“El hombre es un experimento; el tiempo demostrará si valía la pena”. Mark Twain.
Alfredo César Dachary.
¿Por qué luego de un siglo de luchas, se llega a regular el trabajo, el tiempo del descanso, las vacaciones, los permisos y demás temas de las relaciones laborales, y en sólo medio siglo de ejercicio de estos derechos, los mismos se comienzan a disolver?
En las últimas dos décadas, la desindustrialización, la deslocalización, la robotización y la pérdida de empleos a nivel mundial, en el marco de un nuevo modelo del capitalismo liderado por el neoliberalismo, han hecho posible este retroceso, único en la historia del hombre y que rompe con la idea del progreso constante y sostenido.
Porque no tenemos más tiempo privado ya que lo hemos integrado con el público y con el de trabajo a través de los nuevos sistemas de comunicación desde el celular a la tableta, desde la computadora de escritorio a la notebook, que nos han introducido en una nueva dinámica, de consumo que abarca todo el día.
El hombre logró hacer triunfar sus derechos, luego le vendieron el paraíso del estado del bienestar y hoy, explotado y desilusionado se hunde en los recovecos de esta masa sin forma y sin límites, desde la nube a la realidad virtual, pasando por el mundo mágico de los juegos, en busca de lo que no puede hallar.
El hombre se liberó a través de las luchas sociales, pero hoy reniega de esos derechos ante la realidad de que necesita cada día más dinero si quiere seguir en el mundo del consumo, única estratificación social real, por ello volvió a la autoexplotación, que incluye la pérdida sistemática de esperanzas, porque el proceso no tiene límites.
Porque se realizan las ventas nocturnas cuando los empleados de las grandes tiendas no saben si es de día o de noche ya que viven bajo una luz artificial que les permite, ser exprimidos al máximo, manteniendo siempre una sonrisa ante los compradores; porque la noche es tiempo libre, tiempo aprovechable para el consumo.
Porque hay empleos que se realizan en otro lado del mundo para aprovechar la luz de ese lugar, que les permite operar como si estuvieran en el lugar al cual dirigen sus operaciones, como son las torres de control aéreo, y los técnicos en informática, que aprovechan tiempos libres en su lugar de residencia para operar en tiempos laborales en otros husos horarios.
Por ello no es novedad que en el mundo “desarrollado” han estado funcionando durante las últimas décadas bajo el sistema de 24 horas los siete días de la semana, lo cual permite el desarrollo ininterrumpido del mercado, del consumo como de la especulación.
Algunos de estos puestos son operados por humanos otros por robots, que no requieren descanso, son la meta del sistema producción continua, consumo permanente, un tiempo que a comienzos del siglo pasado Lukács definía como el tiempo vacío y homogéneo de la modernidad, ese del hombre máquina que Chaplin imitó en Tiempos Modernos, un clásico del celuloide.
Por ello es que la enorme porción de nuestra vida que pasamos durmiendo, liberados de una ciénaga de necesidades simuladas, subsiste como una de las grandes afrentas humanas a la voracidad del capitalismo contemporáneo, se trata de una interrupción sin concesiones al robo del tiempo que sufrimos por parte del sistema.
Y es que la mayoría de las necesidades de la vida humana, hambre, sed, deseo sexual o amistad se han reformulado como formas mercantilizadas o deificadas a través de los mundos de fantasía que nos fabrican los medios y que vienen a completar los deseos generados por imaginarios.
Dada la magnitud de lo que está en juego en el tiempo de sueño a nivel de la productividad mundial, no es casual que éste se ha ido erosionando, ya que en la actualidad un adulto promedio en Estados Unidos, duerme por la noche aproximadamente seis horas y media, que es menor a lo de la generación anterior que era de ocho horas y mucho más que la de comienzo del siglo XX, que era de diez horas.
En la mitad del siglo XVII el sueño pierde su posición estable que venía desde las concepciones aristotélicas a las de la época, y a partir de esto se comenzó a identificar su incompatibilidad con las nociones modernas de productividad y racionalidad.
