“Los hombres viven celosos de la inmortalidad” Platón.
Alfredo César Dachary.
En la década de los 90, el politólogo y filósofo Francis Fukuyama, de origen japonés pero formado en Estados Unidos, en Harvard y Yale, presenta su libro “El fin de la historia y el último hombre”, donde plantea que el capitalismo es el nivel más alto al que llega el hombre y, por ello, éste es el fin de las grandes transformaciones; el sistema se mantendrá sin cambios solo adecuaciones eternas.
Fukuyama, en 1989, una vez que se dio el colapso de la URSS y la Europa del Este, plantea la tesis central de su libro, que la democracia liberal podía constituir el punto final de la evolución ideológica de la humanidad, la forma final de gobierno, y que como tal marcaría el fin de la historia.
En una década su hipótesis se volvió obsoleta, más cuando China se transforma en la gran industria mundial y centro del comercio global y, con ello, además de la evolución científica y militar, había comenzado de hecho a compartir la hegemonía que hasta poco tiempo atrás la ejercía en forma solitaria y omnipresente Estados Unidos, además el mundo entra en la crisis del 2008.
En la segunda década de este nuevo siglo se realiza un nuevo intento de pronosticar el fin de las transformaciones en la sociedad, pese al fracaso del neoliberalismo como modelo mundial que ha generado millones de pobres y marginados, tanto en los países centrales como en los periféricos.
El autor de esta nueva propuesta es el arqueólogo e historiador israelí Yuval Noah Harari, que presenta un texto en el 2016 titulado “Homo Deus. Breve historia del mañana”, que viene a ser la continuación de un trabajo anterior titulado, “De animales a dioses”.
En esta columna, en tres presentaciones seguidas, veremos y analizaremos esta propuesta del Dr. Harari que tiene la característica de ser muy radical y que implica un cambio absoluto del actual paradigma social existente, incluso el homo sapiens perdería su calidad de individuo humano.
En la historia de la humanidad han existido tres grandes problemas que amenazaron en diferentes épocas a la población mundial y fueron llevándolos al límite de su existencia, y éstas fueron: el hambre, la peste y la guerra, que para Harari fueron superados a fines del siglo XX, pero para la mayoría de los estudios, comenzando por el informe 2017 de OXFAM, esta situación se ha profundizado ya que cada vez es más amplia la pobreza en el mundo.
El hambre ha sido durante siglos el peor enemigo de la humanidad, ya que la mayoría de la población vivía en el umbral biológico de la pobreza, dependiendo del clima, las guerras y otros cambios drásticos.
Pero hoy existe inseguridad nutricional, como es el caso de Francia, donde el 10% de la población vive amenazada de carencia alimenticia, mientras que China sacó a más de 1,000 millones de chinos de la pobreza y el hambre, la mayor hazaña de un pueblo en la historia de la humanidad.
La otra cara de esta tragedia es que, en el 2014 en el mundo, 2,100 millones de personas tenían sobrepeso y 850 millones padecen de desnutrición; para el 2030 se espera que el 50% de la población sea obesa, expresión de mala alimentación, fruto de la pobreza asociada con deficiencia educativa.
La segunda gran enemiga de la humanidad fueron las pestes y las enfermedades infecciosas, y una de las terribles se inició en 1330 con la Peste Negra, que venía del Asia oriental y se propagaba a través de la bacteria Yersinia pestis, que habitaba en las pulgas, las cuales vivían sobre las ratas que en sus migraciones se expandieron por el mundo.
El impacto de esta peste, considerada un castigo divino en esa época, dejó un saldo de entre 75 y 200 millones de personas muertas, que era más de 1/4 de la población de Eurasia, siendo ejemplos Londres donde murieron cuatro de cada diez personas y Florencia donde mató al 50% de la población.
Pero las peores pestes son las que asolaron América, Australia y el Pacífico, y que fueron trasmitidas por los conquistadores, como fue la viruela, el sarampión y la varicela, todas desconocidas por los pueblos originarios, por lo que no tenían respuesta a las mismas.
Durante la conquista, el que es hoy el territorio de México tenía una población aproximada de 22 millones de personas, y luego de la conquista y las masacres quedaron vivas solo 14 millones. En el Caribe fue peor porque los caribes, que era un pueblo originario, desapareció a consecuencia de las enfermedades que venían, incluso las de trasmisión sexual, como la sífilis y la blenorrea.
En 1778, el capitán Cook llega al archipiélago de Hawái donde vivían 500,000 personas y que para los navegantes europeos era considerado un verdadero paraíso, por lo que convivieron y de esa relación y las guerras de resistencia tenemos que para 1853, las pestes habían dejado solo 70,000 sobrevivientes.
En 1918, la gripe española llegó a afectar a un tercio de la población mundial, dejando unos 100 millones de muertos y en 1979 la OMS declara haber vencido a la viruela, que para 1967 afectaba a 15 millones de personas y de ellos mataba a dos millones.
