“Quema menos hidrocarburos, quema más calorías” Anónimo.
Hoy la conectividad es el eje por el cual se desplaza el mercado en todas sus dimensiones desde las cargas a las comunicaciones, desde el aire a tierra o mar, siempre estar conectado es una característica de nuestra era.
Todos los negocios se mueven de una u otra manera por diferentes formas de conexión y transporte, de allí que las actividades más dinámicas y globales como el turismo que abarca todos los países, colonias y protectorados del planeta tiene que ser evaluado en su desarrollo, pero mucho más en el centro del negocio del turismo, el transporte, que en ciertas épocas transforma países y regiones.
En el caso europeo, el más emblemático en el turismo, no solo porque ahí nació, sino que allí se controla gran parte a la vez que es receptor de millones de turistas de la periferia para conocer, entender y ver lo que fueron sus metrópolis, un importante imaginario colonial.
Este subcontinente está interconectado por la red trans-europea de transporte (TEN-T) que consta de más de 138,000 km de líneas ferroviarias, 136,700 km de carreteras y 23,506 km de vías navegables interiores. Alrededor de 879 millones de pasajeros viajaron en avión en la Unión Europea en 2014, de los cuales 73 millones transitaron por el Aeropuerto de Heathrow y en los puertos de la UE recalaron casi 3,800 millones de toneladas de mercancías.
La tendencia es similar a la del turismo, el crecimiento del transporte de carga y pasajeros sigue aumentando significativamente año con año, lo cual comienza a generar mayores inquietudes en los países donde carreteras, aeropuertos y puertos consumen cada vez más territorio con la expansión ilimitada del comercio, más lo que no tiene territorio, como es el caso de Gibraltar, colonia británica que se expande de frente al mar en aeropuerto y puertos o el principado de Mónaco.
En el 2014 se calculó en un 25% la proporción total de las emisiones
de GEI del transporte en el mundo, lo cual es un reto muy grande si lo vemos desde la óptica del crecimiento de esta actividad como eje del sistema económico mundial.
La aviación y el transporte marítimo internacional han ayudado a reducir
considerablemente las distancias y a incrementar nuestro acceso al turismo y
productos más baratos, y con ello ayudado a crear millones de puestos de trabajo en forma directa e indirecta.
Se espera que en la primera mitad del siglo XXI, el transporte de
pasajeros en la UE, incluida la aviación, crezca aproximadamente un 70% y el
transporte de mercancías, un 100%.
Pero la tendencia no es homogénea en el sistema de transporte en el mundo, como es el caso de Estados Unidos, donde los autobuses son la forma de transporte de larga distancia de mayor crecimiento y las compañías británicas están a la delantera.
Según el presidente de la Asociación Estadounidense del Bus (ABA por sus siglas en inglés), Peter Pantuso, la última vez que la mayoría de estadounidenses tomó el transporte público fue el autobús amarillo que los llevaba al colegio.
El apogeo de los viajes en autobús para distancias largas en Estados Unidos fue durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los asientos de los buses Greyhound se llenaban de soldados y civiles.
La industria trató de capitalizar su repentina popularidad con campañas de mercadeo de alto perfil, pero el rápido crecimiento en los vuelos baratos y la propiedad de automóviles durante la década de 1950 provocó su declinación y quedó relegada al margen.
Según el Foro Internacional de Transporte (FIT) en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los volúmenes mundiales de transporte también aumentarán. Esto se debe en parte al crecimiento proyectado del comercio global.
El FIT también prevé desplazamientos geográficos en los patrones del comercio mundial, donde el crecimiento del comercio en las economías emergentes dará lugar a un aumento de las distancias recorridas en el transporte de largas distancias.
El incremento de los vuelos de pasajeros y en el transporte marítimo plantea una mayor amenaza para el medio ambiente y la salud humana, y se espera que los sectores de la aviación y del transporte marítimo experimenten un incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y los de contaminantes atmosféricos, como el dióxido de carbono (CO2), los óxidos de nitrógeno (NOX) y los óxidos de azufre (SOX), así como la contaminación acústica.
