El impuesto rosa, otra forma de discriminación.

“Ser libre no es meramente deshacerse de las cadenas de uno, sino vivir de una forma que respete y mejore la libertad de los demás”. Nelson Mandela.

Alfredo César Dachary.

 

La lucha por el derecho a la igualdad y a la no discriminación ha tenido un largo período de gestación y demostración, buscando hechos en el siglo XIX diremos de las mujeres que murieron peleando por una sociedad mejor en el levantamiento popular de Paris de 1848, a la comuna de Paris dos décadas después, siempre las mujeres, en una sociedad asimétrica, pelearon a la par de los hombres y así murieron.

En el siglo XX fue el escenario donde los grandes problemas que debió enfrentar la humanidad llevó masivamente a la mujer a probar que podía realizar todas las tareas posibles, desde las tradicionales de “hombres”: construcción, minería, industria pesada y así lo sociedad se enfrentó a recocer lo que fue siempre su derecho, la igualdad de género.

Estos derechos universales se encuentran en la base del sistema internacional de protección de los derechos humanos,  en 1945 en el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas  se reafirma “la fe en los derechos fundamentales, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas”, y en el artículo inicial de la Declaración Universal de Derechos Humanos que fue aprobada en la ONU en 1948 se establece que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.

Se han aprobado varios instrumentos internacionales que profundizaron el proceso de lograr la igualdad entre mujeres y hombres, desde la fundación de la ONU, entre ellos, tenemos a la Convención de los Derechos Políticos de las Mujeres que se dio en 1954 y propone poner en práctica el principio de la igualdad de derechos de hombres y mujeres, enunciado en la Carta de las Naciones Unidas.

La Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial se aprueba en 1965 y propone una política encaminada a eliminar la discriminación racial en todas sus formas y a promover el entendimiento entre todas las razas.

En 1966 se dio el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos y en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales del mismo año los Estados Participantes se comprometen a respetar y a garantizar a todos los individuos en su territorio y sujetos a su jurisdicción los derechos reconocidos en dichos instrumentos, sin distinción alguna de raza, idioma o sexo, nacionalidad, religión, lengua y opinión política, entre otras.

En 1979 fue adoptada la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, en inglés), que tiene por objeto eliminar la discriminación contra las mujeres y asegurar la igualdad entre mujeres y hombres. Además de ser el instrumento internacional más amplio en materia de derechos de las mujeres, la CEDAW tiene carácter vinculante para los Estados que la han ratificado, un total de 188 países hasta el 2015.

Tres décadas y media después, nos enfrentamos a una realidad muy particular, que en la practica la mayoría de los países tienen leyes de protección de la equidad de derechos entre hombres y mujeres, pero en la realidad no es cumplido plenamente este ordenamiento y generalmente en la mayoría de los países la diferencia de remuneración por género es aún visible.

Pero esto no es homogéneo y expresa la gran asimetría mundial, donde una vez más los salarios pagados a las mujeres por trabajos similares son inferiores a los pagados a los hombres. Eso significa que la brecha salarial en el mercado laboral tiende a ir disminuyendo en los países acorde al nivel de desarrollo. Al final, con toda clase de supuestos optimistas, la igualdad recién se estima que se podrá alcanzar en 2058 en los Estados Unidos según un estudio hecho por un instituto especializado en el tema.

Para el caso de Latinoamérica, la brecha salarial seguirá dándose unos años más, y en algunos segmentos, la diferencia de ingresos se está ampliando, en este caso  en un estudio realizado en Argentina por el INDEC (Instituto de Estadísticas y Censos) una mujer que trabaja full time dedica más tiempo a tareas hogareñas que un varón desocupado, apunta la economista Mercedes D’Alessandro, quien junto con sus colegas Magalí Brosio y Violeta Guitart alimenta con contenidos desde hace más de un año el blog Economía Femini(s)ta, especializado en economía con perspectiva de género.

Economía Feminista es una organización que nació en mayo de 2015 con el objetivo de visibilizar la desigualdad de género a través de la difusión de datos, estadísticas, contenidos académicos y producción original orientados a todo público. Desde la creación del espacio ha crecido cuantitativa y cualitativamente, incorporando nuevos colaboradores y colaboradoras y ampliando los temas que abarca, a fin de comprender, cuantificar y explicar distintas fuentes de desigualdad económica que en el pasado han sido escasamente estudiadas.

Para la economista Mercedes D´Alessandro, experta que estudia el tema para el caso de Argentina, la desigualdad está en todos los sectores y según datos del Ministerio de Trabajo, las mujeres en promedio en la Argentina ganan 27% menos que los varones, y en el sector informal de trabajadoras precarizadas la brecha llega a 40% y está en aumento ya que para el 2003 era de 33,9%.

