Dr. Alfredo César Dachary

La moderna historia del capitalismo es un capítulo más de la vieja historia de la explotación de un grupo de personas sobre las grandes mayorías, desde el esclavismo a los siervos de la gleba.

Pero esta etapa de dos siglos, unas pocas décadas más, ha sido una carrera entre dos fuerzas que se han enfrentado en el campo laboral, la fuerza humana tradicional junto a la fuerza animal frente a una nueva que generan un mecanismo que se le denomina máquina y que inicialmente se mueve por la presión del vapor, luego pasa a los combustibles al cambiar los motores y de allí a la energía eléctrica, hasta encontrarnos con la energía nuclear.

En este largo proceso de dos siglos se han dado dos “saltos”, el primero es el de la máquina que empieza a tener autonomía y a realizar algunos procesos, lo cual reduce el papel hombre cada vez más; y el segundo es cuando esta “máquina” o robot comienza a trabajar a partir de pensar “desde la inteligencia artificial” a nuevos software más complejos: la máquina comienza a sustituir hombres.

Por ello no sorprende que la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF) advierta en un informe que la creciente robotización de los procesos productivos es una de las amenazas latentes en todo el planeta. “Todos los trabajadores deberíamos estar muy atentos a estas dinámicas laborales, pues las probabilidades de que nuestras tareas sean robotizadas en las próximas décadas son reales y crecientes”.

Para los investigadores de la Universidad de Oxford, Carl Benedikt Frey y Michael A. Osborne, el 47% de los trabajadores del mundo corre el peligro de ser sustituido por una máquina en un futuro próximo, y las probabilidades de “robotizar” las tareas de algunas profesiones, el estudio las ha definido en tres grandes grupos.

El primero es de baja probabilidad, o sea, menos del 10% y éstos son los recreacionistas, terapeutas, dentistas, sacerdotes-monjas, editores, cirujanos, coreógrafos y maestros de preescolar.

El segundo grupo, que tiene una probabilidad media de ser sustituidos, del 10 al 50%, son los bomberos, rescatistas, tecnólogos de la salud, los economistas y periodistas. El tercero que tiene las mayores posibilidades de ser remplazados es el de los pilotos de aviones, los maquinistas de trenes-metros, los agentes inmobiliarios, contadores, montadores, agentes de carga y descarga, técnicos matemáticos y vendedores de tele-tiendas, entre los más representativos de este grupo.

Se ha planteado la tesis que al incrementar el consumismo en las nuevas generaciones podrían crecer aún más las industrias y el propio sector de servicios, lo que permitiría absorber la mano de obra cesante por la robotización, pero eso no es lineal, ya que la robotización tiene una expansión geométrica.

Pero no se trata sólo de los trabajadores, lo cual es muy grave, este remplazo o “sustitución” está llegando a la vida real de la gente y un ejemplo de ello se dio el 9 de octubre 2010, cuando Sebastian Thrun, experto en robótica y unos de los inventores de la planilla de Google, anuncia que ya hay un sistema probado para que los autos puedan conducirse solos, experiencia que se ha llevado a cabo en un Toyota Prius a través de 150,000 km, o sea, circuló en el mundo real, no era un experimento.

Una flota de automóviles, los Googlemobile, llevan recorridos más de un millón de kilómetros sin accidentes. Hoy no son accesibles, por un elevado costo y por cuestiones legales, como si ocurriera un accidente y la responsabilidad del mismo, pero estos grandes avances serán absorbidos por compañías e integrados a los nuevos modelos de autos o camiones.

El hombre realiza actividades diversas de dos grandes tipologías, las “tácito”, que realizamos sin pensar en ello, como andar en bicicleta, manejar, etc. La mayoría de nuestras habilidades creativas están en este grupo.

La segunda es lo “explícito”, es el que puedo explicar escribiendo, como cambiar una rueda del auto, porque se pueden desmenuzar en pasos muy definidos.

Los ordenadores reproducen el conocimiento explícito, como es el caso del algoritmo, por lo que el auto que se maneja solo, rompe esas barreras sobre los potenciales “límites” del robot.

El avance logrado con los robots lleva a equiparar la inteligencia artificial a la humana, pero hay una diferencia, las personas son conscientes y los ordenadores hasta ahora son inconscientes, ya que las máquinas son capaces de replicar nuestros fines sin replicar nuestros medios.

Pero, sin embargo, la gran velocidad de las máquinas implica que hoy se pueden utilizar los conocimientos explícitos para hacernos con el conocimiento tácito, y eso no es menor. En 1997, la computadora IBM Deep Blue derrotó con una velocidad increíble al gran ajedrecista Garry Kasparov.

