“Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”. Albert Einstein.
Alfredo César Dachary.
Las noticias nos han generado una gran nube negra que oculta todo el panorama y nos hace entrar a un círculo vicioso de contestar, enfrentar y justificar todo lo que sea para defender al país.
La difícil situación que ha colocado a México el nuevo gobierno de Estados Unidos es complicada y fuerte para todos los mexicanos, estén o no directamente agredidos, salvo un grupo menor encabezado por el Canciller que cree que hay aún importantes espacios de negociación.
No hay duda que el país se siente y fue agredido, al gobierno este hecho lo afecta más que al resto de la sociedad porque había puesto todas sus esperanzas como país en una alianza con América del Norte encabezada por Estados Unidos, las autoridades del primer nivel del estado se sienten traicionadas por los hechos, que demás está repetirlos, porque no se gana nada con esto.
No a todos ha sorprendido. La crisis del 2008 y sus grandes consecuencias ya hablaban de una pérdida de dinamismo del modelo hegemónico mundial; en Davos se presentó el esquema de la vergüenza: 8 personas controlan la mayor riqueza del planeta y según OXFAM la pobreza no puede ser derrotada por un modelo que privilegia la ganancia sobre la vida.
El TLC está cuestionado y amenazado, y es allí donde se ve la gran falla de las élites mexicanas que encabezó Salinas de Gortari, donde lo que se negoció es el movimiento de mercancías y no de personas. Obama, que es la última expresión del neoliberalismo disfrazado de progreso, estaba implementando un nuevo nivel a través del TISA (Acuerdo sobre el Comercio de Servicios), que es la liberalización de los servicios.
Esto llevaría a que la educación en todos los niveles, la salud, el control de los servicios básicos: agua, energía y transporte, combustibles y demás también se privatizarían, así como cierto nivel de la seguridad, ejércitos privados, como es el caso de Blackwater, el mayor ejército privado del mundo.
El modelo maquilador, no hace falta tomar un curso de economía para saber que es un modelo débil, que no genera grandes beneficios en la sociedad y viene porque hay mano de obra barata y normas muy fáciles de saltar para incrementar los grandes beneficios. Por ello las maquilas van a la periferia, para reducir el valor de los productos y poder competir en el mundo desarrollado con mayores posibilidades.
Por ello hay que dividir el tema del conflicto con Estados Unidos en dos partes claramente integradas, pero reconocidas como independientes.
Por un lado, el libre tráfico de mercancías, que generó el TLC, que Trump aduce ha beneficiado a México en el orden de los 60,000 millones de dólares, sin que se tome en consideración dos temas centrales: el deterioro del capital natural por las externalidades de la industria y la sobre ganancia de las empresas por pagar salarios muy por debajo de la media de Estados Unidos, motivo principal de las maquiladoras, además de estar ubicadas muy cercanas a la frontera terrestre y eso implica bajos costos de la logística del transporte.
Las estadísticas de Estados Unidos revelan que entre 1985 y 1993, previo al TLC, la balanza comercial de esa nación nunca había mostrado un déficit con México superior a los $6,000 millones de dólares, pero en 1995 registró un déficit por $15,800 millones de dólares, y a partir de ese año mantuvo una tendencia creciente, de tal forma que sólo entre enero y noviembre en el 2016 el saldo negativo ya ascendía a $58,799 millones de dólares.
Sin embargo, el mayor déficit comercial de Estados Unidos lo tiene con China, pues en los primeros 11 meses del 2016 ascendía a $319,300 millones dólares, más de cinco veces el desbalance que tiene con México.
Pero el tema de fondo que realmente atraviesa el alma del pueblo mexicano es lo referente a la migración y un tema que ha tenido un lugar especial en esta relación bilateral, pero que ahora se ha transformado en un hecho delictivo, o sea, se ha redefinido el fenómeno como un acto delincuencial.
Esto no es nuevo, viene siendo una constante cada vez más fuerte, la deportación de mexicanos e inmigrantes ilegales, siendo la presidencia de Obama la que más mexicanos expulsó del país, cercano a los 3 millones.
