China y la nueva ruta de la seda.

“No conté ni la mitad de lo que vi…” dijo, antes de morir, Marco Polo

Alfredo César Dachary.

 

El Libro de las Maravillas, obra que Marco Polo dictó estando en prisión a un amigo, es sin duda uno de los elementos que sumados a otros fueron haciendo posible tiempo adelante, la emergencia de la modernidad. La Europa medieval, oscurantista y dominada por la iglesia, aunque operada por el valor del dinero, en cuyo centro, Venecia, nació Marco Polo, era el ejemplo viviente de esos contrastes.

La primera invasión del Asia hacia Occidente vino de los pueblos mongoles y varios siglos después la segunda invasión pasó sin que la gente se enterara y cuando lo asumieron fue tarde, había llegado la peste negra, transmitida por las ratas que traían las pulgas contaminadas.

Muchos siglos después, reaparece en el mundo moderno y emerge desde lo profundo de la China milenaria, en un avance que no parece tener límites pese a ser hoy ya la primera potencia productiva y comercial, disputando la hegemonía a Estados Unidos.

Donald Trump le puso la lápida a la estrategia geopolítica de Obama, una fantasía fabricada por sus asesores de cerrarle el paso a China con una mega alianza comercial del Pacífico, una visión belicista del comercio mundial, en favor de obtener un mayor control de un mundo que ya tiende a tener ideas diferentes.

Mientras esto ocurre y Trump queda entrampado en la estrategia de debilitamiento que creó el Partido Demócrata al perder la elección y no aceptar que la era Clinton-Obama había concluido, los chinos realizan una de sus grandes reuniones para mostrar los avances de la nueva ruta de la seda, que es un complejo plan de transportes que puede cambiar la economía mundial y encumbrar a China como hiper-potencia.

Esta estrategia o visión geoeconómica integra todos los sistemas de transporte, ya sean por tierra y por mar, de todos los continentes, con objetivos que van allá del comercio mundial, ya que la nueva Ruta de la Seda global tiene el potencial de transformar a su paso el pensamiento y la cultura de vastas regiones, ya que China ha apostado a un proyecto global de transportes sin parangón en la historia.

El presidente de China Xi Jinping planteó en el 2015, la oportunidad de revivir en su versión moderna a la antigua ruta de la seda, propuesta que hoy se ha convertido en el mayor desafío de la economía mundial, ya que generará una revolución total en las infraestructuras de tránsito de pasajeros, mercancías, hidrocarburos y alta tecnología, estrategia clave del encumbramiento de China como potencia.

Los cinco grandes proyectos de la ruta de la seda (B&R por su sigla en inglés):

  • La vía férrea a Londres de 12 mil kilómetros.
  • El puerto de Gwadar en el Mar Arábigo y cerca de Irán y del Golfo Pérsico.
  • La vía férrea a Irán.
  • Gasoductos de Asia Central a China, gran consumidor de energía.
  • La puerta de Khorgos, ciudad china fronteriza con Kazajistán: el “mayor puerto seco del mundo”.

En este último proyecto integró al gigante estatal del transporte marítimo chino COSCO, el cual acordó la compra del 24,5 % de las participaciones en un puerto terrestre en la frontera entre China y Kazajistán, lo que supone la primera incursión de la firma en el comercio vía ferrocarril. Otra firma china, el Puerto de Lianyungang (en la costa oriental de ese país) poseerá también un 24,5 % de la plataforma de comercio fronterizo, situada en la localidad china de Khorgos, vecina al territorio kazajo.

Estas alianzas se explican ya que, a la ruta terrestre original, Pekín ha sumado una marítima con la que adentrarse por África y otra transoceánica con la que involucra a Suramérica y conecta el Atlántico con el Pacífico a través de una línea ferroviaria, que atraviesa Sudamérica desde Perú a Brasil.

Es gigantesco proyecto tiene el potencial de renovar el comercio, la industria, la innovación, el pensamiento y la cultura, al igual que sucedió con la Ruta de la Seda, y su puesta en marcha alterará el mapa geoeconómico mundial, algo que afirma el presidente del Banco de China, Tian Guoli, quien destacó que solo las rutas terrestre y marítima integran a 4,400 millones de personas y 65 países, lo que brinda “grandes oportunidades” para todos, incluida Europa.

