Oxfam, la verdad que no se puede ocultar

“Una sociedad no se define como desarrollada por la riqueza que tiene sino por la pobreza que no tiene”. Jorge Majfud.

Alfredo César Dachary.

Si nos ponemos a reflexionar sobre los últimos cincuenta años de historia de Latinoamérica encontraremos una cosa en común en todos los países que la componen, ninguno pudo entrar al desarrollo y hoy la pobreza puede ser igual y, en muchos casos, mayor que medio siglo atrás.

Por oposición, tenemos un ejemplo opuesto en América, Estados Unidos, que en 1930 tenía un 50% de la población en la pobreza y, al finalizar la segunda guerra mundial se transformó en el país más desarrollado del mundo, el más rico y con mayores niveles educativos y científicos.

¿Qué pasa? ¿Por qué hay esa diferencia? ¿Se trata de distintos tipos de filosofía de los pueblos, de razas, algo ya eliminado hoy, o de sistema económico? La verdad que es una combinación de factores que tiene en el centro al sistema que el propio Estados Unidos logró construir, más fuerte que el de sus colonizadores, los ingleses que en el siglo XX les ha quedado solo el papel de acompañamiento al gigante del norte.

Pero Europa quedó destruida y se reconstruyó y hoy es una gran potencia económica con grandes problemas, pero aún dentro del mundo desarrollado, algo que no ocurre con África y gran parte de Medio Oriente y Asia, con la excepción de China, la gran potencia emergente en el siglo XXI.

La URSS se disolvió a comienzo de los 90´ y el país fue saqueado por una banda de delincuentes que son conocidos como los “oligarcas” y sus secuaces, dejando el país en ruina y en la pobreza. Hoy Rusia es una potencia mundial, tecnológica y económica emergente, pero camino al desarrollo.

Podemos seguir con los ejemplos y las comparaciones, pero lo cierto es que los países que fueron colonizadores están en el desarrollo, los que fueron colonizados no, salvo dos colonias ingleses que, por otras razones, ser países continentes extremadamente ricos en recursos han logrado un buen desarrollo: Australia y Canadá.

Creemos que la relación asimétrica entre colonizadores y colonizados, hoy desarrollados y no o “emergentes”, no es fruto de la casualidad, sino como decía Samir Amin, economista egipcio, existe una relación de desarrollo desigual y combinado. Ésta no es fija, sino que se va transformando en la medida en que las sociedades lo hacen; así hoy ya no medimos a través de las comunicaciones porque, en la última década, el celular pasó a ser un objeto global, como antes lo fue la televisión.

Hoy hablamos del mundo como si fuera una unidad, y solo lo es territorialmente, ya que social, económica y culturalmente las asimetrías son profundas, por ello hay dos mundos muy separados pero interconectados para que pueda funcionar el modelo del desarrollo desigual.

Hoy en día es cada vez menos la atención que se le da al tema central de la situación actual del planeta, la gran pérdida de biodiversidad biología, cultural y humana, la primera en la naturaleza, la segunda con pérdida de los lenguajes y las culturas que representan y la tercera con gran mayoría de sobrevivientes en un mundo donde la basura, incluido alimentos, son una masa cada vez mayor que no termina de crecer.

El mundo hoy esta ensimismado en las nuevas tecnologías, las cuales ayudan a vivir mejor, pero no a todos, por eso ayudan a mantener las diferencias y a profundizarlas en la mayoría de los casos, comenzando por alimentación y la salud.

Por ello, la importancia del Informe del Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre (Oxfam, por sus siglas en inglés) del 2018, ya que nos permite visualizar que, al comienzo de la Cuarta Revolución industrial, camino al dominio de la robótica, la pobreza sigue creciendo y cuando los empleos caigan, una gran nube negra de hambre cubrirá gran parte del planeta, mientras en la otra, el futuro se hará realidad tecnológica y la deshumanización triunfante cerrará un ciclo.

Así en este informe se comienza con un recordatorio de la situación: “El año pasado se produjo el mayor aumento de la historia en el número de personas cuyas fortunas superan los mil millones de dólares, con un nuevo milmillonario cada dos días”.

En 12 meses, la riqueza de esta élite ha aumentado en 762,000 millones de dólares. Este incremento podría haber terminado con la pobreza extrema en el mundo hasta siete veces.

El 82% de la riqueza generada durante el último año fue a parar a manos del 1% más rico, mientras que la riqueza del 50% más pobre no aumentó lo más mínimo.

