende, de sí mismo; así ha logrado igualar en consumo para sí a la mujer que tradicionalmente era la gran consumidora de cosméticos, ropa y otros accesorios que hacen transformar a cada sujeto en lo que él cree debe ser.
Esta revolución puede ser ubicada en diferentes tiempos, nosotros abarcamos la última etapa, lugar donde emerge un término que viene a revolucionar el mundo del consumo, de las opciones de género y, por ello, pasa al gran mundo de la moda.
El término ”metrosexual” fue creado en Inglaterra por Mark Simpson en 1994, y es la consecuencia de la unión de dos conceptos que estaban en plena efervescencia: la metropolización de donde sale el término metro y lo sexual algo que venía cambiando desde la revolución femenina, la de la juventud y la gran transformación de la sociedad en la segunda parte del siglo XX.
El metrosexual es definido también como un “nuevo hombre”, un actor de una época en la que las apariencias dominan la escena y, por ello, es un habitante de la metrópoli, lugar donde la moda domina y, que por lo mismo, él se caracteriza por usar la ropa de última moda, pero sus gustos no terminan allí, ya que el arreglo de su cuerpo es un tema central.
El metrosexual invade los salones de estética, no sólo para arreglarse o pintarse el pelo sino para arreglarse las uñas, cejas y pestañas; así mismo se cuida la piel con tratamientos faciales, cremas y demás aditamentos que sirven para “mejorar” su imagen.
Este modelo pionero del siglo que ya comenzaba no tiene límites para el hombre que lo elige, ya que éste puede ser homosexual, heterosexual o bisexual, no hay “limitantes” ya que al final lo importante de este imaginario asumido es que se «guste» a sí mismo y, por ello, no tiene miedo de hacerlo saber o de manifestarlo de forma evidente.
El metrosexual es un cambio radical, ya que su propuesta integra experiencias que ya han existido durante mucho tiempo pero que en los noventa comienzan a generalizarse en un grupo de personas que formarán la vanguardia de este nuevo modelo de hombre, que asume comportamientos estéticos que antes estaban limitados a las mujeres, pero que lentamente habían permeado los gustos masculinos.
Esta opción viene a cerrar una larga etapa que hacía posible que muchos hombres se sintieran «liberados» de la imagen típica de «macho» que ha caracterizado al varón por siglos, quizás una de las consecuencias más visibles de la revolución femenina, uno de los grandes logros del siglo XX.
Los temas “tabú” caen con el metrosexual, esos que servían de “barrera” a hombres y mujeres, desde interesarse por la moda y los cosméticos, a disfrutar con el rito de “ir de compras”, y hacer un culto nuevo de su imagen corporal, a partir de un rígido control del peso, cutis y piel, asociado esto a los nuevos lugares comunes de ciudadanos y ciudadanas, los SPA, gimnasios, salas de masaje y otros lugares donde el cuerpo es el centro de adoración.
Los metrosexuales, que son heterosexuales, logran explorar su feminidad sin miedo a perder su masculinidad, y sin ser considerados como afeminados, una nueva virtud en el mundo del consumo ya que pueden aconsejar a su mujer en cuanto a moda, pero también disfrutar con su pareja; es un sujeto diferente adecuado al siglo XXI.
El creador del término metrosexual, Mark Simpson, es un periodista inglés que también comparte su brillante carrera con la radio y que ha trabajado la cultura popular y la masculinidad. En 2002 introdujo el término de metrosexual a los Estados Unidos y en la actualidad está popularizando un nuevo término: el “spornosexual”, concepto que viene de la combinación de dos palabras: el deporte y porno, además de lo sexual, una nueva revolución dentro de la masculinidad.
Simpson publicó en The Telegraph un anuncio sobre el nacimiento de un nuevo especimen, el “spornosexual”, que abarca a una nueva generación de hombres que van al gimnasio en el día, ven porno en la noche y se preocupan más por su cuerpo que por su guardarropa, lo que los diferencia de los metrosexuales.
Aquí se da una inversión de papeles ya que mientras que los heterosexuales lucharon por usar lo que, tradicionalmente, se ubicaba como «gay», los homosexuales luchan contra un estereotipo fijo tradicional y no sólo pueden consumir pop y amar a Madonna, sino que pueden ser rockeros y preocuparse por la política, o ser hippies, o geeks, o amar el gym, la cerveza y los deportes.
Para Simpson, que plantea el nuevo modelo, los spornosexuales tratan de parecer sexy de un modo inadecuado u ofensivo, es decir, se visten de manera provocativa, considerada comúnmente como vulgar, de mal gusto. Y es que son hombres que le meten mucho al gimnasio, usan tatuajes y se visten informalmente, son para este periodista “… una versión light de la fusión entre un actor porno y un deportista”.
Los spornosexuales son amantes de las selfies, de quitarse la camisa, los tatuajes, los piercings, barbas abundantes y así poder mostrar sus tatuajes y sus músculos que tantas horas en el gimnasio les han costado y le sigue costando para mantener esa “imagen” Estos nuevos “actores sociales” están increíblemente enamorados de sí mismos, así que utilizan cualquier oportunidad para verse en el espejo y compararse en el mundo de Internet y las redes sociales.
Estos nuevos modelos tienen sus figuras más emblemáticas en los jugadores de futbol como es el caso del mundialmente famoso Cristiano Ronaldo, ya que para ellos el cuerpo es el “capital de trabajo” y la imagen la promoción de éste. ¿Por qué no se hacen metrosexuales, y dónde queda el sexo en lo que plantean? Estos nuevos hombres quieren vestir el sexo, llevarlo esculpido en sus cuerpos, cambian la figura de la moda por la moda de la figura.
Ser famosos por lo que se les exigen como capital físico es el centro de este nuevo modelo, o sea, se pasó de los diseñadores externos al auto diseño del cuerpo guiado por entrenadores, un cambio radical, donde el exhibicionismo crece y se expande como el mecanismo de promoción de esta moda.
Y como sostiene Simpson, el que una persona tenga un interés muy grande en sexualizar su apariencia no necesariamente indica que debamos interpretar su físico como un mero objeto de deseo.
¿Son estos nuevos modelos la vanguardia de un nuevo hombre, o una moda pasajera que cada cierto tiempo rompe los ciclos del mercado que capitaliza el deseo sexual y propone nuevas formas de consumo?
La realidad nos habla de modas, que como todas las vanguardias son el nicho de grupos y no de toda la sociedad, pero se hacen notar en los medios que promocionan al mercado del cuerpo como el gran producto que debe ser consumido por el propio actor social en una especie de canibalismo del deseo.
Las modas pasan pero las ideas quedan, los tatuajes, llegaron para quedarse un largo tiempo y repetir así lo que culturas milenarias usaron como símbolos de diferentes situaciones, pero hoy esto ha cambiado y viene un nuevo modelo más duro de apariencia, pero más hueco en esencia, que es el que analizaremos en la próxima columna.
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