Dr. Alfredo César Dachary
En los últimos meses del 2014 se han repetido los triunfos de los gobiernos progresistas de América del Sur, encabezado por el arrollador triunfo de Evo Morales en Bolivia, la reelección de Dilma Rousseff en Brasil, por bajo margen y el triunfo anunciado en Uruguay del Frente Amplio, con Tabaré Vázquez, luego del gobierno “racional y humano de Pepe Mujica”, la mayor lección de dignidad en décadas para el mundo.
En Chile, Michelle Bachelet cierra el ciclo del 2014 y triunfa sobre una derecha golpeada por la rebelión estudiantil y de los obreros por una educación gratuita y por salarios dignos, a los que se sumó el pueblo Mapuche que reivindica sus tierras en medio de grandes bosques y haciendas, dominio de la gran burguesía chilena, que no reconoce a éstos como herederos de esas tierras.
Pero todo esto no es un hecho casual, se inicia en las últimas dos décadas del siglo XX donde se comienzan a perfilar las caídas de las dictaduras que impuso y controló Estados Unidos dentro de la denominada guerra fría, luego viene el colapso digitado de la URSS y allí se repite el error histórico de los imperios, Estados Unidos da por terminada la lucha contra el adversario, olvidando a China y subestimando el poder de la vieja madre Rusia.
En la primera década del siglo XXI emerge China y Estados Unidos inicia un largo y tortuoso proceso de pérdida de hegemonía, mientras en Sudamérica, comienzan a desarrollarse ideas que proponían un desarrollo diferente sin subordinación al imperio, nuevos caminos y nuevas opciones de sociedad, encabezado por Evo Morales y la creación del Estado Plurinacional de Bolivia a la República Bolivariana de Venezuela, un sueño de Hugo Chávez.
En medio de esa situación emergen gobiernos diferentes que buscan una redefinición dentro del capitalismo, de un extremo al otro, todos tienen en común:
- Rechazo al ALCA, como un nuevo proceso de integración maniatada.
- Apertura a China y en parte a Rusia (no menor).
- Recuperar o controlar más el manejo de los grandes recursos naturales.
- Lucha contra la pobreza que se profundizó por las dos décadas perdidas en las que dominó el neoliberalismo.
A estas luchas, la izquierda socialdemócrata europea, cómplice del proceso de crisis de la Europa de hoy, le denominaba el populismo del subdesarrollo, que para América era el camino o la antesala para un futuro estado del bienestar como el que tenían los países desarrollados. Pero esto sería posible con aspiraciones a integrarse en forma más independiente al mundo global, fuera de la esfera de Estados Unidos.
Esta situación dio lugar a un nuevo orden político regional e internacional donde la reducción de la hegemonía económica de Estados Unidos en la primera década del siglo XXI, enfrenta a Sudamérica a un nuevo escenario, del cual emerge Brasil hasta transformase en uno de los pivotes de los BRIC´S, el frente alternativo a la hegemonía “occidental” (Estados Unidos y Europa).
Los países con gobiernos democráticos y apoyo popular integran desde los 90´s el MERCOSUR, una alianza que no es un TLC ni una unión aduanera, sino un proceso integracionista lento liderado por Brasil y que comparte en parte con Argentina, Paraguay que estaba saliendo de la dictadura de Stroessner y Uruguay.
Años después y con Paraguay suspendido en sus derechos del MERCOSUR por el derrocamiento del presidente constitucional Fernando Lugo, se logra la integración de Venezuela, mientras se adhieren con aspiraciones a integrarse Bolivia y Ecuador.
Frente a ese desafío, Estados Unidos planteó la otra alternativa con sus aliados tradicionales del sur, la Alianza del Pacífico: Chile, Perú, Colombia y México, que intentan jugar un papel a sus aliados de Asia, que es cortarles el paso a China y a los BRIC´S.
Sobre la base de la recuperación de la democracia y el juzgamiento y condena de los regímenes militares por genocidio y la reconstrucción del tejido social destruido por la persecución y desaparición de personas se asentó una parte de esta respuesta, ya que la otra fueron sus resultados económicos.
