Parece que la crisis es un estado permanente de la sociedad, solo con ver al siglo XX tenemos una película larga y brutal sobre el terror, el hambre, las guerras, las dictaduras, la pérdida de la libertad, y si vemos al XIX con solo recordar la Comuna de París y el reparto de África por los imperios europeos tenemos otra larga lista de masacres, injusticias y pérdida de la libertad, pero siempre aduciendo defenderla.
Si la crisis fuera solo económica, sería porque hay mundos en paralelo, como lo expresa la teoría de las cuerdas, pero en realidad todas las crisis son de la sociedad, de sus gobiernos, grupos enfrentados y falta, cada vez más fuerte, de una ética y un humanismo que hoy es visto como obsoleto, luego de haber enterrado antes a la solidaridad.
Hace unos pocos años, uno de los científicos y difusores de la ciencia más conocidos como era Carl Sagan, nos da un ejemplo muy claro de lo que hoy estamos viviendo con un mundo convulsionado por Trump y el regreso de autoritarismo blanco a la primera potencia mundial, fruto de la evolución de las contradicciones en ese país y a nivel mundial, no es un accidente, hay historia tras el dominio WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant: blanco, anglosajón y protestante).
Y la predicción que hace y que hoy parece que se confunde con la realidad es la siguiente: «Tengo una premonición sobre la Norteamérica de la época de mis hijos o de mis nietos, cuando Estados Unidos sea una economía de servicios y de información; cuando casi todas las principales industrias manufactureras se hayan ido a otros países; cuando los increíbles poderes tecnológicos caigan en manos de muy pocos, y nadie que represente el interés público pueda siquiera comprender las cuestiones; cuando la gente haya perdido la capacidad de establecer sus propias agendas o cuestionar de una manera sabia a las autoridades; cuando, abrazados a nuestras bolas de cristal y consultando nerviosamente nuestros horóscopos, con nuestras facultades críticas en declive, e incapaces de distinguir entre lo que nos gusta y lo que es verdad, nos deslicemos de nuevo, casi sin darnos cuenta, hacia la superstición y la oscuridad.»
De otra forma o “estilo” esto se viene dando en los diferentes sistemas que se imponen en el mundo y que terminan como tragedia que suma así nuevos puntos a una crisis permanente de la sociedad.
Así tenemos otro triste recuerdo del pasado, Joseph Goebbels, el todo poderoso Ministro de Propaganda del nazismo, quien sostenía: “…el Estado tiene el derecho absoluto de supervisar la formación de la opinión pública…”, algo que terminó en la tragedia de la segunda mundial y que marcó los años siguiente hasta que fue “recuperado” por George Orwell en su novela premonitoria, por no decir predictiva “1984”, el estado “Gran Hermano” emplea a un ejército de burócratas cuyo trabajo es alterar los registros del pasado de acuerdo con los intereses de los que detentan el poder. Hoy esto es realidad y los administra el nuevo gran hermano, Big Data, que tiene la radiografía de la vida de todos y, con ello, sus debilidades.
Estos tres ejemplos de premonición, afirmación y creencia en el control del hombre para tener el poder ha sido una constante que viene de muy atrás y que tuvo su período más largo hasta la emergencia de la modernidad, cuando la iglesia dominaba y controlaba a gran parte de la humanidad en occidente, siendo su gran hermano: la fe. Bajo este modelo de control se sucedieron imperios, guerras y esclavitud, como la de los siervos de la gleba.
Hoy emerge un nuevo fantasma, el regreso a la derecha xenófoba, al racismo, y no solo en Estados Unidos, sino en Francia, Holanda, Polonia, Hungría y España están en el poder, y amenaza a extenderse en las democracias nórdicas y la propia Gran Bretaña, post Brexit.