El tema es agraviante, porque durante los momentos más difíciles de Estados Unidos, los inmigrantes colaboraron en desarrollar la costa oeste, hoy una de las zonas más ricas del país, que incluye a California la economía N° 8 en el mundo.
El TLC generó un problema que se podría definir como un crecimiento desigual y combinado ya que, por un lado, logró frenar el desarrollo agropecuario del país, y luego hacerlo retroceder generando una profunda dependencia alimentaria de Estados Unidos, al extremo que el grano básico de esta cultura, el maíz, se importa masivamente.
Por el otro, ante la falta de perspectiva, la población rural migra hacia Estados Unidos y son ellos los que siembran y cosechan gran parte de lo que ese país exporta en alimentos frescos a México: un negocio redondo y allí se diluyen gran parte de los 60,000 millones que aduce Trump ganó México a costa de Estados Unidos, así como el país del norte gana a costa de la importación de fuerza de trabajo calificada para el sector rural, sin haber invertido un promedio de veinte años de alimentación y formación.
La migración es una exportación de capital humano calificado, por la cual no se paga nada, es ganancia total para el país a donde llegan, y de esto está lleno el mundo de ejemplos de Australia a Estados Unidos, América del Sur y hoy la misma Europa, que además tiene una población envejecida, con nueva fuerza de trabajo y que a su vez se reproduzcan para buscar un mayor equilibrio de estas sociedades. Hoy Japón, uno de los países más cerrados, enfrenta esta disyuntiva, que no la podrá salvar solo con robots.
La salida de México a un desarrollo más equilibrado, no es un tema nuevo. En la década de los 70’, Armando Labra sostenía que los dos problemas básicos de la economía mexicana en esa década eran el desempleo y la aguda concentración del ingreso; ambos se agravan con el estancamiento relativo de la producción agropecuaria, 1% anual, porque la insuficiencia de alimentos implica presiones sobre los precios, desplazamiento de mano de obra no calificada a las urbes, mayores utilidades especulativas a niveles de intermediación que no revierten productivamente a la economía, reducción del nivel real de salarios y desequilibrio externo por la necesidad de importar el deficiente de producción. Es obvia la necesidad de racionalizar la inversión pública en el campo mediante organización de la producción, la única alternativa viable es la intervención estatal directa en la producción agropecuaria.
Cuatro décadas después, México es hoy el segundo país más desigual de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), después de Chile. El ingreso de 10% de la población más rica es 20 veces superior al obtenido por la décima parte del estrato de menos recursos, una relación que duplica al promedio de las naciones que forman parte del organismo, que es de 10 a uno, de acuerdo con un reporte publicado recientemente.
La décima parte de población más rica en México percibe 36% del ingreso nacional, mientras el 10% más pobre sólo capta 1.7% del ingreso generado por el país cada año, indicó el reporte de la OCDE “Desigualdad de ingresos y pobreza”, que analiza la situación en las 35 naciones que integran el organismo.
Hoy el gobierno llama a la unidad del pueblo de México y la respuesta ha sido muy positiva, pero es coyuntural para responder a los ataques no para transformar esta amarga situación en un nuevo de desarrollo que le permita una mayor autonomía al país a la vez que reduzca la brutal desigualdad que hoy existe y que se refleja en un estado de guerra interior, que en Colombia lleva siete décadas y aún no ha concluido.
Todas las situaciones extremas nos llevan al abismo o nos abren la posibilidad de una oportunidad; México tiene el capital social, cultural, la riqueza en biodiversidad y la gran población existente, además de los saberes tradicionales y demás elementos de una sociedad compleja y multidiversa, que sería una sólida base para esta sociedad. Esperemos que el Estado intente una nueva salida, no a contramano de la historia, que hoy pone en duda la globalización y el libre comercio, sino a partir de los intereses reales de los casi 120 millones de mexicanos que viven en el país más los 30 que hay en Estados Unidos, que harían 150 millones, el segundo mercado interior más poderoso de Latinoamérica y el Caribe.
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