El trabajo, la felicidad y el ser humano.

“Hay que vivir para el trabajo y no trabajar para vivir” Anónimo.

Alfredo César Dachary.

 

En el año 2016, James Livingston publicó un trabajo editado por la Universidad de North Carolina, titulado “Basta de trabajo: por qué el pleno empleo es una mala idea”, y luego en la revista Aeon, el mismo autor plantea una vez más sus ideas en un artículo titulado “A la mierda el trabajo”.

En este texto, Livingston sostiene que sus conclusiones derivan de las diversas crisis que se solapan desde hace unas décadas atrás:

  • Una alienante y actualmente desgastada ética del trabajo nacida de la ética protestante.
  • Cuatro décadas de subempleo rampante.
  • Caída de los salarios.
  • Incremento de la desigualdad.
  • El incremento de la especulación financiera que acompaña la caída en la inversión productiva y la demanda agregada.
  • Un clima poscrisis del 2008 de resentimiento cultural y polarización política, que han avivado los levantamientos populistas de derecha e izquierda.

Esto lleva a que este autor sostenga que hay un fracaso final del mercado de la previsión y la distribución del trabajo en la sociedad, por ello el futuro del trabajo para él es desesperanzador. Esto lleva a que la robotización reducirá la fuerza del trabajo en las próximas dos décadas, como algo imparable, algo con lo que concuerdan los ideólogos y científicos que están en el centro de la denominada cuarta revolución industrial.

La propuesta que hace frente a esta situación es que se ponga en marcha un sistema de impuestos progresivos, para que se pueda aplicar la denominada Renta Básica Universal, un nuevo modelo que viene a reemplazar al estado del bienestar, en una versión más pobre, de supervivencia.

Esto se complica aún más porque, según el estudio realizado por la Universidad de Oxford por el Citi GPS: Global Perspectives & Solutions, en enero del 2016, los países más afectados son los menos desarrollados, por ejemplo, Tailandia 72% de los trabajos podrían ser remplazados por automatización, China el 77%, Estados Unidos el 47%, Gran Bretaña el 35% y la India el 69%.

Esta situación de pérdida del empleo o sobre trabajo y demás versiones de la explotación social de los diferentes tipos de asalariados tiene costos elevados en la sociedad, algo que aparentemente Livingston no “ha tomado en consideración”.

El 7 de abril, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un informe que mostraba que las tasas de depresión se incrementaron un 18% entre 2005 y 2015, estimándose actualmente que afectan a más de 300 millones de personas en todo el mundo. Aproximadamente 800,000 personas se suicidan cada año. Según la OMS, la pobreza y el desempleo son las principales causas. ¿Alcanzará la Renta Básica Universal para solucionar estos problemas?

México es un ejemplo de esta situación ya que, pese a que se han creado alrededor de 2.700,000 empleos formales en lo que va del sexenio, el número de trabajadores que se desempeñan en la economía informal continúa en ascenso y ya representan casi seis de cada diez personas ocupadas en el país, las cuales mantienen salarios precarios y carecen de protección social, revelan informes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

Adicionalmente, los 16.255,000 trabajadores formales cotizantes al IMSS sufrieron el mayor deterioro en su poder adquisitivo en los pasados siete años, derivado de las recientes alzas en los precios de los combustibles, entre otros.

En el primer trimestre del 2017, el número de personas que se desempeñan en la economía, también denominada subterránea, alcanzó los 27.900,000 personas, lo que significó un aumento de 1.8% con respecto al primer trimestre del 2016, precisan los datos del INEGI. De esta manera, 57.2% de los 51.859,895 de personas ocupadas se mantienen en la economía informal.

¿Qué está pasando?, ¿cuándo comenzó a darse este declive?, según algunos expertos cuando el capitalismo se implanta lleva consigo la base ideológica de la sociedad patriarcal, por lo que todos los trabajos que se realizan en contextos no mercantiles quedaron devaluados y no reconocidos como un trabajo, fundamentalmente, el trabajo doméstico y de cuidados realizado básicamente por mujeres e implicados directamente en el cuidado de la vida y de los cuerpos, que se hizo invisible, a pesar de ser el eje central de la existencia humana.

