La sociedad hiper-informada pero manipulada

“¿La gente está loca? No, está manipulada” José Luis Sampedro.

                                 

La sociedad occidental, que es en la que vivimos y nuestro referente ante la incapacidad de tener una visión universal debido a que nuestras ciencias, comenzado por las sociales que se formaron en occidente a partir del siglo XV, rechazando todas las experiencias y ciencias del Oriente y sus diferentes culturas y las propias de América consideradas como “inferiores” y que desgraciadamente se siguen viendo así, se ha ido transformando acorde a los cambios que se van dando en lo político, social y económico.

 O sea, que las lógicas productivas del sistema han cambiado en el curso de la historia y han llevado a la sociedad y al sistema político a armonizarse con éstas para poder ejercer el poder y controlar la reproducción del sistema.

Como consecuencia de este camino ya pasó la época en que la producción industrial y la producción cultural remitían a universos separados e irreconciliables, mundos propios con su propia lógica y normas.

Pero los cambios han ido borrando estos resabios de la visión del pasado y actualmente los sistemas de producción, de distribución y consumo están impregnados y remodelados por operaciones de naturaleza fundamentalmente estética.

Esto es posible porque la sociedad pasó a tener un nuevo referente, el consumo, una nueva meta que sintetizaba los nuevos imaginarios de las personas y las referencias de la sociedad que juzgaba a las mismas según su nivel de consumo, fruto del efecto demostración. Con esto se aparenta una mayor igualdad, que es plenamente circunstancial y auto asimilada por los actores en busca permanente de una mayor movilidad social.

El estilo, la belleza, la modalidad de los gustos y las sensibilidades se imponen cada día más como imperativos estratégicos de las marcas, ropaje de las mercancías que le daban una identidad social a las cosas más allá de su uso.

Por ello, lo que define al capitalismo del hiperconsumo es un modo de producción estético, un capitalismo intensivo que se alimenta de un consumo sin límites y que obliga al sujeto a una verdadera auto-explotación para poder mantener un nivel de consumo que lo ubique en un mejor nivel social.

Así para Gilles Lipovetsky, el que mejor visualiza esta nueva sociedad, donde las industrias del consumo, el diseño de la moda, la publicidad, la decoración, el cine y el mundo del espectáculo crean en masa productos cargados de seducción, promueven afectos y sensibilidades, organizan un universo estético proliferante y heterogéneo mediante el eclecticismo de estilos que se despliegan en él.

En esta nueva sociedad – economía vivimos en un mundo caracterizado por la abundancia de estilos, diseños, de imágenes, de historias, de paisajismo, de espectáculos, música, productos cosméticos, sitios turísticos, museos y exposiciones, que nos recuerdan a los orígenes de este tiempo que fueron perfectamente definidos y predicho por Guy Debord en “La sociedad del espectáculo”.

Él planteaba que el espectáculo se presenta al mismo tiempo como una sociedad misma, como una parte de ésta y como un instrumento de unificación, en tanto parte de la sociedad es expresamente el sector que concentra todas las miradas y todas las conciencias, y por estar separado puede generar una falsa conciencia, que sirve para crear una unificación que no es otra que el lenguaje oficial de la separación generalizada.

Es que el espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas, mediatizadas a través de imágenes. Así el espectáculo entendido en su totalidad es a la vez resultado y proyecto del modo de producción existente, por ello es la médula del irrealismo de la sociedad real.

Este nuevo ciclo está caracterizado por una relativa diferenciación de las esferas económicas y estéticas, por la desregularización de las distinciones entre lo económico y lo estético, la industria y el estilo, la moda y el arte, el pasatiempo y la cultura, lo comercial y lo creativo, la cultura de masas y la alta cultura.

Es que en las economías de la hipermodernidad estas esferas se hibridizan y se mezclan, creando una paradoja, que cuando más se impone la exigencia de racionalidad calculada del sistema, más concede éste una importancia de primer orden a las dimensiones creativas, intuitivas y emocionales.

