Alfredo César Dachary.
Yuval Noah Harari, como historiador, plantea algo novedoso ya que considera que la historia moderna es un proceso fruto de un pacto entre la ciencia y una “religión” nueva denominada “el humanismo”. Cinco siglos después, en el siglo XXI es probable que esta alianza sea remplazada por nuevos dogmas derivados de las ciencias y el humanismo esté en retirada.
La modernidad es un pacto que todos aceptamos (sin nuestro consentimiento) desde el nacimiento y ella incide en modelar nuestra alimentación, nuestro trabajo, nuestros sueños, donde habitamos, que amamos y como moriremos, o sea, toda la vida.
Este contrato se puede resumir así, por un lado, los humanos estamos de acuerdo en renunciar al sentido a cambio del poder. A cambio de renunciar al poder, los humanos pre modernos creían que la vida ganaba en sentido, ya que el plan cósmico (religión) daba sentido a la vida humana, pero también restringía el poder humano y la felicidad eterna se hallaba en el cielo.
La cultura moderna rechaza el plan cósmico como creencia, ya que la vida no tiene un guión, no hay dramaturgo, ni director, ni producción… ni sentido, pero sí tiene un lema y éste sería: “Así es la vida”, de allí que no estamos limitados por nada, excepto por nuestra propia ignorancia.
El pacto de la modernidad ofrece a los humanos una enorme tentación, unido a una enorme amenaza ya que tenemos delante mismo la omnipotencia casi a nuestro alcance, pero debajo de nosotros se abre el abismo de la nada más absoluta.
A nivel práctico, la vida moderna consiste en una búsqueda constante del poder, en el seno de un universo desprovisto de sentido. La cultura moderna es la más poderosa de la historia y está investigando, inventando, descubriendo y creciendo sin caer, pero está acosada por la mayor angustia existencial que hayan tenido culturas anteriores, sobre el futuro y el fin de la existencia.
Antes de la modernidad, cuando faltaba algo o se repartía o se ofrecía algo en el cielo, por las religiones; pero la modernidad actual se basa en la creencia de que el desarrollo no solo es posible sino necesario, ya que cuando produces más, consumes más, aumentas el nivel de vida y supuestamente gozas una vida más feliz.
Y es que mientras la humanidad se multiplique, el crecimiento económico será necesario simplemente para permanecer donde estamos, y si se deja de crecer ¿qué haría la sociedad con los millones de pobres, más de la mitad de la población de este planeta?
Pero hoy todo se altera, se abandonan las relaciones establecidas, los prejuicios, cambian las estructuras, todo es un caos, para vivir y más para poder gobernarlo, la crisis de gobernabilidad nos habla del fin de ese pacto. El homo sapiens cada vez necesita más, la codicia no tiene límites y las instituciones como las iglesias juegan un papel en convencer de seguir adelante.
El pacto moderno nos prometió un poder sin precedente, pero a qué precio, y es el que estamos pagando ahora. La religión se salvó hasta hoy del colapso y fue gracias a una nueva religión revolucionaria: el humanismo.
Por ello es que el pacto moderno nos ofrece poder a condición que renunciemos a nuestra creencia en un gran plan cósmico que da sentido a la vida, y en éste falta una clausula fundamental que es que no han considerado el incumplimiento del contrato, y ésta ha sido la salvación de la sociedad moderna porque es imposible mantener el orden sin sentido.
Es que el gran proyecto político, artístico, religioso de la modernidad ha encontrado un sentido a la vida y no está originado en un plan cósmico. Los que creen en un dios y su plan cósmico son la mayor amenaza de la humanidad, Estados Unidos y su religión; los musulmanes y la suya; los ingleses y el protestantismo y los japoneses y su religión.
El antídoto contra una existencia sin sentido y sin ley lo proporcionó el humanismo, un credo nuevo que conquistó al mundo en los últimos siglos, porque éste venera la humanidad y remplaza a las religiones monoteístas e invierte el paradigma del plan cósmico universal al sostener que el hombre y sus experiencias dan sentido al gran cosmos.
El primer mandamiento es crear sentido para un mundo sin sentido, o sea, extraer las experiencias humanas para dar sentido universal, por ello para éstos la modernidad no fue perder la fe en Dios, sino adquirir la fe en la humanidad.
