La ciudad sustentable y el turismo.

“Sin recursos naturales, la arquitectura y las ciudades no existirían y sin seres humanos la arquitectura y las ciudades no tendrían sentido” Jen Valentino.

Alfredo César Dachary.

 

Jen Valentino, arquitecta colombiana, ambientalista y además luchadora en favor de la equidad, justicia y libertad, nos da una buena definición de la relación del ciudadano y las ciudades, y ésta se profundiza al plantear lo que debe ser una ciudad sustentable, esa que todos pretendemos y no nos ponemos de acuerdo para iniciar el camino o nos ponemos en desacuerdo para frenarlo.

Otra frase de muchos siglos atrás, la da Aristóteles al decir que: “…una ciudad está compuesta por diferentes clases de hombres; personas similares no pueden crear una ciudad…”

Estas ideas nos remiten a Sennett, quien en un libro clásico sobre el tema, “Carne y piedra” al hablar del cuerpo y la ciudad, plantea que la civilización occidental ha tenido problemas a la hora de honrar la dignidad del cuerpo y la diversidad de los cuerpos humanos y ello lo ha llevado a estudiar las relaciones del cuerpo que ha encontrado expresión en la arquitectura y en la planificación urbana la práctica de la misma.

Pero este recorrido a lo largo de los siglos lo motivó un tema contemporáneo y es la privación sensorial que parece caer como una maldición sobre la mayoría de los edificios modernos, el embotamiento, la monotonía y la esterilidad táctil que aflige el entorno urbano. Esta privación sensorial resulta aún más asombrosa, por cuanto los tiempos modernos han otorgado un tratamiento privilegiado a las sensaciones corporales y a la libertad de la vida física; éste es el motivo de este texto clásico que realizó Richard Sennett.

De allí que las relaciones espaciales de los cuerpos humanos determinan en buena medida  la manera en que las personas se relacionan unas respecto a otras, la forma en que se ven o escuchan, en si se tocan o están distantes.

Al comenzar a estudiar las denominadas ciudades sustentables que se definen como turísticas, estos temas que aparecen como filosóficos se vuelven la más cruda realidad.

Tomemos un ejemplo, las ciudades dormitorio de Bahía de Banderas, la mega ciudad dormitorio de Cancún: la colonia Puerto Juárez, con carencia de áreas verdes, de calzadas, de calles asfaltadas, lotes muy pequeños, falta de servicios básicos municipales; los jóvenes sin lugares de expansión utilizan la calle como su área común y las bebidas y la droga como el camino de salida al infierno que viven.

Esa es la reacción de los cuerpos de esa población agobiada por su realidad y alienada por la que ve enfrente: el mundo mágico del turismo. Las casas son tan pequeñas que no tienen patios, las mismas son una caja que concentra el calor y expulsa a sus habitantes a la calle, y allí comienza una nueva relación social, los desposeídos y sus paraísos artificiales, esa es la gran amenaza de los destinos o la tragedia de los mismos, como Acapulco.

La ciudad turística sustentable es aquella que es de los ciudadanos; la ciudad turística insostenible es la que es de los turistas, como Cancún, por ello las primeras son las ciudades más racionales de Europa, pocos habitantes, un gran territorio y un modelo de racionalidad que se mueve en una dirección opuesta a lo que nos ocurre en América, donde el crecimiento incontrolado es la base de la crisis final de estas ciudades, ya que se acumula tal nivel de deuda social que es insuperable para los gobiernos municipales.

En España, Vitoria Gastez, alrededor de 250,000 habitantes, capital del país Vasco, es un ejemplo de ciudad sustentable, turística y agradable, que en la medición de la percepción de sus habitantes, emergen esas ventajas muy diferentes a otras ciudades turísticas.

Entre ellas destacan, las siguientes:

·         Estar satisfecho con vivir en la ciudad de Vitoria Gastez.

·         La ciudad es muy segura.

·         Buenas relaciones con los municipios de su entorno, separados por un anillo verde, que es una de las 100 medidas premiadas por la ONU para apoyar al desarrollo sustentable.

·         La ciudad es un destino para el ocio.

