“Si no estás prevenido ante los medios de comunicación, te harán amar al opresor y odiar al oprimido”. Malcolm X.
Alfredo César Dachary.
El arribo de Trump al poder ha sacudido a muchos en el mundo, pero no representa un caso de excepción, sino una tendencia que se viene perfilando primero en Europa, desde Holanda a Polonia, pasando por varios países, y que llegó a su cenit con el Brexit en Gran Bretaña y pocos meses después fue ratificado en Estados Unidos con el triunfo del más radical de los republicanos.
La primera pregunta es si se puede asimilar esta nueva derecha con el fascismo, para evitar la simplificación de “que la historia se repite”, pero sabemos que no es así, ya que la nueva derecha del siglo XXI se mueve en el espacio intermedio entre la derecha clásica y fascismo.
Para Josep Ramoneda esto no significa que no haya espacios de proximidad entre la extrema derecha y el fascismo, sobre todo por lo que hace a la exaltación nacional, la defensa de una identidad excluyente conceptualmente cercana a la idea de raza y a la identificación pueblo – patria es compartida. Así, la derecha democrática se mueve actualmente entre los parámetros del llamado neoliberalismo económico y el conservadurismo social.
Pero esto no es algo emergente de la “nada”, es muy similar a las grandes crisis que se comienzan a perfilar años o décadas anteriores, y en este caso no podemos sino partir de los ochenta, cuando dos hechos aparentemente opuestos eclosionan: la emergencia del neoliberalismo, como una salida a la crisis que se venía dando en el capitalismo industrial de los setenta y, en el otro extremo, la caída primero del muro y luego de la URSS.
Así se sientan las bases de lo que tres décadas después es la nueva derecha, que emerge de entre los restos de las emergentes clases medias que había generado el estado del bienestar en Europa Atlántica, el American Way Life (AWL) en Estados Unidos y el mal llamado populismo en ciertos países de América Latina.
El proceso de desmantelamiento de la sociedad y el Estado para dejar a las personas indefensas frente al poder omnipotente de los grandes corporativos mundiales se daba a la par que el consumismo, como expresión de una “sociedad feliz” que avanzaba y socializaba el lujo a través de mundanizar los estilos en un mundo de marcas que eran los íconos del consumista de la clase media.
Pero el mundo feliz duró poco y, así con el nuevo siglo, una nueva gran crisis se encargó de terminar con esas esperanzas utópicas que creían que las clases medias eran algo “natural” y que les había tocado en suerte vivir en ella, hasta que el mundo del crédito y las hipotecas, frente a la crisis hace emerger el rostro real del sistema.
Así emerge el fantasma que se creía muerto, el del desempleo, la inestabilidad y la carencia de protección social, la pesadilla que nunca quisieron entender las clases medias que creían que habían salvado su destino en este sitio que no es fijo sino temporal.
Al romperse la magia del “equilibrio natural”, emerge el paisaje tal como es rodeado de otros actores que hace mucho conviven en el barrio: negros, latinos, asiáticos, árabes y otros más, sujetos que habían logrado también un cierto posicionamiento en ese estado que se autodenominaba en la época de gloria la sociedad multicultural y multirracial.
El más cercano es la amenaza para competir por puestos de trabajo y lugares en la sociedad, por ello estalla la ira ante los inmigrantes, algo que no es nuevo, pero por distintas circunstancias se ha dado en diferentes tiempos con resultados siempre catastróficos.
La Europa “civilizada” se enfrentaba a sus propios demonios y así regresa una nueva derecha dura, anti-inmigrante, nacionalista y retardataria en todas sus dimensiones, una nueva fe que pretende hacer lo imposible: “regresar la rueda de la historia”.
La misma tragedia ya se venía perfilando en Estados Unidos y en parte en Canadá; el AWL ya estaba herido de muerte a fines de los setenta pero se mimetizó con los empleos bajos de los servicios frente al proceso de desterritorialización de las industrias, y sobrevivió entre las esperanzas, el crédito y las estampillas para alimentos, era un verdadero collage de fantasías, resentimientos y esperanzas, una especie de peregrinación al cielo, que al final no obtuvo los boletos para seguir el camino.