Este nuevo adalid del libre comercio tiene dificultades de ser considerado como tal, ya que en la Organización Mundial del Comercio (OMC), Estados Unidos y la Unión Europea (UE) se oponen abiertamente a concederle a China el estatus de «economía de mercado», actitud que Pekín ha criticado duramente.

El problema no es ideológico, ya que China actúa como un país capitalista, aunque tiene una planificación centralizada, pero el problema solo tiene que ver con el dumpingque sucede cuando un país vende un producto a otro a menor precio que el que tiene en su propio mercado interno. En la OMC es más fácil iniciar una demanda por dumping contra un país que no está clasificado como economía de mercado porque el país que demanda tiene bastante discrecionalidad a la hora de calcular el precio en el mercado interno del país exportador.

Sin embargo, China quiere que las palabras «libre» y «comercio» siempre vayan de la mano, por lo que los 68 países que participan en el plan comercial de la ruta de la seda deben promover políticas para hacerlo posible, algo que parece a Estados Unidos no le cae bien cuando se trata de competencia.

Pese a esas dificultades y el ocaso del acuerdo transpacífico, China organizó entre el 14 y 15 de mayo de 2017, en Beijing, un importante evento al cual se denominó Foro Una Franja, Una Ruta para la Cooperación Internacional, con el objetivo de integrar a más países y consolidar la nueva ruta de la seda, a la vez que incentivar la cooperación y el libre comercio con países de los cuatro continentes.

El presidente chino Xi Jinping aprovechó el evento y el elevado número de presidentes, primeros ministros y otros delegados a fin de poder abrir su propuesta a los estados que quisieran sumarse, siempre recalcando las oportunidades de la cooperación internacional y los aspectos negativos de las políticas comerciales proteccionistas.

A este foro asistieron directivos y más de 28 jefes de estado como Vladimir Putin, presidente de Rusia, Michelle Bachelet, presidenta chilena, Mauricio Macri, presidente argentino, Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional, entre otros, lo que permitió que el número de países que se sumaron a la propuesta llegara a 68 y el número de acuerdos de cooperación añadió 76 a su reciente historial.

En el 2014, el Gobierno chino estableció el Fondo de la Ruta de la Seda con 40 mil millones de dólares, esto con el objetivo de impulsar proyectos entre los países que integran esta franja; y la semana pasada, el Gobierno de China anunció la inyección de 14.5 mil millones de dólares más a dicho fondo, y en el marco del evento, se dio a conocer también que China inyectaría 8.7 mil millones de dólares en ayuda para los nuevos países en vías de desarrollo que se sumarán a la ruta de la seda.

Los 68 países que por el momento participan en la iniciativa deben de promover políticas para la coordinación, facilidades para la conectividad entre los socios, un comercio ininterrumpido, integración financiera y un soporte para la implementación de la iniciativa, lo que significa que se deben de promover intercambios culturales y académicos, cooperación mediática y de profesionistas para fortalecer las relaciones bilaterales.

Tan sólo 60 países de los que participan en esta iniciativa tienen un Producto Interno Bruto (PIB) que equivale a casi el 30 por ciento del PIB de todas las naciones del mundo, según cifras del Banco Mundial.

China ha realizado una gran apuesta con su proyecto de nuevas rutas de conexión con el resto del mundo en el denominado como la nueva ruta de la seda, que implica financieramente un compromiso de 124 mil millones de dólares para relanzar comunicaciones con todo el mundo, desde trenes de carga directos a más de veinte ciudades europeas como Madrid, Londres, Varsovia o Rotterdam, una red de trenes pan-asiática, conexiones ferroviarias entre las ciudades africanas donde China ha invertido centenares de miles de millones en proyectos petroleros y mineros, y puertos en Pakistán y otros países.

Para China es un ambicioso proyecto que busca los siguientes objetivos: redoblando la apuesta, dar salida a su enorme sobrecapacidad, ya cercana al 60%, y tener más colaboración con países de todo el mundo para que vean a China como una oportunidad.

El tiempo de la integración ha sido parado por su principal promotor, Estados Unidos, hoy afectado de un proteccionismo de defensiva. China por oposición, ve una gran oportunidad de negocios en los países más aislados y poco integrados del mundo, dos ópticas contrapuestas para un tiempo difícil, que espera mucho de la política de negociación para evitar la tragedia de la confrontación.

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