·         El tráfico es controlado y no agobia, el tráfico de carga es nocturno.

·         Una gran oferta cultural, una de las mayores concentraciones de museos y universidades.

·         Áreas verdes que dan una media de 50 m2 de verde por habitantes, sin contar el anillo verde.

·         Hay oficinas o representaciones del Ayuntamiento a 15 minutos de cualquier colonia o barrio.

·         Una gran población que estudió, de las mayores de Europa.

·         Grandes centros de convenciones que promueven eventos culturales, científicos y empresariales.

·         Una participación activa de la sociedad en la resolución de sus problemas.

·         Una gran agenda de eventos a lo largo del año, aunque mayores en el verano, que aumentan la oferta cultural de la ciudad.

·         Servicios de apoyo y facilidad de accesibilidad a las personas con discapacidad.

·         Tráfico mesurado, tranvías y uso intensivo de bicicletas.

·         Gastronomía excepcional como oferta cultural y de restauración, especialmente las tapas.

·         Rutas del vino que parten de las grandes bodegas, verdaderos iconos arquitectónicos de la región.

Ésta es una ciudad de los ciudadanos, donde la alta calidad de vida de éstos es el referente y atractivo para los visitantes, que tiene un marco legal claro, democracia efectiva, justicia expedita y ello hace que la sociedad tenga más compromiso con la ciudad.

 

Esto que vimos es lo medible, pero hay otros elementos que son menos medibles, menos pomposos pero que sirven para hacer de los ciudadanos activos importantes de las ciudades.

Un ejemplo a tomar como referente, a imitar, si la gente se organiza y se anima es un evento que se viene realizando desde el 2007: el primer fin de semana de mayo ciudadanos y ciudadanas de muchas ciudades del mundo salen a la calle a realizar un paseo por su ciudad, por su barrio, por sus calles cercanas.

No es una procesión religiosa, ni una marcha de protesta, no es un recorrido casual sino pensado, organizado por asociaciones, plataformas y vecinos de cada barrio durante meses, reunidos en asambleas para decidir qué edificios, qué lugares, jardines e instituciones quieren mostrar.

Para liderar esto se busca a las personas que los conocen, que están volcadas en el estudio de su desarrollo actual, histórico y de memoria, ya que hay mucha gente que ama y protege su entorno; que sufre y pelea por su conservación, por su reconocimiento y siempre por el placer personal y colectivo, por el sentido de pertenencia, por proteger las partes más frágiles de su ciudad, sin pedir nada a cambio.

Estas luchas que parecen personales, individuales, de pequeños colectivos, se enredan entre sí y muestran la batalla entre David y Goliat, entre dos modelos de ciudad, entre una ciudad pensada en números y beneficios de unos pocos, planificada desde arriba con cartabón y otra cercana, pensada para las necesidades de la gente que la habita, como un organismo vivo.

Así hablando y paseando surgen reflexiones sobre el patrimonio público, la vivienda, los espacios verdes, la gentrificación, la memoria histórica, la comprensión de que nuestro entorno está hecho de muchas capas entrelazadas que hablan entre sí y que es difícil tocar una sin que el equilibrio creado a través de muchos años no se rompa.

Esta marcha reflexiva y pensada se denomina “el paseo de Jane: un caminar consciente, colectivo y político”, que como dice Mercedes Cebrián, caminar se ha convertido en una práctica ética, estética y de resistencia cívica.

Este es un  paseo consciente que hoy ha pasado a tener un gran significado social, y que en el siglo XIX desde el flâneur de Walter Benjamin, paseante que descifra la complejidad de la ciudad al callejearla, pasando por Hessel en Berlín, Louis Aragon en París, hasta nuestros días, el análisis de los datos que conforman una ciudad a la medida humana es el motivo del caminar.

Por ello al comenzar hablamos del cuerpo y los edificios, de los ciudadanos y las diferentes ideas, del hombre y sus obras, todo ello se suma en la ciudad y si pretendemos hacerla sustentable, lo más importante es el ciudadano, la libertad, la democracia, la igualdad, esas cosas que se “descubrieron” a fines del siglo XVIII, y que hoy pese a todo lo avanzado aún no sobran, más bien faltan.

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