En la Europa occidental del siglo XIII, el ciudadano no podía determinar lo que era bueno o malo, bello o feo, siempre lo daba Dios, a través de sus representantes. En los últimos siglos, el humano logra ejercer su libre albedrío sin necesidad de referenciarse a leyes eternas, asume la libertad responsable de pensar como humano.
El humanismo ha promovido la libre competencia entre oficios y profesiones, la base del libre mercado y la educación se pasó de la idea única y obligatoria memorizada a la educación pensada por los alumnos mismos.
El humanismo dice que el humano tiene un único yo interior, que a veces no se escucha o está en cacofonía de voces opuestas, ello lo ha llevado a tener una nueva forma de buscar conocer la verdad, o sea, un nuevo método de conocimiento.
Así se ve la vida como un proceso gradual de cambio interior, que lleva de la ignorancia al esclarecimiento por medio de experiencias, ya que la finalidad superior de la vida humana es desarrollar completamente nuestro conocimiento a través de una gran variedad de experiencias intelectuales, emocionales y físicas.
La concepción humanista de la vida, como una serie de experiencias, se ha convertido en el mito fundacional de numerosas industrias desde el turismo al arte, y un ejemplo son los agentes de viaje y los chefs, que no nos venden boletos de avión ni comidas, sino experiencias.
El humanismo, a medida que crecía y expandía, se dividía en diferentes grupos, todos partían de que la experiencia humana es el origen supremo de la autoridad y del sentido, pero interpreta la experiencia humana de maneras distintas. La primera es la rama ortodoxa, parte de que cada ser humano es un individuo único que posee una voz interior distintiva y una serie de experiencias que nunca se repetirán y es conocida como el humanismo liberal o liberalismo.
El segundo grupo es el humanismo socialista, que parte de que la comprensión liberal de la experiencia humana está equivocada ya que nuestros propios sentimientos son muy egoístas para tomarlos en referencia a la sociedad y más cuando son la expresión de las clases sociales.
El tercer grupo es el humanismo evolutivo que dio lugar a la emergencia del nazismo y que llega a tener un culto a la experiencia de sus pueblos para que no sean sojuzgadas por otros, de allí el racismo y ultranacionalismo, como el desprecio a las experiencias de otros grupos considerados como clases inferiores.
Los liberales valoran tanto la libertad individual porque creen que los humanos tienen libre albedrío. Es el libre albedrío lo que infunde sentido al universo y puesto que ningún desconocido puede saber cómo nos sentimos, no se puede confiar en un “Gran Hermano” que se ocupe de nuestros intereses y deseos.
Atribuir el libre albedrío a los humanos no es un juicio ético: pretende ser una descripción fáctica del mundo, pero la contradicción entre éste y la ciencia ya ha llegado.
En el siglo XVIII, el hombre comienza a abrir la caja negra, y por ello hace responsable al hombre de sus actos, pero desde el siglo XX en adelante, estos criterios comienzan a cambiar, no hay libre albedrío, ni “yo”, solo hay genes, neuronas y hormonas, que obedecen a las mismas leyes físicas y químicas. Así se acaba el determinismo que el hombre actúa por libre albedrío.
Para Harari, hoy el conocimiento científico ha logrado con sus descubrimientos que el determinismo y la aleatoriedad se han repartido todo el pastel y no han dejado ni migajas a la libertad, así libertad al igual que alma se transforman en algo vacío sin sentido.
El libre albedrío es un relato imaginario que los humanos hemos inventado, pero el último clavo al ataúd del humanismo lo pone la teoría de la evolución, ya que ésta no armoniza con almas ni tampoco con libre albedrío. En esta teoría, todos los animales toman decisiones que se reflejan en el código genético, ¿por qué si el hombre es libre debería haber sido diseñado por la evolución?
Esto nos lleva a un segundo paso de la teoría que Hariri y es que, si los organismos carecen de libre albedrío, significa que podemos manipularlos y controlar sus deseos, mediante drogas, ingeniería genética y estimulación directa al cerebro, algo que se probó en los experimentos en robots y se han repetido en humanos y se ha determinado que se puede dar esta manipulación, aniquilar sentimientos, reducir la depresión y otros.
“El lavado de cerebro” ¿dejará de ser una pesadilla de espías y enemigos y se transformará en cotidianidad, del hombre angustiado y limitado al pequeño mundo del consumo?
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