Dr. Alfredo César Dachary
Eduardo Galeano, cuya pluma y memoria han servido de faro en un mundo rodeado de tinieblas pero de todos colores y aromas como para hacernos perder, tiene un trabajo corto con el que quiero comenzar este artículo.
“No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales. ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo. ¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra…..”
Y ante el asombro sigue recordando, algo que a muchos nos ha tocado vivir, “… el que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!! ¡¡Lo juro!! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan (Eduardo Galeano, consumo o consumo responsable).
El consumir como meta tiene muchos costos que no se ven en el momento, uno de ellos es que transforma a la sociedad y todos los puestos de técnicos que servían para arreglar, hoy son miembros antiguos del ejercito de desocupados; nada tiene arreglo, como especie de espejo de la realidad, todo se tira incluso nuestras nostalgias o querencias, para no ser condenado por “desubicado”.
El consumir rápido, nos hace vivir más rápido, entre que compramos y tiramos, entre que remplazamos y buscamos, una especie de juego sin fin, salvo cuando la realidad llama a la puerta de la casa y nos entrega la carta de despido; quedarse sin trabajo es condenarse a no vivir en el mundo del consumo, sino entrar a otro, el de la beneficencia, un mecanismo que pretende remplazar a algo más humano: la solidaridad.
Pero hay grupos emergentes y no minoritarios que se plantean una situación alternativa, cada vez hay más grupos de trueque, bancos de tiempo y circuitos externos a la moneda oficial y podemos leer como una noticia más que una empresa se funda con bitcoins en vez de euros de capital, o que acepta bitcoins como medio de pago, y que cierto municipio crea una moneda local paralela a la oficial, que los bancos de tiempo crecen y se consolidan.
Los grandes bancos ofrecen créditos a intereses variables que terminan en verdaderas tragedias para los inversionistas en pequeña escala, esos bancos son para los grandes inversionistas, y si uno no tiene dinero pero requiere productos o servicios, lo mejor es ir a un “banco de tiempo”.
Los bancos de tiempo son organismos que operan un intercambio de servicios por tiempo, o sea, que la unidad de intercambio no es el dinero habitual sino una medida de tiempo, por ejemplo el trabajo por hora. Además de acceder a servicios sin tener dinero, este modelo tiene otras ventajas más como es la de fomentar las relaciones sociales, que a la vez, se hacen igualitarias entre distintos grupos de actores económicos.
En la actualidad y en plena revolución de las comunicaciones, estos proyectos pueden ser potenciados con el soporte de las nuevas tecnologías de la información.
En el banco de tiempo, la unidad de pago es la hora, por ello si dispones de tiempo y estás dispuesto a realizar cualquier actividad que se te ocurra, que sirva o ayude a otros, tendrás un crédito a tu favor de igual número de horas para poder demandar cualquier otro tipo de actividad que no puedas realizar por ti mismo.
Estos bancos son diferentes a los tradicionales porque en éstos ganan las partes y no los agentes del organismo, que están trabajando para servir de puente entre dos personas que no se conocen y que necesitan un servicio que no pueden pagar; no está el espíritu de lucro sin límites tradicional de los bancos.
En el mes de junio se dio una huelga en España y Francia porque existe un sistema que cumple las funciones de los taxis sin serlo, lo cual consideran éstos que son una competencia desleal, aunque la Comisión Europea los ha reconocido por lo que no es posible que se le coloquen trabas legales.
Compartir los gastos de viaje en recorridos de larga distancia y en coches particulares, no debería poder ser prohibido, los ejemplos son empresas como la estadounidense Uber y la francesa BlaBlaCar, ya que su negocio está en el centro de la polémica, precisamente porque no existe legislación específica en torno a él.
Pero prohibir Uber no les da la oportunidad de hacer las cosas bien a esta empresa, señaló el portavoz comunitario de Agenda Digital, Ryan Heath, ya que este tipo de servicios innovadores dan a los consumidores una mayor variedad a precios más competitivos e impulsan el crecimiento económico y el empleo.
Ambas empresas son un nuevo modelo de negocio que tienen aplicaciones por las que ponen en contacto a particulares para compartir un trayecto en un viaje de turismo o de negocios. BlaBlaCar funciona a través de su web, donde cada usuario anuncia el trayecto que va a realizar, el número de plazas disponibles y el coste por asiento, compartiendo así los gastos del viaje. Uber es una aplicación americana financiada por Google que, a través de la geolocalización, permite a clientes buscar a conductores particulares disponibles para desplazarles en el trayecto que deseen.
El taxi, expresión del viaje individual y exclusivo, también debe comenzar a ceder el espacio a quiénes quieren contaminar y gastar menos, algo que no va contra las reglas del mercado sino contra viejas instituciones que hoy en las grandes megalópolis son ya obsoletas.
En realidad, el alquiler de coches con conductor entre particulares, la modalidad que practica la aplicación Uber, cuyo cierre era el principal objetivo de la huelga, no es enemigo del taxi. Taxis y “Ubers” pueden coexistir en el ecosistema urbano, como hace bastantes años, cuando el taxi se usaba mucho más cotidianamente que ahora, y muchos niños venían al mundo en el asiento trasero de un taxi. Lo que tiene poco arreglo es el coche en propiedad, especialmente si se consigue poner en marcha una gran flota de transporte a la demanda, Taxi+Uber+Coche compartido, con precios mucho más baratos que el dineral que cuesta mantener un vehículo propio.
Hacer reparar algo es un hecho “exótico” en la sociedad del consumo y de los productos de vida programada, pero sin embargo hay un regreso a ciertos talleres de compostura, ya no sólo de cosas tradicionales como la ropa sino de tecnología y Google, siempre alerta a los nuevos vientos, planea terminales TIC modulares, en los que no será necesario tirar el aparato entero cuando alguno de sus componentes quede obsoleto.
Las impresoras 3D pueden llegar a ser verdaderas aniquiladoras del consumo tal como lo conocemos: cuando necesitemos algo, lo fabricaremos en la impresora del salón y listo; hoy puede ser ficción y mañana realidad, en un tiempo muy rápido como el de estas transformaciones.
Los autos eléctricos aún no son viables en las megalópolis o en las grandes distancias y todavía su precio es elevado con la media del mercado, pero sin embargo hay un “viejo transporte” que está rejuveneciendo y es la bicicleta, que es la expresión de varias posiciones simultáneas: respeto al medio ambiente, personalidad firme que no necesita de aparatos externos para ser conocido, como los grandes autos o camionetas y una lógica del tiempo menos alienante y más orientada a una vida tranquila.
Las estadísticas muestran un crecimiento sostenido de la bicicleta, desde no estar incluida como modalidad de transporte urbano a suponer entre un 1 y 5% que ya las usa y otro número mayor ha optado por la moto. El estilo de vida bicicletero tiene muchas consecuencias positivas, como son un mejor estado de salud y menos sobrepeso, menos estrés y mayor vinculación con la naturaleza.
Pero esta revolución silenciosa tiene sus enemigos y detractores, como es el caso de la Confederación Empresarial de Madrid (CEOE), que por medio de su presidente de Asuntos Laborales ha descalificado recientemente en términos muy duros este nuevo modelo, sosteniendo que “lo quieren llamar economía colaborativa, pero en la mayoría de los casos se trata de piratería y es un mecanismo antisistema de hacer negocios”.
Si el sistema se siente amenazado es porque entiende que estas modestas nuevas aportaciones son más humanas y tratan de recuperar la solidaridad, la libertad y la necesidad de tener una relación social mejor encaminada y ello va contra la base de la sociedad del consumo, individualista y anti solidaria.
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