“He cometido un gran error en mi vida: firmar esa carta” Albert Einstein
El 2 de agosto de 1939 fue el trágico día en que Albert Einstein firmó la carta que dirigió al presidente Roosevelt y que explicaba los avances de los nazis en la fusión nuclear y el significado de esto en un arma muy poderosa.
Esta carta fundamental lo comenzó todo y fue la que le atormentaría al genio y pacifista que en 1914 condenó el militarismo en Alemania y dos décadas después debió huir de la persecución nazi.
Einstein, un genio por sus grandes logros en la física no necesitaba promoción, sin embargo, en 1945 la revista Time lo elevó al imaginario colectivo de Estados Unidos y el mundo como “padre de la bomba nuclear”, al colocarlo en la portada junto a un hongo nuclear con el “e=mc2”, y eso se transformó en la gran tragedia de su vida según Jürgen Neffe, uno de sus más recientes biógrafos.
Niels Bohr, científico danés, Premio Nobel de física y uno de los principales contrincantes de Einstein en la física, terminó a través del exilio en Suiza y luego en Londres hasta llegar a Estados Unidos, a integrarse al proyecto Manhattan, que tenía por objetivo la construcción de la primera bomba atómica.
La creación y la ausencia de control internacional sobre tal arma de destrucción masiva hicieron que Bohr, arrepentido, a su vuelta en 1945 a Copenhague iniciase una campaña de usos pacifistas de la energía atómica. Organizó la primera conferencia «Átomos para la paz» en Ginebra, celebrada en 1955, y dos años más tarde recibió el primer premio de esta Conferencia.
Un tercer integrante del arma nuclear, que nos permite hablar de cambio, la era atómica, fue Robert Oppenheimer, físico teórico y profesor de física en la Universidad de California, que al integrarse Estados Unidos a la segunda guerra mundial, se suma al tristemente célebre proyecto Manhattan dedicado a crear la primera bomba atómica con el propósito de no dejarle ese poder a la Alemania nazi.
Éste es conocido como uno de los «padres de la bomba atómica» ya que fue director del laboratorio de armas nucleares Los Alamos, donde se dedicó a crear una reacción en cadena de neutrones rápidos que terminaría generando una bomba atómica. Pero cuando se detonó la primera bomba atómica de hidrógeno, Trinity, el 16 de julio de 1945, en Nuevo México, Oppenheimer recordó: “Nos dimos cuenta que el mundo no volvería a ser el mismo. Algunas personas rieron, otras lloraron. La mayoría estábamos silenciosos”.
La devastadora experiencia en Japón, llevó a Oppenheimer a promocionar el control internacional de la energía atómica, oponiéndose fuertemente al desarrollo de bombas atómicas, pero ello concluyó con la “Guerra fría” y en 1953 fue acusado de ser un simpatizante del comunismo y su autorización para trabajar en armas nucleares fue revocada.
A este excepcional físico le tocó la misma paga que a Alan Turing que creó la máquina para el descifrado de códigos nazis y diseñó y desarrolló Colossus, una de las primeras computadoras programables, pero no se salvó de la traición del país al que sirvió.
Un caso vigente hasta la actualidad, por la forma de lavar su imagen, fue el de Alfred Nobel un científico sueco, un químico e ingeniero, creador de la dinamita la cual fue patentada en 1867. Nobel inventó la dinamita como una alternativa más segura a otros explosivos como la nitroglicerina, que había acabado con la vida de su hermano, y esperó que estos inventos se terminaran con las guerras, ya que según él se trata de un arma tan potente que haría que cada país prefiriera evitarlo.
En la práctica, el potencial de la dinamita fue aprovechado para matar a más gente y así la dinamita mató a millones de personas, por lo que Nobel fue denominado como el «mercader de la muerte» por un diario francés.
Esto lo terminó afectando y a generar un arrepentimiento imposible de poder intervenir cuando la dinamita era conocida en todo el mundo, por lo que decidió generar un premio científico y a la paz, que lleva su nombre y es el de mayor prestigio a nivel mundial.
El Premio Nobel se instituye como la última voluntad de Alfred Nobel, inventor de la dinamita e industrial sueco, y se firma en París el 27 de noviembre de 1895. Así la Fundación creada por Alfred Nobel premia a las personas e instituciones que más hayan contribuido al progreso y bienestar de la humanidad en los campos de física, química, medicina, fisiología, literatura y la paz y desde 1969 también se da el premio de economía en memoria de Alfred Nobel.
Los casos de éxito y gran arrepentimiento por las consecuencias del descubrimiento o invento son muchos en el siglo XX, pero sorprende el que se vuelva dar en el siglo XXI, entre los tecnólogos de mayor importancia mundial especialmente en Estados Unidos.
Los hijos y otros familiares de los grandes líderes de empresas tecnológicas buscan para una buena educación a colegios donde la tecnología no tiene cabida ni en su mínima expresión, lo inverso de las clases medias altas y ricas de América Latina que exigen una educación cuando más tecnológica más costosa y aceptada.