Las guerras informales en el mundo en 2012, generaron de unos 3 millones de muertes, de las cuales 620,000 fueron por violencia, 120,000 por guerras de baja intensidad, 500,000 por crímenes y 800,000 fueron suicidios, esto es lo contabilizado, falta lo que no se contó, las denominadas “guerras de baja intensidad”, como son varios conflictos de medio oriente.
Pero para el siglo XXI hay una meta mayor que las que el hombre haya pensado anteriormente, no porque no la pensó, sino porque acá puede llegar a lograrlo y así lo ven como muy posible y ésta es la nueva lucha contra la vejez y la muerte.
Esto como la mayoría de estos cambios se originan en el corazón del mundo de la nueva tecnología, así en 2013 Google puso en marcha una compañía llamada Calicó, para trabajar la forma de evadir la muerte, una simplificación de lo que deben ser los mecanismos para prolongar la vida. En el 2015, Bill Maris, un fuerte creyente en la inmortalidad preside el fondo de inversiones Google Ventures, el cual invierte más de 2,000 millones de dólares en empresas biotecnológicas.
El segundo gran proyecto de la nueva agenda humana será encontrar la felicidad, algo que para Epicúreo era un problema personal, y para el filósofo Jeremy Bentham, a finales del siglo XVIII, decía que éste era el único objetivo digno del Estado: aumentar la felicidad de la gente.
Con la revolución industrial y el desarrollo del capitalismo, el Estado comienza a actuar y así nacen los sistemas educativos que se crearon para tener ciudadanos sanos, obedientes y leales a la nación y final del siglo XIX, Francia, Alemania y Japón comenzaron a dar servicios médicos gratuitos, con el objetivo de tener una población más fuerte.
En Alemania, a fines del XIX, Otto Bismark otorga las primeras pensiones y la seguridad estatal en Alemania y, en este caso, como los anteriores, el Estado se asegura la lealtad de los ciudadanos.
En el siglo XX se dan los derechos laborales y sociales tras grandes luchas del movimiento obrero y luego de la segunda guerra mundial emergen, con el cambio de potencia hegemónica el estado del bienestar en Europa y el American Way of Life en Estados Unidos.
Para la ciencia actual, según Harari, la felicidad se mantiene sobre dos columnas, la primera es la psicológica, donde ésta depende de una expectativa y no de condiciones objetivas, por ello cuando la realidad se ajusta a nuestras expectativas nos sentimos bien, y la segunda, es la biológica, que está dada por nuestra bioquímica.
El sistema bioquímico recompensa con los actos de supervivencia y reproducción con sensaciones placenteras, que son un truco de vida efímera, por ello hoy la ciencia sostiene que la felicidad viene determinada por nuestro sistema bioquímico, por ello para aumentar la felicidad hay que manipular la bioquímica humana, lo cual genera que hoy haya tantos medicamentos para ello.
Pero la búsqueda más pretenciosa del hombre es la prolongación de la vida, que hoy llamamos la inmortalidad. Para este objetivo, hoy se plantea desde las ciencias tres caminos diferentes.
El primero es el que plantea la Ingeniería biológica, que parte de la constatación que aún estamos lejos de conocer el potencial de los cuerpos orgánicos, pero pese a ello la bioingeniería que no va esperar un nuevo cambio sino lo va a buscar.
El segundo es el que plantea la Ingeniería Ciborg, cuando logra fusionar el cuerpo orgánico con partes no orgánicas, como manos biónicas, ojos artificiales o millones de nano-robots que circulen en nuestras venas.
En el 2015, a varios trabajadores del Centro de Alta Tecnología de Estocolmo, se les implantaron microchips en las manos y, por ello, pueden tener acceso a muchos instrumentos, abrir puertas y otros sistemas con alta seguridad, como un ejemplo de los grandes avances logrados y aplicados a la producción y la vida cotidiana.
El tercero es la Ingeniería de seres no orgánicos, cuando cuerpos totalmente inorgánicos que en vez de tener redes neuronales éstas serán programas informáticos, que le permitirán navegar en mundos virtuales y no virtuales, al estar libres de las limitaciones de la química orgánica.
Este es el diagnóstico que Harari plantea para dar comienzo a la propuesta real de lo que vendrá en el corto y mediano plazo en esta lucha del hombre por la prolongación de la vida, algo que en lo personal creo que tiene graves limitaciones que van más allá de lo orgánico o inorgánico, por ello Harari, lo elimina.
En el siglo XXI, el tercer gran proyecto de la humanidad es pasar de homo sapiens a homo deus, lo que antes era divino o de los dioses hoy ya está en manos de los hombres, pero en el camino los hombres perderían su esencia, la conciencia y la individualidad.
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