“La gente paga su propia subordinación” Noam Chomsky.
La sociedad, ajustada por el neoliberalismo, se quedó sin la estabilidad laboral, un hecho que no se asimiló lo suficiente y en el cual metió en el mismo pozo sin fondo a sus utopías y con ello sus sueños, ya que debía dejar de idealizar un futuro para poder sobrevivir el difícil presente, un retroceso de más de un siglo de luchas sociales, un volver a un oscuro pasado.
Para que esta nueva sociedad pueda funcionar es necesario meterle mucha ideología, que convenza a los sujetos que no están mal que esto es lo “natural”, y es allí es que emergen credos y neo-credos como Mindfulness, un fetichismo para sobrevivir el presente a partir de una práctica basada en la amnesia social, que fomenta el olvido de la memoria histórica y excluye eficazmente la imaginación utópica, o sea, los sueños y las esperanzas.
Para Jon Kabat Zinn, el ideólogo de esta nueva doctrina con pretensiones científicas, algo que atrae a la clase media social y mental, parte de tomar conciencia de nuestra realidad, dándonos la oportunidad de trabajar conscientemente con nuestro estrés, dolor, enfermedad, pérdida o con los desafíos de nuestra vida. En contraposición, una vida en la que no ponemos atención, en la que nos encontramos más preocupados por lo que ocurrió o por lo que aún no ha ocurrido, nos conduce al descuido, el olvido y al aislamiento, reaccionando de manera automática y desadaptativa, según su libro “Vivir con plenitud las crisis”.
Aceptar la realidad, como un hecho dado, nos lleva a las viejas ideas que dominaron durante siglos al mundo, todo lo que ocurre se debe aceptar porque Dios lo dispone. Un ejemplo fue en el siglo XIII, unos campesinos normandos, cultivaban vid y de pronto entró una plaga y no supieron que hacer, entonces consultaron al Obispo, máxima autoridad terrenal, y él les dijo que debían dejarlas vivas a las plagas, porque Dios así lo había decidido y posiblemente era un castigo por algo malo que había ocurrido, ese era el “mundo encantado” que fue en occidente el eje de la vida hasta el siglo XV.
En el siglo XXI, este nuevo “Gurú” llega a proclamar que estamos al borde de un renacimiento global, y que el Mindfulness «puede ser realmente la única esperanza que la especie y el planeta tienen para sobrevivir los próximos doscientos años».
En el mismo país donde vive el profeta, está el Valle del Silicio donde se consolida la economía de la vida, la industria de la manipulación de las ideas, para perfeccionar el hombre consumo, mientras se preparan para un remplazo masivo en la producción; ante este cambio profundo mejor no pensar, dejarse conducir como corderos ya que otros desde hace mucho tiempo piensan por nosotros, y lo sigan perfeccionando.
Para operar sobre las mentes de los que buscan la “salvación”, se parte de la base de que los culpables de los problemas de una sociedad disfuncional, nombre elegante a una sociedad asimétrica e injusta, son los individuos descerebrados e inadaptados, un engaño perfecto para ocultar los miles de millones de pobres, marginados, expulsados y hasta vendidos en el planeta en el siglo XXI.
Entonces que hacen las corporaciones transnacionales, los grandes bancos, la economía criminal, los poderes de los países metropolitanos y los grandes grupos económicos que financian la nueva transición post-humana, esto no es novedad, lo repiten todos los años en Davos, aunque la declaración pasa de lo solemne al olvido.
Porque el 1% de la sociedad posee la mayor riqueza del planeta, según los estudios de OXFAM, porque hay tantos millones de pobres como lo afirma el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y lo especifica la FAO, la UNESCO y la OMS, no es nada oculto es nuestra realidad del siglo XXI.
Al transferir la carga de la responsabilidad de la gestión de su propio bienestar a los individuos, y al privatizar y patologizar el estrés, el orden neoliberal ha sido una bendición para la industria del Mindfulness, que ahora se cotiza en 1,100 millones de dólares, se repite la vieja historia de vender indulgencias, para pagar los pecados que se han cometido. Aparentemente, el estrés y el sufrimiento social no son el resultado de desigualdades masivas, prácticas empresariales nefastas o corrupción política, sino de una crisis dentro de nuestras cabezas, de una «enfermedad del pensamiento». Acá volvemos a la religión que hoy está en boga, la que culpabiliza a los pobres de su situación y premia a los que tienen mucho porque ha sido una forma de premio.
El Mindfulness ha surgido como una nueva religión del «yo», es el individualismo absoluto, libre de las cargas de la esfera pública, el mismo que plantea reducir al máximo el Estado compensador y desarrollador por un mercado que regula las transacciones; en este modelo desaparece la estabilidad laboral fruto un siglo de luchas sociales y es remplazada por las leyes de “flexibilidad laboral”, antesala de la nueva era de la Inteligencia artificial.