En la casa de Steve Jobs, sus hijos no usan el iPad y otras tecnologías, por la pregunta es saber cuál es la causa de esta tendencia común a todos los grandes CEOs del Silicon Valley y sus principales tecnólogos. Según Walter Isaacson, autor de la biografía de Steve Jobs, el foco de la interacción de Jobs con sus hijos en casa se centraba más en lectura, historia o actividades que no implican el uso directo de tecnología. Así lo vivió él en el largo tiempo que pasaba en casa con Jobs y su familia mientras preparaba el libro.
No matar la creatividad o evitar un posible uso abusivo de dispositivos son los principales motivos por los que la tecnología está controlada en casa de quien fácilmente hubiéramos pensado que ofrece un paraíso tecnológico para sus hijos.
De allí que en el Silicon Valley proliferan los colegios sin tabletas ni ordenadores y esto se hace extensivo a las niñeras y otras ayudantes de la casa que para poder mantener el trabajo deben cumplir con aceptar que el móvil está prohibido por contrato laboral.
En Palo Alto, en el Silicon Valley que es el epicentro de la economía digital y de quienes piensan, producen y venden la tecnología que transforma la sociedad del siglo XXI, la cuestión de la educación de niños y jóvenes tiene una tendencia muy diferente a las tradicionales escuelas privadas para hijos de los grandes empresarios.
En el Waldorf of Peninsula, colegio privado donde se educan los hijos de directivos de Apple, Google y otros gigantes tecnológicos no entra una pantalla hasta que los jóvenes llegan a secundaria, ya que no creen en la caja negra, esa idea de que metes algo en una máquina y sale un resultado sin que se comprenda lo que pasa dentro.
Con el uso intensivo del ordenador, se pierde al ser humano tratando de lograr esa perfección, ya que lo que detona el aprendizaje es la emoción, y son los humanos los que producen esa emoción, no las máquinas.
La creatividad es algo esencialmente humano. Si le pones una pantalla a un niño pequeño limitas sus habilidades motoras, su tendencia a expandirse, su capacidad de concentración. No hay muchas certezas en todo esto. Tendremos las respuestas en 15 años, cuando estos niños sean adultos. ¿Pero queremos asumir el riesgo? se pregunta Pierre Laurent, padre de tres hijos, ingeniero informático que trabajó en Microsoft, Intel y diversas startups, y ahora preside el patronato del colegio.
La profesora, armada con tizas de colores, suma fracciones en el gran encerado, enmarcado en madera rústica, que cubre la pared frontal de la clase. Los niños de cuarto grado, de 9 y 10 años, hacen sus cuentas en los pupitres con lápiz y cuartillas. El aula está forrada de papeles: mensajes, horarios, trabajos de los alumnos. Ninguno ha salido de una impresora. Nada, ni siquiera los libros de texto, que elaboran los propios niños a mano, ha sido realizado por ordenador. No hay detalle alguno en esta clase que pudiera desentonar en los recuerdos escolares de un adulto que asistió al colegio en el siglo pasado.
Los adultos que mejor comprenden la tecnología de los móviles y las aplicaciones quieren a sus hijos lejos de ella, ya que los beneficios de las pantallas en la educación temprana son limitados, mientras que el riesgo de adicción es alto.
Los pioneros lo tuvieron claro y Bill Gates, creador de Microsoft, limitó el tiempo de pantalla de sus hijos. “No tenemos los teléfonos en la mesa cuando estamos comiendo y no les dimos móviles hasta que cumplieron los 14 años”, dijo en 2017.
Antes queríamos que el usuario estuviera contento para que comprase el producto. Ahora, con los Smartphone y las tabletas, el modelo de negocio es otro, el producto es gratis, pero se recogen datos y se ponen anuncios. El objetivo hoy es que el usuario pase más tiempo en la aplicación, para poder recoger más datos o poner más anuncios, o sea, la razón de ser de la aplicación es que el usuario pase el mayor tiempo posible ante la pantalla y están diseñadas para eso.
Hoy, según Common Sense Media, el 98% de los hogares con hijos en Estados Unidos tienen teléfonos móviles, frente a un 52% en 2011. Cuando la tecnología se ha generalizado, el problema es el contrario: que las familias con un elevado poder adquisitivo tienen más fácil impedir que sus niños se pasen el día ante el móvil. Mientras los hijos de las élites de Silicon Valley se crían entre pizarras y juguetes de madera, los de las clases bajas y medias crecen pegados a pantallas.
Los adolescentes de hogares con menos ingresos, según un estudio de Common Sense Media, pasan dos horas y 45 minutos al día más ante las pantallas que aquellos de hogares de ingresos altos. Otros estudios indican que los niños blancos están significativamente menos expuestos a las pantallas que los negros o hispanos.
En el Silicon Valley conduciendo hacia el norte tenemos al Waldorf of Peninsula, centro cuya matrícula ronda los 30,000 dólares anuales, y de allí se llega al colegio público Hillview. El primero no introduce las pantallas hasta la secundaria. El segundo publicita un programa por el que cada alumno cuenta con un iPad. En el primero, recibe al visitante un rústico espantapájaros situado en una huerta que cultivan los alumnos. En el segundo, una pantalla de leds que expone los anuncios del día. Los ideólogos de la cuarta revolución industrial, no confían en ella en todas sus dimensiones desde la comunicación a los alimentos transgénicos, desde el uso intensivo del auto a la bicicleta, en síntesis, son lo opuesto a lo que predican, ¿porque será?
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