“Ningún ejercito defiende la paz” Anónimo.
Alfredo César Dachary.
Partiremos de dos hechos que aparentemente no tienen nada en común, pero son parte de la “cotidianidad” de Estados Unidos. El primero es el hecho que casi semanalmente tenemos una masacre de diferentes magnitudes, generalmente en escuelas o centros públicos y, siempre a cargo de un norteamericano, no negro ni latino, mayoritariamente blancos.
El hecho no es casual, pero detrás de la historia de muchos de estos suicidas reales, porque terminan muertos, hay historias que lo “justifican”, ex militares, que se sienten abandonados por un ejército que los usó y luego los cambió por nuevas fichas; jóvenes violentos que se alimentan de los medios que hacen apología a la violencia y que viven en un país donde tener armas es un “derecho”, tradición heredada de la conquista del oeste, o sea, la masacre de los pueblos originarios.
Son ex soldados que cuando regresan luego de ver lo irrepetible y ensuciarse en lo impensable deben vivir con drogas, unas legales y otras no, y cuando esto falta, se desata el demonio que aloja su mente y que logra transformar ese día en su tragedia y la de muchos inocentes.
El otro ejemplo es diferente, no hablamos del soldado anónimo, ni el joven sin destino, sino de uno los grandes generales del siglo XXI, que logró cometer una de las cadenas más largas de “errores”, aunque hay una peor.
El pasado 2016, el Secretario de Defensa estadounidense, Ashton Carter, tuvo que decidir si degradaba o no al General de cuatro estrellas y ex Director de la CIA David Petraeus, y al final fue multado y no expulsado del ejército, aunque el General reconoció que prestó a Paula Broadwell ocho libretas de notas personales redactadas cuando fungía como Comandante de las fuerzas de ocupación en Afganistán, con información clasificada.
Pero lo de fondo no sale fácilmente a la luz es que, desde hace 7 años, armas por valor de varios miles de millones de dólares han sido utilizadas ilegalmente contra Siria, lo cual desmiente la versión de que la guerra contra la República Árabe Siria era una “revolución democrática” y en favor de la libertad, un cuento que aplicó a todas las invasiones desde la segunda parte del siglo XX.
Numerosos documentos demuestran que ese gigantesco tráfico de armas fue organizado por el General estadounidense David Petraeus, primero de manera pública a través de la CIA y como Director de esa agencia estadounidense. Pero luego lo hizo a título privado, desde la firma financiera KKR y con ayuda de altos funcionarios de Estados Unidos.
Así fue como el “conflicto sirio”, que comenzó siendo una operación de Estados Unidos y Gran Bretaña, se convirtió en una operación de carácter privado, mientras que el Estado profundo cuestionaba en Washington la autoridad de la Casa Blanca. Pero además estaba el antecedente que el General Petraeus, fue el que aceleró la “privatización de la guerra en Afganistán”, modelo que luego se trasladó a otros frentes y terminó siendo uno de los ejes del abastecimiento logístico de la guerra en Siria.
Estos son dos casos extremos de la violencia de las armas a consecuencia del proceso iniciado hace ya más de dos décadas de privatizar la guerra, que en sí es un negocio de fabricantes de armas y de políticos que logran grandes beneficios para sí y las empresas o grupos de inversión que representan.
Los mercenarios han sido siempre tropas de algún lugar concreto, con una habilidad o capacidad especial que hacía que un ejército o poder requiriese sus servicios y, por ello, eran remunerados a cambio de su servicio durante el tiempo que se hubiese convenido.
Las compañías de mercenarios llegaban en muchos casos a contar con numerosos efectivos y estuvieron presentes en la mayoría de los conflictos bélicos hasta el siglo XIX y su paulatina desaparición estuvo motivada por el creciente poder de los Estados, especialmente europeos, que ya no necesitaban de sus servicios al disponer tanto de dinero como de hombres para desarrollar las tareas que realizaban dichos mercenarios.
La excepción a la regla en Europa era la utilización de mercenarios contratados por el rey Leopoldo II de Bélgica para su colonia del Congo, durante el final de los siglos XIX, y eso debido a que esa colonia, una de las mayores de África era propiedad del rey y no del reino, por lo que los mercenarios impusieron un orden a fuerza de masacres en todo el Congo.
