Dr. Alfredo A. César Dachary
El turismo, una actividad compleja en crecimiento sostenido durante más de seis décadas y una de las más importantes a nivel mundial, tiene entre sus amenazas dos que son muy graves: una es la seguridad en el destino y la otra es la pérdida del territorio donde se encuentra, que significa el fin del turismo en esa isla, región o país.
Pero este tema, no es sólo del turismo, sino que afecta a otras sociedades donde el turismo existe, pero hay actividades también importantes, y este país es Holanda, conocido como el Reino de los Países Bajos, porque una parte importante está por debajo del nivel del mar y se ha recuperado más del 20% del territorio a través de diques.
La experiencia de Holanda en lidiar con el mar y construir represas y canales los ha llevado a reformular las viviendas y así tener nuevas opciones, con la construcción de nuevos desarrollos urbanos con el concepto arquitectónico de las casas-bote, el cual ofrece vivienda sobre el agua. De esta forma, los holandeses logran que la crecida de los ríos, producida por el calentamiento global, trabaje en su favor.
En la actualidad casi 2,500 familias viven en casas flotantes a lo largo de los más de 4,400 kilómetros de ríos navegables, canales y lagos de ese país, lo cual también embona con otro problema nacional: la densidad urbana de 488 habitantes por kilómetro cuadrado, la más alta de Europa.
Estas experiencias de los ingenieros holandeses se ha pasado para apoyar al turismo, tomando como caso el emblemático de Maldivas, ese archipiélago de islas casi al nivel del mar, considerado uno de los “paraísos del turismo”.
Hicimos referencia a las casas, porque el modelo holandés que plantea es flotante, diferente a la creación de islas artificiales por relleno como las que ha construido Dubái.
La firma de arquitectos Dutch Docklands Internacional, con sede en Holanda, que se ha asociado con el Gobierno de las Maldivas para desarrollar ocho millones de metros cuadrados, entre el área marítima y la construida, con islas artificiales en el corazón de Maldivas, a poca distancia de la capital Malé y del aeropuerto. La inversión ronda los 775 millones de euros.
Esta empresa tiene una larga experiencia en este tipo de construcciones ya que ha construido desde cárceles flotantes hasta complejos hoteleros y viviendas en Holanda y otras partes del mundo. Este proyecto de desarrollo de islas flotantes se lo ha designado como “Five Lagoons”, y ante la prioridad del mismo, implica desaparecer o sobrevivir el país, el gobierno del archipiélago ha creado la empresa Dutch Docklands Maldives.
Ésta es una de las opciones de este país, ya que la otra que va en paralelo ha sido la de ir adquiriendo propiedades en zonas continentales o islas altas, a fin de poder trasladar parte de la sociedad, ya que la producción principal de éste es el turismo y como tal se debe desarrollar en medio de estos atolones que son de una gran belleza.
Las cinco grandes islas flotantes que albergarán un total de 700 viviendas, tendrán un manejo inmobiliario semejante al de Dubái, ya que no son para la población local sino para venta y están pensadas en inversores con alto poder adquisitivo, según lo declara la empresa responsable de la promoción y venta de las viviendas, Christie’s International Real Estate.
No sólo el cambio climático ha generado estos proyectos extremos, sino también la falta de territorio para determinadas funciones como es el caso de Japón, que debe construir islas artificiales para poder desarrollar aeropuertos acorde al gran tráfico y las nuevas exigencias de la aviación.
En esta isla se asienta el aeropuerto internacional de Kansai, en la bahía de Osaka, Japón, el cual fue inaugurado el 4 de septiembre de 1994. Este aeropuerto sirve también de hub para Japan Airlines, AllNippon Airways y Nippon Cargo Airlines.
La isla artificial tiene 4 km de largo por 1 km de ancho y la misma fue construida tomando en consideración los posibles terremotos y tifones que son muy frecuentes en la región, y su construcción se inició en 1987, siendo terminada la muralla protectora frente a potenciales tsunamis a finales de 1989.
La construcción de esta isla llevó más 21 millones de metros cúbicos de bloques de hormigón los cuales fueron utilizados de relleno, y su origen estuvo en la excavación de tres montañas, empleó una mano de obra de aproximadamente 10,000 trabajadores y 10 millones de horas de trabajo a lo largo de tres años, el uso de 80 barcos para completar la capa de 30 m de grosor ubicada en la plataforma submarina. En 1990, se completó el puente de 3 km de largo, que conecta la isla artificial con la Prefectura de Osaka, con un coste de 1,000 millones de dólares.