En el siglo XIX, a raíz de la sobre explotación de la gente que trabaja hasta veinte horas en las máquinas y muchas veces hasta perecían victimas del sueño y el agotamiento, se trabajó sobre el tema y Anson Rabinbach, proponía breves descansos en el largo tiempo de trabajo para que los trabajadores fueran más eficaces.
Hoy, los investigadores han demostrado que muchas personas se despiertan durante la noche para checar mensajes de sus máquinas, un fenómeno creciente, que asimila el comportamiento a ciertas máquinas que controlan procesos y que en tiempos de bajo trabajo, la noche, controlan esas máquinas que operan en un estado que se define como modo reposo, ya que ante cualquier cambio reaccionan, un comportamiento similar al del hombre que ante cambios reacciona y busca en su equipo respuestas.
Hay quienes vienen planteando, desde el siglo XIX, sistemas para iluminar la noche y hacer siempre un día, lo cual es rechazado por muchos científicos especialmente los que estudian diferentes formas de vida por sus consecuencias.
Wolfgang Schivelbusch en su historia de la tecnología de la iluminación, muestra como a partir de 1880, año en que se iluminó París y tomó el nombre de “ciudad luz”, las luces en los espacios públicos cumplían con dos objetivos interrelacionados: el primero era el de reducir la ansiedad ante la oscuridad y sus peligros y, por el otro, permitir el desarrollo de actividades en la noche como eran las vinculadas al ocio, en esa época, luego a la producción.
Así este nuevo planteamiento de 24/7 logra socavar y alterar la diferencia natural entre el día y la noche y entre la acción y el reposo, lo cual lleva a una re- imaginación del mundo moderno adecuado a un capitalismo insaciable.
El gorrión de corona blanca realiza el ciclo de migración que con la llegada del otoño vuela desde Alaska al norte de México, miles de kilómetros, algo que se hace más efectivo debido a que este pájaro puede pasar hasta siete días sin dormir, volar de noche y comer de día sin descansar. Este fenómeno natural ha sido estudiado por diferentes centros de investigación con fondos del Departamento de Defensa de Estados Unidos, con el objeto de poder encontrar un conocimiento posible de aplicar a los seres humanos.
La meta era doble, lograr que la gente no durmiera que no pierda la atención y pudiera seguir operado de manera productiva pero eficiente. Esto pasó a la DARPA, que es en español la División de Investigaciones Avanzadas del Pentágono, la cual orientó la investigación para poder lograr un soldado que pueda estar mucho tiempo despierto y atento en un escenario de conflicto.
Los medios que se usaron anteriormente lograban producir insomnio pero con déficit cognoscitivo, una disminución del estado de alerta, luego vino la droga Provigil, pero ésta era una de las estrategias orientadas a reducir la necesidad corporal de dormir.
El problema es doble ya que la historia nos ha demostrado que las grandes innovaciones logradas para la guerra, luego pasan a la vida social, así el súper soldado insomne, puede ser el precursor del trabajador insomne o el consumidor imparable.
En la última década del siglo XX, un consorcio ruso europeo tenía planes para lanzar una serie de satélites sincronizados con el sol para reflejar su luz, que al comienzo era para zonas de largas noches como Siberia, lo cual las haría más amigables con el hombre y, a la vez, permitirá explotar más los grandes recursos existentes. Luego se pensó en ampliar el servicio e iluminar ciudades, ahorrando grandes costos de energía eléctrica, pero el proyecto fue cuestionado por ecologistas y científicos por sus consecuencias sobre el hombre y la naturaleza.
La anulación del sueño forma parte de las torturas que se aplicaron en el “primer plan de interrogatorio especial”, autorizado por Donald Rumsfeld, luego del atentado del 11-S.
Una vez más nos han hecho creer que la amenaza es la naturaleza o el mundo, cuando el problema central es la destrucción del hombre, hoy “amansado” por los medios, mañana robotizado por la tecnología y en un futuro no muy lejano remplazado… ¿será una nueva obra de los dioses o la última del hombre pretendiéndose erigir en un dios?
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