[testimonials design=»clean» backgroundcolor=»» textcolor=»» random=»no» class=»» id=»»][testimonial name=»S. Bilinkis» avatar=»none» image=»» image_border_radius=»» company=»» link=»» target=»_self»]»Entender la dinámica de los cambios resulta imprescindible para tomar a tiempo las mejores decisiones que moldeen nuestro mañana»[/testimonial][/testimonials]
Dr. Alfredo César Dachary
Los expertos y académicos que se dedican al análisis prospectivo, o sea, que intentan dar una visión de cómo será el futuro se pueden agrupar en dos corrientes según sea el criterio que tienen para realizar estos análisis y ambas visiones son opuestas en cuanto al resultado a obtener por parte del hombre.
Así tenemos, por un lado, los que tienen un perfil pesimista ya que consideran que en el futuro la sociedad será controlada por un sistema de “gran hermano”, un regreso al medioevo, una sociedad controlada y poco flexible y donde el trabajo se verá cada vez reducido y las asimetrías sociales se irán profundizando, o donde las máquinas o robots terminan “operando” al hombre como especie, por tener mayor capacidad y poder.
En el otro extremo están los que creen que las nuevas tecnologías transformarán positivamente la vida y uno de los mayores éxitos del hombre será la prolongación de su vida y la robótica, en sus diferentes dimensiones, será un gran apoyo para éste en todas sus labores haciendo más fácil su vida.
El análisis pesimista parte de lo observado y comprobado hasta hoy, y es que en la medida en que el sistema se expande y controla todo el planeta, las asimetrías son mayores; hoy la tendencia es hacia una reducción drástica de las clases medias y a una polarización social, el sistema ya no necesita de esa clase “inventada” que le fue funcional durante la guerra fría.
Santiago Bilinkis, autor de Pasaje al futuro, estaría ubicado entre los tecnólogos que han puesto muchas esperanzas en un futuro donde las tecnologías jueguen un papel positivo para la humanidad.
La revolución tecnológica que estamos viviendo es silenciosa, pero sus impactos son monumentales, ya que cambian la perspectiva de toda la sociedad a la que les llegan estos cambios y un ejemplo de ello es el de la “Creación de conocimiento”.
Si hoy, en el 2015, reuniéramos todo el conocimiento generado desde el inicio de la civilización humana hasta el año 2003 tendríamos 6 exabytes de datos, pero ocurre que actualmente, generamos ese mismo volumen de información pero “cada dos días”. Según un informe reciente de IBM, el 90 % de toda la información existente en el mundo fue creada en los últimos dos años.
Y es que aproximadamente cada minuto que está pasando hoy se suben más de 100 nuevas horas de video a Youtube, se cargaron algo menos un millón de tweets, se compartieron en Facebook varios millones de posts, se mandaron decenas de millones de Whatsapps y cientos de millones de correos electrónicos.
Es por ello que en apenas treinta años pasamos del enorme desafío de encontrar información relevante, porque el acceso era escaso y difícil, al enorme desafío de encontrar información relevante, porque el volumen de datos disponible es tan grande que se hace casi imposible hallar lo que buscamos, aunque en ciertos casos, esto se logra con un mega robot, como es el caso de Big-Data.
Este desfase ha afectado al hombre como lo sostiene Nicholas Carr, al afirmar que Internet nos está cambiando ya que nos estamos haciendo más hábiles para manejar y ojear superficialmente la información pero estamos perdiendo nuestra capacidad de concentración, contemplación y reflexión.
Nuestro cerebro, como demuestran las evidencias científicas e históricas, cambia en respuesta a nuestras experiencias, y la tecnología que usamos para encontrar, almacenar y compartir información puede, literalmente, alterar nuestros procesos neuronales. Por ello, el libro impreso servía para centrar nuestra atención, fomentando el pensamiento profundo y creativo. Internet fomenta el picoteo rápido y distraído de pequeños fragmentos de información de muchas fuentes.