La riqueza extrema de unos pocos se erige sobre el trabajo peligroso y mal remunerado de una mayoría. Mientras las mujeres ocupan mayoritariamente los empleos más precarios, prácticamente todos los súper ricos son varones.

“Los gobiernos deben favorecer la creación de una sociedad más igualitaria a base de dar prioridad a los trabajadores y a los pequeños productores agrarios en vez de a los más ricos y poderosos”, este es el prólogo de este informe, síntesis de esa realidad lacerante.

A esta introducción síntesis, se le suma otra que es presentada por Guy Ryder, Director General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), quien plantea lo siguiente: la campaña de Oxfam y el llamamiento a la acción llegan en el momento adecuado, porque la crisis de desigualdad es una realidad. Como indica este informe, en muchos países la desigualdad salarial ha aumentado y el peso de los ingresos por el trabajo en el PIB ha disminuido porque los beneficios han aumentado con mayor celeridad que los salarios.

Mientras que los ingresos del 1% más rico han aumentado considerablemente, muchas otras personas no han recibido nada de los beneficios del avance económico. Incluso en países emergentes con un rápido crecimiento económico, muchos trabajadores, incluido un porcentaje muy amplio de mujeres, continúan atrapados en la pobreza con salarios muy bajos.

La encuesta realizada por Oxfam para este estudio confirma que la mayoría de las personas quieren vivir en sociedades mucho más equitativas.

Como reflejo de este deseo, la reducción de la desigualdad se ha convertido en uno de los temas prioritarios en la agenda de las instituciones internacionales y de los líderes políticos.

Muestra de ello son los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, donde el objetivo 10 establece “reducir la desigualdad en y entre los países”, y el objetivo 8 hace un llamamiento a fomentar un crecimiento económico inclusivo, a alcanzar el pleno empleo y a lograr trabajos decentes para todas las personas.

No puedo estar más de acuerdo con el informe de Oxfam cuando indica que “empleos decentes con salarios dignos son una manera fundamental de crear sociedades más justas” y que la clave para reducir la desigualdad es el “empleo decente, bien remunerado”.

Pero los ejemplos los tenemos en la cotidianidad, en la ropa que compramos, los zapatos que calzamos, y todo lo que la sociedad de consumo nos presenta como la única panacea a una sociedad alienada por el dinero y cegada por el individualismo más agudo, que logra comerse al hombre y dejar al descubierto el otro, el que emerge como una maldición, como fueron los nazis.

Sigue el informe y la pasarela de los casos emblemáticos, así en el 2016, el grupo Inditex, al que pertenece la cadena de tiendas de moda
Zara, repartió dividendos por valor de cerca de 1,300 millones de euros al
cuarto hombre más rico del mundo, Amancio Ortega.

Stefan Persson, hijo del fundador de H&M, y que ocupa el puesto 43 en la lista Forbes de las personas más ricas del mundo, recibió 658 millones de euros en concepto de dividendos el año pasado.

Anju vive en Bangladesh y trabaja confeccionando ropa para la exportación. Suele trabajar 12 horas al día hasta muy tarde. A menudo tiene que saltarse
comidas porque no ha conseguido suficiente dinero. Gana poco más de 900
dólares al año.

Fátima en Bangladesh, que trabaja en la confección de ropa para la exportación, donde sufre maltratos si no logra alcanzar los objetivos y con frecuencia
se enferma por no poder ir al servicio.

Se apoya también sobre las espaldas de trabajadoras como en las fábricas de carne de pollo en Estados Unidos como Dolores, que padece una discapacidad
permanente que le impide coger a sus hijos de la mano.

Se construye sobre las espaldas de las inmigrantes que limpian
hoteles como el Myint en Tailandia, expuestas a abusos sexuales por parte
de los clientes y que a menudo tienen que aguantarlos si no quieren perder su
empleo.
Este solo es el comienzo del informe, un periplo por la llanura árida del egoísmo humano, donde la miseria hace que la gente sobreviva luchando ante un futuro cierto que no va a cambiar, éste es el resultado de los avances “de las metas del milenio”, otro disfraz más para un carnaval permanente que nos domina para hacer de la vida un fiesta, sin que remotamente lo sea.

Gracias a Oxfam, los que diariamente mueren de hambre o quedan tirados camino a la fábrica, tienen un recordatorio de que éste, que no es el mundo ideal, sino el real donde según el puesto que uno ocupe podrá verlo todo o en parte, para poder tranquilizar la conciencia, otra forma de sobrevivir.

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