[testimonials design=»clean» backgroundcolor=»» textcolor=»» random=»no» class=»» id=»»][testimonial name=»Anonimo» avatar=»none» image=»» image_border_radius=»» company=»» link=»» target=»_self»]“La naturaleza es una interpretación transitoria que el hombre ha dado a lo que encuentra frente a sí en su vida”[/testimonial][/testimonials]
Dr. Alfredo César Dachary
Del metrosexual de fines de los 90´s al spornosexual de comienzo de la segunda década de este nuevo siglo, hay un tiempo de transformación más radical de la sociedad, la cual deja de tener reservas sobre el lujo y el exhibicionismo y se larga en estos años en una batalla por demostrar, aparentar, justificar y parecer más de lo que se es, en una sociedad donde cada vez más la forma es el fondo.
En medio de este exhibicionismo a veces ridículo, ya sea por los cuerpos tatuados y labrados que muestra el spornosexual o las joyas que lleva el metrosexual, las cuales hacen juego con una ropa de “marca”, adjetivo que significa exclusivo y más caro, aunque se pueda replicar fácilmente, emerge el “hombre del bosque”.
Este “nuevo” tipo de hombre que luce como un leñador, con camisa a cuadros, botas y barba, pero en lugar de un hacha en la mano lleva una mochila en la cual carga su laptop, es el “lumbersexual”, un regreso a la naturaleza salvaje en medio de la selva de cemento de la gran metrópoli.
Es ejecutivo, consultor, profesional u otro espacio de un experto que trabaja para una empresa de última generación, aunque su imagen es todo lo contrario ya que parece recién salido del bosque, porque luce una barba frondosa, usa botas y camisa de leñador.
Este leñador de la ciudad invade las calles de las grandes metrópolis de los países más desarrollados, acallando a quienes proclamaban que el «normcore» había terminado con las tendencias que dominaban la moda masculina. Esta tendencia unisex de la moda se caracteriza por la ropa sin pretensiones.
Esta palabra fue acuñada por K-Hole, una predicción de tendencias grupo, en un informe de octubre 2013 llamado «Modo de Juventud: Un Informe sobre la Libertad», ya que éste la utiliza como una actitud, no un código particular de vestir.
Uno de los primeros en detectarlo fue Tom Puzak, en el sitio GearJunkie.com, especializado en ropa de camping y exploración, al proclamar que «el metrosexual es una especie en extinción y está siendo reemplazada por hombres que prefieren la vida al aire libre o su simulacro, a los hábitos de estética meticulosa».
Geoffrey Bruyere, coautor de “La guía del hombre con estilo, aunque mal afeitado” publicada en Francia por la editorial Pyramyd, observa que «se terminó la era de las siluetas longilíneas casi femeninas, ahora se va hacia cortes más amplios, materias más auténticas, como la franela, los cueros vegetales, la mezclilla bruta».
Este modelo tiene otros signos que ya son distintivos, como los pantalones arremangados para dejar las pantorrillas al desnudo en verano, en invierno parkas canadienses y botas Timberland, además de las tradicionales y gruesas camisas de franela estampada con tartán escocés.
En este modelo de hombre se combina la barba densa con una cabellera engominada, además de tener gustos alternativos en materia cultural, amar la comida casera, con productos orgánicos y presentar una actitud permanente de despreocupación y naturalidad.
A la hora de teatralizar la masculinidad, según la edad, los modelos pueden ser Ryan Gosling o Eric Cantona, pero los lumbersexuales ponen bastante esmero en tener la apariencia de que no les importa demasiado cómo se ven. En Hollywood Joe Manganiello o Vincent Gallo y el australiano Hugh Jackman pueden ser definidos a su manera como lumbersexuales.
La revista Cosmopolitan pregunta a sus lectoras «¿Estás saliendo con un lumbersexual? es hora de que lo sepas, ya que su barba es frondosa y desaliñada, es porque no se miró al espejo en meses. ¿Sabes por qué? Porque no hay espejos en el bosque natural”.
Los hombres que viven el presente pueden optar por alguno de estos modelos, los que viven el futuro ya optaron por un modelo a desarrollar, de un nuevo hombre que reciba de las nuevas tecnologías apoyos para prolongar su vida, esto hoy no puede ser una moda, ya que hasta el momento es una utopía, pero quizás no falte mucho para que se imponga para los que puedan invertir en el “cuerpo” estos nuevos modelos de “ser”.