La consecuencia de lidiar con la pérdida de foco de nuestras mentes, nos lleva a consumir información en dosis más y más pequeñas y así hablamos en 140 caracteres, comprimimos nuestras conferencias a 18 minutos, reemplazamos la comunicación verbal por las diversas formas de mensajes breves escritos, siendo el que en este momento se está imponiendo, el Whatsapp.
A fines de la década de los 60´s emergió como primer gran pensador de esta nueva “era emergente” Alvin Toffler, en un clásico libro titulado El shock del futuro, donde este pensador definió a este fenómeno como “el estrés despedazador y la desorientación que se genera en las personas cuando se ven enfrentadas a un cambio demasiado rápido”.
Consideraba al “shock del futuro” no como un potencial riesgo distante sino como una enfermedad real, sufrida por un gran número de gente. Lo curioso, desde nuestra perspectiva actual, es que Toffler acuñó el concepto en un artículo escrito en 1965.
La sobreabundancia de estímulo e información no es el único desafío que enfrentamos, también debemos lidiar con el cambio tecnológico y la asimilación de nuevos dispositivos.
Nuestra cultura construida sobre una gran pirámide de libros impresos comienza a ceder, mientras la nostalgia nos ata al pasado, mientras el placer del libro impreso nos sigue encantando con sus olores y colores, pero el tiempo del recuerdo es tan corto como éste.
Tenemos la obligación, no escrita, pero sí de supervivientes de aprender a vincularnos con los demás en la era de las redes sociales, lidiar así con las brechas generacionales en casa y en el trabajo, asimilar todas las transformaciones que la tecnología introduce en cada ámbito de nuestras vidas.
Entre los cambios que en el presente más nos incomodan, está el libro y su nueva versión electrónica, el e-reader es el premio por dejar atrás la nostalgia y enfrentar la incomodidad, pero a su vez es acceder a nuevas posibilidades: la lectura
en formato digital incorpora opciones inimaginables hasta hace poco. La lectura colaborativa, el subrayado colectivo, lo indeleble de nuestras notas, la posibilidad de buscar rápidamente en los contenidos y el hecho de que un libro nunca pueda estar agotado y se pueda tener en apenas un segundo, incorporan nuevas aristas que potencian notablemente la experiencia de leer.
Los grandes avances tecnológicos y científicos que nos tocará comenzar a ver y a las próximas generaciones comenzar a disfrutar, van a permitir modificar los aspectos más sensibles de nuestra especie en lo particular y de los seres vivos en lo general.
Se podrán diseñar nuevas especies, en paralelo a la extinción de las que se van yendo, modificar nuestros cuerpos y nuestras mentes, para así poder revertir la maldición que se dio en el “paraíso a Adán”, la muerte, el dolor y la vergüenza, desarrollar nuevas formas de inteligencias no biológicas y vencer a la muerte.
Uno de los saltos más ambiciosos de las próximas décadas es pasar de la Inteligencia artificial que hoy existe, mejorarla hasta lograr la Inteligencia artificial general (IAG), que tendrá la característica más distintiva de nuestra inteligencia, es decir, que sea capaz de dar respuestas eficaces a problemas nuevos.
Pero las máquinas programables en la actualidad están limitadas por su capacidad computacional y también por su arquitectura ya que requieren algoritmos producidos por el hombre para describir y procesar información de su entorno, que a diferencia del hombre con sistemas neuronales biológicos como el cerebro son capaces de procesarla de manera autónoma. De allí que este nuevo reto sea el crear una máquina que emule al cerebro, un reto de grandes magnitudes.
El tema es complejo y una vez más los diferentes científicos tienen perspectivas distintas, como es el caso de Shane Legg, fundador de DeepMind, empresa pionera en inteligencia artificial, que fue adquirida por Google, que el año pasado sostuvo: “…En el largo plazo yo creo que la humanidad se va a extinguir y la tecnología va a jugar un rol en eso”.
El más aclamado físico y cosmólogo en la actualidad Stephen Hawking advierte: “…Es tentador desechar la idea de que exista una máquina de gran inteligencia como ciencia ficción. Pero eso sería un error y potencialmente el peor error de nuestra historia… El éxito de crear una IA (General) será el mayor evento de la historia de la humanidad, pero también puede ser el último…”.
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