Pero esto no se limita a las mujeres pobres y más vulnerables ya que en Hollywood las estrellas femeninas ganan varios millones de dólares menos que sus pares masculinos para roles de mismo nivel de exigencia y protagonismo, lo cual provocó quejas permanentemente y últimamente fueron de actrices como Jennifer Lawrence y Charlize Theron, entre otras.

La industria del cine está explotando que el tema se haya instalado en la agenda mediática, y contribuye en algunos terrenos a que haya más mujeres en la industria y a que cambie, aunque muy lentamente, el estereotipo femenino en el cine. Pero hay un solo premio Oscar a una directora mujer (y sólo hubo cuatro nominadas en la historia). Y hay un solo premio Nobel de Economía a una mujer Elinor Ostrom, que coincidentemente no es economista sino politóloga.

¿Pero que es el pink tax o impuesto rosa? Es una especie de «impuesto encubierto» que pagan las mujeres por la versión femenina de productos similares masculinos. Esto viene del análisis en distintos países por economistas que notaron el fenómeno llamado impuesto rosa, por el cual las empresas de consumo masivo tienden a cobrar algo más por los productos para mujeres, ante condiciones y características similares del producto.

En Estados Unidos se estimó un promedio de ese “impuesto encubierto” era de un 7% adicional, aunque eso no se verifica en todos los estados, y en Latinoamérica no hay estudios, sino más bien muestreos donde se reflejan las diferencias en productos de uso generalizado entre hombres y mujeres como las maquinitas de afeitar, cuya diferencia es significativamente más alta para el consumo femenino.

Un estudio de la Universidad de California reveló que las mujeres americanas pagan hasta 1,351 dólares más al año por la versión femenina de productos similares masculinos. En Europa, si bien aún no hay un estudio similar, la asociación francesa Georgette Sand lleva un año denunciando los casos que encuentra en los supermercados y animando a los consumidores a subir fotos de ejemplos a redes sociales con la etiqueta woman tax. La asociación reunió 50 mil firmas y la polémica llegó a la Asamblea francesa, que investiga el caso.

Mariana Chudnovsky, Doctora en Ciencia Política sostiene que, «existe una realidad cotidiana para las mujeres que avanzan en la carrera e intentan derrumbar, matizar o soportar algunos de los múltiples factores discriminatorios. Hay un reconocimiento de los rasgos masculinos de la mujer fuerte que alcanza posiciones de poder, y/o su contracara, que presenta situaciones de alusión a la ropa, el peso o su figura, lo cual es un desplazamiento del foco hacia lo estético que encubre una estrategia de descalificación disfrazada de halago».

En el Foro de Davos 2017, una estrella fue el primer mandatario canadiense Justin Trudeau, joven, carismático y el primer político en su país en armar un gabinete de «feministros» (50%-50%) y llamó a los dirigentes a ser «tan feministas» como él. En el panel estaban Melinda Gates y Sheryl Sandberg, la CEO de Facebook, la firma que en su momento les propuso a sus empleadas pagarles el congelamiento de óvulos para postergar la maternidad, algo que generó fuertes controversias y burlas.

Un informe de 2016 reveló que la participación de las mujeres en puestos directivos es menor y resaltó que en América Latina hay sólo dos mandatarias de Estado: Dilma Rousseff y Michelle Bachelet. Sin embargo, de acuerdo con un Informe de International Business Report (IBR) de Grant Thornton, la ocupación de puestos directivos por mujeres en América Latina asciende a un promedio del 18%. Comparativamente, la participación de la mujer en puestos directivos en la región pasó del 19% en 2014 al 16% en 2015.

En el otro extremo esta China, que representa un ejemplo del éxito en materia de igualdades laborales al pasar de un 25% de participación femenina en 2012 a un 51% en 2015.

Según un estudio realizado por el Banco Mundial, las mujeres «representan aproximadamente el 70% de las decisiones de compra» en todo el planeta, ellas deciden «las compras del 94% de los muebles para el hogar, el 92% de las vacaciones, el 91% de las viviendas, el 60% de los automóviles y el 51% de la electrónica».

Ya que sabemos que existe este impuesto a las mujeres, el primer paso es que se sepa, contemos que esto existe para evitar que las mujeres sean engañadas con el marketing, destaca el estudio al tiempo que exige políticas públicas para frenar este tipo de abusos.

En algunos estados de Estados Unidos, como California, existen leyes de ‘gender prices’ (precios de género) que habilitan «la denuncia de estas situaciones y aplican multas a quienes realicen discriminación de precios por género». Hoy esto es la excepción, por lo que el trabajo para generalizarlo es aún titánico, y forma parte de la lucha continua sobre una verdadera equidad de género.

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