En el caso de Estados Unidos, se piensa que Trump es un “accidente”, pero no es así, como lo plantea magistralmente el escritor Norman Mailer que viajó en 1964 a California para cubrir la convención del Partido Republicano en la que se elegía al candidato de las presidenciales de ese año y de allí nació una crónica que retrató con una sagacidad notable el ascenso del senador Barry Goldwater, elegido como candidato del Partido Republicano, pero, sobre todo, el espíritu de los WASP, quienes asqueados por la revolución civil de los sesenta, ansiaban con profundo ánimo de venganza un triunfo de Goldwater que pulverizara el avance progresista de la costa este.
Pero entre Goldwater y Trump hay un puente, que ratificó las ideas, pero de manera suave aunque con consecuencias nefastas, y fue el ex actor Ronald Reagan, que instaura el neoliberalismo extremo en Estados Unidos a la par de su alter ego, la Dama de Hierro, en la Gran Bretaña.
Hoy reaparece esta idea, no como accidente, sino como una opción de un sector de la sociedad que considera que el brutal entierro de los restos del AWL (American Way Life), se ha llevado en el cajón a gran parte de la clase media blanca.
Para colmo, para los WASP, el enterrador final fue un negro y de descendencia árabe, Barack Obama, que luego de encabezar la “revolución del neoliberalismo progresista”, que termina en un fracaso, no deja más salida ante la pérdida de credibilidad de la sociedad de buscar la puerta falsa del enemigo real, los inmigrantes y la causa motor de la crisis, el proceso de integración.
Pero medio siglo después, el nuevo líder de esa derecha extrema entra a la modernidad en busca de los seguidores jóvenes que se informan en los blogs y redes sociales y que a su vez sirven para difundir su ideología extrema y consumen la web populista Breitbart News y sus programas de radio.
Así el carismático Trump busca y logra integrar a su movimiento a la Derecha Alternativa, una serie de grupos que se integran en un movimiento difuso de internautas blancos y ultranacionalistas que consideran al Partido Republicano demasiado moderado.
Esta nueva derecha es heredera del supremacismo blanco, re-empaquetado y presentado con un nuevo nombre más aceptable para las nuevas generaciones, que no quieren ser identificadas con el Ku Klux Klan o los neonazis, y su característica más significativa es que agrupan a movimientos que tienen un trasfondo racista pero que no se consideran a sí mismos como tales.
Estos nuevos grupos emergentes de la “derecha alternativa” se identifican como «neo reaccionarios», «arqueofuturistas», «realistas raciales» y «racistas científicos», entre otros, y tienen en común que rechazan dos componentes básicos de las democracias modernas: el igualitarismo y el universalismo, y mantienen la creencia de que la identidad WASP está en peligro.
El National Policy Institute (NPI) es un laboratorio de ideas en el que está representado lo más visible de la derecha alternativa, el movimiento identitario de la raza blanca cuya popularidad y atención mediática han subido mucho desde la victoria electoral de Donald Trump, para muchos, adalid de sus ideales.
Hay quienes plantean un paralelismo entre Nixon y Trump, con una salida a través del impeachment (destitución), otros ven similitudes entre Barry Goldwater primer gran líder de la derecha extrema que generaba los mismos miedos que hoy genera Donald Trump.
Pero visto los procesos con un aparente paralelismo hay que analizarlos desde la totalidad del escenario en cada época, ya que en el caso pionero Goldwater perdió frente a Lyndon B. Johnson que logró presentarse como el continuador de su legado de Kennedy, aunque las diferencias entre ambos eran muy grandes, aunque para demostrarlo impulsó para votar y promulgar la Ley de Derechos Civiles que Kennedy había concebido.
Hoy Hillary Clinton tenía tras de sí un polémico desempeño como Secretaria de Estado a lo que se le sumaba una ausencia de carisma natural, y sus históricos vínculos con el poder financiero global, situación que no le permitía compartir la formula con B. Sanders, un hecho que la hubiera podido llevar al triunfo sobre Trump.
La nueva derecha no es un accidente, es un hecho emergente con antecedentes históricos, en el último país en lograr superar la discriminación racial, pero que a su vez se autonombraba defensor de la democracia y sus libertades, una contradicción más en un mundo en que la libertad y la democracia antes y el desarrollo sustentable hoy han pasado de ser aspiraciones a membretes, vacíos de contenido real.
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