Nuevas economías: entre la utopía y la realidad

“La realidad suprema de nuestro planeta es su vulnerabilidad” John F. Kennedy.

A mitad del siglo XX, los indicadores económicos más importantes eran los kilómetros de carretera, de líneas férreas, la producción de acero, la industria del petróleo, producción de electricidad y muchos más, pero pocas décadas después emergen los indicadores de desarrollo humano, con la salud, la esperanza de vida y la educación, hoy en el siglo XXI éstos son insuficientes frente a nuevas amenazas, más globales que la propia globalización.

El siglo XXI marca el final del largo camino comenzado en el siglo XVIII, acelerado en el XIX y profundizado en el XX, la larga marcha de la población rural a las ciudades, realidad que creció y se diversificó con el capitalismo y hoy su máxima expresión como forma de vida, forma de presentar a un país, forma de reproducir las grandes a diferencias sociales y económicas de la sociedad, en general, es el espejo del mundo del siglo XXI.

Así, los cambios de las sociedades se expresan en las ciudades y de éstas en relación con la producción y los servicios y sus costos forman un todo indisoluble, al cual se planteó como una alternativa inicial el desarrollo sustentable, una serie de ideas importantes que hasta hoy no han podido expresarse en un paradigma concreto, ya que su principal contradicción es la dinámica del propio sistema hegemónico.

El cambio climático se transforma en la gran amenaza del planeta, pero no está solo, son más que cuatro los jinetes del Apocalipsis, los cuales se ven de manera separada y no integrada porque están estructuralmente ligados entre sí, transformándose en una verdadera cadena de causas – efectos.

  • Aumento de nuevo de los niveles de hambre en el mundo, pasando de un
    6% en 2016 a más de 11% en 2017 (FAO, 2017).
  • Aumento de las desigualdades (OXFAM, 2017), con un 1% de la población
    poseyendo más del 50% de la riqueza global.
  • Crisis migratorias graves (ACNUR, 2017) con millones de personas desplazadas de sus hogares por motivos de guerra, falta de recursos y hambre, entre otras cosas.
  • La desaparición masiva y acelerada de especies.
  • El avance de la desertización (UNCCD, 2017).
  • Crisis energética y consumación del pico del petróleo, alcanzado ya en años
    anteriores, con lo que cada vez resultará más caro la obtención de este tipo de combustible.
  • Superación de los límites del planeta. Actualmente necesitaríamos los recursos de tres planetas para saciar las necesidades de los seres humanos que vivimos en él.

Estos escenarios extremos y complejos, han llevado a que Christiana Figueres, ex Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de la ONU sobre cambio climático sostuviera que, “es la primera vez en la historia de la humanidad que, intencionadamente, tenemos la obligación de transformar nuestro modelo económico”.

Esto ha generado una nueva serie de propuestas, encaminadas a la creación de un nuevo modelo económico, que se han formulado por nuevos movimientos, grupos e ideas, pero partiendo de que éste deberá ser uno que tendrá en cuenta como prioridad a las personas y el planeta.

En este caso, tomaremos un grupo de posiciones y teorías que emergen desde la periferia del sistema, lo cual nos habla de sus limitaciones, ya que esta situación es consecuencia directa del elevado nivel de irracionalidad del mismo.

El punto de partida es el Foro de Nueva Economía e Innovación Social que recoge las propuestas de algunos de los nuevos modelos emergentes de Nuevas Economías: Economía del Bien Común, la Economía Azul, la Economía Circular, la Economía Colaborativa, la Economía Social y Solidaria y el Movimiento en Transición y banca con valores, entre las principales nuevas propuestas.

Partimos de la “Carta de Málaga para la Nueva Economía y la innovación social”, que logra integrar estas diferentes versiones en una serie de objetivos comunes más allá de sus estrategias específicas. Así se define como fundamental la necesidad de lograr un sistema de derechos y valores donde la justicia, la solidaridad, la sostenibilidad, la igualdad, la autonomía y la colaboración estén en su centro, claro que no especifica cómo podría convivir ésta con la economía de mercado en la etapa del neoliberalismo, algo utópico; se repite el modelo de los ecologistas que en medio siglo han impuesto su agenda, pero no los mecanismos para erradicarlos.

Así planteado en este Foro tenemos que esta nueva economía en sus diferentes concepciones y movimientos parte de una serie de principios comunes que son: primero, crear una nueva economía basada en derechos humanos, con una economía que preserve la armonía entre las personas y el planeta. A ello se le suma una nueva economía que garantice una redistribución justa de los recursos existentes y que proporcione trabajo decente y acceso justo al ocio que permita a las personas crecer.

