China y la ruta de la seda

Alfredo César Dachary

En estos días, el mundo se cimbró ante el anuncio hecho por el gobierno de la República Popular China, de una desvalorización del Yuan, con el objetivo de recuperar competitividad para sus exportaciones que son fundamentales en su crecimiento económico. Este mecanismo es común en las economías del actual sistema mundial, por lo que no hay que sorprenderse, el capitalismo chino tiene diferencias con el occidental en alianzas o políticas internas, pero en el mundo global juega con las mismas reglas.

Un ejemplo de ello lo da el hecho que pese a llevar más de un año reduciendo su crecimiento anual, que aún es alto, esto no ha entorpecido la formulación de nuevas alianzas o procesos de integración con otros países, a través del comercio mundial, siendo uno de sus más emblemáticos ejemplos: la famosa e histórica “Ruta de la seda”.

Ésta es una ruta comercial que comenzó en el siglo 3 a.C. y se continuó hasta el siglo 16 d.C., por lo que se considera uno de los logros más significativos en la historia de la civilización mundial, ya que la legendaria ruta de la seda fue durante muchos siglos la principal conexión comercial ante Asia y Europa.

Esta larga y peligrosa ruta unía a Constantinopla (Estambul) y la ciudad china de Xi’an, antes conocida como Chang´an, en un largo recorrido que cubría ocho mil kilómetros, pasando por cordilleras, desiertos y elevadas mesetas, aunque en realidad nadie la recorrió de un extremo a otro antes del siglo XIII, cuando Marco Polo autorizado por el Gengis Kan logró completarla, ya que antes la ruta estaba constituida más bien por una suma de etapas cortas entre los múltiples enclaves comerciales que la jalonaban.

Su nombre proviene del hecho de que la seda fue sin duda el producto estrella desde que en el siglo I a.C. cuando los chinos comenzaran a utilizarla para sus intercambios con pueblos próximos como Uzbekistan y los romanos la descubrieron al conquistar Partía en el siglo I a.C., y quedaron encandilados con su fineza.

Esta ruta es un largo collar, enhebrando ciudades que brillan por su historia o su belleza natural, desde Xi´an donde comienza la Ruta de la Seda, y que era un gran centro comercial del mundo antiguo. En esta ciudad china, llamada la capital de la seda, lugar donde hoy se pueden admirar una de las grandes obras artísticas de la antigüedad el ejército de guerreros de terracota, así como la mezquita.

Samarcanda, hoy Patrimonio Histórico de la Humanidad, tiene más de 2,500 años y está en Uzbekistán aunque fue la antigua capital del país de Sogdiana, que era la lengua franca usada para el comercio en la Ruta de la Seda y muy rica en restos arqueológicos. Taskent, antiguo centro económico, hoy es la capital de Uzbekistán.

Eran muchas ciudades y hoy lo son más, pero de las históricas destaca hasta hoy Mosul, ubicada en Irak, fue una de las capitales económicas y políticas de la Ruta de la Seda y un lugar de reunión e intercambio comercial de árabes, cristianos y kurdos, en la región se encuentran monasterios, bazares y mezquitas que recuerdan mucho la época dorada.

Estambul era el punto de llegada de la Ruta de la Seda ya que esta ciudad turca fue y es una de las grandes capitales históricas del mundo, antiguamente llamada Constantinopla, y después Bizancio, era el puente que une a Europa con Asia.

En la actualidad, las autopistas con vías de alta velocidad y las grandes terminales aéreas han sacado a Jiayuguan y Dunhuang de varios siglos de sueño para devolverles un nuevo esplendor mayor del que tuvieron en el pasado, cuando eran descanso obligado de las caravanas de camellos que conectaban Oriente y Occidente.

El “descubrir” el Oriente pobló de fantasías y nuevos imaginarios, construyendo la base de los sueños de Marco Polo, que mostró a Occidente que no estaban solos, que había una cultura mucho más antigua y desarrollada y por ello es que las hazañas del comerciante veneciano invadieron el pensamiento occidental, dándole un halo fantástico como lo fue el famoso “Las mil y una noches”.

Pero esta “autopista del comercio y los intercambios culturales”  del mundo antiguo, conocida como la Ruta de la Seda recién es conocida por ese nombre en  el siglo XIX, ya que mucho antes, era tan solo un camino, un viaje lleno de ilusión y esperanza hacia tierras ignotas “desconocidas para Occidente”, que atravesaba montañas y valles, ríos y desiertos, con el afán de alimentar la riqueza y el conocimiento entre las civilizaciones.​

En la actualidad, el presidente chino está empeñado en recuperar la Ruta de la Seda como corredor económico entre Oriente y Occidente y como vía de promoción cultural de ambas civilizaciones, siendo la provincia de Gansu, un estrecho pasillo por la margen sur del Gobi, una de las más beneficiadas de la nueva política.