Por eso, hoy hay pruebas contundentes en todas partes donde el trabajo creativo y analítico está siendo mediatizado por software:

  •  Los médicos usan equipos para diagnosticar enfermedades.
  •  Los arquitectos para diseñar edificios.
  •  Los fiscales para analizar pruebas.
  • Los músicos para simular instrumentos y corregir acordes.
  • Los profesores para supervisar estudiantes y calificar trabajos.
  • Los computadores no sólo se apropian de las profesiones sino que están cambiando la forma en que se realiza el trabajo.

En la vida cotidiana esta injerencia o “dependencia” es aún mayor, ya que usamos las tabletas y los Smartphone para comprar, cocinar, para hacer ejercicios, para encontrar pareja, el GPS, nos guía por la ciudad, las redes sociales para la amistad y expresar nuestros sentimientos, los motores de búsqueda para ver, leer y escuchar, también diariamente leemos periódicos y revistas, vemos películas o programas de TV; en síntesis estos “artilugios” son un asistente digital.

Por medio de nuestro móvil o celular podemos identificar una canción o nos permite calificar el vino en el restaurant, con sólo aplicarlo sobre la etiqueta.

Los drones, que pueden controlar la ciudad desde las alturas y observar actividades ilegales, podrán llegar al hogar como remplazo del correo al poder llevar carga limitada a no más dos kilos hasta hoy y llegar en tiempo y forma al domicilio, dejando así atrás la era de las entregas de la paquetería a domicilio por medio de una camioneta.

En 1956 aparece el libro “La automatización: ¿amiga o enemiga?” de Robert Hugh Macmillan, por lo que el tema no es nuevo ya que nace con el propio capitalismo, aunque haya ejemplos anteriores y uno de los primeros seguidores de la automatización fue en 1776, Adam Smith, ya que elogiaba la gran variedad de máquinas bonitas, que estaban instalando los fabricantes para facilitar y abreviar el trabajo, al permitir que un hombre haga el trabajo de muchos.

Entre 1811 y 1816 se da la rebelión Ludita, en los condados industriales de Midlands, cuando los costureros y tejedores, temerosos de la destrucción de su industria artesanal a pequeña escala, organizaron grupos de guerrillas para evitar que grandes molinos y fábricas se instalaran por allí. El nombre de “luditas” viene de un famoso destructor de máquinas Ned Ludlam.

Oscar Wilde, en un ensayo, predijo el tiempo en que las máquinas eliminarían toda carga de trabajo humano y el filósofo inglés Bertrand Russell, 1924, escribió:

“Veneramos a las máquinas porque son hermosas y las valoramos porque confieren poder, las odiamos porque son repulsivas e imponen la esclavitud”.

La crisis del treinta frenó el entusiasmo y se volteó éste contra las máquinas que avanzaban en los felices años veinte, así se tiene que en 1930, Keynes habla del “desempleo tecnológico” como una nueva enfermedad, de una sociedad que avanza hacia grandes cambios técnicos. Keynes pensaba que para el 2030, la tecnología liberaría totalmente a los ciudadanos de la lucha por su subsistencia y la propulsaría hacia la “felicidad económica”.

En 1962, J.F. Kennedy, presidente de los Estados Unidos, planteó: “…creemos que si los hombres tienen un talento para inventar nuevas máquinas, que dejan a los hombres sin trabajo, tienen el talento para poner a esos hombres de nuevo a trabajar…”.

En 1990, la recesión puso de nuevo el tema del desempleo tecnológico cuando miles de trabajadores de las grandes empresas como IBM, GM, Boeing y otras fueron despedidos, a partir de “reestructuraciones masivas”. Cuatro años después, Stanley Aronowitz y Willian DiFazio publican el libro “Un futuro sin empleo”.

En 1995, Jeremy Rifkin presenta su clásico libro “El fin del trabajo” que replantea una realidad que ya estaba alcanzando al mundo laboral en medio de la profunda transformación de una nueva era postindustrial. Una década y media después, en el 2011, Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee publican “La Carrera contra las máquinas”.

La tendencia continúa y a medida que los robots industriales se vuelven más baratos y más capaces, el crecimiento de empleos perdidos por trabajadores aumenta, un ejemplo lo dan General Electric y Apple, están regresando a Estados Unidos con sus fábricas, pero con empleo de máquinas, o sea, costo laboral cero.

La realidad ha superado a la especulación de las nuevas ideas y la robotización que vemos es sólo la punta del iceberg, abajo están las máquinas que controlan gran parte de nuestros movimientos diarios, de los bancos, de internet, de las tarjetas, de los viajes y muchas cosas más.

Máquinas que no discuten, que aplican un programa y a nosotros no nos queda más que asumir que esa es nuestra realidad y ello será cada día más intensivo, llegando más allá de la barrera de la ciencia ficción, quizás vamos a descubrir que nosotros somos ya una ficción de esta nueva realidad.

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