Esta nueva derecha es el modelo perfecto, para un tiempo difícil, porque se basa en los pobres, las clases medias desheredadas del estado del bienestar, los profesionales sin trabajo, que terminan aliados al poder, ya que eso nunca se cuestiona, aunque su bandera aparece como contestataria, con un discurso contra las élites del poder, una propuesta ideológica que convence a las masas sin destino a emprender un camino que pronto sabrán que va a ningún lado diferente al que siempre se dirige, a profundizar la asimetría social, base de la lógica del sistema.
Para comprender lo que plantea Marine Le Penn y sus compañeros de ruta de Holanda, Hungría, Polonia y otros países más, camino a esta transformación, anexamos a continuación una breve síntesis de lo que plantea el Frente Nacional de Le Pen, y nos permite descubrir que Trump es uno más de esta nueva tragicomedia de un sistema que no encuentra manera para sobrevivir sino es a través del empobrecimiento cada vez más fuerte de grandes grupos mundiales, hoy acelerado por la pérdida masiva de empleos a través de la robotización.
Estas son algunas de sus propuestas de Marine Le Pen del Frente Nacional:
– Subir el presupuesto militar a un 2%.
– Funcionarios patriotas. Es decir, sólo franceses.
– Reducir la inmigración de 200,000 a 10,000 al año.
– Eliminación de la reunificación familiar.
– Reducción del otorgamiento de asilo.
– Cierre de las fronteras. Salida del Acuerdo Schengen.
– Expulsión sistemática de cualquier ilegal (especialmente musulmanes).
-Todo refugiado debe ser devuelto a sus países de origen.
– Abandonar la Unión Europea (UE) y el Euro.
– Prohibir constitucionalmente el comunismo.
– Nuevas prisiones, para un total de 40,000 nuevos presidarios.
– Reinstaurar la pena de muerte.
– Reinstaurar la cadena perpetua no reversible.
– Abandonar el libre comercio en la UE e instaurar los derechos de aduana.
– Endurecimiento de las penas.
– Militarización de la policía nacional.
– Eliminación del carnet de conducir por puntos y sanciones por el Código Penal.
– Incrementar las pensiones de los veteranos de guerra.
– Vivienda social sólo para los franceses.
– Prohibición del aborto.
– “La familia debe basarse exclusivamente en la unión de un hombre y una mujer”, por lo que las adopciones serían solo para heterosexuales.
– Hacer de la Constitución Francesa la Ley Suprema, incluso por encima de los Tratados Internacionales.
– Prohibición de la ‘discriminación positiva’.
– Sanidad sólo para franceses.
– Eliminación del derecho de sanidad pública para los ‘defraudadores’.
-Expulsar a los islamistas radicales.
-Prohibir las mezquitas o centros de adoctrinamiento.
¿Será que logre llegar al poder Marine Le Pen? y de ser así nos parecerá que Trump es una copia light de esta francesa, que está generando un movimiento europeo de emergencia de la nueva derecha.
Pero esto ya se ha puesto en práctica, como es el caso de Holanda, donde la alianza de los socialdemócratas y los liberales, llevó a los holandeses a comprobar lo que significaba todas estas promesas, solo más recortes, menos derechos y más obligaciones.
Por ello se subió la edad de jubilación, aumentó a los 67 años y las becas para estudiantes se sustituyeron gradualmente por becas-préstamos, que actualmente dejan a los jóvenes con deudas de miles de euros, luego se flexibilizó el mercado laboral y las partidas para servicios sociales se redujeron, era la enfermedad terminal del estado del bienestar, uno de los más sólidos de Europa.
En los ochenta fueron Margaret Thatcher y Ronald Reagan quienes iniciaron el retroceso de los derechos sociales y humanos, hoy en una nueva etapa el camino continua construyéndose en detrimento de las grandes mayorías, ¿hasta cuándo?
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