En el otro extremo del metrosexual y spornosexual hay un grupo de gente, no tan pequeño como se quisiera imaginar de personas que son asexuales, y este grupo aparentemente estaría ubicado entre el 1 al 5 % de la población mundial, son los asexuales, más que un modelo de imagen son un modelo de vida, que han comenzado a ser visibles tanto en lo individual como en grupos.
Este grupo es lo opuesto al modelo del metrosexual y al spornosexual como también al del lumbersexual, ya que el sexo eje de estos modelos, queda fuera del consumo de estos grupos, que está conformado por gente que no están enfermos, ni detrás de su opción sexual hay motivos morales o religiosos, sólo se definen como asexuales y sostienen que no sienten ninguna atracción sexual por otros individuos.
Para Johana, una joven colombiana que trabaja como artista y gestora cultural, la opción tiene bases muy sólidas ya que a la hora de relacionarnos, nuestras opciones son muy limitadas, sólo puedes ser amigo o tener una relación romántica, y si quieres una relación seria, importante y estable debes tener relaciones sexuales.
Defienden también que son diferentes entre ellos porque algunos sienten atracción romántica y otros no; y porque algunos sienten excitación física y otros no, pero en la actualidad este grupo quiere hacerse oír, reclaman el reconocimiento de la sociedad de los derechos de la sexualidad en cualquiera de sus vertientes, también la suya, y por eso han creado un sitio en la red una comunidad virtual que se ha extendido por todo el mundo, para socializar sus planteamientos, que se sintetizan en tres objetivos.
El primero es tener un lugar de encuentro para ellos, donde puedan conocer a más personas y crecer como comunidad; el segundo es tener un espacio de educación para ellos, los que los rodean y para quienes estén interesados; y la tercera es la visibilidad de la comunidad hacia la sociedad. Actualmente en la versión hispanoamericana hay 2,000 personas afiliadas.
Francisca Molero, directora del Instituto de Sexología de Barcelona y vicepresidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, reconoce que este movimiento «en una sociedad tan sexualizada es totalmente transgresor”.
Hay que respetar cualquier elección sexual, pero estas personas han necesitado poner una etiqueta e identificarse como un grupo, pero llama la atención que su condición de asexuales la defiendan como permanente cuando las personas están en constante cambio y evolución.
Luis Álvarez Munárriz, catedrático de Antropología en la Universidad de Murcia señala en su artículo ‘La identidad asexual’, publicado en ‘Gaceta de Antropología’, que «…en nuestro modelo de sociedad neoliberal el respeto por cualquier visión de la sexualidad está garantizada y, en consecuencia, la de los asexuales…”.
Anthony Bogaert, de la Universidad de Brock, Ontario, realizó un estudio publicado en ‘The Journal of Sex Research’ con 18,000 personas que constató que el 1% de los encuestados nunca había sentido atracción sexual por otra persona, y definen la asexualidad como una falta de atracción sexual.
Desde un icono del sexo a un asexual hay un mundo de diferencia, pero es una realidad, que no se puede evadir, y pusimos esta última tipología porque todas las anteriores tenían como común denominador, lo que ésta excluía físicamente, porque sería difícil evaluar sus deseos o fantasías.
Para el antropólogo Maurice Godelier, la sociedad nace de esa amputación que es, al mismo tiempo, liberación del hombre y promoción a un ser corresponsable de su propia existencia social, y como nadie puede fracturar su esencia, la parte rechazada continúa existiendo bajo otras formas en la sociedad, que se construye con energía sustraída a la vida sexual.
Separada de la reproducción de la especie, la sexualidad humana puede revestir todos los sentidos posibles y ser puesta al servicio de la reproducción del orden o del desorden en la especie.
La descarnada hipótesis de este autor busca explicar una verdad empírica: ninguna sociedad carece de un ordenamiento de la vida sexual, y ordenar es limitar. Nuestro nuevo orden aparenta ser lo contrario, por ello da lugar a múltiples interpretaciones que se expresan en tendencias modas o ritos, pero su duración es la de un suspiro al medirlo en la dimensión de la historia.
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