Con el fin de la Guerra Fría desaparece el conflicto directo entre Estados Unidos y la URSS, pero emergen otros conflictos que habían estado tapados por la inmensidad de las tensiones, como fue el proceso de desarticulación de la antigua Yugoslavia que entregó el poder en algunos casos a bandas armadas legitimadas por la propia ONU y los países centrales interesados en la balcanización.
En la última década del siglo XX se consolidan en el poder global las ideas neoliberales y ello acabó por permear al ámbito de la defensa y la seguridad, que hasta entonces había sido controlados por el Estado, pero que la nueva ideología plantea el pasar gran parte de las actividades militares al mercado, lo cual implica la privatización de grandes áreas del mundo militar, lo cual permite el renacer de los mercenarios ahora como verdaderos ejércitos privados, compañías organizadas para el ejercicio de la violencia a un costo de “mercado”.
Las compañías militares privadas son empresas dedicadas al ámbito de la seguridad y la defensa, cuyo grado de especialización en un servicio es muy alto y normalmente trabajan con Estados u organizaciones internacionales en todo tipo de conflictos y escenarios, además de que sus costos son elevados dado el gran riesgo que corren.
Al concluir la “guerra fría” el entramado militar de las grandes potencias se reduce bastante, a la vez que se asume como nueva meta que los grandes avances en la tecnológica para suplir en gran parte a los humanos.
Hoy hay cada vez menos efectivos en unas fuerzas armadas que, a su vez, son más complejas tecnológicamente y con mayor necesidad de profesionales especializados.
Un ejemplo es hoy el uso de drones teledirigidos que rastrean, y eliminan a enemigos ya sean militares o terroristas y su operación a muchos kilómetros de distancia de los escenarios permiten a los operadores una visión más de juego, aunque éste sea de la muerte.
Las empresas que proporcionan bienes o servicios a las fuerzas armadas o policiales en sus despliegues son las compañías militares privadas, que se insertan dentro de lo que conocemos como industria militar o industria de defensa y que en el año 2012 llegaron a mover unos 100,000 millones de dólares. Quienes están detrás de estas empresas o quienes trabajan para ellas a menudo son exmilitares de cierta especialización que se pasan al ámbito privado al licenciarse de las fuerzas armadas, muchas veces atraídos por los generosos sueldos que se cobran en dichas compañías, especialmente si se está desplegado en un escenario de conflicto.
Existen empresas militares pero privadas que sólo trabajan con telecomunicaciones o aprovisionamiento de suministros hasta las compañías que son verdaderos ejércitos privados, con helicópteros y vehículos blindados incluidos, además de un armamento ligero de última generación.
La más conocida como importante de estas compañías es la norteamericana Academi, conocida anteriormente como Blackwater, fundada en 1997, hoy la más poderosa del mundo, gracias a los contratos obtenidos del gobierno estadounidense para Afganistán e Irak.
Academi es un auténtico ejército, con centros de entrenamiento y labores de asesoría; esta empresa posee vehículos blindados, helicópteros de combate y aviones de transporte y varios los miles de empleados, soldados y demás técnicos, todos en su nómina.
La presencia de ésta en Irak, que ha llegado que a tener desplegados más de mil empleados a la vez y treinta mil de manera rotatoria en lo que ha durado y dura parcialmente, de manera encubierta, la actual ocupación y administración norteamericana de Irak.
Las empresas son variadas, entre ellas, podemos enumerar a Aegis Defense Services, que se inicia en el 2002 y DynCorp fue fundada en 1946 en Estados Unidos como una especie de fuerza aérea privada. También destaca la norteamericana Triple Canopy que es otra pieza fundamental en el mundo de las fuerzas militares privadas, que se organizó en 2003 y está formada por veteranos de las fuerzas especiales norteamericanas, lo que le otorga un grado de especialización considerable.
Así los ejércitos privados inician hoy el camino irreversible de la privatización de grandes áreas de las fuerzas armadas en los países con gran poder militar, que es la antesala de la guerra del futuro entre drones y robots militares, que podrá ser vista en directo como un reality show más, aunque la tragedia y los costos que ésta genere siempre terminan siendo humanos.
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