Entonces, ¿qué pasó en Sudamérica en la primera década del siglo XXI?. La meta de estos gobiernos democráticos fue el ataque a la pobreza, ya que tuvieron como punto partida común una gran desigualdad que se expresaba en una asimetría profunda en la sociedad entre pobres-marginales y clases medias altas reducidas y los grupos de poder todo ello heredado de la era neoliberal y las dictaduras.
Entre 1998 y 2012, el PIB latinoamericano se incrementó en un 52%, mientras que la población creció en un 19%, generando un amplio margen que se revirtió hacia los sectores mayoritarios necesitados de apoyos y servicios para poder reintegrarse.
Por ello esta gran “ventaja en términos de resultados económicos” se orientó a incrementar la presencia del Estado, por lo que el gasto del gobierno central pasó de 18% en el 2000 al 22% en el 2013, situación que fue acompañada con una serie de programas de apoyo a los sectores más pobres, que rápidamente generó resultados, ya que la pobreza se redujo del 43.8% que existía en 1999 al 27.9% en 2013.
La desigualdad, que era de las más altas del mundo, comenzó a disminuir en todos los países, con la excepción para ese período de dos países muy diferentes: Costa Rica y Paraguay, ya que a fines del 2013 Paraguay lograba un gran crecimiento del PIB aunque las asimetrías al interior del país eran muy amplias.
La aplicación de estas políticas en Sudamérica fue por etapas, una primera etapa de estabilización con apoyos y una posterior de reducción de las desigualdades. Este descenso de la desigualdad fue más fuerte entre el 2008 al 2012, situación que coincidió con un aumento en los precios de los principales productos de exportación, básicamente granos y carnes, además de los minerales, especialmente el cobre, el oro y últimamente el litio, entre los más significativos de esta subcontinente.
De todos los países que inician esta campaña de reducción de la pobreza, el que termina siendo más exitoso es Brasil, ya que es el que más avanza en la lucha
por acortar las desigualdades porque logra que se reduzca en un 0.4% cada punto de aumento del PIB.
En el otro extremo están Venezuela, Ecuador y Bolivia, la izquierda andina, no tuvieron un gran crecimiento pero si una fuerte disminución de la desigualdad, los que unos definen como el populismo, mejor distribución del ingreso, en el caso boliviano esto se ha consolidado y hoy es un país ejemplo para el Banco Mundial y un mito más que cae, un representante de un pueblo originario uno de los mejores presidentes del continente.
El otro gran tema de la desigualdad es el de la cobertura para los ciudadanos de la tercera edad, la cual debería darse en jubilaciones o en caso de viudez en pensiones, y en esto en Sudamérica la cobertura en la segunda década del siglo XXI es del 80% , pero en Perú, Ecuador y Colombia sólo llega al 25%.
El otro gran tema que forma parte de las estrategias de lucha contra la pobreza y la búsqueda de reducción de las asimetrías es el gasto social que genera el Estado para estos fines, y el país donde más creció esta “inversión social” fue en Argentina, Brasil y Uruguay, llegando a ser de más del 20%.
Pero el proceso se ha mantenido a base de un modelo básicamente extractivista, quizás la opción más rápida para actuar, pero genera debilidades al depender del mercado mundial, como lo vemos en la caída de la soja y del petróleo.
Así los países de la región se han “reprivatizados”, o sea, se han orientado a la vuelta de la producción de las materias primas y en detrimento de la industrialización. En 1998 todos tenían una media de un 15% del PIB explicados por la industrialización, en el 2012 sólo mantiene esa tasa, Argentina.
La privatización de la economía heredada de la época anterior ha fomentado el trabajo precario, que reduce la recaudación y pone límites a la redistribución.
Como primera conclusión tenemos que los gobiernos de izquierda (capitalismo con una mejor distribución) en Sudamérica tuvieron resultados diferentes en el cono sur, donde los países que forman parte del MERCOSUR y son los que dan al Atlántico han logrado más crecimiento y menor distribución, a diferencia de los países andinos que han tenido menos crecimiento pero importante reducción de la pobreza.
Sobre estas bases se ha comenzado a construir un frente alternativo a los que lidera Estados Unidos, una batalla difícil, ya que éste ante su ocaso ha preferido el uso de la fuerza y relanzar la guerra fría, para poder satanizar al que se opone y justificar sus intervenciones ilegales.
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