Al igual que los problemas detectados en las islas artificiales de Dubái, esta isla se había hundido 8 m más de lo previsto, y el proyecto se transformó en el trabajo de ingeniería civil más caro de la historia moderna y se inauguró en 1994.
Al año siguiente, en 1995, el aeropuerto internacional de Kansai sufrió el terremoto de Kobe y el aeropuerto soportó el mismo sin inconvenientes, y en 1998, el aeropuerto no tuvo problemas con un tifón con vientos de hasta 200 km/h, tres años después es premiado por la asociación de ingenieros civiles de Estados Unidos como “monumento” a la ingeniería civil del milenio.
La fantasía que crean los imaginarios del turismo no tiene límites, como es el caso del Manta Resort de la isla de Pemba, uno de los hoteles más lujosos del archipiélago de Zanzíbar, en la costa oriental de África. Alojarse en ese resort ya debe ser relajante pero, si se quiere un nivel más de relax, sólo se tiene que pedir una habitación submarina, que es una plataforma flotante sobre los arrecifes que rodean al resort y accesible sólo en lancha.
Esta suite tiene varias terrazas donde tomar el sol o desde donde bucear en las cristalinas aguas que la rodean. La atracción más singular, sin embargo, es su dormitorio, ya que está a cuatro metros bajo el nivel de las aguas y rodeada de paneles transparentes desde los que se puede ver la fauna submarina. La habitación da un nuevo sentido a la expresión dormir con los peces.
Los ingleses que dominaron los mares en el siglo XIX y mitad del XX también construyeron islas artificiales, pero con otros fines diferentes al del turismo. Es Spitbank Fort, una fortaleza victoriana de piedra, azotada por las olas y el viento del mar a unos kilómetros de la ciudad costera británica de Portsmouth, se ha transformado hoy en un exclusivo hotel de lujo con ocho habitaciones.
Para hacer historia, Spitbank Fort es una de las tres fortalezas marítimas que el almirante Lord Palmerston ordenó construir en 1859, como parte de un plan para defender Inglaterra de una hipotética invasión por parte del emperador francés Napoleón III. La construcción de estas fortalezas se inició en firme en 1867. Para 1880, no tenía ninguna pinta de que Francia tuviera el más mínimo interés en invadir Inglaterra.
Estas tres fortalezas fueron utilizadas esporádicamente por el ejército británico durante las dos guerras mundiales y acabaron en desuso hasta que las tres fueron compradas en 2012 por el empresario británico Mike Clare, quien les dio uso.
La mayor es Horse Sand Fort, que ha sido convertida en un museo y centro de patrimonio histórico, la segunda en tamaño No Man’s Land Fort, que está siendo acondicionada por la compañía de Clare para convertirse también en un hotel para usos corporativos, convenciones y encuentros y por ser más grande tiene una capacidad de 27 habitaciones, y terminamos con Spitbank Fort, la más pequeña de las tres, que acaba de abrir sus puertas como hotel de lujo. Las tres islas- hoteles-museos son un atractivo que hubiera sido impensable décadas atrás, pero convergen con la nostalgia, el capitalismo artístico y una sociedad del consumo sin límites.
Siguiendo con islas de origen histórico, esta Fort de Nadie, un hotel que acaba de abrir en una isla artificial en el medio del río Solent que separa la isla de Wight de la parte continental de Inglaterra. Este hotel es accesible por barco a través de Portsmouth y fue construido en 1867 para proteger a Portsmouth, de acuerdo a sus actuales propietarios. Con 23 habitaciones, el hotel puede albergar no sólo invitados durante la noche, sino también los visitantes de día y eventos.
Fort de Nadie incluye dos helipuertos, una discoteca, laser tag, salas de juegos, sala de billar, espacio para reuniones, azotea, piscina con agua caliente y un tradicional faro. El edificio circular como todo fuerte del siglo XIX tiene cuatro pisos llenos de una variedad de instalaciones increíbles. Esta isla privada está a 1.4 millas de la isla de Wight, tres veces el tamaño de Spitbank Fort.
Islas artificiales modernas con la última tecnología y otras del siglo XIX, se unen en la fantasía del turismo para ofrecer lugares excepcionales, tanto que difícilmente entrarían en la realidad, y son como submundos de la misma, que existen porque hay un mercado creciente que ha hecho del lujo su bandera.
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