         Esto promueve la arquitectura – espectáculo, rediseña museos, aeropuertos, islas artificiales, galerías, hoteles, bares y restaurantes con objetos corrientes, que la belleza los transforma en objeto de colección, que pueden tener una vida corta como los objetos de la moda, ya que se deben superar, reponer y cambiar en un mundo sediento de consumo, realidades y sueños, meta final del nuevo ciudadano del post-capitalismo.

Así se generan dos grandes eventos, por un lado, la burbuja que logró crecer hasta reventar con la especulación inmobiliaria y, por el otro, está el boom estético por obra y gracia del capitalismo del hiperconsumo.

Este nuevo estado de la sociedad y la economía comercial neoliberal se le denomina capitalismo artístico o capitalismo creativo o trans-estético. Así el mundo informatizado logra cubrir todos los espacios de la información y manipulación de manera que todo nos parezca como natural, aunque en realidad sean formas nuevas de opresión.

En 1932, Aldous Huxley escribió “Un Mundo feliz”, una sociedad tecnológicamente “perfecta”, con cultivos humanos, falta del libre albedrío y la droga

Soma para todos que curaba la melancolía, una ciencia ficción que hoy comienza a ser realidad.

En el 2017, Eli Pariser publica “El filtro burbuja”, que nos lleva a ver “Como la red decide lo que leemos y lo que pensamos”.

El libro arranca con el 4 de diciembre del 2009, momento en que Google cambia su algoritmo de búsqueda: “Búsquedas personalizadas para todos” y así el gran buscador se convirtió en millones de buscadores distintos y allí empezamos a encontrar lo que somos, según los datos que Google conoce de nosotros.

Con los ajustes del filtro burbuja comienza a configurarse un mecanismo sencillo ya que si se busca algo la próxima vez dará de lo mismo, los gustos y rutinas se replican como tu esquema de vida en la web, desde periódicos, libros y viajes.

Los contenidos así adaptados en Google, pero también se dan en Facebook, Apple, Amazon y Netflix u otros, y te permiten llegar a tener “un mundo feliz”.

 Jeff Bezos fue el pionero, ya que pensaba en la venta de libros al estilo antiguo, la misma librería y el librero que sabía los gustos y le daba las novedades, acorde a los mismos.

Otro ejemplo de sociedad controlada desde el poder al hogar es el de la empresa Acxiom, que era casi desconocida, pero controla el 96% de los hogares de Estados Unidos y había logrado sumar 700 millones de personas en el mundo.

Esta empresa en el 11-S jugó un papel fundamental, ya que mostraron tener más información de los terroristas que el propio FBI y es que Acxiom vende bases de datos a los mejores vendedores del mundo.

         Otro ejemplo nos lo da Facebook, que el 24 de mayo de 2007, en la primera conferencia mundial auspiciada por Facebook, Mark Zuckerberg lanzó una idea: el grafo social, que es el conjunto de relaciones de cada persona.

El primitivo Facebook mostraba todo, pero llegó a un volumen incontrolable, por ello se creó un algoritmo basado en afinidad, actualización y tiempo, y en el 2017 (diez años después) Facebook llegó a los 2,000 millones de usuarios.

Ya instalados en el poder, los grandes multimedios avanzan sobre los actores sociales, ya que en los medios todos confiamos, y hacemos mal, y creemos que son el alma de la democracia, aunque hoy ésta esté muy alterada.

La desigualdad está correlacionada con la des-virtualización de la democracia, y los medios de comunicación, pero éstos han hecho muy poco por contrarrestar esa tendencia a la concentración de la riqueza, así es como el sector mayoritario de la sociedad, los pobres, tienen menos información, no participan en votaciones, sienten que no son escuchados, entonces su participación en las redes es solo de presencia y no incidencia, ya que el gran tráfico en las Redes Sociales no modifica esto, lo profundiza.

La comunicación en redes sociales como Facebook o Twitter es muy amplia, pero aporta poco a la democracia y más a la antidemocracia con el uso ilimitado de bad bots. Esto ha llevado a que el auge del control de los grandes medios ha reducido el impacto positivo de Internet. Es evidente que la sociedad actual es la más informada y más comunicada, pero menos entendida y comprometida con cambios necesarios para fortalecer la desvencijada democracia, que podría volvernos a un mundo feliz donde el poder de la sociedad y la fuerza era de un Estado eternizado en el mismo.

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