La revolución que proclama el Mindfulness no ocurre en las calles o a través de la lucha colectiva y las protestas políticas o las manifestaciones no violentas, sino en las cabezas de individuos atomizados, de allí el mensaje recurrente es que no prestemos atención al momento presente y que nos perdamos en reflexiones mentales y en vagar por la mente, ya que allí está la causa subyacente de nuestra insatisfacción y angustia.
El nuevo “gurú” afirma que nuestra «sociedad entera está sufriendo de un desorden de atención generalizado», que se refleja en un masivo estrés y sufrimiento social que no son el resultado de desigualdades masivas, prácticas empresariales nefastas o corrupción política, sino de una crisis dentro de nuestras cabezas, lo que él llama una «enfermedad del pensamiento». Parece que el hambre es una enfermedad del pensamiento, que solo termina con la inanición.
Así es como se legitima en el sistema, ya que según éste no es intrínsecamente problemático y el verdadero problema es la incapacidad de los individuos para ser conscientes y resistentes en una economía precaria e incierta, la pobreza como depresión, la marginación social como castigo.
De acá podemos inferir los puntos comunes entre el Mindfulness y lo que le da cobertura a ésta y otras creencias superficiales que es la industria de la felicidad que ha generado ya cientos de nuevos profetas, la mayoría con bases en las antiguas creencias orientales y que tienen en común la despolitización del estrés moderno y postindustrial, a esa melancolía medieval denominada la acedia.
En un estudio sobre la cultura del trabajo precario y consumo digital, aparece un ejemplo muy claro sobre el costo de la pérdida de la estabilidad y lo que debe enfrentarse el nuevo marginal. Era un subempleado que vivía de tareas de corto alcance para sobrevivir, por ello debía estar junto a su teléfono todo el día, pero se vio en la necesidad de salir al supermercado por comida y cuando volvió en diez minutos y se enteró por el contestador que lo habían llamado, y al comunicarse lo reprimieron por no estar junto al teléfono y por ello no logró ese trabajito precario.
Esta muestra de la precariedad y el estrés que genera, no es porque el sujeto es un alterado mental, es la presión de la sociedad y lo precario de los trabajos que lo tiene alterado y en depresión constante. Este post-fordismo de la libre contratación y de cero responsabilidades sociales para con el contratado, es más que suficiente para tener un estrés, por más que se quiera buscar causas internas, la supervivencia está por encima de todo.
Pero el estrés, dicen los apologistas del Mindfulness, es una influencia nociva que destroza nuestras mentes y cuerpos, y depende de nosotros como individuos el estar atentos y ser conscientes, pero no condicionados a aceptar el hecho de que hay una epidemia de estrés y que es una fatalidad de la era moderna.
Dana Becker señala que el concepto de estrés oscurece y oculta los problemas sociales al individualizarlos de manera que perjudican más a aquellos que tienen menos que ganar con el estatu quo. El estresismo es la creencia actual de que las tensiones de la vida contemporánea son principalmente problemas del estilo de vida individual que deben resolverse mediante el control del estrés, en oposición a la creencia de que estas tensiones están vinculadas a las fuerzas sociales y necesitan resolverse principalmente mediante medios sociales y políticos.
El Mindfulness es la nueva inmunización, una vacuna mental que supuestamente puede ayudarnos a superar el estrés de la vida moderna, partiendo que es una enfermedad individual y el costo social de una sociedad asimétrica que valoriza al sujeto según su consumo y no por sus valores y otras virtudes.
El Mindfulness se comercializa a menudo como una forma de mejorar nuestra productividad, una técnica útil para desarrollar la aptitud mental necesaria para que podamos convertirnos en trabajadores más productivos y eficaces. No es coincidencia que el lema de la aplicación de meditación más exitosa de Mindfulness, Headspace, sea «una membresía de gimnasio para la mente».
Este movimiento plantea vivir el presente, y por ello para los devotos conscientes, el cambio social y político depende de la fantasía de convertir a las masas distraídas para que sigan este consejo y vivan conscientes, entendiendo sus problemas como pesadilla que pasará.
Eric Cazdyn en su libro “The Already Dead: The New Time of Politics, Culture and Illness” caracteriza como «la nueva crónica». Éste plantea que la nueva crónica «extiende el presente hacia el futuro, enterrando en el proceso la fuerza de lo terminal, haciendo que todo parezca que el presente nunca terminará, ya que si sólo tienes que estar en el momento presente todo estará bien”. Cuando reconocemos que el descontento, la ansiedad y el estrés no son sólo culpa nuestra, sino que están relacionados con causas estructurales, la atención se convierte en combustible para encender la resistencia, algo que se ha querido borrar de la sociedad, para poder mantener el inevitable curso a una nueva sociedad más polarizada, menos humanizada, justificada por una doble vertiente: la tecnológica y la natural, la primera intentará salvar el “mundo” de la crisis ambiental que se genera en la naturaleza, pero no por estrés, sino porque el modelo es totalmente insostenible.
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