Es incomprensible, para una persona pensante, esta desvalorización social de una actividad que es fundamental para la subsistencia de las personas y la reproducción social; ya que sin el cuidado que se realiza desde los hogares a lo largo de todo el ciclo vital: alimentación, niñez, cuidado en la salud, enfermedades, envejecimiento, cuidados afectivos y emocionales, etc., la vida no sería posible. Sin embargo, es perfectamente comprensible desde la perspectiva del sistema económico.

La producción capitalista no tiene capacidad ni posibilidades de reproducir bajo sus propias relaciones de producción la fuerza de trabajo que necesita, por ello la reproducción diaria, sobre todo la generacional, requiere de una enorme cantidad de tiempo y energías que el sistema no podría remunerar.

El mercado no puede sustituir los complejos procesos de crianza y socialización que implican afectos, emociones, seguridades, etc. y que permiten que las personas se desarrollen como tales, por ello esta enorme cantidad de trabajo doméstico y de cuidados que se están realizando hace posible que el sistema económico pueda seguir funcionando.

Hoy la robótica piensa remplazar al humano en el cuidado de humanos, o sea, se deshumaniza la etapa más difícil del hombre cuando está en el ocaso y los valores humanos son más necesarios desde el cariño a la propia esperanza, también la parte inicial del niño todo puede ser operado en el futuro por estas nuevas tecnologías, que llegará incluso a la gestación del nuevo humano.

Todo esto forma parte de la nueva hipoteca que tendrá la sociedad con la tecnología como mecanismo para hacer cada vez más competido el propio sistema, para ampliar la brecha asimétrica que hoy divide al mundo, entre los que tendrán acceso a la nueva tecnología para su beneficio y los que por culpa de ésta se quedarán sin trabajo. Esa asimetría que hace pocas semanas fue presentada por OXFAM, donde menos del 1% de personas controlan la gran mayoría de la riqueza.

Pero la “propuesta o profecía” de Livingston mantiene que el trabajo en sociedad no desaparecerá, incluso si los servicios de las casas pasan a ser operados por robot, esto sería imposible. Por ello es que él ve un futuro con automatización creciente donde el tiempo libre es nuestra primera preocupación, el trabajo en sociedad se convierte enteramente en voluntario, y el consumo en curso impulsa la demanda. Algo ya se ha adelantado cuando, en la nueva sociedad de consumo, los límites entre ocio y trabajo son cada vez más difusos, por ello el trabajo comienza a ser algo de menos peso en la sociedad, una estrategia que termina relegando a éste a un rincón de la historia del hombre.

Estamos entrando en la nueva era del ocio global, que se alimentaría de la Renta Básica Universal que apenas alcanzaría para sobrevivir en el mejor de los casos, ya que ésta remplazaría a todas las políticas de ayuda. ¿Se trata del mismo modelo de vida del drogadicto que solo sale a hacer un trabajo o un robo o prostitución cuando se le acaba la droga?

En el 2016, cuando Davos publicó el documento sobre la tormenta perfecta, ciertos sectores de la sociedad comenzaron a ver los nubarrones en el horizonte de la vida y a pensar que pasará cuando en el corto plazo el empleo empiece a caer. Se podrá vivir de la terciarización, cada uno vendiendo algo a otro y éste a otro más.

Este modelo ya es conocido en México donde en las colonias populares todas las casas se transforman en un tipo de negocio que complementa los ingresos menguados de los que trabajan en la mañana; ahora este modelo se repetirá y en vez de ingresos estará la Renta Básica Universal.

Coincidentemente a comienzos del año, Bill Gates, uno de los ideólogos de este modelo tecnológico, planteó que en los próximos diez años llegará una gran epidemia que reducirá la población mundial.

Esta profecía coincide con el proceso de que gran parte de los hombres comienzan a ser como las cosas, desechables en la mayoría de las profesiones incluyendo los ejércitos, que serán operados a distancia haciendo de las masacres un juego más.

La verdad comienza a fluir, pero la toma de conciencia difícilmente se da, porque el modelo de entrenamiento – atontamiento lleva varias décadas de aplicación y los resultados se pueden semejar al ocaso de la Belle Époque, cuando la fiesta, el alcohol y las drogas, no dejaban escuchar los primeros bombazos del inicio de la primera Guerra Mundial.

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