El cambio se percibe, no solo en las magníficas infraestructuras que facilitan el viaje y en las modernas instalaciones turísticas, sino también en las manchas verdes que la repoblación de sauces, chopos y álamos imprimen a un paisaje de arenas y piedras oscuras desprendidas de las cumbres nevadas de los montes Qilian y redondeadas por el viento.

Este proyecto denominado un cinturón – una ruta, tiene un componente terrestre, otro marítimo y otro oceánico, pero el más interesante es el terrestre por el impacto en estos pueblos y, a la vez, se transforma en una ruta de integración por un lado y defensa por el otro.

China ha sabido capitalizar para su diplomacia económica el malestar existente entre Moscú y Occidente, conflicto que parte de una situación extraordinaria y es que Rusia es el país más extenso del mundo, que ocupa todo el norte de Asia, el más rico en recursos naturales y con una larga frontera con China, por lo que se ha convertido en una pieza clave de la iniciativa.

El impulso dado a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) durante la cumbre celebrada a principios del pasado julio en la ciudad rusa de Ufá, revela la decisión china de construir la arquitectura institucional necesaria para asegurar el éxito de su iniciativa, al tiempo que aborda los recelos del Kremlin en Asia Central, donde quiere seguir manteniendo su influencia.

Esta asociación estratégica fue fundada en 1996 para negociar el trazado definitivo de las fronteras comunes, la OCS es la única asociación internacional de carácter militar en la que China participa y Rusia tiene igual protagonismo, y además están las ex repúblicas soviéticas centroasiáticas.

En la cumbre de julio se unieron como miembros de pleno derecho India y Pakistán. Todo apunta a que Irán se sumará en la próxima, ya que su entrada dependía del levantamiento de las sanciones de la ONU, que permitirá el reciente acuerdo sobre el programa nuclear. Afganistán, Mongolia y Bielorrusia son observadores.

El punto de partida de esta estrategia es el hecho de que China cuenta con un Producto Interior Bruto de 7.794,587 millones de euros en 2014 y con 1,365 millones de habitantes por lo que aún necesita dar un empujón a su desarrollo para terminar de sacar la mayor cantidad de pobres en la historia del planeta, cantidad insuperable hasta el día de hoy.

En su estrategia de crecimiento, Europa occidental juega un papel fundamental tanto como mercado para los productos chinos como para la adquisición de alta tecnología y la cooperación en temas prioritarios como el medioambiente, por ello la nueva Ruta de la Seda terrestre se compone de dos brazos principales con multitud de terminales y vías adyacentes. El primero, basado en el camino de las antiguas caravanas de camellos y aún sin un trazado definitivo, es el más conflictivo porque atraviesa zonas de marcada inestabilidad en Asia Central y Oriente Próximo.

El segundo brazo, a través de Rusia y Kazajistán, ya está operativo aunque precisa una urgente modernización y en la actualidad, hay trenes regulares de pasajeros y mercancías entre Pekín y Moscú que tardan seis días y medio en completar el recorrido, pero China ya ha puesto sobre la mesa 5,000 millones de euros para la construcción del ferrocarril de alta velocidad Moscú-Kazán, una obra de 20,000 millones que posteriormente unirá la capital rusa con China a través de Kazajistán, lo que permitirá reducir a 33 horas la duración del viaje Moscú – Pekín.

Por éste también circulan trenes regulares entre China y Alemania y en el 2013 se realizó por primera vez, el trayecto ferroviario más largo de la historia: 13,053 kilómetros, que unen Madrid con Yiwu, localidad de la provincia suroriental china de Zhejiang, apodado la Ruta de la Seda del Siglo XXI, el convoy, que ya ha realizado tres viajes, atraviesa en 21 días China, Kazajistán, Rusia, Bielorrusia, Polonia, Alemania, Francia y España.

En Asia central, el gobierno de Kazajistán que está empeñado en el desarrollo acelerado del país, es uno de los más firmes defensores y promotores del renacimiento de la Ruta de la Seda, por lo que China le ha dado como contratos por valor de 27,000 millones de euros.

Otros países, como Grecia, Italia, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Bulgaria y Turquía, se ofrecen para enlazar este trayecto terrestre con el de Asia Central y/o con la ruta marítima, lo cual amplia el radio de comercio e influencia de esta ruta revivida en el nuevo mundo global.

Debido a que Estados Unidos pretende frenar el avance de China, la estrategia de este país es garantizarse sus necesidades energéticas con una amplia red de conducciones de gas y petróleo que, junto con infraestructura de transporte terrestre, impidan cualquier estrangulamiento del suministro, que en la actualidad se realiza sobre todo por la vía marítima. El Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras y el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) estudian establecer otro banco vinculado a la OCS, y con estas instituciones, China está trazando la arquitectura económica necesaria para dar cobijo a la Ruta de la Seda del siglo XXI, una estrategia geoeconómica de comienzo pero que puede abarcar otros rubros.

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