Las emisiones de dióxido de carbono procedentes de estos sectores representan actualmente el 5% de las emisiones globales y, de acuerdo con un estudio del Parlamento Europeo, la aviación y el transporte marítimo serán responsables de hasta el 22 % y el 17 %, respectivamente, de las emisiones globales de CO2 en 2050.
Pero esto es más amplio ya que la movilidad, ya sea en transporte público o privado, dentro de los núcleos urbanos está adquiriendo un protagonismo creciente, debido a que el mundo cada vez se hace más urbano y se desplaza cada vez más, tanto interior como exteriormente. Actualmente más del 50% de la población mundial vive en ciudades, en la UE el 80% de los ciudadanos vive en zonas urbanas.
Esta presión demográfica provoca una gran intensidad y frecuencia de desplazamientos en las tramas urbanas que agrava los efectos en su entorno, tanto positivos como negativos. Para darnos cuenta de la problemática en los núcleos urbanos, que solo suponen el 1% del territorio, y consumen más del 75% de la energía y producen el 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Además, hay que añadirle que son los grandes subsistemas económicos donde se concentra la producción y el consumo (el 85% del PIB de la UE se genera en sus ciudades).
Las emisiones relacionadas con el transporte por carretera son el principal problema ambiental de este sector y el más perceptible. Además, el uso de calefacciones que usan combustibles derivados del petróleo ayuda a incrementar la contaminación urbana. Al transporte rodado corresponden el 75% de las emisiones del sector, siendo la causa directa de estas emisiones en las tramas urbanas. La combustión de estos motores produce fundamentalmente monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, óxidos de azufre y partículas en suspensión y compuestos orgánicos volátiles. Además de dióxido de carbono (CO2), que a pesar de no ser tóxico favorece el cambio climático.
Como se ha citado anteriormente, el tráfico rodado de las ciudades es el mayor causante de la contaminación atmosférica de las mismas. Esto se debe al gran incremento de vehículos que transitan por las ciudades, a pesar del uso de motores y combustibles más limpios. En los últimos años se han implantado mejoras técnicas para reducir su efecto al medio ambiente, aunque no se han obtenido resultados plenamente satisfactorios.
La Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) estimó que en 2016 hubo 3,700 millones de pasajeros aéreos en todo el mundo y todos los años, desde 2009, se ha alcanzado un récord sin precedentes. La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) prevé que esa cifra se duplique en torno a los 7,200 millones para 2035. Al igual que los aviones, los números siguen subiendo y considerando el daño que el transporte aéreo causa al planeta, eso debería de ser motivo de reflexión.
Se calcula que la aviación representa algo más del 2% de las emisiones mundiales de CO2, cifra que reconoce la propia industria. Para Stefan Gössling, profesor de las universidades suecas de Lund y Linneo y coeditor del libro “Aviación y cambio climático: hechos, desafíos y soluciones”, «…Esa es sólo la mitad de la verdad”.
Otras emisiones de la aviación como los óxidos de nitrógeno (NOx), el vapor de agua, las partículas, las estelas de condensación y los cambios en las nubes de cirro tienen efectos de calentamiento adicionales y la contribución del sector al calentamiento global es por lo menos el doble que la del CO2.
Hace unos años, Germanwatch, una ONG alemana dedicada a la protección del medio ambiente, calculó que una persona que toma un vuelo de ida y vuelta de Alemania al Caribe produce la misma cantidad de emisiones perjudiciales, alrededor de 4 toneladas de CO2, que una media de 80 residentes de Tanzania durante un año entero. Individualmente, no hay ninguna otra actividad humana que provoque tantas emisiones en tan poco tiempo como la aviación, ya que es muy intensa energéticamente.
El cálculo de la huella de carbono de la WWF es muy instructivo a este respecto. Una persona con tan sólo dos hipotéticos vuelos de corta distancia y un vuelo de larga distancia al año bastarían para colocar a ésta en la zona roja de la huella de carbono de la calculadora.
Un nuevo reto al orden establecido, el mantener el crecimiento, aunque sea asimétrico implica aumentar en los diferentes frentes la contaminación real, ¿cuál será la salida? Existe la posibilidad o una vez más nos harán creer en un nuevo paradigma para evitar que cunda el pánico.
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