Se busca una nueva economía basada en valores y derechos; un ecosistema económico que integre los mejores modelos basados en: propósito social, como las empresas sociales, la economía para el bien común, la economía social y solidaria, o la banca con valores.

El segundo es la sostenibilidad ecológica, como la agroecología, la economía verde, circular o azul, o sea, racionalizar la producción en relación a los recursos y las verdaderas necesidades de la población y la colaboración abierta y la justicia, como la economía colaborativa o de comunes.

Un último criterio tiene que ver con el territorio de las industrias, servicios y explotaciones naturales, por lo que busca que la re-localización, debe ser donde sea apropiado, tales como el de ciudades de transición y otros que buscan encontrar un justo equilibrio entre lo local y lo global, a fin de terminar con la larga lista de localidades en agonía.

Todos estos modelos coinciden en interiorizar las metas y los valores de la nueva economía en cada organización, ya que incorporar éstas es una condición previa para lograr exitosamente las elevadas metas aquí defendidas. Se trata de un modelo audaz, que se trabajaría como con el caballo de Troya, introducirse a la empresa y tratar de lograr imponer estas ideas que vienen desde el siglo XIX con los socialistas utópicos.

Todos estos modelos y muchos otros, están repensando y remodelando conceptos como la alimentación, el dinero, las organizaciones, el trabajo, la producción y el comercio. Esto es fundamental ya que hoy la sociedad tiene como única meta el consumo, ya sea para sobrevivir, para crecer o para demostrar a través de éste su poder, una forma que tiene larga historia en el hombre desde los grandes imperios.

La alimentación chatarra expresa la ecuación del hombre devorado por el tiempo al cual le gana solo sacrificando su alimentación con graves consecuencias, hoy personalizadas en las nuevas enfermedades comunes, la obesidad y la diabetes.

Una nueva economía en la que el dinero sea un medio y la banca y las finanzas estén al servicio de las personas, y no al revés como lo demuestran hoy todos los estudios que analizan el mal del siglo y del sistema, la pobreza que abarca la mitad de la población del planeta, más otros grupos que no llegan a ello son los sobrevivientes.

La creación de dinero debe estar bajo escrutinio democrático y donde las personas tengan el conocimiento y la capacidad para participar en la solución de problemas, como por ejemplo la deuda fuera de control. Hoy el ciudadano es víctima del consumo y por ello presa fácil del crédito que termina dejándolo en la ruina, y cuya formulación médica es la depresión en diferentes niveles y la drogadicción en otros similares.

Existe una nueva economía, donde consumidores, organizaciones privadas e instituciones públicas promueven un sistema bancario y financiero basado en valores y el bien común, en principio sí y son los países musulmanes los que rechazan la usura del crédito, lo cual se ve reflejado en las sociedades para los nativos de ésta, no así para los trabajadores emigrantes.

La Sharia entiende el dinero como un medio de intercambio sin valor intrínseco, es decir, sin valor en sí mismo, el dinero no es un activo por sí solo y no puede aumentar de valor o generar más dinero si no es junto a otros recursos y en el desarrollo de una actividad económica real. En el sistema islámico el dinero es meramente un medio de intercambio y no un factor de producción independiente. Por las mismas razones expuestas, el dinero no puede ser ni comprado ni vendido.

Una nueva economía en la que los mecanismos de distribución y solidaridad, como la filantropía y el trabajo de organizaciones caritativas y no gubernamentales, no solo financien proyectos para resolver problemas creados por el sistema, sino que aborden las causas de estos problemas y mejoren el sistema. Los más ricos del mundo son filántropos, no promotores de nuevas ideas para la producción y el empleo, lo que nos recuerda ese pasaje bíblico de no me den pescados sino redes y me enseñen a pescar.

A esto último lo plantean en una nueva economía donde las organizaciones contribuyan al bien común, una nueva economía en la que las organizaciones con o sin fines de lucro contribuyan al bien común. Ya se trate de empresas, ONG, redes o movimientos sociales, todas habrán de perseguir un propósito social y anteponer el beneficio a las personas y al planeta a un único beneficio económico.

Esta nueva economía que plantean los jóvenes y pensadores que han visto los costos del endeudamiento, las guerras por hambre o por el control de recursos como el petróleo, son lo ideal para hoy y el futuro que viene, pero el sistema acompaña pero no cambia, reconoce pero no disminuye; en síntesis, son dos lenguajes diferentes para dos modelos económicos distintos, que no pueden convivir si quieren mantener o imponer sus ideas.

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